Para avanzar en la lucha contra el narcotráfico, los ministerios de Defensa y Seguridad de la nación instalarán un radar de control del espacio en las Sierras de Guasayán. El dispositivo, fabricado por la empresa INVAP Sociedad del Estado (Río Negro) se incorporará al Sistema Nacional de Vigilancia y Control del Aeroespacio (SINVICA).
El Radar Primario Argentino 3D (RPA) de Largo Alcance es una estructura enorme de gran potencia y unas “30 toneladas”, según explica el sitio Portinos. Pero es portátil: se pliega y compacta como un «transformer» para su trasladado en aviones Hércules o en camión, ocupando exactamente el volumen de un container común de 20 pies. Tiene las capacidades del radar principal de una base aérea o del de un portaaviones, pero su buena movilidad permite ponerlo «en emboscada» para detectar vuelos de penetración a baja altura por sitios supuestamente no vigilados, los numerosos agujeros que todavía tiene el «Escudo Norte».
El alcance del RPA está en los 480 km. a la redonda, según la firma barilochense, pero se sabe que el prototipo, desplegado transitoriamente hace años en el noroeste del conurbano porteño, registraba al detalle el movimiento aéreo en el aeropuerto de Mar del Plata. Debido a la redondez de la tierra, desde aquel el emplazamiento la estación aérea marplatense está oculta por el horizonte.
Como todo aparato militar, el RPA está lleno de «contramedidas electrónicas contra las contramedidas» que pueda usar un intruso atacante en un conflicto convencional entre estados. Sobre estos asuntos INVAP obviamente no dice nada. Y por motivos también obvios, es decir para evitar «apagones radarísticos» en caso de problemas diplomáticos, un RPA no contiene componentes críticos importados. Esto a su vez baja mucho el precio de la unidad, en referencia a las grandes marcas occidentales, pero mucho más el de su mantenimiento y modernización.
Aún en su ubicación central, bastante alejada de la frontera Norte, el RPA de Guasayán permite permite detectar el Tránsito Aéreo Irregular (TAI) varios minutos y millas antes de que ingrese en el espacio aéreo argentino. El resto se resuelve «por software diplomático»: existen acuerdos bilaterales de cooperación con los estados vecinos para coordinar las posibles respuestas. En su posición «en profundidad», detrás de la primera línea del Escudo Norte, el RPA de Guasayán permite localizar los aeródromos improvisados que tienen los narcotraficantes en el interior de la vasta y poco poblada llanura chaqueña semiárida. Este tipo de enemigo también trabaja «en profundidad»: trata de aterrizar lo más lejos posible de las fronteras.
INVAP, el RPA es un descendiente lejano de un aparato infinitamente más caro y complejo, el radar espacial de apertura sintética en banda L (PALSAR) que en septiembre saldrá a órbita en el primer satélite SAOCOM-1A de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE). En radarística, la Argentina empezó por lo más difícil, más o menos como un montañista cuya primera práctica es el Everest: toda acometida posterior es más fácil. La progenie resultante es de múltiples usos y se sigue desplegando, traccionada por la necesidad y en parte porque algunos ya estaban fabricados. Hoy el despliegue perdió velocidad, por la cantidad de contratos con INVAP que el Poder Ejecutivo Nacional hizo caer desde 2016.
Hoy somos el único país de Latinoamérica que tiene radares propios de control de tránsito aéreo, una red que cubre 21 aeropuertos y todas las rutas internas de vuelo. Cuando se testeó el prototipo del INKAN, nombre de este sistema, en Bariloche, su precio era 10 veces menor que el de la unidad equivalente más barata ofrecida por las potencias aéreas cuando las dos grandes licitaciones para «radarizar» el país, ambas fracasadas.
El Sistema Nacional de Radares Meteorológicos (SINARAME), entidad que asocia a muchos organismos nacionales y provinciales y coordina el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), tiene planeados para esta zona otros radares de uso civil y científico.