En AgendAR hemos tocado este tema hace pocos días. Con un enfoque muy simple: es mejor reparar en nuestros astilleros nuestros submarinos -los tenemos, y de mayor capacidad- que emprender la reparación y reconversión de submarinos de menor capacidad.
Pero el tema tiene muchos más aspectos, y un país que hoy cuenta con territorios submarinos -reconocidos por las Naciones Unidas- comparables a su extensa porción continental, debe tratar de conocerlos. Los argentinos hemos vivido «de espaldas al mar». Por eso publicamos este trabajo de nuestro coeditor Daniel Arias. Léanlo con tiempo.
Obrigados, mas não
La propuesta de que la Marina Brasileña (MB) le “ceda” 4 submarinos viejos clase Tupí tipo 209 a su contraparte argentina (ARA) divide aguas militares e industriales tanto en Argentina como en Brasil. Entre los primos brasucas hay quienes están en contra, y entre nosotros los argentos, ni hablar.
Los Tupí son naves alemanas diseñados por IKL, de poco desplazamiento (de 1200 a 1500 toneladas según el año de puesta en quilla) y mediana autonomía. No nos resultan nuevas. Tuvimos 2 de los primeros modelos de estos 61 “subs” que la vieja República Federal Alemana exportó “urbi et orbi”: los ARA “San Luis” y “San Juan”. Evidentemente algo de bueno tenían para haberse vendido tanto. Sin embargo, somos el único país entre los 13 compradores en haberlos usado en guerra, con resultados a la vez heroicos y paupérrimos. Sobre esto, por ahora los dejamos con la intriga, pero volveremos.
La cesión, por supuesto, no sería tal: los indignados almirantes brasileños chirrían a través de terceros (periodistas amigos) que vender por menos de U$ 80 M la unidad es robo. El Ministro de Defensa argentino Jorge Aguad, gruñen, piensa más bien en pagar la mitad de esa cifra.
Roberto Lopes, periodista brasileño graduado en Gestión y Planificación en el Centro de Estudios de Defensa Hemisférica de la Universidad de la Defensa de los EEUU, está en contra de la operación por lo dicho y lo manifiesta en la revista Poder Naval, que nos llegó en buen portunhol vía la publicación latinoamericana de submarinistas El Snórkel.
Uno de los Tupi “grandes”, de 1400 toneladas, sale de Thyssenkrupp rumbo a Brasil.
Si prefiere un resumen en castellano derecho, Lopes (detrás de quién se adivina a la embroncada y oficialmente silenciosa oficialidad submarinista) también objeta que esa venta para la MB sería perder los 8 años finales de ciclo de vida promedio de la vieja flota Tupí, lo que dejaría a su país en indefensión costera prolongada. Por último, añade, la disrupción del entrenamiento de tripulaciones atrasaría hasta el 2023 la entrada en servicio del “Riachuelo”, primero de los submarinos Scorpene, codiseñados con la vieja DCNS de Francia (fundada en 1631 por el Cardenal Richelieu) y construidos en los rumbosos estaleiros de Itaraguatí. Estos Scorpene, por tamaño y autonomía, son oceánicos y ofensivos, en lugar de costeros y defensivos como los tipo 209, y compondrán la nueva flota brasileña.
Pese al enojo de Lopes, el presidente Jair Bolsonaro y su almirantazgo hoy están tratando de hacer “cash” todos sus Tupí salvo el más nuevo. El 12 de Abril de este año el almirante Liques Barbosa Junior de la MB reveló que le estaba ofreciendo 2 de ellos a la Marina Peruana: el S-32 “Timbira” o el S-33 “Tapajó”, que cargan 20 años en operaciones y están a espera de “Período de Mantenimiento General” (PMG), una reconstrucción exhaustiva que se hace tras 6000 horas de inmersión. Un PMG dura entre uno y dos años, y de acuerdo a la magnitud de daños a reparar o sistemas a actualizar puede salir desde U$ 20 a U$ 80 millones. Si hay venta y como suele suceder con los automóviles de segunda mano, el nuevo dueño se entera realmente de cuántos sueldos dejará en el taller después de la compra, no antes o durante.
Gentil, Liques Barbosa ofrecía a Perú este servicio en el Arsenal Naval de Río de Janeiro, un adicional a sumar al precio de las unidades, que remataba, generoso, a entre U$ 75 y U$ 80 millones respectivamente. Los peruanos no agarraron viaje. Prefieren barcos “cero kilómetro”, y si sólo les diera el cuero para fierros viejos, al menos harían la reparación PMG en sus propios talleres navales militares (SIMA Perú), para extender así su abanico de capacidades exportables. Perder un submarino con toda su tripulación por saltearse mantenimientos (aquí lo sabemos bien) es trágico. Perder un astillero por no usarlo, eso no tiene retorno.
Entonces a disposición de la Argentina hoy estarían los 2 nombrados submarinos que Perú rechazó y además S-30 “Tupí” y el S-31 “Tamoio”, los dos vejestorios fundacionales y más añosos del inventario Tupí. No les queda mucho ciclo de vida por delante: deben entrar a PMG en 2020 y 2021, para luego seguir operativos hasta aproximadamente 2030, según el citado Lopes.
Tras su fracaso en Perú, Bolsonaro hoy aceptaría, magnánimo, que los Tupí que nos vendan se reconstruyan aquí, en CINAR (a nuestras expensas). Como los primos no son idiotas no ofrecen ni a palos el S-34 “Tikuna”, el junior de los Tupí, también el mayor en desplazamiento (1500 toneladas) y equipamiento, y el único con un ciclo de vida importante al frente.
El Reino Unido podría, sin embargo, objetar las ventas incluso de los Tupi viejos porque usan torpedos Tigerfish de la británica BAE, así como sus sistemas de control de tiro. Inevitable hacerse la pregunta de si alguien al mando en uno u otro país se lo preguntó. O si por el contrario esto es «jogo bonhito» para entretener a la tribuna, y ésta investigación es enteramente inútil. Ojalá sea el caso.
El ministro de defensa argentino, Jorge Aguad, a quien Lopes describe como “un político agresivo y de comportamiento mercurial, neófito en asuntos militares”, es nuestro adalid local en la movida. No sin “groupies”: parte del almirantazgo argentino y el COFSUB (Comando de la Fuerza de Submarinos) están encantados con cualquier cosa que sirva para mantener algún estado de entrenamiento en las tripulaciones.
El argumento tiene miga: con el TR-1700 “ARA Santa Cruz” en reparación de vida media en CINAR desde 2014 (un equivalente del PMG que Aguad decidió detener tras el hundimiento de su gemelo el “San Luis”), la Argentina no tiene submarino alguno. El viejo ARA “Salta”, justamente un IKL activo desde 1974, ya no está navegable. Brasil tiene 5 subs activos, Chile 4, Perú 6 y Colombia 2. No es que hoy haya hipótesis de conflicto con estos vecinos regionales, pero ¿y con el Reino Unido, cómo andamos?
El amor del macrismo por Su Graciosa Majestad parece tan tórrido como unilateral. Por ello, la apropiación efectiva del RU de derechos, pesquerías y fondos marinos que debería negociar con la Argentina no ha cesado desde 2016 con cada nueva agachada diplomática del gobierno, sino que –como resulta lógico- va empeorando.
El ministro Aguad, quien prefirió echarle la culpa del naufragio del San Juan a una presunta “mala tuya” del CINAR y no a los mantenimientos que se salteó bajo su mandato, dio luz verde a nuestra astillero a proseguir la reparación “ad integrum” del Santa Cruz por U$ 20 millones recién en febrero de 2019, no se entiende si por agresivo, mercurial o neófito. Aún si la plata llega alguna vez al CINAR, habría tarea para al menos 2 años más. Sin embargo ante el remate Tupí brasuca, la respuesta argenta ha sido la de doña Rosa ante un “¡Llame ya!”. En la descripción de inepcias locales, nuestro colega Lopes se quedó corto.
El veterano pero todavía poderoso Santa Cruz, un TR-1700, en reparación en el CINAR.
Las objeciones de los que sí saben, los técnicos locales, fueron obvias: las hizo el año pasado, cuando todavía podía hablar sin chocar estilo Titanic con ningún presidente glacial, el lic. Jorge Arosa. Este veterano de la guerra de Malvinas a cargo del CINAR debió exponer ante la Comisión de Defensa de Diputados sobre la entonces reciente pérdida del ARA “San Juan”. Cuando se le preguntó por la posibilidad (nebulosa en 2018) de comprar Tupí brasileños ante el apuro, Arosa contestó que tenemos un submarino TR-1700 mucho mejor que los cualquier IKL Tipo 209, y que pide reparación a gritos desde 2014: el ARA “Santa Cruz”.
Y no sólo está en el limbo el Santa Cruz. En la nave 35, la mayor del CINAR hay otros 2 TR-1700. Con componentes venidos en cajones desde Alemania (entonces llamada “Federal”, antes de la caída del muro de Berlín), se empezaron a armar aquí y quedaron sin terminar. Son el “Santa Fe” y el “Santiago del Estero”, “frizados” con avances de obra del 74% y del 35% respectivamente. ¿Hay componentes para terminar al menos el Santa Fe? Misterio. No sería improbable –éramos tan pobres, en la posguerra- que hayan sido canibalizados para mantener tantos años en actividad al Santa Cruz y al San Juan. Es lo que pasó con el 5to y 6to de los 6 TR-1700 pedidos. Se evaporaron como repuestería.
El congelamiento de esta potente flota nonata se mantiene invariable desde 1994, y por lo sostenido y firme a lo largo de un cuarto de siglo, parece más una decisión militar de Su Graciosa Majestad que asunto de la zigzagueante política criolla. Aquel año el presidente Carlos Menem, inaugurando la Patria Inmobiliaria a expensas de activos de las FFAA, trató de transformar el complejo TANDANOR, situado en Dársena Norte y mirando al río, en un barrio finolis, tipo Puerto Madero II.
La estafa contra el estado, que cobró U$ 7 millones por un terreno que una sociedad trucha e insolvente beneficiada por 2 sucesivos decretazos presidenciales pensaba revender en U$ 500 millones, fue demasiado brutal incluso para los estándares de entonces. El más sofisticado astillero de Sudamérica, que siempre dio ganancia, sobrevivió 13 años más (aunque en coma cuatro) sólo porque los medios y el parlamento se indignaron un poco.
En 2007 el complejo TANDANOR-Almirante Storni, rebautizado CINAR y reabierto en 2004, se reactivó a partir de la reconstrucción y “revamping” del rompehielos ARA Irízar como proyecto “de bandera”, con llameante oposición del macrismo. Y salió bien. Entre tanto, los jueces federales se tomaron 25 años para fallar sobre la titularidad del predio más valioso del astillero, el Nro 1. Quizás por una sensibilidad adquirida y naval a posibles cambios del viento, acaban de restituírselo en forma inmediata a TANDANOR (ver video oficial aquí).
Lo importante es que no se pudieron vender como chatarra los submarinos en construcción: la dureza del acero alemán HY-80 de los cascos de presión dificultaba el desguace. Pero además del escándalo mediático fue la insólita resistencia del personal a dejarse echar de los astilleros o a colaborar con su destrucción lo que hizo recular al presidente. Se desquitó vendiendo en 1997 para desguace el portaaviones ARA 25 de Mayo, concretada en 2000 por U$ 300.000, el precio de un 4 ambientes cheto. En materia de destruir la flota argentina, la Task Force durante la guerra fue menos efectiva que Menem en la paz.
Desde AgendAR, Argentina, aunque por motivos diferentes, estamos tan enojados con la compra de los Tupí como el colega Lopes. Nos parece menemismo explícito. A continuación explicamos por qué.
(Continuará)