El ministro de Defensa argentino, Agustín Rossi, denunció que Gran prohibió a una empresa de Corea del Sur -Korea Aerospace Industries, KAI- vender a la Argentina un avión caza según venían negociando desde hace tiempo. El motivo aducido por la empresa fabricante es porque la nave tiene componentes producidos por el Reino Unido, y éste debe dar su aprobación previa pues «tiene un embargo de armas contra Argentina».
Veniamos dialogando con la empresa KAI, coreana, para la compra del avión caza FA 50 para la FAA. Hoy, nos comunican que Gran Bretaña, quien produce 5 componentes del FA 50, prohíbe la venta a nuestro país. Nueva muestra de soberbia imperial ??#MalvinasArgentinas pic.twitter.com/XBjq2bExHb
— Agustín Rossi (@RossiAgustinOk) October 30, 2020
Justamente, cuando esta semana describimos aquí y aquí nuestro modernizado avión de entrenamiento Pampa III, dijimos «le da a los cadetes aeronáuticos una transición inmediata hacia cualquier caza de superioridad aérea moderno como los KIA Golden Eagle coreanos que el Reino Unido impide que Corea nos venda«.
La opción de los Golden Eagle en particular ha quedado descartada, aparentemente. Da razón a la insistencia de AgendAR en que nuestro país debe tener industrias de defensa, que no nos dejen por completo a la merced de los proveedores. Brutalmente como en este caso, o en forma más sutil, no entregándonos repuestos.
Pero también debemos ser realistas. No es posible para un país mediano producir todo el equipamiento militar moderno. Acercamos estas reflexiones de Mariano Gonzalez Lacroix, uno de los editores del portal especializado Zona Militar:
«… Un bombazo a un planeamiento de años dentro de la Fuerza Aérea Argentina que apelaba a cubrir, dentro de un marco de costo-calidad, el enorme bache que dejo el sistema de armas Mirage tras su salida en el año 2015.
… La gestión de Rossi ha blanqueado la incidencia que tiene la política exterior dentro del Ministerio de Defensa.
La historia del FA-50 en el país comienza su desarrollo mas que nada como una aspiración. Una aspiración a restituir una capacidad perdida y altamente necesaria para una extensión de territorio de tamaño semi continental como la de Argentina, aunque con su cuota de realismo.
El caza ofrecido y negociado de la Korean Aerospace Industries (KAI) se posicionaba como un caza complementario moderno y relativamente económico que iba a tener el peso en sus hombros de hacer operar a las tripulaciones con sistemas de alta performance hasta que finalmente la Argentina se encuentre en condiciones de ir por un caza definitivo.
A raíz del análisis que realizara la propia Fuerza Aérea Argentina, comenzaron los contactos entre Corea del Sur y la Argentina poniendo sobre la mesa algunas consideraciones importantes. Por un lado, nuestro país mencionaba que era impresindible acceder a una fuente de financiamiento blanda que permita un buen prorrateo de los pagos. Corea del Sur propuso a uno de sus bancos y accedió a ofrecer una línea de pagos que terminó por poner al sistema como el mas accesible frente a sus competidores.
Por otro lado, la Argentina solicitó garantías de que los insumos o partes de la aeronave con ascendencia británica no generarían impedimento a la hora de una eventual adquisición y posterior soporte. KAI informó que estudiaría el asunto y deslizó que encontrarían una solución industrial.
Referentes de la gestión de defensa del gobierno anterior mencionan que la negociación no sufría impedimentos con la cuestión veto y que Corea del Sur solamente exigía capacidad de pago de nuestro país para eludir ciertos bloqueos británicos. Sin caer en frases características del colectivo argentino, el poder de la chequera superaría cualquier dificultad con el Reino Unido.
Este punto de acuerdo no fue exclusivo de la gestión pasada, sino que se mantuvo durante la actual. Los contactos entre cancillería y defensa con sus pares coreanos mantenían los mismos términos negociados con anterioridad, implicando que el derrotero del FA-50 continúe dentro del planeamiento de la Fuerza Aérea Argentina.
Para nada menor resulta un dato: el 3 de julio de este año el Presidente Alberto Fernández mantuvo contacto con su par coreano y en la charla se puso sobre la mesa a la aeronave de combate. El Fighting Eagle se sumaba otro poroto tras la buena recepción de la Argentina a la propuesta coreana.
Sin embargo, los últimos meses han tensado la relación entre los británicos y argentinos en torno a la política nacional sobre el Atlántico Sur y los europeos nuevamente hicieron uso de una herramienta que incide directamente en nuestra Defensa Nacional, el veto. La problemática con respecto a esta acción es que siempre se activa cuando la Argentina alinea su política exterior hacia el Atlántico Sur y sus reclamaciones de soberanía. Por el contrario, parece no existir cuando el país le da la espalda al mar.
El poder aeroespacial de la Nación se encuentra en una encrucijada en la actualidad tras el blanqueo del veto británico. Uno de los caminos implica continuar poniendo la mira sobre aeronaves occidentales, siempre pasibles de tener algún componente británico. Camino tortuoso que no ofrece garantías. Otro de los caminos implica romper tradiciones, doctrina y conocimientos adquiridos buscando material no occidental. Camino tortuoso también, por sus fuertes implicancias en materia de relaciones exteriores y desde ya en lo económico.
Quien busque polemizar con el anterior párrafo mencionará que existe un tercer camino, que se enfoca en el desarrollo aeronáutico y olvidarse de incorporar capacidades de control aeroespacial en el corto y mediano plazo.
Sin embargo, la defensa debe ser abordada de manera equilibrada y sin consideraciones maniqueas. Este camino es imprescindible, pero no debe omitir la necesaria responsabilidad y necesidad actual de que la octava superficie del mundo pueda garantizar poder aéreo creíble frente a un Atlántico Sur pujado y a un escenario internacional altamente volátil.
La defensa aeroespacial blanquea el molesto veto surgido post 1982. ¿Que camino tomará el país ahora?«