El director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) -desde diciembre pasado, el argentino Rafael Grossi- habla sobre la donación de equipos para testeo frente a la pandemia por COVID-19, el conflicto entre Estados Unidos e Irán, y acerca del futuro de la energía nuclear en el mundo.
El 3 de diciembre pasado, Rafael Mariano Grossi asumió formalmente como director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), que depende de la ONU. Grossi es un diplomático con más de 35 años de carrera y especialista en temas nucleares y de no proliferación, que en el momento de su nominación era embajador argentino en Austria. (Su trayectoria, y la disputa por la dirección del OIEA, han sido tema de AgendAR muchas veces, más recientemente aquí y aquí).
El flamante director de esta agencia internacional –creada en 1957– encargada de monitorear el uso pacífico de este tipo de energía a nivel global, es el primer latinoamericano en ocupar ese puesto y lo hará durante los próximos cuatro años.
La primera pregunta de este reportaje es sobre las donaciones que el OIEA está realizando a más de 100 países –entre ellos la Argentina– de equipos para testeo por PCR (reacción en cadena de la polimerasa), frente a la pandemia por COVID-19. El involucramiento de este organismo se relaciona con que, en sus primeros años, esta técnica para amplificar un fragmento de ADN usaba radioisótopos como marcadores para identificar la presencia de virus o bacterias. Si bien con el tiempo se empezaron a usar marcadores fosforescentes en lugar de los radioactivos, el conocimiento acumulado en este organismo lo sostuvo como certificador, calibrador y capacitador en el uso de estos equipos.
– ¿Por qué el OIEA está haciendo donaciones de estos equipos?
– Más allá de sus funciones y mandatos, como la tarea para la no proliferación de armas nucleares, que es lo que lo lleva a las primeras planas con las situaciones de Irán o Corea del Norte, en el OIEA también tenemos mucha actividad con relación a las aplicaciones nucleares y tecnológicas relacionadas con la salud y la seguridad alimentaria, entre otras. Esta parte de nuestra actividad, que es de cooperación técnica, tiene una dirección que ha resultado útil en este sentido aplicada a la crisis por el nuevo coronavirus, y se relaciona con la aplicación de equipamiento de laboratorio de PCR. Este instrumental detecta la presencia de material genético específico de cualquier virus en una muestra, e inicialmente usaba isótopos radioactivos como marcadores para la detección. Por esto es que el OIEA ha estado muy vinculado con esta tecnología a lo largo del tiempo. Lo que nosotros hacemos es calibrar el equipamiento y le enseñamos a los países a usarlo. Estos equipos permiten aumentar el número de tests con una detección muchísimo más rápida del virus. Con cada uno de estos equipos se pueden hacer unas 100 pruebas por día y la detección lleva apenas unas horas en comparación con la detección clásica, que implica cultivos que tienen que crecer y pueden tardar todo un día. Por estas razones ha sido tan popular, tan exitoso y estamos inundados de pedidos, por lo que estamos trabajando codo a codo con la OMS.
– ¿Cómo se financian estos equipos?
– Estos equipos se entregan sin costo y los financia el OIEA mediante contribuciones y donaciones voluntarias de algunos países, además de los equipos que el organismo ya tenía. Es un récord histórico en cuanto pedidos de asistencia.
– ¿Han aumentado las donaciones por la pandemia?
– Inicialmente, Estados Unidos nos dio seis millones de dólares para estos equipos y el otro día hablé con el secretario de Estado, Mike Pompeo, y se comprometió a darnos algo más, así que espero tener noticias pronto. Los países donantes, los que tienen más capacidad, se han acercado también porque se lo hemos pedido, porque tenemos una demanda muy grande que no estamos pudiendo satisfacer. Hemos recibido donaciones desde Japón, Canadá, Holanda, Australia y China. Y hay algunas otras comprometidas pero todavía no las quiero mencionar por las dudas que no se concreten. De momento estamos tratando de dar por lo menos una unidad a cada uno de los países y estamos preparando una segunda tanda de envíos. Y estamos brindando el entrenamiento, que obviamente tiene que ser remoto. Normalmente, nosotros traemos a los expertos y tenemos un complejo de laboratorios en las afueras de Viena donde entrenamos a todo el mundo, pero hoy eso no se puede hacer y lo estamos tratando de hacer por videoconferencia, de la manera en que estamos trabajando todos.
– En diciembre, cuando tomó el cargo, debe haber pensado que su mayor desafío tendría que ver con la escalada de tensiones entre Irán y Estados Unidos. ¿Cómo sigue esa negociación?
– Es un tema permanente en nuestra agenda. El programa nuclear de Irán lleva muchos años. Existía un acuerdo que implicaba compromisos por parte de Irán y del que Estados Unidos se retiró en 2018. A partir de ese momento, Irán empezó con una política de gradual incumplimiento del acuerdo, en fases. Los compromisos que tenían, sobre todo en cuanto al nivel de enriquecimiento de uranio, la cantidad de centrífugas que poseen y una serie de compromisos que habían asumido, ahora los van desescalando. En este momento estamos en esa situación en la que existe una negociación entre los países para ver qué hacen con ese acuerdo para que, a través del OIEA, sigamos verificando los puntos que han quedado de ese acuerdo. También tenemos otros puntos abiertos con Irán, que tienen que ver con otros temas, no necesariamente vinculados con ese acuerdo, sobre los cuales les hemos pedido algunas aclaraciones. Es un tema complejo el de Irán, que estamos tratando de manejar de una manera negociada, pacífica, diplomática, de manera que no existan derivaciones no deseadas.
-Algunos países han decidido abandonar la producción de energía eléctrica con fuente en plantas de energía nuclear.
-Es interesante porque ese comentario refleja una imagen que es errónea, que no se corresponde con la realidad. La energía nuclear no está decreciendo en el mundo, sino que está creciendo. China está construyendo 18 centrales nucleares. India está construyendo seis y Rusia también. En Europa del Este también hay proyectos, como en el caso de la República Checa, y Polonia está empezando un programa nuclear. Hungría tiene su programa, Emiratos Árabes también, Turquía está empezando uno. Los grandes países que han descartado la energía nuclear son, básicamente, Alemania, que es el más importante, y Japón, por el accidente de Fukushima, pero que hoy la está reactivando. Nosotros no somos un organismo de lobby nuclear, sino que nos ocupamos de que los países que han decidido tener energía nuclear lo realicen de forma segura. En un marco de enorme preocupación por el cambio climático, la energía nuclear es una energía que no produce emisiones de efecto invernadero.
– ¿Cómo ve el futuro de esta industria en este sentido?
– Estuve presente en la cumbre de Madrid del año pasado, la COP 25, en la Comisión sobre Cambio Climático, adonde se mostró que la energía nuclear, sin ser una energía predominante, porque provee aproximadamente el 13% de la energía mundial, sí provee dos tercios de la energía limpia del mundo. Es un tema que hay que analizar desde el punto de vista científico. Hay mucha ideología en esto. Yo no hago lobby por el sector nuclear ni tengo intereses en esta industria, al contrario, soy un contralor. Sin embargo, veo que existe una visión a veces sesgada por visiones de carácter, casi diría ideológico, de gente a la que no le gusta la energía nuclear, lo cual es legítimo también. No a todos les gusta y hablan de los accidentes, de Chernobyl, de Fukuyima, que han sido accidentes importantes. Sin embargo, lo que se ve en el mundo es un crecimiento de la energía nuclear, esos son los datos de la realidad.
– En este crecimiento, ¿que lugar ocuparán los pequeños reactores modulares como el CAREM?
-Creo que los pequeños reactores modulares serán fundamentales y la Argentina tiene una ventaja muy importante si la sabe aprovechar. Los grandes reactores de 1000 megavatios o más no son fácilmente asequibles para los países en vías de desarrollo. Van a seguir existiendo en muchos países, pero el futuro está en las centrales nucleares pequeñas, de 250 megavatios o menos, que son más accesibles desde el punto de vista del precio y son útiles, inclusive para países como la Argentina, con grandes espacios geográficos, con redes energéticas a veces poco desarrolladas o poco integradas. Es una tecnología de muchísimo futuro y la Argentina ha sido un país de vanguardia. El CAREM se está construyendo y espero que siga adelante. En mi conversación con el presidente Fernández, en diciembre, antes de asumir aquí, hablamos de ese tema. Creo que existe una muy linda posibilidad para la Argentina de tener un producto que tiene un enorme futuro para la energía en general y la nuclear en particular.