Sergio Federovisky, viceministro de Ambiente de la Nación aseguró que el suministro de agua en el Área Metropolitana estará garantizado. Y que en la emergencia hídrica se busca atender cuatro dificultades: el faltante de agua potable, el de generación hidroeléctrica, la reducción de la navegabilidad y potenciales incendios forestales.
La mayor bajante del río Paraná en 80 años reducirá las ventas externas del principal complejo exportador argentino, el de los granos, aceites y harinas de soja y maíz, en US$ 315 millones de marzo a agosto, según los cálculos de la Bolsa de Comercio de Rosario.
En esa ciudad y sus alrededores se embarca la mayoría de las exportaciones agrícolas del país, que comienzan a navegar por el Paraná en su trayecto al mundo. Pero uno de los asesores de la BCR, el doctor en ciencias atmosféricas José Luis Aiello advierte que el periodo de bajas precipitaciones sólo comenzará a revertirse a fines de septiembre.
Y no sólo este poderoso sector generador de divisas está afectado: también las centrales eléctricas y las producciones más modestas como la pesca artesanal. Y además la sequía de uno de los principales ríos de la Argentina eleva el peligro de incendios forestales y pone en jaque el abastecimiento de nada menos que el agua potable en algunas localidades del interior.
Por todo eso, el Gobierno decretó la emergencia hídrica por 180 días para que diversos ministerios y organismos estatales adopten medidas extraordinarias de asistencia. Su viceministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Sergio Federovisky, explicó el detalle de la medida en conversación telefónica.
¿En qué consiste la medida?
El decreto dura 180 días, es por la emergencia. Porque acá hay dos grandes planos en los que actuar: uno es la emergencia y el otro es el diseño de esquemas de manejo de la cuenca para afrontar situaciones que van a venir más seguido sin tener que declarar otra emergencia. La declaración del estado de emergencia actual da herramientas a distintas áreas de gobierno como el Ministerio de Transporte y la Secretaría de Energía para intervenir e invertir. En primer lugar, hay que garantizar el agua potable en cantidad, porque hay poblaciones en las que el río les quedó abajo del caño, y en calidad, porque las bajantes suelen venir con cianobacterias. No todas las empresas de agua corriente tienen para la tecnología para tratarlas. En segundo término, Yacyretá y otras centrales eléctricas están con dificultades para operar. Tercero, hay un impacto en la navegabilidad. Y cuarto, el riesgo de incendios forestales, porque normalmente durante las sequías hay avances de la frontera agropecuaria. Productores prenden fuego las zonas antes inundadas, les ponen un terraplén para evitar futuras inundaciones, se seca el humedal y después lo usan para ganadería o agricultura o lo venden.
¿El área metropolitana de Buenos Aires corre riesgo de quedarse sin agua potable?
Buenos Aires, por lo pronto, aparentemente no. Por lo que hablé con AySA, no hay problemas de cantidad ni calidad. La empresa ya afrontó el problema de las cianobacterias en 2020. ABSA (Aguas Bonaerenses, que abastece a 89 localidades de la provincia) tampoco tendría problemas, pero sí hay en algunas provincias. Algunas empresas provinciales que toman agua de afluentes del Paraná lo tienen.
¿Cuáles?
No voy a dar el dato para no causar alarma.
¿Cómo pueden abastecer de agua a esos lugares?
Con tecnología. Estamos trabajando con el Enhosa (Ente Nacional de Obras Hídricas de Saneamiento) para suministrar bombas de agua que operan en profundidades especiales a las que normalmente no se llega. Si con eso no alcanza, iremos con camiones cisterna, pero agua no va a faltar. Pero ahora no hay riesgo de falta de agua, pero puede ocurrir si continúa la bajante.
Expertos consultados por la Bolsa de Comercio de Rosario advirtieron a mediados de julio que el problema seguirá tres meses más…
Nuestra información es que es la bajante más pronunciada y más larga en los últimos 80 años. Ya lleva un año y medio y proyectamos que seguirá hasta fin de año. Recién a fin de año comenzará a revertirse. Hay pronósticos de lluvias para septiembre en la alta cuenca. El río tiene ciclos y esta bajante es producida por la sequía del sur de Brasil de los últimos dos años. También incide el cambio climático, que produce sequías e inundaciones más fuertes. También inciden la deforestación y la pérdida de humedales, que son como una esponja para retener agua cuando no hay humedad. Los humedales fueron destruidos prácticamente en toda la cuenca. También influye el manejo de los caudales de las represas. Brasil tiene 50 represas aguas arriba, el Paraná es un río híperrepresado. Pero con esto no quiero decir que Brasil es malo y nos cierra la canilla. Esto es un problema multicausal que muestra la dificultad de la administración de un río con un caudal regulado.
¿Cómo resolverán el problema de la navegabilidad?
Es una cuestión logística para ver cómo se reduce al mínimo. El resto se trasladará por otras vías. Transporte establecerá un régimen de prioridades porque se angostó la navegabilidad a sólo el canal dragado con mayor profundidad.
¿Y qué pasa con la energía eléctrica?
Hay que traer energía de otras fuentes del sistema interconectado nacional para reemplazar lo que van a dejar de ofrecer Yacyretá, Salto Grande y Atucha, porque la central nuclear se refrigera con aguas del Paraná.
¿Qué harán para evitar los incendios forestales?
Nuestro ministerio ya desplegó entre 30 y 40 brigadistas en las zonas del Delta, cerca de Rosario, en Entre Ríos y San Pedro, que actúan como base para controlar eventuales incendios. También se dispone de medios aéreos.
También hay sectores económicos más informales como la pesca artesanal que están siendo afectados y temen quedar excluidos de las ayudas…
Hay muchas economías locales afectadas, que ya venían afectadas por la pandemia. El Ministerio del Interior está trabajando en identificarlas. Muchas veces se discute lo ambiental como una entelequia, como si el «defendamos los humedales o los bosques nativos» fuese por algo decorativo. Cuando pasa esto, vemos las consecuencias de no proteger el ecosistema, no sólo porque los humedales y los bosques son bonitos sino por las profundas consecuencias negativas que trae destruirlos.