«La enfermedad causada por la Covid-19, más la terapia intensiva (a la que se llega en algunos casos para tratarla), son vivencias muy angustiantes que dejaron una huella psíquica en quienes la padecieron, cuya elaboración individual y grupal depende de cómo actuemos en sociedad», sostuvo Santiago Levin, presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA).
Por su parte, la psicóloga y especialista en salud pública Alicia Stolkiner señaló que «por proximidad o distancia, la pandemia nos hizo revisar todos los vínculos».
Para Levin, «la segunda ola (de la pandemia) nos agarra muy cansados. Hemos dedicado poco tiempo al colectivo de trabajadores de la salud, que están trabajando sin parar desde hace unos 14 meses en condiciones de precarización y multiempleo».
«Es llamativo -dijo el presidente de APSA- cómo el Covid-19 vino a mostrarnos lo mal organizados que estamos en el planeta, un sistema perverso en el cual hay personas que se hacen más ricas y se naturaliza incluso el lucro vendiendo vacunas. La pandemia nos muestra con mucho detalle un sinfín de inequidades, en las que es difícil mostrar una respuesta coordinada».
Levin reflexionó sobre lo que ha sido, en la Argentina y el resto del mundo, la narrativa en torno a la pandemia: «Comunicar con el miedo es una mala opción; es mejor hacerlo para generar solidaridad. Se podría comunicar mejor, (reparar) en la elección de las metáforas. En bioética en medicina, la lista de palabras de la jerga militar es muy larga, con tendencia a hablar de ‘frente de batalla’, ‘trinchera’. Hemos criticado desde el inicio la metáfora bélica frente a la pandemia».
Stolkiner, quien es profesora titular de la Cátedra de Salud Pública / Salud Mental de la Facultad de Psicología (UBA) e integró el comité asesor de Presidencia, señaló que, frente a la pandemia, «aparecen respuestas diversas. Hay diferencia entre temor, miedo y pánico, pero también hay quienes siguen viviendo como si no ocurriera, como mecanismo de defensa, y quienes naturalizan lo que sucede organizando una cotidianeidad que incluye ese atípico».
«El respeto a la lógica del funcionamiento democrático ayuda a la salud mental» de la población, sentenció Stolkiner, para quien, «en situación de emergencia, se necesita un cierto ordenamiento social alrededor de una dirección social que acaba de ser elegida democráticamente».
Y añadió: «Hemos asistido a cosas increíbles, como hacer un juicio por envenenamiento a partir de una vacuna. Hay naciones donde se quemaron barbijos o se habla de libertad en abstracto cuando se trata de controlar un virus. Una catástrofe como ésta estaba anunciada desde los ’80, cuando surgió el HIV/SIDA. En 2009 tuvimos el H1N1 (en referencia al virus de influenza porcina) y en 2019 una epidemia de bronquiolitis, que ni siquiera salió en los diarios y afectó a niños muy pequeños. Y entramos en esta pandemia con dos en curso, dengue y sarampión. En plena Gripe A seguía emitiéndose la publicidad de un hombre que se tomaba a la noche un antigripal para ir al día siguiente a un cumpleaños de su hija en un jardín de infantes».
En relación a cómo impacta la pandemia a los chicos, quienes se encuentran en la agenda pública debido a la decisión estatal de restringir la educación presencial en las áreas bajo alerta epidemiológica, caracterizó como «importante» el acompañamiento a esa franja etaria, y propuso que «el aislamiento sanitario no se transforme en aislamiento social».
«Esta generación va a quedar marcada con esto, pero no estaría pensando todo el tiempo en secuelas y enfermedades. La generación posguerra fue muy innovadora. Lo traumático puede ser una marca, pero necesitan que los adultos mantengan la serenidad y capacidad de respuestas a chicos y chicas», reflexionó Stokiner.