Reproducimos esta nota donde Nora Bär reúne la información de especialistas, aquí y en el exterior. Realista, pero también estimulante, al comprobar que los científicos de tantos países son capaces de asumir un objetivo primordial y la urgencia para obtenerlo.
El camino no es lineal, por cierto. Ayer mismo se hundían en EE.UU. las acciones de la biotech Moderna, al desvanecerse las expectativas que se formaron de un pronto resultado. También, esta nota enfoca en sus últimos párrafos el problema de la producción y las patentes, cuando la vacuna sea obtenida. Pero eso lo tratamos más ampliamente en otro lugar.
«A cinco meses del descubrimiento del nuevo coronavirus y hasta este viernes 15 de mayo, la Organización Mundial de la Salud llevaba registrados 110 proyectos de vacunas en distintas etapas de desarrollo. A un ritmo de publicación de trabajos científicos que abruma, probablemente nunca antes se haya avanzado tanto en tan poco tiempo.
«La secuencia genética del SARS-CoV-2 se publicó el 11 de enero de este año -afirma la bioquímica Aída Edith Sterin Prync, titular de la cátedra de Biotecnología del Instituto Universitario del Hospital Italiano, que escribió una revisión de los esfuerzos que se están realizando en todo el mundo para desarrollar una inmunización. La primera candidata ingresó en pruebas clínicas en seres humanos con una rapidez sin precedentes».
Se están probando ocho enfoques distintos, «una combinación de estrategias clásicas e innovadoras», explica Andrés Wigdorovitz, investigador principal del Conicet y del INTA.
Es aventurado saber cuál tendrá mayor efectividad. Por lo menos ocho grupos ya comenzaron a inocular voluntarios y otros iniciaron pruebas de laboratorio, in vitro o en animales. Algunas son parecidas, pero difieren en la formulación o vía de administración. Otras son ideas que hasta ahora no se habían explorado. Unas se basan en virus completos, otras en subunidades de proteínas o ácidos nucleicos.
«Para generar una vacuna hay que comprender el mecanismo inmunológico que desata el virus -explica el inmunólogo Gabriel Rabinovich-, y eso todavía no se entiende del todo. Éste es un virus que transgrede muchas de las reglas que conocíamos de la inmunidad anti viral. Es un enorme desafío comprender los mecanismos que desencadena para diseñar terapias y vacunas racionales».
Despertar las defensas
«Todas las vacunas tienen como objetivo exponer el cuerpo a un antígeno que en sí mismo no cause la enfermedad, pero que provoque una respuesta inmunitaria eficaz que pueda bloquear o eliminar el virus si una persona se infecta», escribe Sterin Prync.
Contra el SARS-CoV-2, varios equipos de compañías privadas, universidades e institutos de investigación estatales están utilizando el propio virus, pero atenuado o inactivado (el proceso que se emplea contra el sarampión y la polio) o vectores virales (por ejemplo, un adenovirus, como en la terapia génica). Según un artículo de Nature de fines de abril, por lo menos 23 grupos utilizan directamente secuencias de ADN o ARN con las instrucciones para que el organismo exprese una proteína de coronavirus que desate la respuesta inmunitaria. Otros proponen inyectar proteínas recombinantes de SARS-CoV-2 (que se obtienen por la expresión de un gen clonado). Y otros, intentan crear partículas similares al virus (en inglés: Virus Like Particles o VLP), algo así como cápsulas vacías que imitan la estructura del coronavirus, pero que no son infecciosas porque no pueden replicarse en el organismo.
Pero aunque se dispone de varias tecnologías, el camino para llegar a la meta no está libre de obstáculos. «Todas las vacunas contra la Covid-19 exigirán evaluaciones de seguridad cuidadosas, en particular por la inmunopotenciación que podría conducir a una respuesta adversa -advierte Sterin Prync-. Por ejemplo, este síndrome que se presenta en algunos niños, parecido al Kawasaki (un cuadro raro que provoca inflamación en los vasos sanguíneos) , aparece como un mes después de que la infección haya pasado inadvertida. Esto da que pensar, porque en determinadas poblaciones una vacuna también podría provocar una reacción exacerbada tiempo después de la aplicación».
Por otro lado, el proceso de desarrollo y aprobación de una vacuna no es sencillo. Primero hay que cumplir con la frase preclínica, in vitro o en animales; luego, con la Fase I, en la que se administra a pocas personas solo para probar seguridad, que no sea tóxica ni provoque efectos adversos; en la Fase II, se ensaya en más casos la efectividad, formulación y dosis; y por último, si todo esto resulta, se pasa a la Fase III, en la que debe probarse en más de 1000 personas con la formulación, via de administración y dosis con la que se registrará.
«En la Fase III tiene que emplearse un lote (de vacunas) prácticamente productivo, donde ya no haya modificaciones -aclara Sterin Prync-. Tendrá que ser en un sistema que no se modifique, porque el escalado productivo puede introducir cambios».
Por otro lado, habrá que evaluar si los anticuerpos que se generan son neutralizantes y cuánto duran. «Diferentes anticuerpos se crean en distintos momentos de la infección y los que persisten durante plazos más largos también exigen esperar más tiempo. Y lo mismo ocurre para probar estabilidad. Si uno afirma que se mantendrá estable durante un año, tendrá que aguardar un año», agrega.
Para acelerar el proceso, se está considerando que las agencias regulatorias puedan emitir aprobaciones de emergencia que permitan ir completando los datos mientras la investigación está en curso. La OMS contempla hacer un ensayo colectivo y simultáneo con todos los desarrollos para poder realizar una evaluación comparativa. Ya se elaboraron los criterios para poder ingresar en ese ensayo multicéntrico donde se valorarán los resultados obtenidos por medio de un puntaje asignado a la seguridad, inmunogenicidad, duración.
Para el médico brasileño Jarbas Barbosa, subdirector de la Organización Panamericana de la Salud, «Para una fase III tenemos que testear entre 20.000 y 30.000 personas. No es realista pensar que en tres meses vamos a tener una vacuna. Si todo va bien, a fin de año tendremos un resultado favorable y ahí podríamos comenzar con la etapa de producción».
«Todo el proceso regulatorio va a estar superacelerado -destaca Wigdorovitz-. Hacer una vacuna no es tan complejo si pensamos que es un virus que se conoce en salud animal. Los desarrollos que se están logrando son muy interesantes. Es esperable que para mediados del año que viene ya haya algo, pero después habrá que encontrar la forma de producirla en gran cantidad. Lo difícil es, en una situación tan urgente, fabricarla para miles de millones de personas«.
Éste será, precisamente, el núcleo de la reunión de los Estados miembros de la OMS, que se comenzó via teleconferencia este lunes 18 y en la que los 192 países que integran la organización internacional deben consensuar cómo se abastecerá al mundo entero. Italia, Francia, Noruega y Alemania, junto con la Comisión Europea, llamaron a compartir justa y equitativamente fármacos y vacunas contra la Covid-19. «Si desarrollamos una vacuna que sea producida por el mundo para el mundo, será un bien público único para el Siglo XXI», afirmaron en un comunicado.
Asegurar el acceso de los países pobres a una vacuna también será la posición de la Argentina, según adelantó el ministro Ginés González García hace un par de días en su presentación de los nuevos tests rápidos de detección viral desarrollados en el país. Pero, por ahora, la solución a este problema sigue pendiente.»