El Chagas es una enfermedad parasitaria que se encuentra principalmente en zonas endémicas de América Latina. Es una enfermedad de la pobreza, y por eso desatendida (aunque en las últimas décadas se ha observado con mayor frecuencia en Estados Unidos y Canadá, por las migraciones desde países de América Centra). Pero, como todavía no hay un mercado importante, no atrajo las inversiones de la industria farmacéutica.
Ahora, un equipo de investigación de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA avanza en el desarrollo de lo que puede ser una herramienta eficaz para combatirla. Contamos la historia:
«Todos sabemos que existen repelentes para los mosquitos. De hecho, la marca que domina el mercado argentino de estos productos logró que no lo llamemos repelente: “Ponete Off”, suele decirse.
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En casi todos los lugares del mundo donde este insecto convive con los humanos se venden repelentes para mosquitos. Y esto es así porque los habitantes de los países centrales se irritaban con la picadura del mosquito y necesitaban sacarse la molestia de encima y, entonces, alguien vio el negocio y resolvió invertir en investigación y desarrollo. Hoy, el producto se vende en el lugar del planeta que lo requiera. Y esto ayuda a prevenir enfermedades como el dengue o la fiebre amarilla, que son transmitidas por una especie de mosquito: el Aedes aegypti.
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Pero, así como la ciencia internacional, pública y privada, destina fortunas para indagar acerca de los mosquitos, es relativamente muy escaso lo que se invierte para conocer a otro “bicho chupasangre” que causa estragos. Estamos hablando de la vinchuca, un insecto que con su picadura transmite el parásito Trypanosoma cruzi, causante del Mal de Chagas.
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Es una dolencia que, según la Organización Mundial de la Salud, afecta a millones de personas. La inmensa mayoría de ellas vive en Latinoamérica, donde la patología es endémica.
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Estigmatizada como una enfermedad asociada a la pobreza, no atrae a la industria farmacéutica. De hecho, para tratar a esta patología solo hay dos medicamentos cuya utilidad para el Mal de Chagas fue descubierta hace más de medio siglo de manera empírica y, por lo tanto, no tienen una actividad específica contra el parásito que causa la enfermedad. Esto lleva a que en muchos casos esas drogas no sean efectivas o que provoquen importantes efectos secundarios en el paciente.
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En este contexto, el Grupo de Neuroetología de Insectos Vectores (NIV) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA tiene una línea de investigación que apunta a generar el conocimiento necesario para desarrollar un repelente que espante a las vinchucas. Estudian el sistema gustativo del animal. Porque es el que el insecto utiliza para evaluar si pica o no pica a su víctima.
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El sentido del gusto ha sido muy poco estudiado en los insectos hematófagos, es decir, los bichos que se alimentan de sangre. Menos aun en las vinchucas: “Somos el único grupo que trabaja en esto”, comenta Romina Barrozo, investigadora del CONICET y directora del NIV.
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Hace pocos años, en el NIV descubrieron que la sal tiene un rol relevante en la decisión de la vinchuca de alimentarse. En ese trabajo, los científicos habían comprobado que el sistema gustativo le informa al animal la cantidad de sal presente en “la comida” y hace que la vinchuca rechace el alimento cuando la concentración de sal está por encima o por debajo de cierto rango óptimo.
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El gusto por picar
Los animales no podemos vivir sin sal. Pero un exceso de sal en el organismo puede ser fatal. En este sentido, el sistema gustativo cumple una función crucial.
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El sabor salado tiene la singularidad de que puede provocar apetito pero, también, aversión. Por ejemplo, condimentamos con sal la comida porque realza el sabor del plato y estimula nuestro apetito. Sin embargo, si la cantidad de sal en el alimento es exagerada, no toleramos su presencia en la boca y, menos, podemos tragarla.
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¿Cómo distingue nuestro sistema gustativo cuánta sal es “buena” y cuánta sal es “mala”? La respuesta se complica si pensamos que esta discriminación debe hacerse ante un mismo estímulo: la molécula de cloruro de sodio (el componente de la sal).
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A finales de 2017, NEXCiencia daba a conocer un nuevo estudio efectuado en el NIV en el que el grupo de investigación develaba el mecanismo molecular que explicaría el comportamiento dual (apetitivo-aversivo) que provoca la sal en los animales.
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El trabajo había sido realizado con vinchucas alimentadas artificialmente con soluciones de sal en concentraciones altas y bajas. Y los resultados reflejaban lo que ocurría en el animal después de haber ingerido el alimento. Pero si el objetivo final es desarrollar un repelente, el producto debería actuar antes de que el bicho pique, es decir, ni bien el insecto se posa en la piel.
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En aquel artículo de NEXCiencia, Barrozo anunciaba un avance en ese sentido. Pero, en dicha oportunidad, la investigadora prefirió mantener en reserva la información. Ahora, el NIV acaba de publicar un estudio en la revista científica iScience que da cuenta de otro progreso significativo en el objetivo que se propusieron.
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A parar las antenas
La vinchuca tiene un sistema gustativo interno y externo. Antes de “paladear” el alimento para decidir si come o no come, el insecto evalúa externamente la cantidad de sal presente en la piel del animal que va a picar: “Nuestros resultados demuestran que la vinchuca Rhodnius prolixus, vector de la enfermedad de Chagas, evita alimentarse si el sustrato donde intenta picar es ciertamente salado”, revela Barrozo, y detalla: “Nosotros identificamos en las antenas de las vinchucas las neuronas gustativas y los receptores moleculares que detectan la sal y que, al activarse, desencadenan un comportamiento aversivo o de evitación”.
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Según la investigadora, la sal entra por los pelos gustativos que están en las antenas y activa dos receptores que envían una señal eléctrica al cerebro del animal, que procesa la información y le “dice” a la vinchuca si puede picar o debe irse volando.
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“Nosotros describimos los receptores y, además, el sitio del cerebro al que va la señal que, hasta ahora, se pensaba que era un lugar del sistema nervioso relacionado con el procesamiento de los olores”, explica Barrozo, y subraya: “Es la primera vez que se describen estos receptores en un insecto hematófago. Ni siquiera se había hecho en los mosquitos”.
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Haber descripto al detalle el mecanismo fisiológico que dispara este comportamiento aversivo en las vinchucas genera optimismo en el grupo de investigación, que se siente más cerca del objetivo: “Saber que la activación de este sistema sensorial provoca comportamientos estereotipados de rechazo, brinda una oportunidad para ensayar moléculas con acción repelente de origen natural, que no impacten sobre el medio ambiente, ni sobre la salud de las personas, de bajo costo y que puedan ser implementadas en un futuro en la lucha contra los insectos vectores de enfermedades”.
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El trabajo publicado en iScience lleva la firma de Gina Pontes, José Manuel Latorre-Estivalis, María Laura Gutiérrez, Agustina Cano, Martin Berón de Astrada, Marcelo Lorenzo y Romina Barrozo.»
Gabriel Stekolschik