Diego Hurtado es el actual secretario de Planeamiento y Política de Ciencia, Tecnología e Innovación del MINCyT. También es docente en la Universidad Nacional de San Martín e investigador del CONICET, espacio en el que investiga sobre la historia de la CyT en América Latina y la historia política e institucional. Fue presidente de la Autoridad Regulatoria Nuclear hasta su regreso a la academia en 2015.
El ámbito científico y el ámbito académico fueron lugares que siempre convergieron en la vida de Hurtado hasta llegar a ser un funcionario público, lugar desde el cual, ahora, impulsa el Plan Nacional de Ciencia y Tecnología 2030 que tiene como objetivo convertirse en Ley para “darle un status superior” a la ciencia.
En diálogo con Soberanía Científica, Diego Hurtado se refirió a las principales agendas del Plan Nacional de Ciencia y Tecnología que se trabajó de manera plural y federal durante dos años y medio. ¿Qué busca el Plan? Acordar que “no se tocan” las políticas científicas a mediano y largo plazo porque es uno de los sectores “que más padecen la inestabilidad política, económica e institucional”, señala.
Además, el experto reflexiona sobre la “despolitización” de las científicas y científicos, propone desnaturalizar militancia y ciencia, y afirma: “pareciera ser que estar comprometido políticamente supone perder calidad científica”.
¿Cuáles son los lineamientos principales del Plan Nacional de Ciencia y Tecnología 2030?
Lo primero que hay que tener en claro es que Argentina tiene que tener un Plan Nacional para el sector de Ciencia y Tecnología. Así lo establece la Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación del año 2001. Nuestro país tuvo el Plan Bicentenario cuando había una Secretaría de CyT. Cristina Fernández crea el MINCyT en noviembre del 2008 y en el periodo 2011-2012 se presenta el Plan Argentina Innovadora 2020, pero el gobierno de Macri lo discontinúa en el año 2017-2018. Cuando se vuelve a crear el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, a partir del gobierno de Alberto Fernandez, lo que nos propusimos desde el minuto uno fue realizar e impulsar el proceso de planificación a escala nacional.
¿En qué instancia está hoy el Plan?
Fue presentado al Congreso porque tenemos la esperanza de que pueda ser aprobado como Ley. Hoy tiene media sanción del Senado por 59 votos contra uno y tuvimos un contratiempo. Pensamos que iba a estar aprobado a fines del 2022 y, sin embargo, el Congreso dejó de sesionar. Cuando volvió a hacerlo, logramos que la Comisión de Ciencia y Tecnología de Diputados hiciera una primera reunión para discutir el Plan. Fue una discusión muy positiva porque hubo 10 oradores de la oposición y nueve oradores del oficialismo, de los cuales 17 incluyendo ocho de la oposición tuvieron una mirada positiva del Plan. Y sin embargo, lo que vemos son maniobras de obstrucción para que no llegue a la Cámara de Diputados. Nosotros queremos que sea Ley porque supondría darle a un Plan Nacional un estatus superior. Entendemos que esto nos acercaría al ideal de que la CyT alcance o se aproxime al estatus de política de Estado; porque si hay un plan aprobado con el consenso de la oposición y del oficialismo no importa quién gobierne en el 2024, el plan va a ser asumido como parte de las políticas públicas. Al día de hoy está en la mitad del río. Si no lograra llegar a Ley, de todas maneras es un Plan que está siendo aplicado como política pública para nuestro país.
¿Cuáles son los puntos fuertes del Plan?
El Plan está estructurado en función de cuatro agendas, pero tiene dos dominantes: una es la que define las agendas estratégicas para la Ciencia y la Tecnología que deben acompañar un proyecto de país democratico, que genere mayor equidad, ampliación de derechos, que esté preocupado por la generación de empleo, mayor valor agregado a la producción, que acompaña el proceso de transformación de nuestra matriz productiva, nuestras políticas exteriores, entre otras.
La primera agenda son estos sectores estratégicos que definimos a través un trabajo de planificación concertada con sectores institucionales de la sociedad civil, de la producción, del mundo del trabajo, como la CGT, las dos CTA, asociaciones empresariales como la UIA, como ADIMRA o la Central de Entidades Empresariales Nacionales, con foros de Ciencia y Tecnología, y los ministerios. Fue un trabajo de dos años y medio.
La segunda agenda, que llamamos agendas territoriales, para nosotros es crucial. Esta incluye una agenda de CyT para cada una de las 23 provincias y CABA, y entendemos que es un aporte original que hoy tiene una recepción muy positiva por parte de las provincias, quienes ayudaron a definir qué necesita cada una para acompañar los planes de desarrollo que hacia el futuro se tienen que desplegar.
¿Qué rol cumple la provincia de Buenos Aires dentro de este Plan entendiendo que es la que tiene más investigadoras e investigadores, universidades, centros de investigación, etc?
La provincia de Buenos Aires es un núcleo importantísimo, primero porque concentra el mayor porcentaje de recursos humanos, infraestructura y equipamiento. No importan los índices que se miren, queda posicionada en primer lugar. Por otro lado, es la provincia que aporta el mayor porcentaje al PBI de nuestro país, eso supone también las capacidades industriales. Si yo tomara como botón de muestra el sector nuclear que forma parte de uno de los 10 lineamientos estratégicos nacionales en transición energética, sólo en la provincia de Buenos Aires está el Centro Atómico de Ezeiza, el Centro Atómico Constituyentes y el Centro Tecnológico Atucha donde están Atucha I y Atucha II y donde se está construyendo el Reactor Carem, que probablemente sea uno de los principales emprendimientos tecnológicos de nuestro país ya que sería el primer reactor de potencia 100% nacional. Si tomara otro botón de muestra como las universidades públicas, tenemos el mismo escenario: un despliegue de universidades con perfiles muy complementarios, un despliegue enorme de capacidad y potencialidades vinculadas al territorio, algo complejo en la Provincia por la extensión territorial, la diversidad de sus cadenas de valor y el componente industrial que es lo que necesita nuestro país.
Me parece que la provincia de Buenos Aires tiene una agenda propia para desplegar hacia adentro en subniveles que van más hacia cómo la CyT en la Provincia tiene que potenciar las políticas sociales y las políticas productivas. Hay algo que me interesa mucho de la Provincia, y lo miramos como un caso testigo de aprendizaje, donde el Ministerio de Producción incluye Ciencia y Tecnología.
¿Por qué la ciencia y la tecnología deben ser parte de una política de Estado?
Pensar en esto es importantísimo sobre todo si tenemos en cuenta, primero, la inestabilidad política, económica e institucional, ya no de la Argentina sino de la región, porque acá el componente regional es muy importante. Necesitamos una política exterior que sea capaz de proteger aquello que nuestro país define como sus sectores estratégicos, en particular los procesos de generación de capacidades tecnológicas, productivas, autónomas, crecientes e incrementales. Esto nunca es algo que se gana de un día para otro, son trayectorias de evolución donde la Argentina puede mostrar algunos poquitos casos exitosos y otros casos dramáticos de desarrollo en capacidades para vacunas o aeronáuticas. Argentina se propone desarrollar estas capacidades desde hace más de 50 años y, sin embargo, hoy no exportamos vacunas, no exportamos aviones, ¿qué pasó ahí? Falló. Ahí tenemos casos que deberíamos volver a reformular y es lo que estamos haciendo hoy.
¿Por qué víncular la capacidad de nuestro país de producir de forma incremental, autónomas y con una política exterior que proteja esos procesos de evolución de aprendizaje, con la posibilidad de ubicar a las políticas de CyT como política de Estado?
Se correlaciona con la inestabilidad política institucional que, puesto de manera muy esquemática, se puede pensar como la colisión de dos proyectos de país que se autoexcluyen. Uno de estos proyectos necesita producir mayores capacidades productivas, valor agregado en sus exportaciones, generar puestos de trabajo para procesos de mayor equidad e inclusión y ampliación de derechos. Además necesita CyT con mirada de mediano y largo plazo y ser sostenido con políticas públicas incrementales. El otro es un proyecto de país de corte -si quieren- neoliberal, pero un tipo de neoliberalismo que podríamos calificar de periférico, casi lumpen, que condena a Argentina a la financiarización y extranjerización de su economía, al endeudamiento, a culturas empresariales de aversión al riesgo, que no invierten en investigación y desarrollo y que cuando hay excedentes en lugar de invertirlo en capacidades, fugan esos capitales. Esa historia disruptiva que algún economista llamó el “Péndulo Argentino”. Lo decía de manera impaciente en el año 82 Marcelo Diamant. Decía el Péndulo Argentino ¿hasta cuándo? Bueno, hoy habría que decirle a Marcelo Damant: “mirá, tené paciencia que nos quedan por lo menos 40 años de Péndulo Argentino”.
Ahí lo que nosotros entendemos es que posicionar las políticas de CyT como políticas de Estado pueden ayudar a darle estabilidad para pensar en el mediano y largo plazo e incluso en esta colisión de dos proyectos de país viendo que la oposición se sienta en el Senado y acuerda un Plan: por qué no la CyT ayudando a acercar estas dos visiones a una mirada un poco menos radical, desde lo neoliberal y en algún sentido más negociadora desde la fuerza política nuestra, y tratar de encontrar algún sendero por el cual acordemos que la ciencia y la tecnología en lo que hace la definición de algunos sectores estratégicos no se tocan. La ciencia y la tecnología es una de los sectores que más padecen la inestabilidad política, económica e institucional. Por ejemplo: cuando se desarman políticas para el desarrollo satelital el país desaprende a hacer satélites; el país desaprende a hacer vacunas cuando se desfinancian a las ciencias biomédicas. Eso no se recompone cuando viene un gobierno como el nuestro, porque perdimos los recursos humanos, porque migraron aquellos científicos y científicas que sabían. Hay que volver, como en el Juego de la Oca, 20 casilleros hacia atrás.
Estamos a un paso de las elecciones, ¿qué crees que va a pasar en lo discursivo con respecto a la CyT?
Es muy interesante analizar lo que pasó en la campaña electoral en el año 2015 donde aparece una derecha, como la derecha macrista, que es antikirchnerista fervorosa y casi radical, demonizadora o estigmatizadora de lo que fue el ciclo de gobiernos kirchneristas y que, sin embargo, el propio Macri dice en campaña “vamos a conservar aquello que se hizo bien” de lo que parecía que era una calamidad que le había ocurrido a nuestro país. De esa calamidad algo que había ocurrido bien, según el propio Macri, eran las políticas de CyT. Bueno, fue una promesa falsa de campaña. Cuando llegaron se desentendieron de todo aquello que habían prometido y desde el minuto uno degradaron las instituciones de CyT, desfinanciaron al sector y empezaron a desmantelar los proyectos estratégicos tecnológicos. ¿Por qué tuvieron que mentir? Porque en la sociedad argentina hay una percepción positiva de la CyT. Si no hablan bien de la ciencia y la tecnología o dicen que le van a hacer daño, pierden votos. Ahora ¿nos podemos quedar con esto? No, nos van a volver a mentir en campaña. Los candidatos a presidentes de la oposición no hablan de CyT con lo cual tenemos todo el derecho de pensar que si no está en el discurso de campaña, entonces obviamente lo están relegando a un segundo o tercer plano y podemos esperar lo peor, porque además tenemos el ejemplo de lo que pasó entre 2016-2019. Creo que nosotros -desde el oficialismo o quienes entienden que nuestro país necesita Ciencia y Tecnología- deberíamos lograr garantías formales e informales y compromiso de aquello que un político o una política promete en campaña electoral. Un candidato o una candidata no puede decir cualquier cosa y después no cumplirlo o no puede ignorar en su discurso el componente científico tecnológico de lo que puede ser un programa de gobierno para los próximos cuatro años.
Tu campo de estudio es la historia de la ciencia Argentina. ¿Cuál fue el mejor momento que atravesó la CyT en el país?
Permítanme contarles la experiencia del 2007. Néstor Kirchner había hecho muchísimo para recuperar las políticas de CyT de lo que había heredado: un Estado devastado. Cristina pudo darle una mirada un poco más estratégica y tomó iniciativas sistémicas: crea Tecnópolis, Canal Encuentro, puesta en órbita de los satélites, además de crear un Ministerio de Ciencia y la creación de un Plan. Yo les aseguro que fue a pasos agigantados cómo la Argentina logró posicionar a la CyT en la primera línea de las políticas públicas y en llegar a la sociedad para generar conciencia social de su importancia para un proyecto de país. Ahí tenemos un ejemplo muy positivo que me parece que en estos cuatro años no logramos reproducir por la pandemia y por otras deficiencias. Sí, se avanzó en el campo científico tecnológico y mucho. Les aseguro que lo que encontramos en diciembre del 2019 fue un desastre. Entonces, tomando como punto de partida esto y también lo que quedó del 2015, la respuesta a la pandemia no se puede explicar de otra manera. Piensen que el sector de Ciencia y Tecnología es parte del Estado porque las inversiones privadas son ínfimas y esa es una de las tareas que tenemos por delante, traccionar inversión privada.
¿Qué pasa cuando desde dentro del ámbito científico las investigadoras y los investigadores se muestran despolitizados?
Si uno piensa en cierto grado de despolitización del sector de Ciencia y Tecnología la reacción más fácil es decir “tenemos un sector desinteresado por el país” y ubicar ahí un pecado original en la comunidad científico tecnológica Argentina. Creo que es más complejo. No hay un pecado original. No me quedo del todo conforme con el concepto de “despolitización”. Esto que llamamos “despolitización” se puede pensar como autoprotección o una actitud cauta respecto de las políticas públicas que prometen algo, pero después, cuando cambia el gobierno o cuando hay algún problema económico, nos dejan en la mitad del río.
Permítanme sacar cuatro fotografías: volvemos a la democracia en diciembre de 1983 con el gobierno de Raúl Alfonsín. Heredó un sector devastado por la dictadura, por políticas de terrorismo de Estado y de autoritarismo al interior de las dinámicas institucionales de CyT. Hizo lo que pudo el gobierno de Alfonsín. Tuvo metas ambiciosas, pero tenía un país endeudado, al FMI tratando de intervenir o condicionando su política económica y una capacidad de financiamiento escasìsima. ¿Qué pudo hacer para las políticas de CyT? Si tuviera que sintetizar diría que recuperó las instituciones de CyT para las dinámicas de una democracia incipiente. Estableció algunos sectores estratégicos como las telecomunicaciones. Creó la Escuela Latinoamericana de Informática que fue un caso exitosísimo, pero que clausuró el menemismo en sus primeros años. La economía se siguió desindustrializando. ¿Qué hizo el INTI que fue creado para colaborar en la industrialización de un país, pero que el país se desindustrializaba? Fue un barco fantasma, a la deriva.
En los 90 hubo algunas excepciones, pero fue por iniciativa propia de la comunidad científica. En términos sistémicos las políticas de CyT fueron también desfinanciadoras y privatizadoras. Un documento del FMI proponía privatizar el CONICET. Lo leí hace 15 años y aún hoy estoy tratando de pensar qué sería un CONICET privatizado. Durante los 90 se llegaron a decir esos disparates de la ciencia y la tecnología. La crisis del 2001 termina y los gobiernos de Néstor y Cristina comienzan un proceso inédito de recuperación. Creo que para la CyT fue lo mejor que le pasó desde 1810, pero viene el gobierno de Macri. Ahí uno se pregunta qué podemos esperar en términos de acompañamiento de las políticas de CyT: ¿una actitud militante de la comunidad científico tecnológica? La comunidad científico tecnológica de la Argentina, igual que la de cualquier país latinoamericano, no sólo debe preocuparse por su actividad profesional en el laboratorio, en la en la rutina cotidiana de producción de conocimiento científico tecnológico que necesita el país, sino que además debe reservarse parte para concientizarse de lo que este país necesita y de cómo debe defender al sector porque lamentablemente hay fuerzas políticas que cuando asumen e inician una gestión de gobierno atentan contra él. Y la respuesta es: “pero yo me dedico a la ciencia y la tecnología, mi vocación está en la ciencia y la tecnología, no quiero ser un militante político”. Ahí hay todo un trabajo que me parece que tiene que ver con un nivel de batalla cultural en el cual la comunicación pública de la ciencia, la ciencia en las escuelas primarias y secundarias, la propia actividad que generamos dentro de las universidades y los institutos de CyT se tiene que trabajar esta dimensión. Cómo protegemos, cómo blindamos el sector de CyT de gobiernos de derecha que vienen a degradar las instituciones científicas. Estoy sintetizando mucho algo que es muy complejo y muy controvertido. Esto lo trabajo desde hace muchos años desde mi rol de docente, de mi rol de militante, de mi rol de funcionario y las respuestas son muy diversas. Hay gente que entiende, milita y que a la vez tiene una actitud proactiva y a veces son científicas, científicos, tecnólogas, tecnólogos de primera línea que ganan premios internacionales.
Hay que desnaturalizar el prejuicio de que si es un militante político seguramente no es un buen científico o científica. Pareciera ser que estar comprometido políticamente supone perder calidad científica. Error. Horror pensar esto. Yo creo que es al revés. Hay evidencias de que incluso gran parte de los muy buenos científicos y científicas que entienden la coyuntura Argentina tienen la actitud militante que tienen -y cuando digo militante no me refiero a adherir a una fuerza política, sino a la defensa política del sector o a la defensa de las políticas científicas con miradas de mediano y largo plazo para un proyecto de país- que coinciden muchas veces con el Frente de Todos, pero también coinciden con la izquierda. Es un tema muy complejo y controvertido que hay que seguir trabajando.
¿Por qué te parece que es controvertido?
Es controvertido por los prejuicios que supone pensar que la militancia atenta contra la calidad de producción de conocimiento científico tecnológico y por no entender el contexto de un país en desarrollo, sobre todo en la coyuntura de América Latina y en la coyuntura del capitalismo global actual donde hoy tenemos procesos de devastación de las políticas. En Brasil con Temer y Bolsonaro o el gobierno de Macri en la Argentina realmente hicieron estragos y ahí me parece que estos gobiernos generan una actitud más comprensiva a un llamado a la defensa política de los sectores de CyT. Durante el gobierno de Macri hubo actividades de resistencia y fueron creciendo en adhesiones dentro de la propia comunidad científica. Para poner un caso paradigmático: recuerdo que en 2016-2017 se firmó un documento para defender al sector de las políticas devastadora del macrismo por parte de directores y directoras de centros del CONICET, y fueron menos de cien el primer documento de adhesiones; y cuando hubo un segundo documento, en 2018-2019, se duplicaron los directores de centros de CyT que adhirieron a un posicionamiento político de defensa del sector. Esta charla también demuestra que desde las ciencias sociales hay muchísimo material para trabajar sobre el impacto de las políticas de gobierno de derecha, conservadora o neoliberal, en este sentido de neoliberalismo periférico como el gobierno de Macri o el propio impacto de las políticas de CyT del ciclo de gobiernos kirchneristas respecto de las políticas públicas, la matriz productiva y la actitud de las propias comunidades de ciencias y tecnología o de investigadoras e investigadores. Hay mucho para trabajar.
Por Mariana Hidalgo/ Alejandro Armentia