Especiales de AgendAR: «Desarrollos de vacunas argentinas contra el covid. Protagonismo de las científicas»

Juliana Cassataro y su equipo inicial

En AgendAR hemos planteado, desde los primeros meses de esta pandemia, que nuestro país podía y debía desarrollar sus propias vacunas. No parecía una solución inmediata, pero a la vista de los atrasos casi increíbles de los grandes proveedores internacionales, creemos que si el estado hubiera apoyado con toda decisión los primeros desarrollos argentinos, hoy ya tendríamos al menos un par de vacunas en proceso de licenciamiento y producción, tal vez cerca del despliegue efectivo.

En números, Argentina compró -y pagó- 56.160.000 millones de dosis a AstraZeneca, al Fondo Ruso de Inversión Directa, al Instituto Serum de la India, a Sinovax y a la alianza público-privada internacional Covax. Deberían haber llegado casi todas, pero hasta ahora, recibió apenas 4.050.540 dosis. Las estrategias de compra en el exterior que en agosto de 2020 permitían creer que promediando este otoño estaríamos todos vacunados, fracasaron.

La decisión principal (fabricar aquí la vacuna Oxford de AstraZeneca en la firma nacional mAbxience para toda Latinoamérica) determinó que de 22,4 millones de dosis, hayamos recibido cero, ninguna, nada: México, que debe únicamente filtrar, fraccionar y encapsular las dosis, no ha devuelto ni una.  Cosas parecidas o peores están pasándole a casi todos los países, incluso algunos que -como la Argentina- son productores bajo licencia. La producción, a nivel mundial, es un caos.

La necesidad de vacunas 100% argentinas no surge sólo por la falta de confiabilidad que vienen demostrando las cadenas internacionales de valor para entregar las vacunas a tiempo. Con el diario del lunes, todos ganamos el PRODE. Hacen falta fórmulas locales, fáciles no sólo de fabricar y también de distribuir, sino incluso de ir reformulando con el paso del tiempo. Y esto porque a mediados del año pasado se hizo evidene que el SARS CoV2 y sus mutaciones regionales nos acompañarán por largo tiempo. En términos futboleros, necesitamos marcación de contacto.

Argentina sencillamente no puede negarse a esta lucha. Su impresionante desarrollo en biotecnologías médicas obtuvo refinados sistemas de diagnóstico «al toque», en los primeros meses de la pandemia, equipos que el resto de la región debe importar. Necesita vacunas propias. Tiene los recursos humanos para ello, una industria farmacológica privada única en Latinoamérica, una situación epidemiológica muy mala, y la seguridad de que nadie le regalará las herramientas para salir del brete. Mientras falten vacunas en el mundo, y eso quizás continúe todo 2022, será difícil importarlas. No somos prioridad de nadie.

Hemos seleccionado 4 notas de las publicadas que incorporaban este reclamo para este Especial. No son todas, pero sí las más explícitas en este planteo. Eso sí, corresponde aclarar que no ha sido intención nuestra que en estas notas la gran mayoría de los protagonistas principales resultasen ser mujeres. Es un dato de la realidad: el país tiene muchas biólogas moleculares, ingenieras genéticas y vacunólogas de primer nivel.

Es justo, entonces que el desarrollo más avanzado, el de la Universidad Nacional de San Martín, el proyecto que lidera Juliana Cassataro, le haya puesto este nombre a su vacuna: ARVAC-Cecilia Grierson. Fue la primera médica recibida en Argentina. Ahora falta que a esta vacuna a la que el MinCyT apoyó con U$ 100.000 hasta completar los estudios preclínicos, la apoyo el MinSal para hacerla cruzar rápidamente los estudios de fase y el licenciamiento regulatorio.

Hay tres fórmulas más en otras tantas universidades argentinas, dos de ellas nacionales.

 

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