La atención médica a los infectados por coronavirus debe realizarse con un equipo de protección especial considerado como un «insumo crítico» escaso a nivel global, lo que en Argentina comenzó a traducirse en una adapatación de empresas textiles para compensar esos faltantes.
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De la correcta dotación de camisolines, cofias, cubrebocas y barbijos depende que los profesionales más expuestos no se conviertan en víctimas del virus, algo que se ha rastreado reiteradamente desde que comenzó la pandemia.
Durante una teleconferencia realizada con los titulares de las carteras sanitarias provinciales, el ministro de Salud, Ginés González García, comentó que se reforzó «la capacidad productiva del país (…) para tener recursos de forma masiva para ser distribuidos entre todas las provincias».
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En ese sentido, para responder a los requerimientos que puedan sobrevenir en las próximas semanas, además de las empresas tradicionales que abastecen de esos productos al sistema, una parte de la industria textil comenzó a adaptar sus establecimientos y a formalizar protocolos de trabajo.
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Desde la fundación Pro Tejer, entidad que nuclea a 100 actores de la industria textil, confirmaron que ya se está trabajando en un pool de 30 empresas confeccionistas y que estiman poder producir unos 150.000 kits por semana de camisolín, tapabotas y cofias, cerca de 600.000 equipos por mes.
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«Son empresas importantes, que tienen robots de corte en talleres propios, con todas las condiciones que corresponden según las muestras que envió el Ministerio de salud», explicó el secretario de Pro Tejer, Luciano Galfione.
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Sin embargo, no todo el sector textil -que atraviesa una crisis de larga data- puede sumarse. Y, en otros casos, los empresarios se debaten en «un cálculo de estrecho costo-beneficio».
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En ese sentido, desde la Cámara industrial Argentina de la Indumentaria comentaron que del porcentaje que podrían encarar la reconversión solo unos pocos lo hacen dado que «es difícil conseguir las habilitaciones, preparar las instalaciones, los protocolos y tramitar los permisos de tránsito para los trabajadores, entre otros puntos».
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Galfione, en cambio, reconoció dos limitaciones alternas: «Se podría producir más, pero los proveedores de materia prima son limitados«, y hay incertidumbre sobre «el acceso» a las posibilidades de venta de lo producido a los diferentes niveles del Estado y del sistema de salud en general.
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Sin contar a empresas grandes que están haciendo inversiones de cientos de miles de dólares para adquirir máquinas automáticas, el pool antes mencionado prevé apostar entre 40 y 50 millones de pesos que van invertirse en el circuito operativo.
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«No es el 5% del volumen productivo de las empresas, pero es un 5% menos de la pérdida que se tenía», graficó el empresario textil.
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Finalmente, además del aporte que puedan llegar a hacer estos actores, diversas entidades de diverso tipo se han lanzado a la tarea de elaborar implementos médicos, alumnos universitarios que producen máscaras con impresoras 3D hasta el personal de las Fuerzas Armadas que confecciona camisolines, barbijos y fundas para camillas.