Ayer hubo noticias en los tres frentes donde se juega el destino inmediato de la deuda argentina: como resultado de las conversaciones con el ministro Martín Guzmán el FMI anunció que en febrero enviará una misión; los fondos de inversión titulares de la mayor parte de los bonos emitidos por Macri -tras hacer correr versiones que hablan de su descontento con lo (poco) que les dijo Guzmán- eligieron a Gerardo Rodríguez Regordosa, jefe de mercados emergentes de Black Rock para encabezar su negociación; y el dólar oficial -con el que se importa y exporta- llegó a $ 63, el «solidario» rozó los $ 82, el MEP se acercó a $ 83, y el CCL superó los $ 84.
Hemos publicado relativamente pocas notas en AgendAR sobre el tema financiero -piensen que hay todos los días, en todos los medios masivos- porque tenemos claro que son, en el fondo, incidentes en una puja en curso, de la que todavía falta para el resultado.
El ministro Guzmán, por encima de él el presidente Fernández, pretenden renegociar la deuda en los términos más favorables, es decir, con la mayor quita de capital e intereses y, sobre todo, espaciar los vencimientos. Por razones obvias, y también porque un compromiso demasiado exigente terminaría exigiendo otra renegociación, ante la primera tormenta en los mercados financieros. Desde un lugar distinto, pero cercano en la estrategia, Kicillof -sobre lo suyo informamos aquí– hace un gesto de dureza y no paga u$s 27 millones en intereses mientras no acepten la postergación de sus bonos.
Por los otros dos lados, el FMI le otorgó a la Argentina el mayor «rescate» en su historia reciente, que compromete una buena parte de su capital prestable, los fondos de inversión… bueno, recordemos que Black Rock, junto con Franklin Templeton, están según Bloomberg entre los más afectados por la crisis argentina que se desató en 2018, con Macri y Caputo.
Ningún jugador importante está buscando el default (los precios de los bonos argentinos, aunque hayan bajado, están todavía demasiado altos para el negocio de los fondos buitres). Pero nadie cederá fácilmente, lo que significa que el riesgo está latente.
El alza de los distintos precios del dólar es el telón de fondo contra el que se libra la puja. El «veranito» de tranquilidad de las primeras semanas, cuando se vio que el gobierno estaba dispuesto a cobrar impuestos y limitar gastos ha concluido. Y la inflación, aunque menor que en noviembre, continúa alta.
La «fuga» de capitales es el resultado que nadie ahorra en pesos, a pesar del superávit comercial, que resulta de la caída de las importaciones. Y no habrá inversiones importantes hasta que la negociación de la deuda externa haya llegado a su fin.
Gobernar la Argentina nunca ha sido una tarea para nervios débiles. Tampoco vivir en ella.