Hace algún tiempo en AgendAR publicamos una trilogía de artículos sobre una anterior crisis financiera y un plan de estabilización que resulto exitoso. Ahora, a modo de advertencia, reproducimos este artículo de Fernando Del Corro sobre planes de estabilización que terminaron mal.
«El próximo 2 de octubre se cumplirá un nuevo aniversario de la primera propuesta de adoptar como moneda el dólar estadounidense. Como en toda crisis cambiaria reflota el debate de la convertibilidad y la dolarización. El tema no es nuevo aunque esté en boga hasta en Washington. Data en realidad de 1890. Son varios los intentos fracasados.
En el último intento fracasado altos funcionarios del gobierno estadounidense muy próximos al presidente Donald John Trump lanzaron el propósito de imponer en la Argentina la moneda de su país en reemplazo del peso lo que fue recogido, con variantes por diversos economistas locales, entre ellos por el ex ministro Domingo Felipe Cavallo, autor de la “convertibilidad” lanzada el 27 de marzo de 1991, algo más de 32 años atrás, durante la presidencia de Carlos Saúl Menem.
La idea de imponer el dólar estadounidense por parte de los gobernantes de ese país en todo el continente americano no es nueva al punto de que el próximo 2 de octubre se cumplirán 134 años desde que fuera propuesta en la Conferencia Panamericana de Washington que se desarrolló hasta el 18 de abril de 1890. Allí los representantes argentinos Roque Sáenz Peña, especialmente, y Manuel Quintana, se encargaron de hacer fracasar la iniciativa. Por entonces la propuesta del gobierno del presidente demócrata Grover Cleveland e implementada por su sucesor, el republicano Benjamín Harrison, apuntaba a que todos los países del continente americano, desde un extremo al otro adoptase la moneda emitida por las autoridades de Washington ya que la Reserva Federal, el banco central manejado por los bancos privados, fue creada recién en 1913. Y en ese Congreso, al que habían concurrido los representantes de todos los gobiernos americanos, todo estaba preparado para la aceptación ya que tanto las autoridades brasileras, como las peruanas, colombianas, mexicanas, venezolanas y demás habían dado en principio el visto bueno a la iniciativa, pero no las argentinas, siendo por entonces presidente Miguel Ángel Juárez Celman quién debiera renunciar poco después a raíz de la crisis generada por la quiebra de los “bancos garantidos”.
La batalla dada por los delegados argentinos sólo logró el apoyo de los representantes de Bolivia y Chile pero ello fue suficiente para hacer fracasar el proyecto de colonización continental vía la moneda estadounidense y así sobrevivieron el peso, el guaraní, el cruzeiro, el boliviano y las restantes circulantes en la región.
Por esos tiempos la Argentina, si bien mantenía alguna relación comercial con los Estados Unidos de América privilegiaba negociar con el entonces Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda hasta que se produjese un giro a partir de 1922 con la llegada a la presidencia de Máximo Marcelo Torcuato de Alvear. Creció entonces fuertemente la economía mediante un gran proceso de industrialización que incluyó grandes empresas del Estado nacional y numerosas extranjeras, en particular estadounidenses y alemanas, al punto de producirse una revaluación de la moneda nacional.
La moneda estadounidense fue desplazando poco a poco a la libra esterlina del Reino Unido y generando un gran interés en los argentinos al punto de que el presidente Juan Domingo Perón salió al cruce de esa creciente pasión cuando hacia 1950 dijese: “En nombre del padre, ¿quién ha visto un dólar?, ¿quién de ustedes ha visto un dólar?
Durante el gobierno de Perón, como antes en tiempos de la presidencia de Agustín Pedro Justo (1932-1938) se aplicó un sistema de tipos de cambios variados manejados por el Banco Central de la República Argentina (BCRA) según fuese la operación comercial de la que se tratase.
El proceso inflacionario que se fue acelerando con los sucesivos gobiernos llevó a que la paridad cambiaria se fuese disparando y así desde un dólar estadounidense de dos pesos del fin del gobierno de Alvear se llegó a 29 al ser derrocado Perón y a 321 cuando en 1970 Juan Carlos Onganía optó por cambiar la moneda creando el “peso ley 18.188″ equivalente a 100 de los anteriores. Allí comenzó otro nuevo proceso devaluatorio que hizo que en junio 1983, después de la Guerra de Malvinas el presidente de facto Reynaldo Bignone implementara un nuevo cambio de moneda reemplazando los pesos ley 18.188 por el “peso argentino” que arrancó con una paridad de 19 a 1 respecto del dólar estadounidense la que también se fue degradando por lo que en junio de 1985, bajo la presidencia de Raúl Ricardo Alfonsín se creó un nuevo signo monetario, el “austral” con una paridad de un dólar estadounidense por 0,80 australes; la única oportunidad en la que la relación daba mayor valor a la moneda local.
Pero eso duró muy poco al punto de que en 1989 al concluir el gobierno de Alfonsín la paridad era de 680 pesos por cada dólar estadounidense y así en 1992 Menem y Cavallo, al implementar la Convertibilidad y el 1 a 1, optaron por volver a cambiar la moneda implementando el “peso” a secas, el que inició un nuevo proceso devaluatorio en 1992 bajo la gestión presidencial de Eduardo Alberto Duhalde, hasta llegar a los 40 pesos.
Cabe señalar que al sancionarse la Convertibilidad en el gabinete económico hubo disidencias ya que poco antes el viceministro Eduardo Luis Curia, hacen pocos años fallecido, siendo ministro Antonio Erman González había propuesto la dolarización lisa y llana, algo que retomó en 1996 el entonces presidente del BCRA, Pedro Pou, siendo ministro de Economía, Roque Fernández, pero así como en ambas ocasiones el tema fue considerado no se llegó a implementar.
Si bien la iniciativa nacida en 1889 nunca llegó a materializarse, y difícilmente pueda serlo ahora, para una gran parte de los argentinos la verdadera moneda de referencia pasó a ser la estadounidense motivando las reiteradas corridas que se conocieron. Y a pesar de las apropiaciones de los fondos por el gobierno nacional como el célebre “corralito” del 3 de diciembre de 2001, 22 años atrás, bajo la presidencia de Fernando De la Rúa, esa pasión hizo que a la fecha la Argentina, delante de Rusia, sea el país con más dólares estadounidenses físicos atesorados localmente y en el exterior, por gobiernos, empresas y particulares, después de los propios Estados Unidos de América, por unos 72.000 millones aproximadamente, de los cuales unos 26.000 lo fueron en lo que va de ese crítico 2018 cuando el entonces presidente Mauricio Macri volviese ma endeudarse con el Fondo Monetario Internacional.»