Avance clave en el conocimiento del cerebro humano, liderado por argentinos

Un equipo internacional conducido por investigadores argentinos ha logrado identificar, en imágenes de resonancia magnética funcional, «patrones» recurrentes de comunicación entre zonas cerebrales que son la «firma» de la vigilia consciente.

Es un paso crucial. Cómo surge la conciencia de esa masa blanquecina que se aloja en nuestros cráneos es una de las preguntas más elusivas de la ciencia actual. Dijo Anil Seth, codirector del Centro Sackler para Estudios de la Conciencia de la Universidad de Sussex: «Contestarla es fundamental, porque sin conciencia no hay mundo, no hay yo, no hay nada».

El avance no solo tiene relevancia teórica, sino que puede aportar una valiosa nueva herramienta para decidir estrategias terapéuticas en casos en los cuales no es posible determinar si el individuo está consciente a partir de su comportamiento o de signos exteriores.

Si bien ya se sabía que la conciencia exige un diálogo complejo y distribuido entre diferentes áreas del cerebro, los investigadores mostraron además que esta interconexión debe ser cambiante y dinámica.

Por el contrario, la pérdida de la conciencia está asociada con un proceso más predecible y simple, y también más estático. La investigación fue realizada sobre 159 resonancias magnéticas de individuos sanos y en estado vegetativo o con mínima conciencia.

«Nuestros resultados fueron lo suficientemente sorprendentes como para que fueran difíciles de anticipinar sobre la base de los conocimientos actuales de la anatomía cerebral», afirma Enzo Tagliazucchi, investigador del Conicet en el Instituto de Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y segundo autor del trabajo que se publica en Science Advances.

«Si uno se pone a buscar en el cerebro un grupo de neuronas que se prenden cuando está consciente y se apagan cuando está inconsciente, no las va a encontrar -dice Tagliazucchi-. Habíamos encontrado determinados patrones de actividad que ocurren dinámicamente e indican que ciertos pacientes están conscientes, y convocamos a este consorcio para reunir una gran cantidad de datos y estudiarlos en reposo y anestesiados con propofol. Lo que vimos es que, cuando hay conciencia, todas las zonas del cerebro se comunican masivamente, trascendiendo las áreas anatómicas».

Distinguir entre los diferentes estados de conciencia es complejo, especialmente en el caso de pacientes graves, que sobreviven gracias a los avances en cuidados críticos, pero sin posibilidad de comunicarse .

«En esos casos, determinar si persisten por lo menos ‘islas’ de conciencia es una ayuda enorme para hacer un pronóstico de su evolución, ya que una persona en esas condiciones tiene más posibilidades de recuperarse que alguien que permanece insconsciente o en el llamado estado ‘vegetativo», destaca Tagliazucchi.

El trabajo propone una nueva manera de evaluar a pacientes comportamentalmente vegetativos y en los que no hay forma de determinar si están conscientes. «A diferencia de lo que ocurre con otros estudios, nosotros no necesitamos que el individuo escuche, ni siquiera que tenga la red del lenguaje preservada (lo que arroja hasta un 40% de falsos negativos). No se le pide nada al paciente: simplemente se lo estudia en reposo y se escanea el cerebro para registrar la actividad cerebral».

Para el neurocientífico argentino Tristán Bekinschtein, senior lecturer de la Universidad de Cambridge, que no participó en este experimento, el avance es particularmente sólido por varias razones. «Sabíamos que los pacientes en estado vegetativo tenían menos actividad cerebral y menos conectividad -explica-. Lo que no sabíamos es que la organización de esa conectividad en patrones era diferente según estuviera consciente o inconsciente».

«En unos años, estos hallazgos se van a poder transferir a la electroencefalografía y se podrá hacer el seguimiento de los pacientes en la casa».

«El objetivo principal de nuestro trabajo es reducir la incertidumbre. Establecer una foto mucho más clara nos permite responder preguntas éticas, como si una persona siente el dolor o no, o si nos escucha, y a partir de eso tomar decisiones y proyectar mejor cuál es su capacidad de recuperación».

VIALa Nación