Hay datos científicos que sugieren que el nuevo coronavirus (SARS-COV-2) tiene su origen en alguna de las muchas especies de murciélagos de herradura, aunque todavía faltan estudios para confirmarlo.
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“La mayoría de las virosis emergentes se vincula con la modificación de los hábitats naturales de los animales por parte de los humanos”, afirma Sandra Goñi, directora del Laboratorio de Virus Emergentes (LVE) del Instituto de Microbiología Básica y Aplicada (IMBA), que depende de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ).
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Un ejemplo bien contundente de una virosis emergente es el virus Nipah. “Justamente la modificación del ambiente natural de los murciélagos fruteros de la familia Pteropodidae hizo que se instalarán en granjas donde se criaban cerdos. En esta instancia, hubo una oportunidad para un salto de especie que de otra manera no hubiera ocurrido. Y de estos animales pasó al humano”, afirma Goñi, doctora en Ciencias Básicas y Aplicadas y también investigadora del CONICET.
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Nipah se detectó por vez primera durante un brote de la enfermedad en Kampung Sungai Nipah, Malasia, en 1998. Según la OMS, la infección por ese patógeno se asocia a un espectro de manifestaciones clínicas que van desde un proceso asintomático hasta un síndrome respiratorio agudo o una encefalitis mortal.
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Goñi describe la dinámica de virus emergentes, sus investigaciones y su labor en un laboratorio de la UNQ que se convirtió en uno de los 19 centros encargados de realizar pruebas para el diagnóstico de coronavirus por disposición del Ministerio de Salud bonaerense.
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Además de Nipah, está el Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS), la gripe aviar (H5N1), la gripe A (H1N1) y la actual pandemia de la COVID-19 que tienen como denominador común un virus que salta de animales a humanos, ¿resulta imprescindible modificar la relación entre la humanidad y la naturaleza?
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Es interesante ver que son todas zoonosis virales, es decir, virus de animales que tiene la oportunidad de dar un salto de especie. Esto es posible ya que dentro del anfitrión original se generan diferentes variantes (cuasiespecies), entre las cuales alguna podrá llegar a tener la capacidad de infectar a un nuevo hospedador. De esta forma, para que aparezca una epidemia humana (y luego potencialmente una pandemia) primero debe existir el salto de especie y luego la adaptación al ser humano. Salvo el de la gripe aviar mencionado, los animales que transmiten los otros virus son mamíferos evidenciando una cercanía genética que facilita los eventos de salto de especie y adaptación al ser humano. Además, la mayoría de las zoonosis provienen de mamíferos que están muy distribuidos en el mundo como los ratones y los murciélagos, que son reservorio de una enorme variedad de virus.
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¿Cuánto lo propician factores culturales y cuánto otras razones?
Seguramente, esta cercanía entre personas y animales en algunos casos tiene lugar de manera natural en determinados pueblos y culturas, pero también puede deberse al cambio climático, a la caza indiscriminada, al tráfico de animales o a la deforestación. Estas epidemias o pandemias ponen en evidencia estas realidades.
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Uno de los virus que ha estudiado a lo largo de su carrera es el virus Junín, causante de la fiebre hemorrágica argentina y cuyos síntomas son fiebre, dolor de cabeza, debilidad, dolores articulares y oculares y pérdida de apetito, entre otros. ¿Cómo las actividades humanas hicieron que este virus recluido en ratones saltara a humanos en Argentina?
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La fiebre hemorrágica argentina surgió en la década de 1950 en un momento de crisis alimentaria, cuando Argentina puso a disposición del mundo toda su capacidad agrícola a través del cultivo masificado de maíz en la cuenca agrícola. Esto provocó que el ratón maicero (Calomys musculinus), reservorio principal del virus Junín, se reprodujera mucho. Los roedores se acercaron a los hogares rurales y muchas familias terminaron infectándose. Afortunadamente, para esta enfermedad hay una vacuna y tratamientos, siendo uno de los grandes hallazgos una estrategia que se está analizando actualmente para COVID-19 como lo es el tratamiento con plasma de inmunes o convalecientes.
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Usted realizó estudios genéticos de este virus.
Sí, en 2011 publicamos un trabajo en Virus Research que consistió en secuenciar fragmentos del genoma de diferentes muestras del virus Junín. El estudio genético de los virus tiene importancia en salud pública, puesto que el conocimiento de la variabilidad viral permite identificar las cepas que circulan en determinado territorio. Además, conocer cuáles son las características genómicas de las cepas circulantes y su relación con el grado de severidad de la enfermedad, nos permite diseñar estrategias de vigilancia epidemiológica que pueden ser útiles en la prevención de la aparición de nuevos brotes de infección. Ahora, con mi grupo avanzamos hacia el diagnóstico rápido de virus de la encefalitis de Saint Louis (SLEV) y la del Nilo Occidental (WNV) que causan enfermedades emergentes transmitidas por mosquitos y que ya han sido detectadas en Argentina.
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En la actualidad, participa de la realización de diagnósticos moleculares del coronavirus.
Sí, para COVID-19 estamos centrando nuestras energías en llevar adelante un diagnóstico molecular en asociación con otros investigadores de la UNQ. Participamos nueve investigadores. Lo que hemos hecho es aprovechar nuestro conocimiento y habilidades en función de la necesidad del momento pandémico que estamos atravesando. Armamos un laboratorio en la planta de servicios biotecnológicos que reúne la infraestructura necesaria para realizar el diagnóstico de la manera adecuada.
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