El primer ministro británico se rectifica en su política de inacción frente al coronavirus y decreta el confinamiento de la población.
«Es la mayor amenaza que afronta el país desde hace décadas». Boris Jonhson adoptó un tono grave en su mensaje ayer por TV. Pidió a la ciudadanía hacer un «gran esfuerzo» para encarar un problema, la epidemia de coronavirus, que de otra manera «no podría parar ningún sistema sanitario del mundo». “A partir de esta noche yo le debo dar al pueblo británico una sola instrucción: usted debe mantenerse en su casa”, dijo en cadena nacional.
Johnson recula respecto a la inacción de los primeros días de la pandemia en Reino Unido y opta por confinar a la población en términos parecidos a los que ya se aplican en España o Italia. «La población», explicó, «solo tendrá permiso para comprar productos básicos, para urgencias médicas, para trabajar donde sea necesario si no se puede optar por el teletrabajo».
Johnson dijo que todos los negocios aparte de farmacias y supermercados o lugares de aprovisionamiento deben cerrar inmediatamente. Encontrarse con sus amigos estará prohibido y una forma de ejercicio al día será permitido. Para lograr el cumplimiento de esta decisión, también anunció que las fuerzas de seguridad impondrán sanciones a quienes incumplan estas medidas.
El jefe del Ejecutivo británico reconoció que el camino que le queda por delante a sus compatriotas «es duro»; «sigue siendo cierto que, tristemente, se perderán muchas vidas».
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El así llamado «método inglés», la estrategia que rechazaba tomar medidas extraordinarias como el aislamiento obligatorio, es ajena a la tradición de nuestra sociedad. Pero no se trata simplemente de desvalorización de las vidas humanas.
El razonamiento detrás incluye algo de lo que cualquier gobernante está consciente: no hay cuarentena perfecta. Médicos y otros trabajadores de la salud, transportistas de alimentos y combustibles, deben trasladarse e interactuar. Y en todo grupo humano hay un porcentaje de irresponsables y sociópatas.
Entonces, surge la pregunta que se hacen todos los gobiernos ¿se justifica detener casi toda actividad, empobrecer al conjunto, para demorar los contagios? La respuesta se está definiendo: Sí.
No es unánime. Hay países europeos que no se han decidido a tomarla. Pero algo salta a la vista: el país con tal vez la tradición cultural más proclive a aceptar ese riesgo («keep calm and carry on»), con un gobierno cuyo interés político era mantener esa estrategia, y con un Estado que siempre procuró tener la mejor información, ha decidido que la velocidad del contagio supera la capacidad de cualquier sistema de salud. El esfuerzo se justifica simplemente para aminorarla.