La noticia está, naturalmente, en todos los medios, con detalles, imágenes … y operaciones de propaganda. En AgendAR nos limitamos a repasar brevemente los hechos, y aventurar las que pueden ser, en nuestra opinión, las consecuencias en el futuro cercano.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ordenó matar al general iraní Qasem Soleimani, quien murió en un ataque en Bagdad, según informó el Departamento de Defensa de los EE.UU. el mismo jueves del hecho a la noche.
“Por orden del presidente, el ejército estadounidense ha tomado medidas defensivas decisivas para proteger al personal estadounidense en el extranjero al matar a Qasem Soleimani”, anunció en un comunicado. Minutos antes, Trump había tuiteado una bandera estadounidense.
Entre las víctimas del ataque está, según los medios europeos, además del general Soleimani, el líder del Hezbolá libanés, Muhammad al-Kawtharani y responsable de las relaciones públicas de las fuerzas pro-Irán, uno de los más altos rangos en la organización. También cayeron cuatro iraquíes y tres libaneses.
En las últimas horas hubo un nuevo ataque aéreo de EEUU al norte de Bagdad. Los blancos habrían sido un líder religioso chíita y un comandante de las Fuerzas de Movilización Popular, un célula paramilitar pro iraní.
El New York Times sugiere que el general Soleimani era visto por algunos como un potencial futuro líder de Irán. Lo que es cierto es que era un líder militar admirado en su nación. Y sus máximas autoridades han prometido vengarlo.
Ahora, la República Islámica de Irán es una potencia regional, con potencialidades, y debilidades, distintas aunque comparables a las de las otras tres: Turquía, Israel y Arabia Saudita. Pero no está en condiciones, ni remotamente, de infligir un golpe militar considerable a los Estados Unidos.
La otra Gran Potencia involucrada en la región, Rusia, no ha dado señales de estar dispuesta a interponer sus fuerzas militares en la defensa de objetivos iraníes. Si lo hiciera, esto modificaría la situación militar de como aparece a primera vista. EE.UU. también se ha cuidado de tener choques directos con los rusos. Pero hasta ahora, salvo declaraciones de preocupación y un diálogo con Macron, Putin no ha dado otras señales.
China se nos ocurre que es un espectador interesado pero lejano. Esto quedará confirmado si se mantiene la fecha del 15 de este mes para la «fase uno» del arreglo comercial que firmará con los EE.UU. En todo caso, poco puede resultar más conveniente a China que su gran rival se comprometa más en el pantano del Medio Oriente.
Por esos motivos, es que el peligro de una guerra generalizada nos parece poco más que un fantasma mediático. El asesinato de Soleimani no tendría consecuencias más graves que la invasión de Irak en el 2003. Que provocó, directa o indirectamente, catástrofes humanitarias sin precedentes en Irak y Siria, pero no modificó en forma apreciable el balance de poder mundial.
Atención: nos referimos hasta aquí al peligro de una guerra convencional, que no se extendería, a nuestro entender, fuera de la región. Pero Irán es una nación orgullosa, con más de 82 millones de habitantes, con una fuerte identidad cultural y nacional. Es muy probable que use las armas de la «guerra asimétrica», del terrorismo, como también usan sus enemigos. Todos los países del mundo deben estar preparados para un escenario así. Como el que hemos vivido ya por décadas, pero más.
En cuanto a las consecuencias económicas de esta escalada del conflicto entre EE.UU. e Irán, el aumento del precio del petróleo, y del oro, han sido automáticos y muy previsibles. Pero el primero no será lo bastante alto para afectar la economía global (más de lo que ya está). Salvo que se interrumpa el suministro del petróleo que pasa por el estrecho de Ormuz, y aún así no representará una catástrofe económica. El siguiente cuadro refleja con claridad la situación de los principales proveedores.
A. B. F.