Belgrano merece que lo tengamos presente, no sólo en los aniversarios. Porque desde 1794, cuando el Rey crea el Consulado de Buenos Aires y lo nombra Primer Secretario (Perpetuo), participó hasta su muerte en 1820 en todas las luchas políticas y militares de un mundo que moría y una nación que nacía.
Y en todo ese tiempo nunca se corrompió; nunca se aprovechó del poder para su beneficio personal o para su ambición de gloria, que, hijo de su siglo, la tenía.
Una de sus facetas, una muy importante, debe servir como inspiración de AgendAR. Porque aunque tomó las armas y libró batallas por la independencia e integridad de su Patria, fue ante todo alguien que estudió y trabajó para su desarrollo y la prosperidad de sus ciudadanos.
Es un lugar común decir que fue influenciado por los fisiócratas, y es cierto que leyó a Quesneay, como a Colbert y a Genovesi. Pero no repitió las lecciones de otros, sino que trató de pensarlas para las necesidades de su pueblo. Vale la pena repetir una de sus frases más conocidas:
“Todas las naciones cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan de sus Estados a manufacturarse, y todo su empeño en conseguir, no solo darles nueva forma, sino aún atraer las del extranjero para ejecutar lo mismo. Y después venderlas.“
Y vale la pena tratar de que se cumpla.
Abel B. Fernández