El 14 de diciembre los trabajadores de la Planta Industrial de Agua Pesada instalaron una carpa frente al Congreso para reclamar por la reanudación de la producción, suspendida desde 2017. Aquí el periodista Matías Alonso expone el marco de esta exigencia y su importancia para los argentinos.
La Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) se encuentra en Arroyito, en la provincia de Neuquén, a orillas del río Limay. Se trata de la mayor productora de agua pesada del mundo y también la que tiene capacidad para producir con mayor pureza. El agua pesada está formada por oxígeno y deuterio, un isótopo del hidrógeno que tiene un protón y un neutrón, y es el elemento que se usa para refrigerar y moderar la velocidad de los neutrones generados en las centrales nucleares que funcionan con uranio natural, como las que funcionan en la Argentina. Desde una carpa frente al Congreso Nacional, sus trabajadores reclaman por la reanudación de la producción de la planta, que está suspendida desde 2017.
La PIAP se empezó a construir en 1985 como parte del plan que comprendía la construcción de ocho centrales nucleares de uranio natural en el país. Finalmente, empezó a producir agua pesada en 1994 para las centrales locales y también con fines de exportación. En el año 2000 debió suspender su producción por orden del presidente Fernando De La Rua debido a los retrasos en la construcción de Atucha II, y luego la retomó en el año 2004.
La planta tiene capacidad para producir 200 toneladas al año de agua pesada, aunque su récord han sido las 188 toneladas anuales porque siempre ha sufrido limitaciones de suministro de electricidad o gas. Su última gran producción fueron las 640 toneladas de agua pesada para Atucha II y se esperaba hacer otras 600 toneladas para una nueva central de tipo CANDU como parte del acuerdo con China, que fue suspendido durante la gestión del presidente Mauricio Macri. En simultáneo, la planta fue desfinanciada y vaciada de personal.
Desde 2017 se inició un sendero de retiros voluntarios y renuncias de trabajadores –pasaron de 450 a 105–, lo que complica las tareas de conservación de los equipos y mantenimiento de caños de hasta dos metros de diámetro –que pueden tomar 200 toneladas de agua por hora del río Limay– para evitar la corrosión. En los mejores momentos de la planta también había otros 550 trabajadores empleados en forma indirecta para la PIAP.
Las centrales nucleares argentinas necesitan renovar un 3% de su caudal de agua pesada cada año y desde la PIAP aseguran que no existe stock suficiente. De no poder cumplirse con la demanda de las centrales, la Argentina debería importar un insumo que cuesta unos 900 dólares el kilo y no es fácil conseguir en el mercado, ya que los países suelen tener producción en escala solo para su autoconsumo. En las condiciones actuales haría falta un año y medio para formar a los nuevos técnicos que se necesitaría contratar para poner en producción la PIAP.
TSS estuvo en la carpa del Congreso y habló con Nicolás Ventura, secretario general de la Junta Interna ATE PIAP, quien dijo: “La primera medida debería ser la producción del agua pesada para las centrales nucleares que hoy están en funcionamiento y empezar a pensar en producir para una nueva central nuclear. Hoy deberían hacerse unas 400 o 500 toneladas para tener un stock asegurado. Si no las hacemos nosotros se deberían importar pero es muy difícil hacerlo porque los países consideran al agua pesada como un bien estratégico y no es fácil conseguirla, sobre todo con la facilidad que tenemos nosotros para producirla. Esta es la planta más grande del mundo y la que mayor capacidad de producción en menor tiempo tiene, por eso es difícil conseguir que otros países exporten, porque no tienen mucho resto para vender afuera”.
Hoy el país con mayor producción de agua pesada es India, que tiene unos 20 reactores nucleares en su país, está construyendo cinco más con un diseño propio muy similar a las centrales CANDU y tiene otros diez proyectados. Sin embargo, la producción de sus plantas de agua pesada no supera las 50 toneladas anuales.
La PIAP genera mucho amoníaco para sus procesos de depuración del agua, que puede usarse también para producir fertilizantes nitrogenados, por lo que cada tanto vuelve a resurgir el proyecto de anexar una planta generadora de fertilizantes para darle rentabilidad a la planta. “El proyecto de convertirla en productora de fertilizantes es algo que siempre reflotan cuando la planta está en problemas pero siempre queda en palabras”, dijo Ventura. Y agregó: “Se puede anexar pero no se podría reemplazar una cosa por la otra por la cantidad de trabajadores que eso implica y porque si se deja de producir agua pesada sería muy caro usar la planta solo para hacer fertilizantes. Se habla de que anexar la planta de fertilizantes costaría unos 30 millones de dólares”.
La planta funciona con la mayor eficiencia cuando tiene sus dos líneas funcionando en paralelo a máxima potencia, pero en los últimos años debió funcionar con una sola porque debido a la falta de inversión se debió recurrir a componentes de una línea para mantener a la otra en funcionamiento.
“Lo central es que la PIAP empiece a producir agua pesada. En todo este tiempo en que estamos haciendo la conservación no se puede hacer en los mejores medios porque no tenemos los medios y el personal suficiente y a medida que va pasando el tiempo, como todo hierro, por más que lo vayas manteniendo no conserva su condición. Las centrales tienen un stock mínimo pero no es suficiente, no sabemos por cuanto tiempo va a alcanzar. En la PIAP hay un stock pero es pequeño”, dijo el secretario general de ATE PIAP.
En los años 1998 y 1999, la PIAP hizo una exportación de 400 toneladas de agua pesada (a Canadá, principalmente), con la cual ingresaron 110 millones de dólares al país. Ventura recordó que “hace poco se pidió una cotización desde Alemania pero no se llevó adelante la venta, era una cantidad limitada para investigación. Todo tendría razón de ser porque una vez que se pone en marcha la planta y se pone a producir se puede atender a estos mercados chicos y competir a nivel mundial, pero hoy encender la planta para una producción de 20 a 30 toneladas es inviable. Este año se pidió el presupuesto pero no se llevó adelante la venta”, contó Ventura.
En la carpa frente al Congreso hay una maqueta de la PIAP y los técnicos se muestran muy dispuestos a explicar a quienes se acercan sobre cómo funciona el proceso de producción de agua pesada, en el que en algunos sectores se trabaja con moléculas de hidrógeno a 700 grados celsius y en otros se limpia el sistema a menos de 30 grados bajo cero y se trabaja a muy alta presión.
“Nosotros vinimos al Congreso porque ya hace cuatro años que la planta está parada. Durante el macrismo empezó el vaciamiento, los retrasos en los salarios y los retiros voluntarios, hubo un desgaste que hizo que muchos compañeros agarraran el retiro y otros renunciaran. Con este Gobierno tuvimos algunas mejoras desde lo salarial y hay perspectiva de arranque pero solo de palabra y por eso venimos acá a pedir que se concrete la decisión porque necesitamos que se empiece a trabajar”, dijo Ventura.