¿Qué vino a controlar Christopher Hanson, titular de la Comisión Regulatoria Nuclear de EEUU? ¿Cuáles son las inversiones chinas que preocupan a EEUU en esta área? ¿Puede Argentina maniobrar en esta disputa e impulsar un desarrollo autónomo?
El visitante
El miércoles 12 de abril los y las trabajadores de los principales centros donde la Argentina tiene sus desarrollos nucleares pudieron ver cómo un funcionario estadounidense recorría, sin el acompañamiento de ningún alto funcionario del gobierno argentino, las centrales Atucha I y II y la obra de la central modular argentina CAREM. Y al día siguiente, lo mismo sucedía en el Centro Atómico Bariloche, de la Comisión Nacional de Energía Atómica.
Según informa Raúl Dellatorre en Pagina 12 esta semana Hanson llegó acompañado por otros cuatro miembros de la NRC (sigla en inglés de la comisión de regulación nuclear), en una misión que “no está inscripta en ningún convenio bilateral de cooperación o colaboración en materia nuclear, sino que expresa la decisión unilateral del gobierno de Estados Unidos de enviar sus agentes en la materia para tomar contacto con pares argentinos”
Esta visita “unilateral” incluso generó una peculiar y terrible fotografía difundida por el embajador de Estados Unidos en Buenos Aires, Marc Stanley. La foto del diplomático y su compatriota nuclear no tendría nada de raro sino fuese porque muestra a dos funcionarios estadounidenses que tienen detrás la bandera de su país y la de Argentina. En la imagen, Stanley hace las veces del anfitrión local que guia a un funcionario de su gobierno –por nuestras tierras— sin la compañía de ningún funcionario local. Más colonial no se consigue.
“Es un gusto dar la bienvenida al presidente de la Comisión Reguladora Nuclear de EEUU, Christopher Hanson. Estados Unidos y Argentina comparten una larga historia de cooperación nuclear y son socios en el uso pacífico de la energía nuclear”, afirmó Stanley en su cuenta de Twiter.
Es interesante recalcar que esta visita no es aislada, ni EEUU está enfocado solamente en la energía nuclear sino que es parte de una avanzada sobre “su patio trasero” y los recursos que existen en él.
En el twitter del embajador puede verse en estos últimos 10 días una catarata de visitas de altos funcionarios yanquis a la Argentina. Al día siguiente hizo su aparición Wendy Sherman (vicesecretaria de Estado de Estados Unidos), y a los pocos días volvió a visitar el país y reunirse con altos funcionarios locales Laura Richardson (jefa militar del comando sur de EEUU), quien saltó a la palestra pública con declaraciones sobre “nuestros recursos” y lo que implicaban los mismos para la defensa nacional estadounidense.
Pero volviendo al tema de esta nota ¿a qué vino Christopher Hanson? En una nota muy explicativa Daniel Arias, del concejo editorial de AgendAR y especialista en temas vinculados a la energía nuclear de factoría nacional, da cuenta del interés estadounidense por el desarrollo del proyecto de la pequeña central modular argentina CAREM. Un proyecto que lleva más de 50 años (y en el cual Argentina es pionera en el mundo) pero que siempre ha sido trabado por intereses extranjeros impidiendo su concreción.
Hoy el prototipo CAREM se encuentra en un avance del 62 % . Se comenzó a construir en 2014 y luego fue paralizado durante el macrismo. La obra compite con un desarrollo similar de Estados Unidos. Argentina es uno de los únicos tres países del mundo con el modelo en etapa de obra, con Corea y China.
Pero, volviendo a la visita: ¿cómo el funcionario yanqui pudo hacer el recorrido? El periodista Arias, asegura en su nota de AgendAR, que “conociendo a CNEA y NASA, la orden de abrirle la tranquera a Hanson debe haber llegado de Presidencia de la Nación. No creo que el gringo hubiera podido pasar de ningún otro modo” y alerta:
“Hanson no es un cuatro de copas ni tendría que haber entrado jamás al CAREM. Como licenciador de diseños, trabaja simultáneamente para TODAS las empresas nucleares viejas y emergentes de su país, y a sola vista de la obra civil puede comparar y evaluar sin mucho error las ventajas y debilidades de nuestro proyecto medidas contra los similares estadounidenses”
La disputa
Sin embargo y más allá del posible espionaje nuclear el funcionario (y el resto de las visitas yanquis) no se dan en cualquier momento sino en uno de los más álgido de la disputa por la influencia sobre nuestro subcontinente y principalmente sobre Argentina.
En el área nuclear en particular, la visita se enmarca en las presiones de Estados Unidos para impedir que Argentina avance en el acuerdo de construir una cuarta central nuclear Hualong-1, con financiamiento y tecnología que proveerá China.
Ya el año pasado, también en abril, Ann Ganzer (diplomática del Departamento de Estado) visitó la Argentina y dejó claro que EEUU estaba en desacuerdo con el avance de la inversión china. En aquella oportunidad estuvo en el edificio de Villa Martelli, que aloja a la empresa operadora de las centrales de energía nuclear más grande de la Argentina.
La gira contó con reuniones en Casa Rosada con Juan Manzur, Jorge Taiana y Daniel Filmus; y con el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz. Otras en Cancillería y recorrida al predio bonaerense de Atucha y de la empresa IMPSA, en Mendoza, para observar el desarrollo del CAREM.
En aquella oportunidad, Gustavo Béliz, –conocido por sus vínculos con el lobby estadounidense y acusado de ser quien pisaba el avance de las inversiones chinas en el país— fue citado por el bloque del Frente de Todos en el Congreso, por las demoras para activar la última etapa de las inversiones en Atucha III. Horacio Verbitsky daba cuenta de este rol del ahora ex funcionario en una nota del Cohete a la Luna del 10 de abril del año pasado titulada “Beliz, el radiactivo”
“Un informe sin firma que está circulando dentro del sector nuclear, sostiene que Béliz y su equipo de trabajo ‘han sido consistentemente esquivos a darle la celeridad que requiere la negociación financiera asociada al contrato comercial por Atucha III con el consorcio de bancos liderados por el Banco Industrial y Comercial de China (ICBC)’. Hace un mes que Béliz no responde a un pedido de audiencia presentado por el presidente del Directorio de Nucleoeléctrica Argentina S.A. Tampoco asistió a la Quinta Reunión del Mecanismo de Diálogo Estratégico para la Cooperación y la Coordinación Económica (DECCE) desarrollada de forma virtual el 27 de enero de 2022” en donde la Cancillería argentina acordó con la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma china el listado de los 10 proyectos prioritarios a incluir en el Plan Quinquenal de Infraestructura, entre los que se encuentra el proyecto Atucha III”. La contraparte china ha solicitado sin éxito que se formalice la solicitud del 100% del financiamiento del proyecto Atucha III, para poder comenzar con las negociaciones correspondientes”
La China atómica.
Las preocupaciones de EEUU sobre proyectos nucleares chinos van mucho más allá de la Argentina y están asentados en los planes nucleares chinos, que como siempre son a gran escala y a largo plazo.
China planea construir al menos 168 nuevos reactores en los próximos 15 años, más de los que el resto del mundo ha construido en los últimos 35. El esfuerzo podría costar hasta 440.000 millones de dólares. A mediados de esta década, el país superará a EEUU como mayor generador de energía nuclear del mundo.
China tiene actualmente 51 reactores en operación, 18 en construcción, 37 planeados (7 de ellos comenzarán a construirse este año) y un total de 168 reactores propuestos. Con unos tiempos de construcción rondando los cinco años, es fácil predecir que a finales de esta década China será el país con mayor producción nuclear del mundo, superando con creces a Francia y a Estados Unidos, con 56 y 93 reactores respectivamente.
De hecho el gobierno chino señaló a la energía atómica como la única forma de energía con objetivos provisionales específicos en su plan quinquenal oficial. El objetivo: 200 gigavatios de energía para 2035, suficientes para abastecer a más de una docena de ciudades del tamaño de Pekín y combinado con una nueva tecnología que pueda reducir los residuos para evitar contaminar.
China afirma que sus planes podrían evitar unos 1.500 millones de toneladas de emisiones anuales de carbono, más de lo que generan el Reino Unido, España, Francia y Alemania juntos, informa Bloomberg. Y tiene además la fuente de financiación, ya que alrededor del 70% del coste de los reactores chinos está cubierto por préstamos de bancos estatales.
Si bien puede rastrearse un motor de estos proyectos en la promesa medioambiental de Xi Jinping de que China alcanzará un pico en las emisiones de dióxido de carbono antes de 2030 y la neutralidad de carbono antes de 2060, el interés chino no es solamente ecológico sino que como todas las decisiones de los estados en este último tiempo tiene como telón de fondo el avance hacia tensiones de un mundo que avanza hacia el desacople comercial y tecnológico movido por las perspectivas de guerra. La energía, como otros insumos críticos, es un arma.
Por último, pero fundamental en el debate de los avances nucleares, China afirma haber desarrollado un sistema que permite reutilizar los residuos radiactivos de las centrales nucleares como nuevo combustible apto para esas mismas plantas. La nueva tecnología crea un ciclo infinito para el uranio, evitando la generación de residuos radiactivos, cuyo tratamiento y deposición es el talón de Aquiles de la energía de fisión nuclear.
Las preocupaciones estadounidenses tienen, por supuesto, fundamento de cara a la disputa por la energía, uno de los vórtices centrales de la contienda por la hegemonía mundial.
La ruta atómica de la seda
El proyecto de potencia nuclear de China no se reduce a su propio territorio, también espera que sus proyectos nacionales convenzan a los posibles compradores extranjeros. En 2019, el ex presidente de China National Nuclear dijo que China podría construir 30 reactores en el extranjero, que podrían hacer ganar a las empresas chinas 145.000 millones de dólares para 2030 a través de su Iniciativa Belt and Road (La Ruta de la Seda).
La propuesta inicial acordada entre China y Argentina en 2014 tuvo sucesivos capítulos que se fueron moldeando de acuerdo a los vaivenes políticos internos y de la diplomacia argentina, que suele ir variando a medida que cambian de signo político los gobiernos.
Las negociaciones entre China y Argentina contemplan la construcción de una central nuclear de tecnología china con un reactor Hualong-1, de diseño chino de agua a presión HPR-1000, perteneciente a la llamada Generación III, de 1200 MW, que se ubicará en el Complejo Nuclear Atucha situado en la localidad de Lima, Provincia de Buenos Aires. De ahí el nombre de Atucha III.
El financiamiento liderado por el Banco Industrial y Comercial de China (ICBC) prevé el otorgamiento de un crédito de tipo concesional del orden de los 7900 millones de dólares, que alcanzaría el 85 % del precio del reactor. Este financiamiento incluye un período de gracia equivalente a la duración del proyecto (8 años), un período de repago extendido (12 años) y una tasa de interés única para este tipo de proyectos.
Según la cancillería argentina el proyecto “generaría unos 7000 puestos de trabajo directos durante el pico del proceso de construcción, a los que se deberían sumar las fuentes de trabajo generadas de forma indirecta, así como también el impacto positivo en las industrias locales que participen en el suministro de insumos, componentes electromecánicos y servicios asociados a su ejecución.”
Los intentos del lobby estadounidense para frenar esta obra empezaron en 2015 y lograron detener el avance de la obra pese al apoyo que se había generado en los profesionales de Nucleoeléctrica Argentina SA (NA-SA) y la Comisión Nacional de Energía Atómica.
Washington comunicó, durante la visita de Trump al país, su oposición a las centrales nucleares que la Argentina había acordado construir con la ayuda de Rusia y China. En las sucesivas reuniones bilaterales que el presidente Macri tuvo con los líderes de esa potencia, la Casa Rosada dejó en claro que ambos proyectos se daban por cancelados, con la excusa de la falta de fondos.
El proyecto, reactivado durante el gobierno de Alberto Fernandez, pese a las maniobras de personeros como Gustavo Béliz, entra nuevamente en una nebulosa con la reciente visita de los funcionarios nucleares yanquis y el rol del FMI ante la desesperante necesidad de divisas de la Argentina que seguramente empujara a políticas de mayor obediencia con la potencia del norte.
¿Qué hacer frente a la disputa de las potencias?
Argentina enfrenta en este ámbito múltiples retos. Pero sobre todo el de armar un camino propio, en medio de la disputa mundial, que permita y apuntale el desarrollo, pero con la traba de la falta de financiación propia.
Al respecto aclara el panorama Rodolfo Kempf, (físico de la UBA, docente, investigador, miembro de la CTA, especialista en Combustibles Nucleares, y Coordinador de Transición Energética en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Industria (CNTI)), quien asegura que “el orden de magnitud en dinero de costo de una central nuclear es de 5.000 millones de dólares. El financiamiento que hace la corporación nuclear china, hacia la central Hualong, es lo que facilita la posibilidad de, en pocos años tener esta central nuclear, y teniendo por parte de los chinos un comprador calificado, de los más calificados en el mundo. Por lo tanto, la principal limitante en una economía dependiente y devastada por las políticas macristas de endeudamiento a más de 100 años es el financiamiento que proveen los chinos”
Según argumenta Kempf el emplazamiento de esta nueva central fue una pelea que han dado por más de 15 años los trabajadores y trabajadoras del área nuclear, del sistema de ciencia y tecnología y del área energética, alcanzando que se cumplan dos condiciones al mismo tiempo: por un lado, la transferencia de tecnología del combustible para su fabricación en Argentina y todas las áreas asociadas, es decir, los estructurales, el combustible, la producción de polvo de dióxido de uranio por vías que minimicen los residuos del ciclo de combustible, que son radiactivos, y que son mínimos con respecto a otras fuentes de energía.
“Esa transferencia de tecnología nos permitiría conservar una singularidad que mantiene Argentina, no solo los 72 años de tecnología nuclear que nos ponen con muchos más años de desarrollo nuclear que otras potencias, estando constantemente a la vanguardia, sino que mantenemos nuestra tradición de fabricación del combustible” asegura.
Lo que está claro es que el camino hacia un desarrollo energético propio no será fácil, ni sin presiones, pero algo es seguro, la carrera comenzó hace rato, Argentina es parte y muchos nos quieren afuera.
Opinión de AgendAR:
Ante la intromisión (tolerada por el gobierno) de Christopher Hanson y comitiva en el CAREM, el periodismo argentino asumió dos posiciones: ignorar el hecho (lo hicieron casi todos los medios) o indignarse por la evidente ruptura de protocolo, ya que nadie había invitado al yanqui.
Ambas posturas tienen en común el no entender el carozo del asunto. El CAREM es un desarrollo tecnológico argentino original que varias empresas nucleares emergentes de EEUU han copiado e incluso –en el caso de NuScale– quizás mejorado. Pero aunque nadan en dinero federal, han atravesado varias barreras regulatorias y tienen memorandos de intención de compra en decenas de países, ninguna de ellas está construyendo un prototipo. Nosotros sí.
Hanson, director de la National Regulatory Commission de los EEUU, es la máxima autoridad en licenciamiento de centrales de su país, no un diplomático matón, como los que nos inflige frecuentemente el State Department, y tampoco es un perito en canapés y cortesías, como los de la «línea Revlon» de nuestra cancillería. Es un tecnólogo, y se vino con escolta de expertos.
Estuvieron en la obra del CAREM haciendo espionaje tecnológico sin ningún disimulo y sin ninguna objeción gubernamental argentina. Con ello, además, el embajador Marc Stanley, nos marcó la cancha, y le probó a nuestra clase política que su país tiene acceso presencial y libre a nuestro proyecto nuclear más exportable, y que nos bancamos estas intromisiones proctológicas con el silencio entre humillado y estúpido de una republiqueta bananera.
Puestos a elegir entre dos males, es más peligrosa la estupidez que la humillación. Pregúntenle a diez políticos argentinos profesionales de los dos grandes partidos, tomados al azar, si saben qué es el CAREM y para qué corno sirve o serviría. ¿No sabe, no contesta? Pregúntenles si tienen idea del mercado potencial de exportación de este fierro. ¿Diez países? ¿Veinte países? ¿Treinta? ¿Cuáles?
Me gustaría ver qué pasa si el presidente de la Autoridad Regulatoria Nuclear, ing. Agustín Arbor González, se cae invitado por nadie, salvo el embajador argentino en EEUU, Jorge Argüello, por el Idaho National Laboratory para ver en qué anda la central NuScale de la empresa de ingeniería Fluor Corporation, tan alevosamente copiada del CAREM. Es política-ficción, ¿no? Somos incapaces de semejante astracanada.
Además, de ocurrir, una discreta llamada por teléfono desde el edificio Harry Truman, de Washingon DC a nuestro Palacio San Martín bastaría para que nuestro espía fuera devuelto a casa, y para que antes incluso de regresar a la embajada argentina, don Argüello se anoticiara de que ha sido despedido.
Pido perdón a los profesionales funcionarios nombrados. Esto es sólo un ejercicio de política ficción, quiero que alguien en el Poder Ejecutivo y/o el Gabinete entienda que está adoptando una posición estúpidamente sumisa. Y eso nos va a costar mucha guita.
Pongámosle un nombre al alto o altísimo funcionario del Ejecutivo que permitió esto: el doctor Próspero Felpudo, de cargo y responsabilidades fluctuantes, y en el fondo y permanentemente, lobbista.
Doctor, Ud. es un profundo idiota. No logra entender que si Hanson viene a espiar es porque después de 38 años de estar desarrollando y testeando sistemas y subsistemas del CAREM, aquí HAY cosas para espiar, y copiar. Porque, hasta el momento, a los yanquis los estamos primereando en un mercado que va a valer centenares de miles de millones de dólares, el de los reactores chicos modulares, o SMRs. En materia nuclear, con tanto carbón y gas saudita y tanto ecologismo anticientífico, los johnnies se dejaron estar. Y nosotros, en cambio, con lo del CAREM, persistimos.
Pero si -siguiendo con la política ficción- si Arbor González lograra entrar al Idaho National Lab, en lugar de ser atajado en la puerta por los US Marshalls, no se encontraría con una central en construcción. Se encontraría con un simulador de manejo muy lleno de pantallas, y probablemente nada más. Se asombraría de que sin mediar todavía hormigón ni fierros ni aleaciones especiales, ese proyecto siga encareciéndose en los planos, nomás. Es un karma yanqui.
De todos modos, sólo con mirar un rato la operación de ese simulador, Arbor González aprendería algunos secretos técnicos del NuScale. ¿Por qué? Porque es un profesional con mucha ingeniería nuclear encima, sobre todo en seguridad inherente, que es el aspecto más fuerte y vendible del CAREM. Es el tipo que le sube o le baja el pulgar a cualquier instalación nuclear argentina.
Por lo mismo, puro oficio, Hanson y comitiva deben haber sacado algunas observaciones útiles de su paseo por la obra civil del CAREM. Un nabo en la materia deambula por la obra como un ciego, y sólo ve hormigón de distintos tipos en cantidades inmensas, y reforzado por unos entramados de varillas de hierro de una cerrazón como no los ha visto en ninguna construcción.
En cambio un Hanson lo que ve en esa obra civil envolvente es un calco en negativo de la futura obra nuclear del CAREM, el Steam Generation System o SSS, un complejo recipiente de presión que alberga un anillo de 12 generadores de vapor. Esa pieza fundamental por ahora sigue en Mendoza, en la planta de IMPSA. Si a Hanson se le ocurre caerse por ahí dentro de unos meses diciendo «vi luz y toqué el timbre», ¿lo dejamos pasar también? ¿Lo convidamos a mate con bizcochitos?
Nuevamente, si los gringos se vienen a espiar es porque en el campo emergente de las SMRs les llevamos media cabeza de ventaja. Primero la CNEA, luego INVAP y después de nuevo la CNEA vienen remando en este desarrollo desde 1984, y contra todas las trapisondas, cuchipandas y operaciones diplomáticas que se mandó EEUU para detenernos. Es casi un milagro que estemos a un par de años de poner esta planta en línea. Ellos y nosotros estamos igualmente asombrados. Pero ellos, con algo de miedo.
No recuerdo al presidente Raúl Alfonsín como un gran defensor del interés nacional. Tampoco fue el primer presidente en tratar de liquidar el Programa Nuclear Argentino, pero sí el primero en tener un éxito enorme en ello, porque lo agarró en medio de su transición desde lo académico a lo industrial, cuando tenés que poner chequera a lo grande. En 1983, cuando asumió don Raúl, teníamos tres grandes obras a medio construir (Atucha II y la Planta Industrial de Agua Pesada) y una recién terminada, pero secreta hasta pocos días de la asunción de Alfonsín: la planta de enriquecimiento de uranio de Pilcaniyeu, en la estepa rionegrina.
En su conjunto, Alfonsín veía todo esto como una aspiradora de fondos públicos y una piedra en el zapato, si se trataba de bailar con los EEUU. Y todo presidente argentino tiene y tendrá que bailar con los EEUU, es obvio. Pero dado que el boliche todavía es nuestro, al menos aquí podemos elegir la música, ¿o no?
Y Alfonsín, en un único punto, la eligió bien: nombró vicecanciller a Jorge (alias Jorgito) Sabato, primo diplomático de otro Jorge Sabato, entonces recientemente fallecido, el nuclear y hoy famoso, que había dedicado toda su vida profesional a la CNEA. Ambos Sabatos compartían no solo apellido y genes sino bastantes ideas.
Y Jorgito sabía que Pilcaniyeu era una baza diplomática a defender especialmente. Sucesivos embajadores yanquis, con sus modales generalmente repelentes, ya desde tiempos del Proceso habían tratado de acceder a Pilca «a la brava», y se los atajó en el camino o se los paró en la puerta, o se los dejó pasar y se les mostró un simulacro de planta… de sanitarios. Sí, los perreamos.
Ya reestrenando democracia, al embajador Frank Ortiz, rodeado de mamuts del Secret Service, lo detuvo en la puerta misma del Centro Atómico Bariloche el entonces jovencísimo secretario Max Gregorio Cernadas, un «note taker» de 24 años. Y la planta de Pilca queda a 70 km. de esa barrera. Vale la pena leer esa historia aquí.
Pero poco tiempo después, en 1987, se invitó a recorrer Pilca al presidente José Sarney, con gran comitiva nuclear brasileña, y se le dijo que se trajera a los expertos nucleares que quisiera, y que vieran y fotografiaron a su placer. Ése era Jorgito Sabato haciendo magia con el jefe de la DIGAN, Dirección de Asuntos Nucleares y Desarme, Adolfo Saracho, creo que el diplomático más astuto y patriota que conocí.
Obviamente Sarney respondió invitando a Alfonsín (y gran comitiva nuclear argenta) a ver la entonces única y solitaria joya de la corona atómica brasuca, la incipiente planta de enriquecimiento con centrífugas de Resende, por cierto más avanzada que la nuestra. De esas aperturas extraordinarias, impensables en tiempos de milicos salió el Mercosur. Con la alegría imaginable del State Department.
De modo que felicitamos a Germán Mangione porque hasta hoy es el único periodista que estuvo de acuerdo con nosotros en que Hanson se vino a afanar ideas. Éste no es un caso de leso protocolo. Esto es un caso de espionaje, y en una medida menor, de intimidación, el equivalente de entrar a nuestra casa pateándonos la puerta sólo para probarte que pueden hacerlo.
Me encantaría ver rodar muy públicamente la cabeza del imbécil o chupamedias, da lo mismo, que permitió esto.
Felicitado el colega Mangione por su perspicacia, una aclaración: una central de 1120 MWe como la Hualong-1 china no vale U$ 5000 millones. Es bastante más cara, aunque no tanto como nos la quiere cobrar la CNNC (China Nuclear National Corporation).
Tampoco la Hualong-1 la primera opción nacional: aquí preferimos desde 1967 las máquinas de uranio natural, con ese metal en el mismo estado isotópico con que sale de la roca de la mina, sin enriquecimiento en el isótopo físil, el 235. Porque con una geografía con no mucho pero sí algo de uranio, como la tenemos, no hay modo de chantajearnos diplomáticamente con las entregas de combustible, onda «Firmame esta concesión o te dejo a 11 millones de habitantes del AMBA en la oscuridad». Cosa que sí nos puede suceder con el uranio enriquecido: sólo hay tres grandes vendedores en el mundo, y competimos con los tres.
U$ 5000 millones, colega Mangione, es lo que nos daba la CNNC como financiación de una central tipo CANDU de uranio natural como la de Embalse, en Córdoba, que es la mejor que tenemos, la que mejor conocemos, y la que deberíamos haber construido, según lo pactado. En este momento estaríamos cargándole combustible. Estaría hecha con un 80% de componentes argentinos, habría activado a más de 100 empresas nacionales calificadas y tendría una potencia instalada de 700 MWe.
El autor de ese acuerdo, el ing. José Luis Antúnez, el hombre que terminó Atucha II, llama a esta planta, hoy todavía imaginaria, «Proyecto Nacional». Los chinos, que no dan puntada sin hilo, nos daban esa concesión a cambio de que les compráramos la Hualong-1 a uranio enriquecido. Hualong significa «Dragón Chino», si quiere entender hasta qué punto esta central es un «proyecto de bandera». Perfecto quid pro quo. Buena diplomacia tecnológica.
La parte marketinera del negocio era que China mostrara una central propia en el país más nuclear del Hemisferio Sur. Para una región del planeta que tiene sólo 4 centrales nucleares cuando hace décadas que necesita decenas, somos la mejor vidriera. Sobre todo cuando EEUU, que se durmió 40 años, no tiene nada que ofrecer salvo máquinas por ahora imaginarias, y amenazas explícitas.
Pero los chinos no se van en márketing diplomático y saben hacer cuentas. La parte económica del negocio era que, muy probablemente, durante los 60 años de vida útil de la Hualong-1 los chinos nos venderían uranio enriquecido. Nuestra escueta planta de demostración tecnológica de Pilcaniyeu no da ni por asomo para alimentar una máquina de 1120 MWe. Y obviamente, si nos vendieron una Hualong, van a tratar de vendernos muchas más. No es el rumbo tecnológico que venía siguiendo la Argentina ni el que preferiría AgendAR.
Si alguien le dice que el uranio enriquecido es un commodity fácilmente conseguible, como la soja o el acero, miente. Lo sabemos por experiencia, porque en 1981 EEUU nos hizo un boicot de enriquecido para nuestros reactores y los de nuestro primer comprador internacional de reactores, Perú, y sólo nos salvó la URSS porque le vendíamos trigo, mucho trigo, y para fregar a los yanquis.
En 2014, y con las preferencias argentinas por el uranio natural bien puestas sobre la mesa, se acordó un paquete financiero para ambas plantas, con la aclaración prolijamente escrita según la cual la «Proyecto Nacional» entraba en obra en 2016 en el predio de las Atuchas I y II, y la Hualong-1, en algún sitio costero sobre el Atlántico, en 2018.
Pero «pasaron cosas». En 2015 ganó las elecciones Mauricio Macri y tras desconcertar a la CNNC dos años pidiendo constantes cambios de contrato, en mayo de 2018 canceló la «Proyecto Nacional» porque el país estaba demasiado endeudado (¿por quién?). Luego de ello, Macri siguió boludeando a los chinos con la Hualong-1, que supuestamente estaba en pie, y así continuó hasta perder las elecciones en 2019.
Don «Pasaron Cosas» paró, ya que estaba, la construcción del CAREM, la del reactor RA-10 y (las dos frutillas del postre) cerró la Planta Industrial de Agua Pesada, insumo sin el cual nuestras centrales atómicas se paran. Y también, obviamente, cerró la planta de enriquecimiento de Pilca. Pese a que es testimonial en términos industriales, pero tiene un enorme valor estratégico: nos venden enriquecido para que no la ampliemos, mejoremos o sustituyamos por una de mayores capacidades.
En suma, este muchacho dejó títere con cabeza.
Lo que demuestran hoy las divertidas andanzas de Christopher Hanson por la Argentina, a pocos meses de las elecciones nacionales presidenciales, es que el doctor Próspero Felpudo sigue suelto. Y que hay muchos. Existe el macrismo más allá de Macri.
Y goza de buena salud.
Daniel E. Arias