El previsto regreso de niños y jóvenes a las clases -presenciales- ha despertado una polémica intensa, donde se mezclan argumentos sanitarios con problemas sociales y humanos. Más el inevitable posicionamiento político.
La discusión no se da solamente en Argentina, por supuesto. En los países de la Unión Europea y, hasta ahora en menor grado, en los EE.UU. y Australia el debate es tan apasionado como aquí.
Para dejar claro que todavía no hay conclusiones científicas definitivas y que es -en el fondo- una cuestión de evaluar riesgos, transcribimos este resumen de un artículo publicado ayer en Nature:
«Las variantes de coronavirus de rápida propagación han vuelto a poner el papel de los niños en la pandemia en el centro de atención.
Los temores iniciales de que la variante llamada B.1.1.7 se estuviera extendiendo más en niños que en adultos eran infundados. Los investigadores ahora dicen que la variante, que se detectó por primera vez en Gran Bretaña, se está extendiendo más en todas las edades, porque es entre un 50 y un 74% más contagiosa que las variantes anteriores. Pero eso es conocimiento reciente y poco extendido. Lo novedoso -antes se negaba- es que los chicos se enferman menos que los adultos, pero a partir de los 10 años de edad transmiten el SARS CoV2 (de cualquier cepa) con la misma eficacia que los mayores.
Aún así, los científicos están pidiendo más pruebas y vigilancia en los niños para informar las políticas sobre el cierre de escuelas. «Todavía no sabemos realmente cuánto contribuyen las escuelas y los niños a la propagación», dice la epidemióloga Catherine Bennett, directora de epidemiología de la Universidad de Deakin, en Australia.»
Para acceder al texto íntegro del artículo (en inglés), cliquear aquí.