La vacuna anticovid de la UNSAM completó la Fase I. Es un caño

El equipo inicial de Juliana Cassataro, de la UNSAM, a fines de 2020, cuando ya pedían autorización para hacer una fase 1 de su vacuna.

La UNSAM -Universidad Nacional de San Martín- pasa al frente: su vacuna anticovid ARVAC 1 Cecilia Grierson (“La Cecilia”, para este portal) acaba de completar su fase 1 de testeo con números nada comunes.

Este primer estudio clínico rumbo al licenciamiento generalmente mide toxicidad pero no efectividad, y se hace sobre un grupo pequeño, de 10 o 20 voluntarios. Sin embargo en este caso la fase 1 involucró a 80 voluntarios, dio toxicidad cero y multiplicó hasta 30 veces su expresión de anticuerpos neutralizantes.

Más interesante aún: “La Cecilia” se diseñó monovalente, apuntada contra las variantes Gamma y Alfa (o Wuhan), del virus SARS-COV2, las primeras que desataron la pandemia. Sin embargo, la fórmula de la UNSAM moviliza anticuerpos que neutralizan también las últimas variantes Ómicron, mutaciones resistentes a las primeras vacunas licenciadas en 2020. Por ejemplo, los virus Ómicron Bq1 y Bq2 ya constituyen el 10% de los casos en EEUU y en general logran evadir las vacunas anti-Alfa.

Eso nos remite a otros números: las vacunas anti-Alfa ahora en EEUU cuestan alrededor de U$ 25. Pero las dosis de refuerzo polivalentes de Pfizer y Moderna, diseñadas contra las Ómicron emergentes, se venden al doble. Nuestra Cecilia monovalente anti-Alfa parece ser también anti-Ómicron, es 100% nacional y costaría U$ 8… pero facturada en pesos argentinos (no se tocan los dólares del Banco Central).

Su aparente polivalencia deberá ponerse a prueba a doble ciego y con entre 2000 y 3000 voluntarios en la fase 2/3 que se iniciaría en Diciembre.

Si eso sale bien, Argentina tendrá una fórmula propia de dosis probablemente única para refuerzo de la población vulnerable: personal de salud, embarazadas, niños y personas mayores de 60 años, que suman alrededor de 14 millones de personas.

Como la vacuna la fabricará un laboratorio PyME local (Pablo Cassará) con antígenos recombinantes hechos en Argentina, una campaña de refuerzo muy abarcativa costaría alrededor de U$ 112 millones, que quedarían íntegramente en el país.

Instalaciones del laboratorio Pablo Cassará para fabricación de vacunas según normas GMP.

Para medir lo que ha sido el covid como exportador de divisas: en Octubre de 2021 ya llevábamos gastados U$ 1.661 millones en importar vacunas, cuando hacer una fase 2/3 de una fórmula propia insumiría U$ 24 millones con toda la furia. Además, es probable que “La Cecilia”, por su precio, genere exportaciones “al toque” de licenciada, y puestos de trabajo e ingresos al país. Todo lo cual resulta bastante distinto de pagarle U$ 700 millones a la Pfizer.

La Dra. Juliana Cassataro, directora del equipo de desarrolladores de “La Cecilia”, nos pidió expresamente que dijéramos que en esta aventura biotecnológica trabajaron más de 100 personas del CONICET, la UNSAM, la Fundación y el laboratorio Pablo Cassará, el Centro de Medicina Comparada de la Universidad Nacional del Litoral, el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA de la UBA (INBIRS), el CEMIC y las empresas FP Clinical y Nobeltri.

Cumplido el deber, vuelvo sobre la vacuna de la UNSAM y su probable futuro: no es génica. Lo que se inyecta es proteína: una dosis de 25 mcg (microgramos) de una fracción del antígeno viral Spike llamada RBD, destinada a convencer al sistema inmune de que acaba de ingresar el virus y hay que sacudirlo con anticuerpos neutralizantes. Como los mcg son millonésimas de gramo, la dosis no impresiona. Pero puede mucho.

Con “La Cecilia” no se inyectan virus del resfrío genéticamente recombinados para expresar antígenos Spike enteros, caso de las fórmulas Sputnik V rusa y AstraZeneca anglosueca. Tampoco se inyectan cápsides enteras del virus SARS-CoV2 con sus genes destruídos, como la china Sinopharm. Ni siquiera se usan moléculas de grasa como “carriers” de genes que codifican el antígeno Spike, caso de las vacunas conceptualmente más modernas que pintaron aquí (las yanquis Pfizer y bueh… Moderna).

Con “La Cecilia”, por el contrario, es todo más sencillo y familiar. Es una fórmula de tecnología mucho más antigua, pero por eso mismo conocida, fácil de fabricar, efectiva, probada, barata y libre de efectos adversos.

La región RBD al parecer ha permanecido químicamente inmutable a lo largo de la breve pero muy mutagénica historia pandémica del SARS-CoV2. Esto tal vez explique que pueda servir para vacunas muy polivalentes, como parece ser la de la UNSAM.

Desde 2020, cuando el elenco de Cassataro fue acordando cuál fracción antigénica del Spike ponerle y cuáles no, para lograr el mejor cruce entre las curvas de efectividad y precio, la fórmula tenía como objetivo ser tan inocua como las que empleamos hace 3 décadas contra la hepatitis B para bebés, y desde hace 2 décadas la anti papiloma, para adolescentes. A veces es mejor tener tecnología apropiada que “high tech”. Son todas vacunas a proteínas virales.

Aparentemente, alcanza con la fracción RBD del antígeno Spike y un toque de hidróxido de aluminio (un viejo adyuvante vacunal) para que nuestros sistemas inmunes se crean la historia de que sufren una invasión viral, y llenen nuestra sangre de anticuerpos anti-covid.

El RBD es una fracción antigénica del Spike que se ha mantenido invariable en la estructura del virus a lo largo de toda su breve historia pandémica, tan llena de aparición de cepas mutantes y resistentes de las vacunas. Para recordar sólo algunas, la Kent, la Sudafricana, la Gamma de Brasil, la Andes, la Delta y ahora la Ómicron.

De modo que el RBD da ese plus: genera anticuerpos que neutralizan incluso las últimas variantes emergentes Ómicron llegadas a la Argentina en diciembre de 2021, que se cree serán las preponderantes en la región en 2023.

La fase 2/3 será a doble ciego y de tres ramas. Permitirá medir la efectividad de tres vacunas distintas: la versión monovalente de La Cecilia, anti-Gamma, contra otra Cecilia también monovalente, pero anti-Ómicron, y estas dos contra una tercera bivalente, con 25 microgramos de fracción RBD más otros tantos de alguna otra fracción estable del Spike del virus Ómicron. Luego, según la performance estadística de cada rama, será el ANMAT la decisión de cuál de las tres fórmulas conviene licenciar según el escenario epidemiológico previsible para 2023 y quizás 2024.

Lo que se está acordando en este momento con el Ministerio de Salud (MinSal) es los detalles del diseño clínico del estudio de fase 2/3. Si parecen pocos, frente a los 30.000 o 40.000 voluntarios que insumía una fase 3 de eficacia en 2020, es que las vacunas de refuerzo ahora se pueden estudiar por ensayos de inmunogenicidad en una población mucho menor. Se puede llegar a conclusiones estadísticamente válidas sobre cuál de las ramas tiene la mejor fórmula con no más de 1000 voluntarios en cada una.

Aún así, no será fácil reclutar voluntarios en este momento de falsa sensación de post-pandemia. La gente está en otra.

Lo de vacunarse con fórmulas distintas se hizo por fuerza (faltaron segundas dosis hasta fines de 2021), pero terminó siendo un enfoque exitoso. Sin embargo, viene costando algunos miles de millones de dólares exportados al Reino Unido, Suecia, Rusia, la India, China, Estados Unidos y Alemania.

 

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La ministra de Salud, Carla Vizzotti, recibiendo un cargamento de Sputnik-V a principios de 2021, cuando cada aterrizaje con vacunas rusas o chinas se celebraba en los noticieros.

Si sólo hubiera sido plata… Los picos de mortalidad por falta de suficientes vacunas sucedidos durante la primavera de 2020 y el invierno de 2021 costaron entre un tercio y la mitad de los alrededor del acumulado nacional actual de casi 130.000 fallecimientos.

De modo que no está mal que el MinSal haya perdido su daltonismo frente a las universidades y la industria farmacológica nacionales. Existen, son un combo raro en la región, y un salvavidas que tenemos comprado desde hace al menos 80 años, y que conviene tener a mano en estos tiempos de explosivas nuevas pandemias.

La Cecilia terminó su fase 1 con números brillantes, y puede hacer su fase 2/3 en meses. ¿Qué uso tendrá, cuando esté licenciada para fabricación y venta? Con una población muy vacunada como la nuestra (entre el 78% y el 94% según grupo etario), la Cecilia se utilizaría como refuerzo, para evitar que las variantes ómicron o las próximas emergentes le peguen a la población más vulnerable: personal sanitario, embarazadas, mayores de 60, inmunodeprimidos, gente con enfermedades circulatorias y/o pulmonares de base.

Quizás La Cecilia funcione entonces del mismo modo que la vacuna antigripal, que es de renovación anual y que aquí reciben muy pocos de quienes deberían dársela. Pero tal vez resulte más disponible y actualizada que la antigripal, y no sólo por más barata que las anticovid importadas sino porque al ser “made in Argentina”, la fórmula se puede ir modificando sobre la marcha de la evolución futura regional del SARS-CoV2 en coordinación cercana con la ANMAT. Esa respuesta rápida que da la propiedad local tal vez evite bastantes internaciones, muertes y secuelas.

Y es que aunque ya no se habla del tema, el covid sigue enfermando a 2.000 argentinos cada semana y matando a 9 o 10, con un último pico de 111 entre la Navidad de 2021 y el Año Nuevo de 2022. Incluso en un país bien vacunado como éste, alcanza con algo tan aparentemente inofensivo como una semana de fiestas familiares para catalizar los contagios, el escenario “Me regalaron una bicicleta pero perdimos al abuelo”. La pandemia se va volviendo endemia. Y esa volatilidad epidemiológica que genera se aplanaría con dosis de refuerzo Nac & Pop.

Con tanto premio Nobel en biociencias, tanta buena investigación en laboratorios públicos y tanta industria farmacológica propia, lo que nos pasó con el covid muestra una constante argentina en otros terrenos, como la biotecnología vegetal o la energía nuclear, campos en los que también nos tiroteamos los pies.

En biotecnología vegetal, el Ministerio de Agricultura “pisó” durante 10 años el licenciamiento comercial del trigo Hb4, resistente a extremos hídricos. Y de esos 10 años, 5 fueron de sequías extremas y con pérdidas económicas graves. El Hb4 recién se puede sembrar libremente este año.

En energía nuclear, somos el mayor exportador mundial de reactores de producción de radioisótopos y de investigación. Pero la ley de presupuesto nacional de 2023 vino sin fondos para la construcción de la cuarta central de potencia, Atucha III, que debería haber empezado en 2016.

En estos tres campos, salud, alimentación y energía atómica, por cantidad y calidad de recursos científicos y capacidad de fabricación, somos una subpotencia. Pero no asumida.

La dirigencia política, empresarial y mediática ni se entera de las capacidades de su propio país, o lo hace tarde. Y el precio humano y económico que la Argentina paga por ello es duro. Y también absurdo.

Daniel E. Arias

Una parte del equipo que desarrolla ARVAC