La devaluación está generando suspensiones temporales en la venta de alimentos. Y también se denuncian dificultades en la provisión de combustible para los que recorren las rutas del interior.
A medida que el peso se deprecia, las cadenas de supermercados empezaron a recibir nuevas listas de precios con aumentos. Absolutamente previsible -un clásico- pero en los últimos días se sumaron las quejas de los supermercados, que aseguran que algunos proveedores decidieron suspender las ventas a la espera de tener un panorama más claro en materia del dólar. En realidad, de sus costos de reposición.
«Venta suspendida» fue el mensaje que empezó a llegar a los supermercados. «No son solo los alimentos. Los fabricantes de bolsas no están cotizando ni entregando productos», explicaron en una cadena. «La mayoría de los proveedores está mandando listas con aumentos de entre 5 y 10% y algunos directamente suspendieron las ventas», explicaron en otra cadena.
La falta de listas es algo habitual en momentos de fuertes subas del dólar o procesos de incertidumbre cambiaria. Y ahora se espera que su efecto termine potenciando el proceso de estancamiento del consumo que ya enfrentan las góndolas.
«Los aumentos de precios son inevitables. Desde principios de año la harina acumula una suba de 125% y otros insumos claves como, por ejemplo, la hojalata, que se usan en un montón de envases, están dolarizados, así que no nos queda otra alternativa», reconoció una fuente de la industria alimentaria.
La baja en la demanda es acompañada por una fuerte suba en los precios. En julio, la canasta básica tuvo un incremento del 4,8% y así acumuló en lo que va del año un aumento del 19,1%. Por categoría, las subas en lo que va del año fueron lideradas por los alimentos secos, que acumularon un alza del 31,5% entre enero y julio, seguidos por los perecederos (con un 22,4%), bebidas sin alcohol (18,9%) y desayuno y merienda (17,9%).
De todos modos, en AgendAR creemos que más preocupante es el peligro del desabastecimiento de artículos claves. Especialmente, por supuesto, los alimentos. Si la imprevisible escalada del dólar hace que los distribuidores suspendan sus entregas al no poder estar seguros de lo que les va a costar reponerlas, la situación se puede poner peligrosa en muy poco tiempo. La inmensa mayoría de los argentinos vive en ciudades, y depende de la distribución para la alimentación diaria.