“Nos alejamos cada vez más de la frontera tecnológica y cada vez somos más pobres”

En la cámara de Diputados está próximo de ser aprobado un proyecto que busca garantizar un aumento progresivo del presupuesto asignado a ciencia y tecnología. Propone que para el año 2032 la inversión estatal en el sector alcance el 1% del PBI.

Se espera que no haya dificultades para la media sanción de la Ley de Financiamiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación. La normativa deriva de la unificación de dos proyectos presentados por el oficialismo y la oposición. El proyecto parte desde una inversión estatal del 0.28% del PBI en el 2021 y establece aumentos sucesivos anuales para alcanzar la meta del 1% en 2032.

Sobre esto opina Fernando Stefani, investigador del CONICET y vicedirector del Centro de Investigaciones de Bionanotecnología. Stefani sostiene que en Argentina todavía “tenemos que comprender cuál es el rol de la tecnología y el rol de la ciencia en la economía” y que, si bien el aumento de la inversión estatal en ciencia y tecnología es algo positivo, resulta fundamental que se generen incentivos a la inversión privada en Investigación y Desarrollo (I+D).

-¿Qué % del PBI invierten los países desarrollados en ciencia y tecnología y cuál es tu mirada respecto a los objetivos de esta ley?

-Muchas veces nos comparamos con países desarrollados y obviamente las métricas de Argentina dan mal. Más importante que analizar dónde están parados los países desarrollados es analizar cuáles fueron sus trayectorias a lo largo del tiempo para desarrollarse. Lo que nosotros tenemos que hacer es establecer un camino de crecimiento económico sostenido en el tiempo. Cuando vemos qué hacen los países desarrollados, vemos que invierten cada vez más en I+D. Cuando digo cada vez más, hago referencia a fracciones de su economía, no solo más dinero, sino un porcentaje mayor de sus PBI. La razón por lo que lo hacen no es una cuestión cultural o la mera posibilidad, lo hacen para mantener sus niveles de bienestar.

Esto se puede medir. Una manera de medirlo es ver qué velocidad aumentan esta inversión expresada como fracción del PBI. Si uno mira los países desarrollados, eso es casi a un nivel constante de un 0,03% del PBI por año. Es un número muy chiquito, pero constante. Argentina al igual que otros países rezagados también invertimos más, tenemos idas y venidas, en el gobierno anterior fuimos para atrás, en el último gobierno justicialista fuimos para arriba, pero en promedio, si uno toma una serie histórica más larga, nos da que aumentamos a un 0.01%, tres veces más lento que los países desarrollados. Nuestras capacidades científicas y tecnológicas aumentan 3 veces más lentasNos alejamos cada vez más de la frontera tecnológica, nos alejamos de mejorar nuestra competitividad y cada vez somos más pobres.

Acá en Argentina la ciencia y la tecnología son temas desligados de la economía y la producción. Se considera la ciencia más como un tema cultural y a la tecnología como algo que se compra cuando uno la necesita y en general se la compra en el extranjero. Ese es el cambio de paradigma que tenemos que hacer. Tenemos que comprender que la ciencia y la tecnología tienen un rol vital en la economía. No existe ninguna estrategia de crecimiento económico sostenido en el tiempo que no tenga en su corazón a la ciencia y la tecnología.

¿Cómo entra esta ley en este panorama? Esta ley legisla sobre la inversión pública. Todos los números que dije recién se refieren a la inversión total de los países, la pública y la privada. En los países industrializados, aproximadamente el 70% de la inversión es privada y el restante es en el sector público. En Argentina esto se invierte. Tenemos una inversión total muy baja, que aumenta demasiado lentamente y es aproximadamente un 70% pública y un 30% privada. ¿Cómo pasamos de una situación a la otra? ¿Cómo hacemos que la inversión privada crezca más que la pública? Antes aclaremos que no es importante que sea privada porque sí, es porque la inversión privada te marca las innovaciones que se hacen en el sector productivo, las que verdaderamente van a impactar en la economía.

Esta ley plantea un incremento programado y a un ritmo mucho mejor que el que está haciendo Argentina, pero de la inversión pública. Es un avance muy positivo, pero tiene que complementarse con otra serie de políticas para incentivar la inversión privada en I+D.

-¿Cuál es la diferencia entre una innovación y un invento?

Muchas veces se confunde innovación con invento. Un invento lo puede hacer cualquiera. A vos o a mí se nos puede ocurrir una idea que, al menos hasta donde sabemos nosotros, no se no se le ocurrió a nadie. Eso es un invento. Una innovación es transformar una nueva idea o concepto en tecnología incorporada en un producto o servicio disponible para la sociedad. Y si se trata de un producto o servicio comercial, que esté comercializado a escala. Eso es mucho más complejo. Hacer innovación en serio es una tarea muy competitiva y compleja. Se requiere de capacidades específicas que no son ni las de un científico ni las de un empresario. Un científico y un empresario pueden hacer innovación, pero no es su rol natural. El rol de un científico no es innovar, es producir conocimiento y el de un empresario tampoco es innovar, sino producir y comercializar productos y servicios de un modo rentable. La innovación es justamente lo que une a estos dos mundos.

En Argentina hacen falta políticas e instituciones públicas de innovación mucho más fuertes que las que tenemos, mucho más competitivas internacionalmente que las que tenemos. Hacer innovación en serio es una tarea muy competitiva y compleja. En el mundo desarrollado la innovación se produce a través de instituciones muy profesionalizadas porque esto requiere habilidades y conocimientos muy específicos.

En Argentina no arrancamos de cero. Tenemos el INTI, el INTA, el INIDEP, por mencionar algunas instituciones importantes, pero que deben fortalecerse y modernizarse. Por caso, el INTI y el INTA fueron creadas en la década del 50 y han sido instituciones muy maltratadas a lo largo del tiempo. Hoy no tienen el poderío que deberían tener para poder ser competitivas en innovación internacionalmente. Tienen que ser fortalecidas enormemente, puede ser que sea necesario reestructurarlas para especializarlas por sector. El CONICET también fue creado en la década del 50, pero la manera de hacer producción científica no cambió tanto desde esa época, desde la época de Galileo que no cambió tanto. El método científico es el mismo. Cambia la tecnología, las maneras, pero no la esencia. En cambio, la innovación en el mundo ha cambiado enormemente desde la posguerra.

-¿Qué tipo de políticas se tendrían que aplicar para que el sector privado empiece a invertir más en I+D?

Nos faltan incentivos a la inversión privada. Las empresas argentinas, al igual que cualquier empresa del mundo, necesitan apoyo institucional para invertir en I+D, apoyo en términos de regulaciones, rentabilidad e incentivos. Todos los países desarrollados tienen un menú muy amplio de incentivos a inversiones productivas y de I+D. Eso es dinero que tiene que destinar el estado para fomentar la inversión en I+D. Muchas veces se argumenta que no hay dinero, pero cuando uno hace las cuentas y ve a qué tasa aumenta la inversión en I+D China, por tomar un ejemplo, vemos que desde hace 40 años China aumenta su inversión en I+D a un ritmo de 0.08% por año. O Malasia va al 0.06%. Si hacés la cuenta, el PBI argentino promedio del 2011 al 2019 da más o menos 550 mil millones de dólares. El 0.08% de esos 550 mil millones te da 440 millones de dólares. No es un número exorbitante. La fuga de capitales en nuestro país, es decir riqueza que se genera en Argentina pero que no es reinvertida en Argentina porque no se encuentran buenas oportunidades, viene siendo de miles de millones de dólares al año. Este es un problema constante que se incrementó enormemente durante el anterior gobierno. Por ejemplo, pasamos de unos 8.500 millones de USD en 2015 a un promedio 25.000 millones por año en el período 2017-2019. Si vos pusieras instrumentos que atraigan tan solo entre un 2 y 5% de ese capital para inversiones productivas con I+D, tendrías todo lo necesario para alcanzar metas de inversión en I+D competitivas. Hay que generar las condiciones para que esa riqueza en vez de irse se reinvierta acá en actividades productivas y de innovación, no en actividades financieras que no nos dejan nada. El problema de alcanzar una inversión en I+D competitiva internacionalmente no es uno de recursos económicos, es de política, hacen falta políticas y regulaciones para que se puedan dar de una manera positiva.

-Diste el ejemplo chino como un caso de un proceso de desarrollo iniciado en un país que no estaba en la frontera del conocimiento. Es una experiencia iniciada en el siglo XX. ¿En el mundo actual se puede iniciar una trayectoria similar viviendo en un mundo diferente?

Sí y no. Es un mundo diferente, donde las tecnologías y el conocimiento se mueven de una manera más rápida, pero manejar tecnología tiene tres partes: el hardware, el software y el brainware. El hardware son los aparatos e instrumentos, software son los procedimientos, códigos e instrucciones para usar esos equipamientos y por último, está el brainware, el saber hacer. Se necesitan las tres cosas, el hardware se puede mandar por correo, barco o avión, el software se puede mandar por una comunicación electrónica, pero el brainware no se puede transportar tan fácil. Eso está adentro de las personas. Trasladar eso de un país a otro no es sencillo. Requiere mover gente de un lugar al otro, capacitar, aprender, mandar al extranjero y que vuelvan. Hay que tener cuidado en decir que todo circula tan fácilmente porque no es tan así. Respecto a países que hayan iniciado procesos de desarrollo más recientes está Malasia. En el siglo XXI Malasia fabricaba baratijas, pero hace unos años que está en un claro proceso de desarrollo y en muy pocos años, sino cambiamos nuestra estrategia, la vamos a mirar para arriba.

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