Hugo Sigman habló de la importancia de la cooperación entre el sector científico y la estructuración público privada para que el país logre «producir con valor agregado y generar exportaciones».
El empresario habló ayer en el Argentina Visión 2020/40, un encuentro anual organizado por ADBlick Agro, el IAE Business School y el Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral de Rosario, en el que la dirigencia y los líderes de los agronegocios dan su visión sobre la Argentina en el mundo que viene.
En las últimas semanas, el fundador del laboratorio mAbxience cobró nueva relevancia pública cuando se dio a conocer que formará parte del proceso de producción de una vacuna contra el coronavirus en la Argentina, desarrollada por la farmacéutica Astra Zeneca y la británica Universidad de Oxford. También, en menor grado, por haber sido atacado en una columna del periodista Carlos Pagni.
Sigman explicó cómo fue el proceso de creación de la planta «para la fabricación de vacunas en Argentina» después de la propagación de la gripe A H1N1 en 2009. «La única vacuna para esa peste que había en el mundo era para los países desarrollados» y aclaró que este motivo lo impulsó a armar y desarrollar los recursos necesarios para que el país tenga los avances científicos para otra posible futura pandemia.
«Ahora estamos trabajando para que la Argentina no se quede sin vacunas para prevenir la Covid-19», dijo. El empresario también subrayó que en el país hacen falta grupos de trabajo en la investigación básica, por eso Insud decidió involucrarse en esa línea «y crear productos que están patentados en todo el mundo», pero de desarrollo argentino.
«Acabamos de poner en estudios clínicos el tratamiento con el suero equino para la Covid. La compañía no tiene que estar inspirada nunca en el beneficio sino en la excelencia». Dijo que el producto siempre debe ser el mejor y «la excelencia tiene que estar presente en todo el colectivo de personas de la compañía».
Sigman también se refirió a un pequeño fondo de inversiones que se inició junto con la Cámara Argentina de Biotecnología para poder desarrollar proyectos de jóvenes que querían transformarse en empresarios. «Se recibieron inversiones de otros países, de empresas vinculadas al agro que buscaban adquirir los recursos necesarios para poder desarrollarse. Nos inspiramos en compañías relacionadas al sector agropecuario, como Bioceres«.
Esa compañía, dijo, es como una gran cooperativa de productores agropecuarios con 300 socios, con los que se juntan «para tratar de crear en la Argentina y con investigación local, una compañía de biotecnología vegetal».
La empresa, que hoy cotiza en la bolsa de Estados Unidos, es una compañía que hoy tiene un desarrollo patentado mundialmente, el gen HB4 de tolerancia a sequía e inundación, las dos caras del cambio climático en el agro argentino. Este producto, dijo, nació de una cooperación con otra compañía del sector productor.
«Este modelo de cooperativismo es un poco altruista, de tratar de desarrollar una empresa relacionada con la tecnología vegetal en un país con una relación tan fuerte en la actividad agropecuaria. Nos sirvió de inspiración a nosotros en la Cámara (Argentina de Biotecnología) para fundar el fondo de inversión». Según sostuvo, este tipo de acciones son imposibles de lograr sin una cooperación del sector científico y la otra parte involucrada, el campo.