La salinización y sodificación son procesos de degradación que amenazan los ecosistemas y la producción agrícola. Por ello, el INTA junto con la Facultad de Agronomía de la UBA hicieron el primer inventario que determinó el porcentaje de los suelos afectados por sales en la Argentina.
Los suelos afectados por sales (SAS, salinos y sódicos), se encuentran en todos los continentes y bajo casi todas las condiciones climáticas, pero su distribución es relativamente más extensa en las regiones áridas y semiáridas, en comparación con las regiones húmedas.
Ambos son procesos importantes de degradación del suelo que amenazan el ecosistema y se reconocen como uno de los problemas más importantes a escala mundial para la producción agrícola, la seguridad alimentaria y la sostenibilidad en esas regiones áridas y semiáridas.
Existen extensas áreas de suelos afectados por sales en todo el planeta, pero su extensión y distribución aún no había sido estudiada en detalle. Por esto, la Alianza Mundial por el Suelo (GSP) de la FAO inició un proyecto para estimar el área de suelos afectados por sales a escala global, en el que se utiliza un enfoque de abajo hacia arriba, donde cada país miembro contribuye con sus mapas.
En ese contexto, cada país produjo sus mapas siguiendo las especificaciones técnicas sugeridas. En el caso de la Argentina, el INTA junto con la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA), elaboró el Mapa Nacional de Suelos Salinos, como contribución al mapa global.
“El Mapeo Digital de Suelos (DSM) es una disciplina relativamente reciente de la Ciencia del Suelo que promueve FAO para la elaboración de mapas globales de variables de suelos”, indicó Darío Rodríguez, investigador del Instituto de Suelos del INTA.
La Argentina es un país extenso que tiene una gran superficie con SAS, distribuidos en ambientes muy distintos. “El origen de estos suelos es en parte natural y también en parte inducido por diferentes actividades, como la producción agrícola y ganadera, el riego, el manejo forestal, etc.”, indicó Rodríguez y agregó: “Los SAS se encuentran preferentemente en ambientes áridos y semiáridos, ubicados hacia el oeste del territorio argentino. En las zonas de secano existen suelos salinos que muestran con frecuencia eflorescencias salinas y costras y suelos con horizontes B nátricos (una saturación con sodio de cambio mayor del 15 % en los 40 cm superiores del horizonte)”.
En las zonas dedicadas a la agricultura intensiva de regadío completo (viñedos, frutas, hortalizas), la salinización secundaria afecta en diferente grado, alrededor del 25 % de la superficie total. La mayor parte de la salinización del suelo es causada por el ascenso capilar de sales desde el agua subterránea.
El mapa indica que de 0-30 centímetros de profundidad hay 770.403 kilómetros cuadrados de suelos salinos, sódicos o salinos-sódicos, lo que representa el 27,6 % de la superficie del país, y de 30-100 centímetros de profundidad hay 1.066.389 kilómetros cuadrados, lo que representa el 38,2 %.
Por otro lado, existen millones de hectáreas de suelos naturales en ambientes húmedos, subhúmedos y semiáridos, la mayoría de ellos con horizontes B nátricos de diferente espesor y también con reacción alcalina en todo el perfil. Miguel Taboada, director del Instituto de Suelos señaló que se ubican en el sector oriental del país y tres grandes áreas concentran esos suelos: la “Pampa Inundable” en la provincia de Buenos Aires, la “Pampa Interior” ubicada principalmente en las provincias de Buenos Aires y Córdoba y los “Bajos Submeridionales” en el sur del Chaco y Centro-Norte de Santa Fe.
Además, existen suelos agrícolas que sufrieron recientes procesos de salinización/alcalinización debido a alteraciones en el régimen hídrico. “Un proceso atribuido a acciones antrópicas de aumento de las precipitaciones que se ha producido a nivel local en los últimos 30 años elevó el nivel del agua subterránea y contribuye al problema en las áreas de descarga”, comentó Taboada.
¿Cómo se realizó?
El Mapa Global de Suelos Afectados por la Sal (GSASmap) es un producto que contiene contribuciones de más de 118 países con 257. 419 ubicaciones que contienen datos de suelos medidos. Más de 350 expertos nacionales participaron en la armonización de sus datos de entrada y métodos para el mapeo de suelos afectados por sal (SAS) y fueron capacitados en los métodos más avanzados para el mapeo digital de suelos.
En la Argentina, los datos del suelo consistieron en muestras de 4645 ubicaciones. La mayoría de los datos se encuentran almacenados en el Sistema de Información de Suelos de INTA (SISINTA) como datos de libre acceso, y 637 ubicaciones muestreadas fueron aportadas por el proyecto MARAS, el proyecto de datos abiertos de Córdoba y otros contribuyentes.
Los perfiles de suelo se analizaron hasta 100 centímetros de profundidad (o hasta una capa restrictiva, como capa freática o roca). El período de recopilación de datos es entre 1958 y 2019, pero predominantemente durante los años sesenta y setenta. Las propiedades del suelo analizadas fueron: profundidad de capa (cm), pH del agua 1: 2.5, conductividad eléctrica en muestras saturadas (dS m-1), capacidad de intercambio catiónico (cmolc kg-1, acetato de amonio 1N a pH 7), catión sodio ( cmolc kg-1) y porcentaje de sodio intercambiable.
“Las covariables ambientales se seleccionaron de acuerdo con el conocimiento de los expertos con respecto a su relevancia para mostrar la distribución espacial de los suelos afectados por la sal”, explicó el especialista.
La topografía también es un gran impulsor de la acumulación de sal, y la Argentina tiene vastas llanuras con pendiente muy baja donde el ciclo del agua está dado principalmente por evaporación y evapotranspiración. Se incluyó el clima que también es un gran impulsor de la salinización del suelo, a través del atlas climático argentino que tiene datos de temperatura media anual, precipitación, evapotranspiración e índice de aridez. Finalmente, también se incluyeron mapas de arcilla, limo y arena como covariables.
“El mapa SAS de Argentina muestra que los problemas de salinidad están muy extendidos a lo largo del país”, aseguró Miguel Taboada, director del Instituto de Suelos. “En áreas con riego completo ubicadas en zonas áridas, a nivel regional o local, los problemas de salinidad se manejan (o debieran manejarse) a través de la extensión de la red de drenaje”, subrayó. Y agregó que “a nivel de finca, para reducir o evitar la salinidad, se mejora la eficiencia en la gestión del agua de riego, cambiando o mejorando los sistemas de riego por tecnologías más modernas y eficientes. En menor medida se utilizan enmiendas como el yeso”.
En las regiones húmedas son frecuentes los anegamientos e inundaciones y, a nivel regional, los excesos de agua superficial se canalizan hacia lagunas o arroyos. El drenaje es muy inusual porque existen limitaciones técnicas causadas por la falta de pendiente suficiente para mover el agua subterránea por gravedad, y también restricciones económicas.
En línea con Taboada, “las tecnologías para enfrentar los procesos de salinización a nivel de finca o campo son diversas, diferenciándose en sus objetivos, grado de complejidad, efectividad y persistencia”. En ese sentido, “la mayoría de las tecnologías solo aumentan la producción ganadera aumentando la productividad de la biomasa de los pastos: incluyen siembra de pastos, manejo de pastoreo, revegetación de suelos, etc. En esos casos se establece un nuevo equilibrio hídrico y salino inestable, con el suelo más productivo, pero que debe mantenerse pues las propiedades intrínsecas del suelo no se modifican marcadamente”.
Impactos en las funciones del suelo
Los suelos afectados por sales tienen graves impactos sobre sus funciones, lo cual conduce a una serie de consecuencias, que incluyen disminuciones significativas en la productividad agrícola, la calidad del agua, la biodiversidad del suelo y pérdidas por erosión.
Además, tienen su capacidad disminuida para actuar como amortiguador y filtrar contra los contaminantes. “La degradación de la estructura del suelo y las funciones de los sistemas ecológicos globales, como los ciclos hidrológicos, de nutrientes y biogeoquímico, perjudican la provisión de servicios de los ecosistemas, que son fundamentales para sustentar la vida humana y la biodiversidad”, indicó Taboada.
Asimismo, afirmó que “los suelos afectados por sales reducen tanto la capacidad de los cultivos para absorber agua, como la disponibilidad de micronutrientes y concentran iones que son tóxicos para las plantas y pueden degradar la estructura del suelo”.
Por parte del INTA, participaron en la elaboración del mapa Darío Rodríguez, Guillermo Schulz, Leonardo Tenti y Marcos Angelini del Instituto de Suelos, Raúl Lavado de la FAUBA y Guillermo Olmedo de Bioforest SA, Chile.
“El mapa es una fotografía de precisión, que refleja principalmente la salinización natural de los suelos”, aseguró Lavado. En ese sentido, expresó que “existe la salinización causada en la agricultura bajo riego y otras actividades productivas en secano”. De acuerdo con Lavado, “esta forma de salinización se focaliza en particular en las áreas productivas y allí causa el mayor daño a la producción de alimentos y afecta básicamente a las poblaciones más vulnerables”.
Siguiendo al profesor de la FAUBA, “la velocidad que desarrollo de este problema excede usualmente la velocidad con que se efectúan los reconocimientos”. Por ello, “debe ser un tema de continuo alerta. El mapa es el mejor punto de partida para continuar enfrentando el problema”, puntualizó.