Reproducimos estas reflexiones de Bernardo Kosacoff. Su autor es Licenciado en Economía (UBA), Profesor Titular de la Universidad de Buenos Aires en Organización Industrial (desde 1984), de la Universidad Nacional de Quilmes en Política Económica (desde 1993) y del MBA de la Universidad Di Tella (desde 2009).
«El logro del desarrollo económico es un ejercicio colectivo de sociedades con una visión de futuro que permite una mejora sustantiva del bienestar, con procesos de inclusión social y sustentabilidad ambiental. Los determinantes de estos procesos son múltiples y las experiencias son idiosincráticas a cada país, de las cuales se permiten extraer lecciones muy útiles, pero no se pueden replicar automáticamente a otros contextos nacionales.
Una lección transversal a todos los países, indica que la vinculación entre la ciencia, la innovación tecnológica y la producción –basada en una densa articulación entre los sectores públicos y privados es un pilar para el desarrollo. Asimismo, son esfuerzos con una visión compartida de largo plazo, que incluye simultáneamente una construcción institucional, con el fortalecimiento de las capacidades empresariales, en la generación de ecosistemas productivos. Estos son los activos claves para lograr una dinámica de cambio estructural asociada a la participación creciente de empleo calificado y desarrollo de capacidades tecnológicas.
La experiencia internacional también indica que cuanto más disruptivo es el avance técnico más complejos son los procesos de adaptación y difusión a los nuevos escenarios productivos; valorizar la ciencia y la tecnología es un camino no exento de marchas y contramarchas. El secreto consiste en lograr –desde una perspectiva holística y de largo plazo- los acuerdos sociales que faciliten los aprendizajes para adoptar nuevos desarrollos; omitir el problema es perder la oportunidad del cambio. Veamos el contexto local donde se inserta el tema.
El desempeño de la economía argentina en las últimas décadas ha sido decepcionante, es ineludible generar una estrategia de desarrollo para revertir nuestro estancamiento con creciente exclusión social. Sin embargo, existen esperanzas: en el país que hay modelos de organización tecno-productivos aplicados a sectores de actividad que son ejemplos de “clase mundial” (similares a los vigentes en una decena de países entre las 170 naciones en desarrollo). Entre otros, se destacan las áreas de servicios basados en el conocimiento, la farmoquímica, algunos núcleos metalmecánicos; la energía nuclear y buena parte de los complejos agroindustriales.
No escapa que parte de la competitividad genuina de estas últimas actividades se asienta en la bondad de los recursos naturales, pero… no existen “bosques de soja” ni “yacimientos de trigo”; los logros son fruto de una larga trayectoria evolutiva en materia tecnológica, organizacional y productiva, donde la genética -vegetal y animal- tuvieron y tendrán un rol crucial. En su desarrollo –desde las primeras variedades y razas anexadas a los procesos inmigratorio- se jalonaron los primigenios procesos de selección natural, el fitomejoramiento convencional y, más recientemente, el uso de la moderna biotecnología (con sus variadas y cambiantes herramientas).
Forma parte de una pieza central para la consolidación de actividades que, si bien son una parte pequeña de nuestra estructura productiva y social, nos demuestran la potencialidad de la argentina para poder recuperarnos. Y nos alertan acerca de la necesidad de no perder el rumbo de largo plazo. Debemos seguir fortaleciendo estas actividades y su construcción institucional, como ejemplo de su viabilidad para generar condiciones para su expansión a todo el tejido productivo, reduciendo las enormes heterogeneidades que hoy nos caracterizan y volver a crear empleo formal. Una tarea pendiente es la densificación del tramado exportador hacia bienes de mayor valor agregado; sumar valor –por industrialización y/o valorización de atributos- es un desafío que para la agroindustria remite –entre otros temas- a la segmentación de la materia prima; en el marco de una creciente des-comoditización de los granos, los países mundiales líderes apelan a la segmentación de calidades y contenidos readaptando sus sistemas de categorización y comercialización.
Argentina tiene asignaturas pendientes en esa carrera que va más allá de las simples normas técnicas: se trata de modificar algunas rutinas de almacenamiento, transporte y comercialización –que involucran a los sectores públicos y privados- para que cada segmento de mercado se acople con la respectiva oferta y se resguarden –equitativamente- los múltiples intereses en juego. Así, el modo de funcionamiento pre establecido no es la mejor plataforma para la adopción masiva de nuevas tecnologías.
El caso del Trigo HB4 debe analizarse en ese contexto y desde una perspectiva estratégica con proyección de largo plazo; no es un caso aislado sino que parece inscribirse –con una potencia icónica destacable- en la saga de dinámicas similares –como la liberación de la caña de azúcar resistente al glifosato, el uso restringido para seleccionar ejemplares de reproductores bovinos de alta gama en base a marcadores, las restricciones regulatorias a los medicamentos biosimilares, las hormonas de crecimiento y leches “maternizadas” derivadas de bovinos clonados y otros similares-. O sea, un evento disruptivo en un contexto no preparado.
¿Qué sendero seguir? ¿Desechamos los avances y mantenemos el statu quo o apostamos a fortalecer las plataformas tecnológicas que nos brindan la confluencia entre las modernas biotecnologías y las tecnologías informáticas? Anticipamos: no se admiten soluciones simples en base para satisfacer miradas individuales, sino que se apela a senderos complejos con múltiples participaciones sectoriales. Veamos sucintamente la situación de HB4. El Ministerio de Agricultura –en base a una destacable institucionalidad- acaba de aprobar la tecnología HB4 para el cultivo de trigo, única a nivel mundial que permite una mayor tolerancia a las sequias.
Este logro es producto de una colaboración público-privada de 15 años entre Bioceres y el grupo de investigación de la Dra. Raquel Chan (Conicet-Universidad Nacional del Litoral) responsable del descubrimiento. En ensayos a campo llevados a cabo durante los últimos 10 años, las variedades de trigo HB4 mostraron mejoras de rendimiento en promedio del 20 por ciento en situaciones de sequía. La incidencia de este fenómeno ha aumentado su frecuencia en el contexto del cambio climático global, afectando cada vez más la estabilidad de los ecosistemas agrícolas. O sea, contamos –socialmente- con base científica-tecnológica y una buena alianza público-privada.
A su vez, para su desarrollo se generó una alianza estratégica con la constitución de Trigall Genetics, un joint-venture entre Bioceres y Florimond Desprez de Francia, una de las empresas líderes a nivel mundial en genética de trigo. Bioceres se fundó en 2001, cuenta con más de 300 accionistas, entre productores agrícolas, cooperativas, grupos agroindustriales y otros actores del sector científico y financiero, cotiza en la Bolsa de Valores de Nueva York y comercializa insumos de alto valor tecnológico en más de 30 países, con filiales en Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Colombia, Estados Unidos, Sudáfrica, Francia e India. En otros términos, existe base empresarial para traducir a la tecnología en motor de desarrollo –con impacto local e internacional-.
El potencial de la capacidad innovativa no se reduce a este evento en el trigo, dado que se ha desarrollado una rutina de procesos de aprendizaje colectivos que ha conformado una plataforma con un potencial enorme para futuros desarrollos, ubicando al país como jugador global en una de las áreas más dinámicas a nivel internacional. O sea, no hablamos sólo de trigo, hablamos de una plataforma de lanzamiento de tecnologías multi-productos.
Se trata sin duda de un producto icónico: el trigo es pan y el pan es símbolo universal del alimento. Su imagen se asienta parte en “lo simbólico” y parte en temas estrictamente objetivos de inocuidad, seguridad y novedad. Sobre esto último, la resolución del Ministerio para autorizar la liberación productiva se otorga en base a tres dictámenes técnicos independientes. Participó la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (Conabia), concluyendo que los riesgos derivados de la liberación de este organismo vegetal genéticamente modificado (OVGM) al agro ecosistema, en cultivo a gran escala, no difieren significativamente de los inherentes al cultivo de trigo no GM. El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) concluyó que no se encontraron objeciones científicas para su aprobación desde el punto de vista de la aptitud alimentaria humana y animal. Agrega, que no se encuentran reparos para la aprobación con destino a consumo humano y animal de los eventos de transformación antes mencionados, siendo estos tan seguros y no menos nutritivos que sus homólogos convencionales. Por su parte, la Subsecretaría de Mercados Agropecuarios, en su dictamen concluye que se estima que este evento proporcionará una nueva alternativa para optimizar el control de malezas en el cultivo de trigo y para aumentar los rendimientos ante situaciones de estrés hídrico. Del análisis comercial y su impacto en las exportaciones se advierte un posible riesgo, ya que el solicitante carece de aprobación comercial en Brasil, el principal comprador internacional de trigo argentino. Entiende que la misma debe estar condicionada a la aprobación comercial por parte de las autoridades competentes de Brasil, debiendo abstenerse la solicitante de producir y comercializar las variedades que contengan el evento hasta tanto obtenga la licencia de Brasil. Es muy importante señalar la participación de los Entes Reguladores para el análisis de los efectos de estas innovaciones. Como activo destacado, la Argentina cuenta con instituciones de alta capacidad, trayectoria y reconocimiento internacional.
O sea, el tema es más comercial que estrictamente técnico. En este contexto se han planteado serias objeciones a la aprobación de la comercialización del trigo HB4 por parte de varios actores, principalmente de productores trigueros. Aceptando los dictámenes de CONABIA y SENASA, su rechazo plantea, que el mercado mundial del trigo alcanza los 175 millones de toneladas anuales y el de harinas a los 18 millones y los dos en su totalidad son no transgénico. En varios países se intentó lanzar eventos en trigo que no pudieron prosperar debido a la reacción negativa de los mercados compradores por: (i) la no aceptación por parte de los consumidores locales y/o extranjeros de los productos elaborados con cultivos transgénicos y (ii) la dificultad de mantener separada la producción transgénica de la no transgénica. Argentina sería el primer país productor de trigo en el mundo en aceptar la producción y el consumo de trigo transgénico (OGM), y es de suponer que esto, más que ser una ventaja, generará un problema relevante en la comercialización de nuestro trigo tanto dentro como hacia afuera del país ya que no se ha implementado ningún sistema comercial que permita segregar (separar) y controlar la trazabilidad de los granos provenientes de variedades OGM y no OGM. Este es un tema crucial donde la “institucionalidad” y rutinas productivas y comerciales previas no están aggiornadas como para garantizar una adecuada segmentación.
Una parte corresponde a los mercados externos. De acuerdo a los expertos, más allá de beneficios productivos, podría haber «un efecto negativo en la exportación argentina de trigo». Es obvio que los importadores –muy cercanos a los molinos harineros- prefieren mantener la situación previa con escasa segmentación. Una situación alternativa les significa segmentar los procesos –harinas GM y “naturales”- con los consecuentes costos; mayores producciones globales y precios en descenso para calidades GM no les son comercialmente atractivas. Nótese que los consumidores menos favorecidos a nivel de ingresos y/o los ubicados en países cercanos a la subsistencia –desde algunos países africanos a ciertos estados/provincias latinoamericanas- muy afectados por los “efectos sequías” no tienen “voz” de representación ni opinión.
Por otra parte, el consumo local no tiene experiencia en consumir trigo GM. La primera reacción –subconsciente- es de rechazo al producto apelando a la consabida fórmula “mejor malo conocido que bueno por conocer”. Una sana política trabajaría sobre el aporte objetivo de información general y precisas normas de etiquetado. El eje –pensado en un comprador racional- es información clara y precisa para respetar la “soberanía” del consumidor. Muchos perfiles de consumidores derivan en muchas “voces”. El mercado puede responder con libertad a cada una de ellas si se regula acertadamente.
Un eslabón previo son los molinos harineros y las empresas. Ya existen pedidos de parte de firmas alimenticias nacionales e internacionales que operan en nuestro país, de comprar únicamente harina o trigo no transgénico. Siempre queda la pregunta incómoda: ¿están dispuestos a pagar más por una calidad diferenciada? Nuevamente la inercia –y los intereses- previos priman sobre lábiles criterios de conjunto asociados con mayores producciones, menores precios e incremento de los saldos exportables. Adicionalmente sostienen que el uso comercial nacional del trigo HB4 impactará en los precios y abastecimiento de trigo en el país. No solo se ponen en riesgo las exportaciones de trigo y harina, sino también de pellets, almidón, gluten, panificados, fideos y todos los productos del segundo procesamiento donde existen miles de PyMEs que actúan en esta cadena. Obviamente el razonamiento supone el mantenimiento de las rutinas comerciales y regulatorias actuales.
Al inicio de la cadena, la actitud de los productores –un amplio arco de agentes interesados e involucrados en el tema con diversos intereses- y algunas de sus varias entidades de representación oscila entre su aceptación –en base a mejoras en costos/productividad- y rechazo sobre las prevenciones de cierres de mercados, entrecruzamientos de variedades y dudas sobre la apropiación de los eventuales efectos positivos. Subyace la no completamente resuelta situación de los derechos de propiedad y pago por el uso de la nueva semilla. Nuevamente, el tema bajo análisis involucra a problemas ya catalogados como estructurales y cuya solución implica nuevas conductas y rutinas de funcionamiento.
La respuesta de Bioceres se resume en que “Existen riesgos por aprobarlo, es evidente, cualquier transformación o cambio del status quo lo tiene, más aún en esta situación donde somos líderes sin tener el poder de los países centrales. También existen riesgos por no aprobarlo y la mayoría de las veces estos no se dimensionan. Ser líder requiere no solo crear algo nuevo, que agregue valor, sino asumir los riesgos y estar dispuesto a luchar para hacerlo y sostenerlo. Ser líder es correr riesgos y gestionarlos. Es saber cómo, cuándo y con quién dar los pasos necesarios. Esperamos poder construir junto a todos los grupos de intereses y actores de la cadena de valor del trigo, ideas y acciones que nos ayuden a mitigar los riesgos por hacer. Pero no seremos parte de un colectivo que prefiere el riesgo de no hacer“.
En suma, el Progreso e Innovación plantean dilemas y conflictos, cuya resolución final deseable sea a través de una evaluación integral de los beneficios sociales involucrados y podamos aprovechar al máximo el extraordinario esfuerzo de innovación generado con su aporte al desarrollo económico.»