Dan el adiós a la globalización. Pero no se va lejos

Esta tapa de The Economist -probablemente la revista más leída en los círculos dirigentes de los países del Atlántico Norte- impactó, aún acá en el Sur donde no se la lee tanto. Preocupó a algunos, entusiasmó a otros… Reproducimos la lúcida transcripción de Pablo Maas, y agregamos luego -no íbamos a dejar de hacerlo- un comentario de AgendAR.

«Carlos Marx era uno de sus lectores más atentos allá por la década de 1860 en Inglaterra. Recortaba y pegaba en sus cuadernos de notas artículos enteros de The Economist, los subrayaba y escribía anotaciones que luego utilizaría en la redacción de su obra cumbre. Desde entonces, este semanario fundado en 1843 es de lectura indispensable si se quiere saber hacia dónde marcha el capitalismo. La otra semana, dio un indicio sugerente y publicó una portada de su edición internacional (tiene otra para Europa) con un título contundente. “Adiós a la globalización” y la ilustración del mundo como una naranja pelada.

“Nuestro diseñador quiso representar las fuerzas que están despellejando la globalización”, contó en un e-mail a los suscriptores la editora en jefe de la revista, Zanni Minton Beddoes, la primera mujer en ocupar ese cargo en los 177 años de historia de la publicación. El subtítulo, “El peligroso atractivo de la autosuficiencia” hizo pensar a muchos que lo comentaron en Argentina en las redes sociales que se trataba de una crítica al intenso proceso de desglobalización que registra la economía internacional en los últimos años.

Pero el artículo principal (“Has covid-19 killed globalisation?”) muestra ser más un lamento que una crítica. El texto puede leerse casi como un manifiesto de agudo realismo económico. Comienza recordando que la pandemia global no es más que el tercer golpe que enfrenta la globalización en una docena de años, después de la Gran Recesión de 2008-2009 y la más reciente guerra comercial entre Estados Unidos y China. Ya cuando el comercio y las inversiones se estancaron en relación al PIB mundial, The Economist llamó al proceso “slowbalisation”.

Cuando las economías reabran, la actividad se recuperará, pero ya nada será igual, anticipa. Las heridas que está sufriendo el comercio internacional en lo que va del año son sencillamente brutales, con una caída del orden del 10% al 30%. En los primeros 10 días de mayo, las exportaciones de Corea del Sur se desplomaron 46%, el peor resultado desde que se comenzaron a anotar los registros, en 1967, ejemplifica el artículo. La pandemia dejó en evidencia un alto grado de anarquía en la gobernanza global, con enfrentamientos entre Gran Bretaña y Francia por las cuarentenas o con China amenazando con imponer tarifas de importación punitivas a un importante proveedor como Australia, que le exige investigar el origen del virus.

Y esto es solo el comienzo, advierte The Economist. Traten de imaginar el retorno de los viajes. Muchos gobiernos solo se abrirán a países con los mismos protocolos sanitarios (mala noticia para Brasil, por cierto. Pero no sólo para él). La industria turística se está preparando para pasar largas temporadas de escasa actividad. Airbus, el fabricante europeo de aviones, redujo su producción en un tercio y Emirates, una aerolínea-símbolo de la globalización, no espera una recuperación antes de 2022. La lista de calamidades que se ha abatido sobre la globalización, que muchos creían era como una fuerza imparable de la naturaleza, incluye otros ejemplos.

Los gobiernos y bancos centrales están pidiendo a sus contribuyentes que apoyen a sus empresas nacionales a través de los paquetes de estímulos, creando un enorme incentivo a su favor. El 12 de mayo, el primer ministro de la India, Narendra Modi, anunció a la nación que está comenzando una nueva era económica de autosuficiencia. Japón ya subsidia la repatriación de sus empresas. Estados Unidos quiere que Intel levante plantas industriales en su territorio. Es cierto que el comercio digital está en aumento, pero su escala todavía es modesta. Las ventas al exterior de Amazon, Apple, Facebook y Microsoft son equivalentes a apenas el 1,3% de las exportaciones mundiales.

Los flujos de capitales están en retroceso. Las inversiones chinas en capital de riesgo en EE. UU son hoy 60% menores que hace dos años. Washington ha ordenado a su principal fondo de pensiones estatal que deje de comprar acciones chinas. Los flujos de bienes también han caído, incluso antes de la irrupción de la pandemia. La guerra comercial entre Washington y Pekín llevó las tarifas de importación estadounidenses de vuelta a sus niveles de 1993, cuando la actual etapa de la globalización recién estaba comenzando.

“Que nadie crea que un sistema comercial con una red tan inestable de controles nacionales será más humana o más segura. Los países más pobres la tendrán más difícil para progresar y en las naciones ricas, la vida será más cara y menos libre”, advierte The Economist. La forma de reparar las dañadas cadenas de valor global, por ejemplo, no es domesticándolas, sino diversificándolas, propone. Pero trágicamente, se responde, “esta lógica ya no está más de moda. Los tres golpes han herido tan malamente al sistema abierto de comercio que los poderosos argumentos en su favor están siendo ignorados”, se lamenta. Y concluye como en una letra de tango: “Dígale adiós a la mayor era de la globalización y preocúpese por lo que va a tomar su lugar”.

Hace poco, la propia revista dio un indicio de respuesta a esta inquietud. En junio de 2019 publicó una entrevista premonitoria a Michael O’Sullivan, autor del libro: “The levelling: What’s next after globalisation”. Según este economista de la universidad de Princeton y ex banquero, se viene un mundo de bajo crecimiento y alto endeudamiento (dicho esto antes de la explosión de deuda causada por la pandemia).

– Describa qué viene después de la globalización, le pidió The Economist. – «La globalización ya está detrás de nosotros. Debemos decirle adiós y enfocarnos en el mundo multipolar emergente. Este estará dominado por al menos tres grandes regiones: Estados Unidos, la Unión Europea y China, como centro de Asia. Todos van a tomar caminos distintos en términos de políticas económicas, libertades políticas, tecnologías, etcétera.»

Será interesante ir tomando nota de la nueva realidad de cambio acelerado que describe ahora The Economist (el Financial Times también lo hizo recientemente) en un país como Argentina, en la que muchos de sus dirigentes, del gobierno y la oposición, repiten el “hay que integrarse al mundo” y “vivimos en un mundo globalizado”.

ooooo

Felicitamos a Maas por esta nota, pero debemos decir que O’Sullivan, como muchos economistas, simplifica demasiado la realidad.

La idea de tres grandes poderes que dominan que un mundo dividido en tres estuvo muy de moda en los comienzos de la década de 1940 (James Burnham, entre otros), y sirvió de inspiración a Orwell para su «1984» y los tres superestados totalitarios: Eurasia, Estasia y Oceania. Pero la historia, los seres humanos, nunca toman los caminos previstos. Sobre todo cuando se dejan de lado hechos tan grandes como la India, por ejemplo, que en pocos años será la nación más poblada del globo y cuya economía crece con rapidez, aunque con una espantosa desigualdad.

Y Rusia ¿no jugará su propio juego, como siempre lo hizo, esta vez entre China y la Unión Europea (bah, Alemania y sus socios)?

Pero la observación principal que hay que hacer a ese cuadro es que omite analizar que las fuerzas que impulsaron la globalización no son solamente un complot de banqueros y gerentes de fondos de inversión (aunque la aprovecharon bien), sino el crecimiento demográfico y los avances tecnológicos en transportes y comunicación. Seguirán operando.

En este escenario imprevisible nuestro país deberá manejarse con suma prudencia, por cierto. Tomando en cuenta que contando con una región fértil entre la media docena de las más extensas del mundo y una base tecnológica modesta pero no insignificante, algunas cartas tiene para jugar. También las tiene la región, cuando Brasil vuelva a la racionalidad.

VIAEl Economista