El crecimiento del empleo precarizado en la «economía de plataformas» hace necesario repensar las instituciones de protección social y adecuarlas a las características del mercado laboral actual.
Un 16% de la fuerza laboral en las principales ciudades de América Latina y el Caribe está enrolado como trabajadores activos o potenciales de una plataforma, una modalidad que se ha potenciado a partir de la pandemia de coronavirus, y que plantea nuevos desafíos.
Es que estos arreglos laborales suponen por una parte una oportunidad, pero también presentan riesgos: una mayor volatilidad en los ingresos y el posible deterioro de las condiciones de empleo, sobre todo en el acceso a la protección social. Lo más probable es que los nuevos trabajadores digitales sean cuentapropistas, en lugar de empleados formales.
Así lo resalta la Encuesta CAF (ECAF) 2019 realizada en el marco del último Reporte de Economía y Desarrollo, que muestra que el 9,4% de los trabajadores de 11 de las principales ciudades de la región declaraba haber prestado un servicio por intermedio de una plataforma en el último mes, mientras que el 6,7% estaba registrado como proveedor en una plataforma, aunque sin actividad.
De esta manera, se evidencia que alrededor del 16% de la fuerza laboral puede catalogarse como trabajador de plataforma activo o potencial. Las ciudades donde este total es mayor son Ciudad de Panamá (23%), Bogotá (20%) y Quito (19%), según el estudio.
Según la ECAF, del total de trabajadores con actividades de plataforma en el último mes, el 60% son autoempleados, el 27% son asalariados y el 10% son empleadores, mientras que el restante 3% se completa con trabajadores familiares sin remuneración, miembros de cooperativas y empleados domésticos.
La ECAF también evidencia que -en promedio para todas las categorías ocupacionales- el empleo en plataforma constituye una actividad principal en el 41% de los casos.
En el contexto de la pandemia del COVID-19, es probable que la incidencia de los empleos de plataforma sea aún mayor a los valores captados por la ECAF en 2019, especialmente entre los autoempleados.
Las condiciones laborales de este tipo de empleo juegan un rol especial debido a que en algunas ocasiones los horarios de trabajo suelen ser prolongados e imprevisibles. La mitad de los trabajadores de plataformas digitales ganan menos de dos dólares por hora, revela un reciente estudio de la Organización Internacional del Trabajo ( OIT). Entre los desafíos para mejorar la calidad de vida de los trabajadores de plataformas también está la regularidad del trabajo y de los ingresos, la libertad de asociación y de negociación colectiva, entre otros.
Señala la CAF que las plataformas digitales llegaron para quedarse y suman oportunidades laborales, especialmente para los jóvenes; mientras que a las empresas les permiten acceder a una base de trabajadores amplia, flexible y con calificaciones diversas, además de ampliar su base de clientes.
Según publica el medio mexicano El Economista, si se considera, por ejemplo, la fuerza de trabajo de plataformas de comercio electrónico, streaming, redes sociales o buscadores en línea, de cada 10 trabajadores seis son hombres y cuatro son mujeres, también citando cifras de la OIT.
Pero si se pone el foco en las plataformas dedicadas al «delivery» —como Rappi y Glovo, entre otras—, las mujeres representan apenas el 8% del total, en tanto que en las plataformas de transporte como Uber y Cabify la proporción de mujeres no llega ni al 5 por ciento.
La OIT alertó en un estudio la precariedad del empleo y las violaciones a los derechos laborales dentro de las plataformas digitales, especialmente las de la industria del transporte y las entregas.
Las organizaciones internacionales como la OIT, la Cepal y la OCDE vienen presionando para la creación de un sistema homologado de regulación en plataformas digitales, ante el crecimiento y la expansión de éstas.
En nuestro país ¿cómo estamos?
Hace casi dos años publicamos un informe exhaustivo La economía de las plataformas en Argentina. Ahí decíamos «Las plataformas digitales están cambiando la fisonomía del trabajo local. Lo están precarizando, ayudadas por la crisis, el desempleo…» La pandemia ha acentuado el problema.