El presidente francés, Emmanuel Macron, quiere impulsar la vacunación de toda la población francesa con una combinación de incentivos y multas. El personal sanitario y de residencias estará obligado a inmunizarse.
Francia obligará a todo su personal sanitario a vacunarse y exigirá un certificado de inmunización o un resultado negativo de la prueba de la covid-19 para acceder a lugares públicos como cines y restaurantes o viajar en trenes y aviones. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha anunciado este lunes, en un discurso de media hora por televisión, medidas para evitar que una nueva ola de la pandemia vuelva a llenar los hospitales, obligue a nuevos confinamientos y frustre la recuperación de la economía tras más de un año y medio de restricciones.
Macron ha resumido así su enfoque ante el empuje de una nueva ola: “Reconocer el civismo y hacer recaer la carga de las restricciones en los no vacunados, y no en todos”. El mensaje es: la vacuna equivale no solo a salud, sino también a la plena libertad.
El presidente francés, en horario de máxima audiencia, afirmó: “Cuando más vacunemos, menos espacio para que el virus se difunda, más hospitalizaciones evitaremos y evitaremos otras mutaciones del virus, más peligrosas aún”. Y añadió: “Tanto si es cerca de casa, en el lugar de vacaciones, con o sin cita, ¡vacúnense!”. El llamamiento tuvo un efecto inmediato. La popular web Doctolib, donde pueden reservarse citas para vacunarse, quedó saturada por la avalancha de peticiones.
Cuando en mayo Macron puso fin al tercer confinamiento y reabrieron cafés, restaurantes y cines, la idea era que los franceses podrían dedicar los meses de verano a disfrutar de unas vacaciones en libertad y que el Gobierno podría centrarse en la recuperación económica. Hasta hace unos días, el presidente preveía dedicar su discurso a detallar los planes de reformas en los últimos meses de su mandato y antes de la campaña para las elecciones presidenciales de 2022.
La variante delta del virus, descubierta en la India a finales de 2020 y hasta un 60% más contagiosa, ha forzado al presidente a modificar los planes. El domingo se registraron en Francia 4.256 nuevos casos de covid-19, casi dos mil más que una semana antes. Las hospitalizaciones han dejado de bajar después de una reducción continua en las últimas semanas.
El optimismo que acompañó el levantamiento en mayo y junio de las restricciones y la aceleración del ritmo de vacunación se ha disipado. Y, aunque Macron ha abordado en el discurso la agenda económica y sus planes en el año electoral, la prioridad han sido las medidas sanitarias.
Las nuevas restricciones buscan llevar al máximo de franceses a los centros de vacunación cuanto antes. ¿Cómo? De manera obligatoria para algunos, e incentivando al resto con un argumento: la vacuna les facilitará la vida diaria y rechazarla será más difícil. La primera medida es la exigencia en nuevos locales y lugares con público del llamado pasaporte o certificado sanitario, en el que consta si un ciudadano ha recibido las dos vacunas o se ha sometido a un test de covid con resultado negativo en las 48 horas anteriores. Hasta ahora se exigía para entrar en recintos con más de 1.000 personas.
A partir del 21 de julio, habrá que mostrarlo para entrar en reuniones públicas con un aforo superior a las 50 personas y en agosto se extenderá a restaurantes, bares (incluidas terrazas) y medios de transportes de largo recorrido. Otro incentivo para vacunarse: en octubre los tests PCR dejarán de ser gratuitos, lo que dejará menos opciones a quienes rechacen vacunarse para obtener el certificado sanitario.
La otra medida, que deberá aprobar el Parlamento antes de fin de mes previo dictamen del Consejo de Estado, es la obligación de vacunarse para todo el personal sanitario, y profesionales y voluntarios en contacto con personas vulnerables, también de ayuda a domicilio. Las autoridades han constatado con alarma que en este sector un parte de trabajadores es reacia a dejarse inmunizar, lo que expone al contagio a enfermos y personas vulnerables.
Quienes incumplan las normas se expondrán a sanciones. “A partir del 15 de septiembre, si usted es [personal] sanitario y no está vacunado, no podrá trabajar y no será pagado”, dijo el ministro de Sanidad, Olivier Véran.
El pasado diciembre, en vísperas de la campaña de vacunación, Francia era uno de los países con más personas escépticas ante la vacuna, en torno al 40% según los sondeos. La cifra ha bajado y muchos de los temores de la población se han disipado, pero el Gobierno sigue yendo con pies de plomo ante cualquier nueva medida que imponga la inmunización.
En su último dictamen, publicado la semana pasada, el Consejo científico que asesora a Macron sobre la covid-19 ya alertó sobre el nivel de vacunación “demasiado bajo” entre el personal sanitario. Y especificó que esto es especialmente preocupante entre quienes trabajan en contacto con personas mayores o con discapacidad.
La obligación de vacunarse no se ampliará por ahora a toda la población mayor de 12 años, en contra de lo que propone la Academia Nacional de Medicina en Francia como “única opción realista” para alcanzar la inmunidad colectiva. La Academia recuerda que, en el pasado, se impusieron decisiones similares con la viruela (1902-1984), la difteria (1938), el tétanos (1940), la tuberculosis (1950-2007), la polio (1964), y que, desde 2017, 11 vacunas son obligatorias para todos los menores.
Macron anunció también que “el control en las fronteras se reforzará”. Su secretario de Estado para Europa, Clément Beaune, especificó que, para entrar a Francia desde España, se requerirá un test negativo realizado en las 24 horas precedentes, en vez de 48 horas como ahora, o el certificado que acredite la vacunación.
Cerca de un 40% de franceses están completamente vacunados. La pandemia ha matado a 111.354 personas en Francia, según los datos oficiales más recientes.