El coronavirus y la infancia

Damián Álvarez-Paggi, biofisicoquímico (Izq.) y Mauricio Caballero, médico pediatra, ambos investigadores del CONICET en la Fundación INFANT.

La evidencia actual muestra que los niños no presentan un riesgo mayor que los adultos frente al COVID-19. Sin embargo, también son susceptibles, y los que tienen determinados cuadros clínicos pueden empeorar. Asimismo es importante cuidarlos porque pueden contagiarse entre sí, a los mayores y a los grupos de riesgo.

Estas son las conclusiones de investigadores del CONICET y de la Fundación INFANT: Los niños menores de 24 meses son sujetos altamente susceptibles a cerca de 10 virus respiratorios, siendo los más frecuentes el virus sincicial respiratorio (VSR), influenza, rinovirus, metapneumovirus y adenovirus, entre otros, pero la situación es distinta en lo que se refiere al nuevo coronavirus (SARS-CoV-2) que produce la enfermedad COVID-19.
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“La evidencia actual muestra que los chicos no presentan un riesgo mayor que los adultos frente al COVID-19. Los niños son susceptibles, pero la mayoría de los casos corresponden a adultos. En niños, esta infección tiene una forma de presentación clínica más leve, con fiebre, dolor de garganta y síntoma de la vía aérea alta, a los que se pueden agregar vómitos y diarrea”, afirma Damián Álvarez-Paggi, biofisicoquímico e investigador del CONICET en la Fundación INFANT, una organización sin fines de lucro, creada por médicos argentinos en 2003, cuya misión es investigar las causas de enfermedades respiratorias que afectan gravemente a los niños, como el asma, la bronquiolitis, la neumonía y la gripe.
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Álvarez-Paggi destaca que es importante entender que los síntomas mencionados que afectan a los niños son resultados promedio, y que el riesgo de cada paciente individual se enmarca en un espectro. “Algunos niños pueden presentar formas severas de enfermedad, particularmente si presentan otros factores de riesgo como condiciones cardíacas o pulmonares preexistentes”.
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No se sabe actualmente por qué los chicos en general cursan una forma leve de la enfermedad, similar a lo que ocurrió con el SARS y el MERS, pero hay varias hipótesis, puntualiza Álvarez-Paggi. “Una indica que los niños no estuvieron expuesto a tanta polución e inflamación crónica como los adultos, por lo que sus pulmones son más robustos frente a ataques del virus”.
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Y agrega: “Otros postulan que el sistema inmune en los niños no sobreactúa frente a la infección llenando los pulmones con moléculas clave para la inflamación. Hoy es todo especulación basada en datos previos sin un claro entendimiento de los mecanismos fisiopatológicos del COVID-19 en niños y adultos”.
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Por su parte Mauricio Caballero, médico pediatra y también investigador del CONICET en la Fundación INFANT, indicó que el control de foco en un brote es clave para mitigar el crecimiento de casos y por ende de muertes relacionadas a COVID-19 en la población de riesgo.
“En este punto es muy importante que los niños no se contagien y por sobre todo no sean fuente de contagio de adultos en riesgo. Tan importante es esto que la primer medida del gobierno nacional fue suspender las clases, entendiendo con esto que los niños pueden ser portadores asintomáticos o sintomáticos leves de una infección por SARS-CoV-2 y ser fuente de contagio a los adultos más propensos de desarrollar una infección severa”.
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El desarrollo de una vacuna desde su diseño hasta el ingreso al mercado es largo, tarda años, por lo que no será una solución para la crisis que estamos transcurriendo en la actualidad, dijo Álvarez-Paggi. Y agregó: “Por eso es necesario repetir hasta el cansancio que hoy las herramientas más efectivas son el testeo masivo, la identificación de casos positivos, el aislamiento, el distanciamiento social y las medidas higiénicas como el lavado de manos”.
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VIAAgencia CyTA-Fundación Leloir