Con el peso bajando a los abismos, parece el momento en que INVAP, nombre de bandera en Argentina, cumpla su sueño postergado de invadir el mercado biomédico. En este caso, el de las prótesis de titanio llamadas “reemplazos de cadera”, que fabricará en forma conjunta con una firma nueva, PROFARSE, la Productora Farmacéutica Rionegrina, una SE (Sociedad del Estado), como también lo es INVAP.
Este acuerdo fue firmado por el ministro de Salud y presidente de PROFARSE, Fabián Zgaib y el presidente de INVAP SE, Héctor Otheguy, con la presencia del gobernador Alberto Weretilneck oficiando los esponsales de dos firmas rionegrinas muy distintas pero algo parecidas.
PROFARSE nació en Viedma en 1988 como un laboratorio interno del Hospital Artémides Zatti. Le dio autoabastecimiento en medicamentos que, en medio de la hiperinflación, se habían vuelto carísimos o dejado de producir. Su principal problema no fue tanto cobrar como el “scale up”, porque le empezaron a llover pedidos externos. Tras mucha lucha, hoy tiene una planta farmoquímica nueva, fabrica más o menos 40 drogas para 35 hospitales provinciales, 175 centros de atención primaria, y “exporta” a otras provincias con “enfermedades huérfanas”.
Epidemiológicamente, las “huérfanas” son enfermedades cuyos portadores a veces son pocos, pero más normalmente muchos y demasiado pobres como para “ser mercado”: los laboratorios los ignoran. Algunas patologías huérfanas son discapacitantes y/o letales, y la atención de sus consecuencias es mucho más cara que curar o mitigar la causa. Las parasitosis criollas como el chagas o la hidatidosis, especialmente en formas infantiles, caen 100% en la clasificación de “huérfanas”. Arriman extrañamente a la misma también algunas bacterianas muy extendidas, como la tuberculosis, o metabólicas pandémicas, como la diabetes tipo II. Cuando el estado decide ausentarse, hasta la HTA (la hipertensión arterial) se vuelve huérfana.
PROFARSE se dio cuenta de que además del mandato moral tenía la oportunidad comercial para expandirse a todo Río Negro en 2009, cuando notó que estaba vendiendo el albendazol 44 veces más barato que Sandoz-Novartis. Esa droga es de referencia en parasitosis causadas por gusanos como los áscaris, anquilostomas, triquiuras, giardias y tenias, moneda corriente en la Patagonia rural y periurbana.
Río Negro “descubrió” el PROFARSE cuando en 2011 descubrió que se le iba el 70% de su exiguo presupuesto de salud pública en medicamentos: la media nacional desde los ’90 es el 30%. La canadiense, la mejor medicina estatal de las Américas y una de las mejores del mundo… el 16,4%.
Ese cautiverio fue respondido con la expansión física de la planta de Viedma, y también la de su panoplia y su alcance comercial: Río Negro hoy cubre enteramente el Programa Nacional contra la Hidatidosis (una hepática causada por gusanos), abastece a los sistemas de salud de otras provincias, y tras el 200% de aumento de los principales medicamentos del “vademécum” del argentino medio en estos últimos 2 años, ya hay otras provincias imitándola no por convicciones ideológicas sino “por la fuerza de las cosas”. Santa Fe, como informamos hace días, anunció hace meses que fabricaría misoprostol. Este antiinflamatorio, combinado con mifepristona es el abortivo más eficaz enlistado por la Organización Mundial de la Salud).
La PyME farmoquímica de Viedma se constituyó como SE, o Sociedad del Estado, por lo misma razón que INVAP en los ’70: da la cintura administrativa y la rapidez de reflejos de una firma privada, pero está blindada contra adquisiciones hostiles. Queda presentado el primero de los casaderos.
Y ahora, el lado nuclear del amor
INVAP SE, la PyME nuclear y espacial barilochense, llega a esta sociedad con mucha fama pero poco kilometraje en biociencias. Su mayor capital es habernos vuelto el cuarto país en tener dominada desde 1978 la metalúrgica de las aleaciones de circonio. Con ese metal, desde 1984, se fabrican las vainas de los combustibles de las centrales núcleoeléctricas argentinas, en máquinas y plantas diseñadas por INVAP. Y el circonio es, química y metalúrgicamente, muy parecido al titanio.
El mencionado ministro Zgaib, presidente de PROFARSE, señaló que en Viedma hace tiempo que querían asociarse al área de Ingeniería Médica de INVAP. Tenía que llegar el momento justo. Ya en 2006, los de Bariloche venían desarrollando prototipos de prótesis de caderas y de rodillas.
Las aleaciones médicas de titanio 1 y titanio 5 no tienen que resistir radiación nuclear y temperaturas y presiones muy altas, como los caños de circonio que forman los combustibles nucleares. Deben atravesar otras ordalías: pasar desapercibidas como tejido propio ante la “paranoia química” del sistema inmune para con los materiales extraños, integrarse íntimamente a la matriz celular ósea, y en el caso de un reemplazo de cadera, soportar aumentos instantáneos de carga multidireccionales que, en un joven robusto que tropieza, pasan de golpe de 80 a 800 kg. Y debe durar décadas así, sin corrosión ni fisuras.
INVAP trabajó mucho en el «texturado» de sus reemplazos. Bajo un microscopio, se podía ver la interfase metal-hueso logrado por la “microfusión” de un alambre de aleación de titanio: parecía la superficie de un plato de spaghetti metálicos, cuyas cavidades “invitaban” a los osteoblastos, las células colonizadoras del esqueleto, a anidar allí para que la pieza se integrara sólidamente al hueso. Era obritas de arte metalúrgicas.
En 2013, tras años de modelización matemática, testeo de prototipos y licenciamientos, INVAP estaba a punto de “largar” una primera partida de 600 “cotilos” en su planta de microfusión en Cutral-Có, Neuquén, la parte superior de un reemplazo de cadera. Es una semiesfera superior que se aloja en la cavidad acetabular del hueso pélvico, y encastra con la contraparte inferior, literalmente un clavo con un arco de alta resistencia que sustituye toda la parte superior del fémur, en la que se enclava. Pero en 2013, el dólar barato, amén de las comisiones con las que los importadores habitualmente “blindan” sus quintitas en el mundo médico, intimidaban a cualquiera.
Además, quien se quemó con leche, ve una vaca y llora, dicen. En los ’80 INVAP desarrolló la TERADI, una marca de unidad de teleterapia (la mal llamada “bomba de cobalto”), para la irradiación con rayos gamma de tumores sólidos. En aquella INVAP casi fundacional donde los únicos con algunas canas eran Franco Varotto y Héctor “Cacho” Otheguy, pensaron no sin ingenuidad que con la “chapa” de calidad nuclear, controles computados y un precio imposible para los importadores, las TERADI se impondrían con facilidad en el mercado interno. La fábrica se montó en la entonces llamada Capital Federal.
El principal fabricante mundial de este tipo de aparatos era Canadá, ya competidor directo de INVAP en el mercado de reactores, con un primer 1 a 0 a favor de Argentina en Argelia. Tras aquello, los “Canucks” no nos querían ni un poquito. El representante en Sudamérica le juró a INVAP que no iba a dejarla vender siquiera un aparato en Argentina y le armó un corralito formidable. Los ministros de salud de distintas provincias adquirían, sin sonrojarse y a precios de entre U$ 700 mil y U$ 1,2 millones, el mismo sistema tecnológico que INVAP les ofrecía a U$ 300 mil. El nacional era realmente bueno, pero aquí no lo querían porque… no salía lo suficientemente caro. Peor aún, venía sin viajes gratis al exterior.
Durante décadas, en Argentina fue imposible vender una unidad nacional sin la ayuda de un barullo legal exitoso (en cancha ajena), o de una administración de salud transparente. No son cosas frecuentes, incluso por separado. Con el tiempo y la lenta paciencia de tornillo de los barilochenses, finalmente se vendieron decenas de TERADIS, no sólo en el país sino afuera, y alguna llegó tan lejos como hasta la India. Pero fue una lucha de desgaste.
Ahora algunas cosas cambiaron. INVAP sobrevivió exactamente a tantos intentos de cierre como clientes externos logró para sus reactores. Carga con el “pecado original” de haberle dado a la Argentina, entre 1981 y 1983, la capacidad de enriquecer uranio, algo por lo que hoy los de la OTAN te invaden. Claro que si no tenés enriquecimiento propio, jamás vas a exportar un reactor, porque esa tecnología es tu carnet de miembro del NSG (Nuclear Suppliers Group). Una de cal y varias de arena.
En Diciembre de 2017, con sus contratos por satélites de telecomunicaciones, radares y aviones robóticos rescindidos por el gobierno nacional, INVAP había perdido el 94% de su facturación de 2015 y estaba (por cuarta vez en sus entonces 41 interesantes años), a punto de cerrar. Pero al mes, en Enero de 2018, se anotó el mayor reactor de producción de radioisótopos del mundo a Holanda. Eso da como 8 o 10 años de “vida extra”.
En ocasión de rescindir todas aquellas compras nacionales de tecnología civil y militar, el politólogo y jefe de gabinete, licenciado Marcos Peña Braun, en 2016 aconsejó a INVAP vivir sanamente del mercado, sin subsidios (?). No es un deporte que Airbus, Lockheed, Boeing, Space-X o Google practiquen, porque tienen inversores de riesgo pero no suicidas, y si los «industrial-military complexes» estatales de la UE y de los EEUU no sostuvieran a esas empresas con contratos enormes, los accionistas privados se bajarían de tales naves antes de que se hundan. Sin embargo, está visto desde 1983 y lo del uranio enriquecido que a los barilochenses al final los salva el estado: el estado egipcio, el australiano y el holandés, hasta hoy.
Algunos de quienes leemos estas líneas acabamos de perder el 25% de nuestro poder de compra en una semana y media. Además de la agroindustria, la minería, las petroleras y los obvios bancos, ¿hay otros “winners” que le puedan caer simpáticos al dueño de una textil argentina? No todavía, pero la oportunidad que generó la disparada del dólar para un “joint-venture” PROFARSE-INVAP es interesante.
Importar manufacturas de titanio en Argentina ahora choca contra una economía en pesos y en recesión, como en 2002. Los cálculos esta semana arrojan que, a calidad equivalente, una prótesis PROFARSE-INVAP estaría de un 30 a un 40% abajo que una importada. La semana próxima… no se sabe. La idea es fabricar entre 200 y 300 para Río Negro, y entre 2000 y 5000 para el resto del país. Y exportar.
Hay saberes y haberes a capitalizar: PROFARSE tiene un buen mapa del “quién es quién” en la medicina pública nacional. INVAP posee oficinas activas y contactos con la administración pública de todo país donde ha vendido un reactor nuclear, estructura que ahora podría usar para exportar otras cosas.
Y está, por supuesto, el valor de la marca. INVAP ya no está en los ’90. Esta vez a los canadienses los barrimos del mercado nosotros: hace décadas que no los dejamos vender un reactor nuclear. INVAP ostenta 5 exportados, uno de los cuales (Australia) es considerado el mejor del mundo (¡por Canadá!), y un sexto a construir (Holanda), que va a ser el mayor del mundo. Y todo esto se ganó en general por mejor oferta tecnológica: rara vez por precio, jamás por financiación.
Además, INVAP construyó 4 satélites de observación terrestre que funcionaron bien o mejor que bien, tiene 2 más en construcción y 1 pedido, amén de 2 de telecomunicaciones que recaudan sus buenos U$ 34 millones/año y no dan problemas. Pero, de yapa, cuenta con 22 radares de control de tránsito aéreo, 6 militares de largo alcance y 6 meteorológicos. Y en 2004 reinventó totalmente la ingeniería de los servicios a pozos de petróleo. Hay imagen.
La carta en la manga
Si todo esto no alcanzara para convencer al mercado, está “la carta en la manga” que desarrolló en 2000 la microempresa Titantec, formada por un científico en materiales (el doctor Carlos Aráoz) y un puñado de expertos en combustibles, y por ende en circonio, y por extensión, en titanio. Como eran todos jubilados recientes de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), no les sobraba un peso, de modo que decidieron fabricar la más chica de las prótesis comunes de titanio: los pernos de implantes dentarios.
A fines del milenio anterior, todos los implantólogos en Argentina cabían en un living, usaban exclusivamente pernos fabricados al Norte del ecuador y por dos implantes cobraban el valor de una camioneta 4×4. Ignoraron desdeñosamente a Titantec, es decir a gente que había trabajado décadas con Jorge Sabato, padre de la ciencia de materiales en argentina, y de la transferencia de «know-how» a la industria privada. Grave error.
Cuando Aráoz y socios vieron que los popes jamás les comprarían nada, organizaron cursos itinerantes de implantología a muy bajo costo en todo el interior argentino. Apostaron sus ahorros a esas arduas capacitaciones intensivas. El día de la graduación, los promovidos, odontólogos jóvenes, a cambio de un ascenso considerable de status en su profesión y ciudad, hacían juramento de honor –sin ataduras legales- de usar el perno nacional. Ni falta hacía. Ya lo habían testeado, les parecía bueno ¡y era mucho más barato!
En un año de multiplicar implantólogos, Titantec capturó el 35% del mercado. En realidad, lo inventó. Dejaron de ser cosas de ricos y se volvieron una costumbre de la clase media de cierta edad. Década y monedas más tarde, quien escribe estas líneas debió hacerse un implante, con el dólar “clavado” en 4 pesos y el “blue” subiendo desganadamente a 5 pesos. El profesional, un ex rugbier de Los Pumas, conocía perfectamente los implantes de Titantec. “Son bárbaros, siempre los uso”, dijo, y no me dejó contarle la historia secreta porque me ordenó dejar la boca abierta y quieta un rato largo, y si la orden me la dio un señor de 1,90 de estatura armado de un torno de alta velocidad, yo obedezco.
Pasó otra década. Ignoro si Titantec, donde la edad promedio en 2008 ya debía “sub 80”, sigue bien implantada. Pero certifico por la presente que el pernito de metal gris en mi maxilar superior está firme como el Aconcagua.
La alianza PROFARSE-INVAP es una buena noticia para cualquier paciente traumatológico argentino. Sustituir importaciones es difícil, pero sustituir exportaciones, mucho más. Y a la larga, más importante. Ambas firmas tienen por delante un camino resbaloso y no despejado de trampas. Pero hoy un argentino puede dirigirse a los traumatólogos y cirujanos ortopédicos en varios países de Sudamérica, el mundo árabe y Europa, y decirles: “Hacemos las cosas bien”. Tendrá chances de ser creído.
Incluso en Argentina.
Daniel E. Arias