El 6 de Agosto de 1948 se presentó oficialmente en el Aeroparque Metropolitano de la Ciudad de Buenos Aires el PULQUI, (Flecha en lengua pampa) identificado como IA-27.
Fabricado en el Instituto Aeronáutico de Córdoba que dirigía en la provincia el Brigadier Juan Ignacio San Martín, lo condujo hasta Buenos Aires el piloto de pruebas Teniente Luis Alfredo Valoni, quien despegando desde la pista del Instituto voló a velocidad prudencial hasta el aeródromo de Marcos Juárez, donde repuso combustible.
Allí se comprobó la situación general del avión, y en especial el estado y resistencia de sus alas, que habían sido sometidas a modificaciones y recortes luego de sus primeras pruebas el año anterior, retomando entonces el rumbo hacia la Capital Federal exigiendo ya mayor velocidad al aparato.
En esa oportunidad también aterrizó en el Aeroparque Metropolitano el IA-30 Ñancú (Aguilucho), prototipo de cazabombardero nocturno, al mando del Primer Teniente Edmundo Weis, a la sazón jefe de la escuadrilla, adalid y ejemplo de la misma, que a su vez realizó el vuelo de su máquina llevándola a la mayor velocidad a pistón, alcanzando una marca considerada récord en su época para ese tipo de motor.
Fue la presentación ante la prensa y el público nacional e internacional del primer avión a reacción concebido, desarrollado y puesto a volar en un país del Hemisferio Sur, y uno de los cinco primeros en el orden mundial. Fueron recibidos por el Presidente Juan D. Perón y su esposa, el gabinete nacional,
autoridades de las Fuerzas Armadas, invitados especiales, cuerpo diplomático, empresarios y representantes de las fuerzas vivas y dirigentes del orden nacional.
Ante la expectativa de todos los presentes y cierta euforia colectiva, ambas máquinas realizaron una serie de arriesgadas demostraciones y maniobras para poner de manifiesto ante un público entusiasmado y orgulloso las extraordinarias prestaciones y capacidades potenciales de esos notables aviones criollos.
«Proeza aérea», «Alas de la Patria», «Arrogantes maniobras», fueron los titulares de la prensa que dio testimonio de la hazaña, circunstancias también recogidas con admiración y euforia en los noticieros cinematográficos Panamericano, Sucesos Argentinos y otros registros que dieron testimonio de los hechos.
Fue una verdadera fiesta nacional, vivida con enorme entusiasmo en Buenos Aires, por la demostración de aptitud, maniobrabilidad y ductilidad de los aviones y sus competentes y audaces pilotos, que tuvieron la oportunidad de generar el asombro popular por la presencia de tal logro de la industria aeronáutica argentina.
A setenta años de aquel episodio, el IA- 27 PULQUI, único prototipo construido en el país, se encuentra todavía pintado de rojo y con la insignia nacional en su cola y a ambos lados de su increíble fuselaje. Conservándose intacto en el Museo Aeronáutico de Morón, después de haber pasado muchos años al aire libre en el Museo del Aeroparque Jorge Newbery, habiéndose exhibido también varias temporadas en las instalaciones de Tecnópolis.
Eran los tiempos del Calquín (IA-24), el Huanquero (IA-35), el Ala Delta (Naranjero) entre tantos y más tarde – ya en los cincuenta – el deslumbrante Pulqui II (IA-33) contemporáneos de la fundación de la Comisión Nacional de Energía Atómica, como pináculo de un nivel aero industrial y científico tecnológico demostrativo de las posibilidades reales de una potencialidad Argentina que ciertos intereses se han empeñado en destruir.
Vale la pena mencionar también que en esa oportunidad el presidente Perón inauguró alli mismo las nuevas dependencias de Lineas Aéreas del Estado (LADE) empresa de promoción de la Fuerza Aérea Argentina que continuo los servicios de transporte por décadas al sur del país para favorecer y garantizar el manejo, maniobrabilidad y seguridad del transporte aéreo nacional en la región patagónica.
Argentina llegó a integrar un firmamento de industrialización aeronáutica y automotriz autónoma, en pleno crecimiento y desarrollo desde 1946 hasta 1955. Pudo así a contar con un gran conglomerado de industrias para la fabricación de aviones, automotores, motocicletas, tractores, lanchas, armamentos, paracaídas y otros rubros, que ocupaban más de 11.000 empleos, y que se había alcanzado aprovechando el impulso del alto grado de desarrollo tecnológico desde el Instituto Aerotécnico de Córdoba hasta el IAME (Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado).
Más allá de las dificultades evidentes, de los fracasos y frustraciones que muchas veces nos atormentan, vale la pena recordar ciertos hitos de nuestra historia que nos estimulan a continuar con el intento de alcanzar los sueños de un pueblo que jamás escatimó sus mejores esfuerzos para alcanzar su destino.
(Agradecemos al embajador José Luis Fernández Valoni, que subió este materia en las redes sociales).