«Hay una evidencia abrumadora de que la inhalación del coronavirus representa una vía principal en la transmisión del COVID-19». Es el contundente mensaje con el que un grupo de científicos de varias universidades estadounidenses han comenzado una carta, publicada en la revista Science, con la que pretenden disipar las dudas al respecto y zanjar la polémica desatada en torno a esta ruta de difusión del SARS-CoV-2.
Desde el inicio de la pandemia, hubo unanimidad en que el coronavirus se transmitía a través de gotas grandes de saliva expelidas al toser o estornudar. Sin embargo, la posibilidad de que el SARS-CoV-2 se propagase por microgotas (partículas de muy pequeño tamaño) ha representado un punto controvertido en la difusión de la enfermedad. Ahora, estos investigadores quieren dejar fuera de toda duda que se trata de una vía de contagio «importante».
Aceptar que el virus se propaga en microgotas no es algo menor. Las diferencias en el comportamiento de las gotas según su tamaño, como el alcance y el tiempo que permanecen suspendidas en el aire, pueden llevar a nuevas medidas de protección y hábitos diferentes para evitar el contagio.
«Los virus contenidos en las gotas de mayor tamaño típicamente caen al suelo en cuestión de segundos y a unos dos metros de la fuente, y pueden ser proyectados como pequeños perdigones a individuos en las proximidades. Debido a su escaso radio de alcance, la distancia física reduce la exposición», subraya la misiva, firmada por científicos de varias universidades estadounidenses, como las de San Diego, Maryland, Virginia Tech y encabezados por Kimberly Prather.
Por el contrario, explican, los virus en microgotas pueden permanecer suspendidos en el aire varias horas, como en el humo, y ser inhalados. Además, están «altamente concentrados» cerca de una persona contagiada, por lo que pueden infectar más fácilmente a quienes se encuentran en las proximidades. Y no solo, también pueden viajar más de dos metros y acumularse en habitaciones mal ventiladas, lo que puede provocar eventos de «superdifusión».
Asimismo, los pacientes de COVID-19, incluidos aquellos que no presentan síntomas, escupen miles de microgotas cargadas del virus y muchas menos gotas de mayor tamaño al hablar o al respirar, abunda el documento. Por todo ello, es más probable que el contagio se produzca a través de los primeros que de los segundos, por los que habrá que revisar los métodos de protección.
«Además de la obligación de llevar máscara, el distanciamiento social y los esfuerzos por extremas la higiene, urgimos a las autoridades en salud pública a añadir una guía clara sobre la importancia de trasladar las actividades al exterior, mejorar la calidad del aire en los interiores con ventilación y filtrado e incrementar la protección para trabajadores de alto riesgo», añaden.
Además, los autores proponen buscar un consenso en la polémica sobre las transmisión por aerosoles y señalan la «necesidad urgente de armonizar los debates sobre los modos de transmisión de los virus en todas las disciplinas, para garantizar estrategias de control más eficaces y proporcionar una orientación clara y coherente al público».
Mantener el aire limpio y llevar barbijo
«Es importante ser conscientes de esta vía de transmisión para centrar los esfuerzos en mantener el aire limpio y proporcionar guías sobre cómo evitar condiciones de riesgo en interiores», recalca Prather, de la Universidad de California en San Diego y autora principal de la carta.
En la misma línea se ha pronunciado la coautora, Linsey Marr, profesora en el Vigini Tech: «Es importante que la gente lleve barbijos en todo momento en los edificios públicos y espacios confinados, no solo cuando no se pueda guardar la distancia de seguridad».
La semana pasada, el director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias de España, Fernando Simón, afirmaba, en una postura conservadora, en una de las ruedas de prensa bisemanales sobre la situación epidemiológica en España que no hay «evidencia sólida» de transmisión por microgotas. No obstante, reconocía que «va apareciendo algún estudio que parece indicar esta línea».
En la misma línea, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se mostró muy reticente hasta que reconoció que las microgotas podrían ser una vía de difusión en determinadas condiciones después de que más de doscientos científicos pidieran en una carta abierta que se tuvieran en cuenta sus datos.
Además, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) estadounidenses añadieron más confusión al debate la semana pasada, después de publicar en su web que las microgotas eran la principal vía de contagio, para borrarlo un par de días después. Y justamente este lunes han actualizado sus directrices y han admitido que en ciertas condiciones -a menos de dos metros y en espacios cerrados con mala ventilación- se puede producir el contagio.
No obstante, parece que los vaivenes de los CDC continúan y Prather decía lo siguiente sobre los sucesivos textos publicados: «Había afirmaciones confusas/conflictivas. Era un paso en la buena dirección. Veremos qué es lo siguiente y esperemos lo mejor».
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Es cierto que los expertos han cambiado de opinión, y eso es un hecho normal y positivo en la investigación científica. Pero queremos apuntar que hace 6 meses, el Dr. Andrés Kreiner, físico, decía en AgendAR:
«Estudios provenientes de los mejores centros del mundo sugieren que inclusive al hablar se emiten microgotas que portan virus que pueden contribuir al contagio. Además de experimentos convincentes realizados, un simple cálculo muestra que una microgota de agua de 1 micrón de diámetro tarda más de una hora en caer 10 centímetros.
En otras palabras el tiempo de residencia en el aire de estas partículas es muy grande. No es suficiente mantener una distancia de un metro y medio (basada en el hecho de que gotas grandes caen al suelo rápidamente). Por ejemplo, si uno está en una cola y alguien esta infectado, al avanzar uno va a respirar el aire con una cierta carga viral y se puede contagiar.»