Hablan los constructores del reactor RA-10. Y Daniel Arias responde

El Ing. Herman Blaumann, Gerente del Proyecto RA-10, de la CNEA, consideró que en el artículo El CAREM y el RA-10 tienen fecha de terminación. Pero China nos gana de mano, que publicamos este jueves,  había apreciaciones equivocadas e injustas, y se comunicó con su autor, Daniel Arias. Por nuestra parte, creemos que corresponde publicar su exposición y la respuesta de Arias.

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En el artículo recientemente publicado por este medio “El CAREM y el RA-10 tienen fecha de terminación. Pero China nos gana de mano”, y bajo el subtítulo “El RA-10, o cómo irse en anuncios”; contiene una serie de apreciaciones que resulta necesario aclarar.

En el mismo se afirma:

Propuesto en 2010, el RA-10, de 30 MW térmicos, podría haber estado operativo en 2018 si se copiaba a ojos cerrados la ingeniería del OPAL de 20 MW, vendido por Argentina a Australia en 2000, activo desde 2006. A fecha de hoy, sin discusión, el OPAL es el mejor reactor de radioisótopos e investigación del mundo, y la causa por la que INVAP pudo vender dos reactores más: el de Arabia Saudita y el de Holanda.

Al no copiar el OPAL, la CNEA quiso innovar en tecnología y diseño (y es legítimo). Pero la obra estuvo siempre bajo dirección de la CNEA, cuyo personal cobra la misma miseria tanto si la obra se termina como si se atrasa.

Hoy, los reactores no se copian

En materia de reactores experimentales es muy difícil encontrar, hoy en día, modelos “copiados”. Quizás sí sucedía en el pasado. Hoy, dada la versatilidad en lo que hace a sus aplicaciones (uno de los aspectos en los cuales se diferencian de los reactores de potencia) cada país decide cuáles son aquellas que quiere desarrollar, en función de los proyectos nacionales y del contexto mundial. Esto determina los objetivos de diseño y de allí resultan los modelos que se construyen.

Así resulta, entonces, que los reactores experimentales que hoy se encuentran en construcción, en el mundo: Jules Horowicz (Francia), Kijang (Corea), MBIR (Rusia) y RA-10 (Argentina) tienen características muy diferentes.

Y éste es el proceso que siguió la CNEA para establecer los objetivos de diseño de RA-10. Nuestro reactor incluirá, por ejemplo, a diferencia del OPAL, dispositivos para la calificación de combustibles. Eso lo hicimos porque nuestro país produce y exporta combustible nuclear. Estas instalaciones tendrán mucha demanda de proyectos como el CAREM y/o las nuevas centrales nucleares.

También de la experiencia constructiva y operativa del OPAL surgen oportunidades de mejoras que se traducen en cambios en el diseño para el RA-10. El PALLAS, cuando Holanda defina y contrate su construcción, tampoco será una réplica del OPAL…quizás se parezca más al RA-10.

Por otra parte, para el RA-10 la CNEA decidió utilizar tecnologías probadas. Aplicadas sí, en nuevas funciones y en el marco de un diseño diferente. Pero no se trata, estrictamente hablando, de “innovación tecnológica”.

El atraso y su impacto

Así que no viene por allí la cuestión de las demoras en la ejecución del proyecto. Ciertamente, nos impactan. Sobre todo, porque, gracias a la decisión de la CNEA (avalada por el Estado Nacional) de iniciar el proyecto en el año 2010, hoy tenemos la oportunidad histórica de jugar otro rol, mucho más relevante, en la oferta mundial del molibdeno. Ésta es una de las decisiones que impulsaron el RA-10.

De una u otra manera lo mismo ocurre en todos los proyectos de nuevos reactores que hoy se encuentran en construcción. Proyectos de envergadura, todos ellos complejos y con atrasos de terminación. Y por múltiples causales, como siempre. Entre ellas, el contexto de cada país y el contexto mundial.

La cuestión del presupuesto…y otras tantas

En el año 2016; y con un plazo de 4 años, comienzan a ejecutarse los contratos para la construcción del reactor. Durante estos años, el presupuesto fue exactamente la mitad de lo que demandaba la curva de inversión.

La inflación sostenida impactó en permanentes readecuaciones contractuales que limitaban el dinero disponible para avanzar en las obras. Para los contratistas se volvía muy difícil gestionar los suministros, especialmente los importados. En algún momento la falta de pagos llevó a paralizar la obra. Y los plazos debieron extenderse, lo que incrementó los costos fijos del proyecto.

El ámbito de la administración pública nacional, regido por normativas y procedimientos siempre restrictivos, impactaron ciertamente en las instancias de realizar las contrataciones necesarias.

Y ni hablar de la gente que formamos y perdimos…

Y de los muchos contratistas poco acostumbrados a cumplir plazos…

Y el Covid… Pero todo esto ya se sabe, cualquiera lo imagina, resulta obvio; y aburre.

Lo que sorprende…

Lo que motiva este escrito es la frase “la obra estuvo siempre bajo dirección de la CNEA, cuyo personal cobra la misma miseria tanto si la obra se termina como si se atrasa”. Sugiere que a un sueldo miserable y sin incentivos, se responde con un trabajo miserable, pobre y mediocre.

Sorprende lo reduccionista de esta lógica. Y duele en la piel de tantos que ejercen su trabajo con compromiso, dedicación y eficiencia, cobrando sueldos empobrecidos, en tantas áreas del estado nacional y del sector privado.

Afortunadamente no precisamos argumentar para rebatirla. Basta mirar los testimonios que en la pandemia hemos recibido de trabajadores de la salud con sueldos miserables que han dado literalmente la vida; sin cobrar nunca un incentivo según la cantidad de pacientes que se curaban o morían.

Sueldos empobrecidos; pero un trabajo que nos enaltece

En particular el artículo de Daniel Arias resulta sumamente ofensivo para las personas que integran el equipo de trabajo que con compromiso y profesionalismo lleva adelante las tareas de integración, coordinación, control y soporte para la ejecución del proyecto.

Es un grupo de guerreros que, siempre con espíritu de superación y a través del esfuerzo colectivo y articulado, lucha diariamente en todos los frentes necesarios para sostener e impulsar el avance del proyecto, transpirando cada hito que se alcanza.

Una palabra especial para el grupo de técnicos y profesionales capacitados con las más altas exigencias, que ya cuentan con la licencia de la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN); y continúan desarrollando las competencias necesarias para hacerse cargo de operar la instalación.

Y todo esto, efectivamente, con sueldos empobrecidos – como en toda la Institución-; y con gente que formamos y perdemos.

Pero es nuestro trabajo. Y el esfuerzo, la entrega diaria y la excelencia, se sostienen desde la pasión por lo que hacemos, el orgullo que sentimos por hacer las cosas bien y el compromiso con la CNEA y el país en esta oportunidad histórica. Esto es lo propio de este equipo; lo que nos dignifica y enaltece.

Para que quede bien claro; no se trata aquí de minimizar la cuestión salarial sino poner en valor que, a pesar de eso, la responsabilidad y seriedad con que la CNEA encara la tarea, sigue inalterable, honrando y honrados por el legado de quienes nos precedieron en el desarrollo de la ciencia y tecnología nuclear argentina.

Ing. Herman Blaumann, Gerente del Proyecto RA-10

Respuesta de Daniel Arias:

Soy Daniel E. Arias, autor del artículo al que se refiere el Dr. Herman Blaumann, a cargo de la construcción del RA-10.

Me hago cargo de tres errores importantes de apreciación:

  • No se puede comparar el caso del RA-10, proyecto de 2010 y hoy con 4 o 5 años de atraso en su construcción, con el de la central nuclear CAREM, proyecto de 1984, que suma tres décadas de retrasos, y contando.
  • En mi artículo, responsabilicé a la CNEA del atraso del RA-10. Creo que ha sido un error. Ni el más decidido constructor nuclear del mundo podría haber cumplido el cronograma de avance. Al 3er año de iniciado el RA-10, el gobierno le cortó el presupuesto a la mitad, lo dejó clavado en pesos, y al año siguiente ese mismo gobierno dispara un proceso de hiperinflación por endeudamiento externo.
  • A todo esto, el gobierno de Macri promovió deliberadamente la dispersión de los recursos humanos de la CNEA, a fuerza de salarios de miseria y frustración de otros proyectos. La casa perdió 600 personas sobre un plantel de 3.600.

La Argentina lleva hechas unas cuántas plantas multipropósito en el exterior: el RP-10 de Perú, el ETRR2 de Egipto, el OPAL de Australia y próximamente, el nuevo PALLAS en Holanda. Estas instalaciones fueron obra de INVAP, constructor con fama mundial de entregar toda obra en tiempo y forma. La gran diferencia es que todas estas obras tuvieron un cash-flow que evitó toda demora, porque en cada caso, la plata la ponía el cliente.

Esto no lo evalué debidamente. Durante los gobiernos liberales, la Argentina se vuelve un cliente espantoso de sí misma. El elenco de Blaumann realmente las tuvo todas en contra.

En 2020, con nuevo gobierno, el RA-10 podría haber resucitado, pero intervino la pandemia y la agravó una complicación: volvió a suceder algo que ya vimos entre 2003 y 2006. Y es que el peronismo (como toda la dirigencia política nacional) se ha petrolizado y desnuclearizado. Cada vez que vuelve al gobierno, ahora tiene que redescubrir el átomo.

Al gobierno kirchnerista esto le tomó un par de años de apagones por falta de gas, y en 2006 la inauguración del OPAL en Australia. Los apagones hicieron que dirigentes formados en una provincia gasífera, como Santa Cruz, se cuestionaran sobre la salud de una matriz eléctrica tan térmica como la de Argentina.

El 2do acontecimiento, la puesta en marcha del OPAL, deslumbró al gobierno kirchnerista: resultó que el átomo criollo no era sólo un objeto de chisporroteo contencioso con dos embajadas y con los caciques petroleros. Resultó que podía venir con exportaciones de tecnología, con prestigio internacional y con votos en casa. Fue una revelación.

La respuesta a ello fue el llamado Renacimiento Nuclear Argentino de 2006, que culminó en obras como la terminación increíble (es el adjetivo justo, nadie la creyó posible) de Atucha II por NA-SA. Añado el retubamiento de Embalse, que pudo relanzarse para 30 años más de operación, y además con mayor potencia. Y aún así, no alcanzó para que la CNEA, repartición estratégica si la hay, volviera a tener sueldos acordes a su importancia política, y retornara al lugar en el que nació en el tótem estatal: bajo dependencia directa del Poder Ejecutivo.

Me reservo una duda, con el diario del lunes: tomada la decisión en 2010 de construir al RA-10, ¿por qué el arranque de obra es de 2014, en lugar de, por ejemplo, 2012? Blaumann me ha explicado detalladamente, por vía particular y en más de una ocasión, cómo hoy todo reactor multipropósito es un FOAK (First of a Kind), primero en su tipo, una máquina imposible de clonar de otra anterior, y que no hay más remedio que diseñar “a medida”.

Entiendo que esto es inevitable, ¿pero 4 años para diseños y aprobación regulatoria? Pueden haber sido académica y metodológicamente inobjetables, pero políticamente resultaron fatales. Nadie previó lo que ocurriría, o mejor dicho, hasta qué punto.

En el ápice del Renacimiento Nuclear, alrededor de 2012, parte de la CNEA no creyó siquiera posible que Mauricio Macri fuera a ser presidente. Otra parte, convencida de que sí lo sería e incluso votante de Macri, jamás habría creído que con apenas un 1,5% de ventaja electoral SU presidente fuera a aplastar el resurgimiento del Programa Nuclear Argentino.

Pero lo hizo sin dudar. Liquidó la construcción de las centrales nucleares CANDU y Hualong-1, arrasó los recursos humanos y técnicos de la Planta Industrial de Agua Pesada, dejó el CAREM a medio camino. Y fue mucho más lejos.

Desmanteló el Ministerio de Ciencia, retaceó pagos debidos y canceló proyectos para lograr el cierre de INVAP, desistió de la construcción de los satélites ARSAT 3 y 4, reventó los programas aeronáuticos Pampa II bloque III, entrenador básico IA-100 y desprogramó el avión de ataque Pucará, intentó cerrar los Astilleros Río Santiago y CINAR, perdió el submarino ARA San Juan con sus 44 tripulantes, terminó con el Programa Conectar Igualdad, clave para la alfabetización informática de 5,4 millones de adolescentes de bajos recursos, e inició un ataque frontal, brutal y explícito contra la educación pública.

Todavía hoy, este resumen (incompleto) me sorprende más de lo que me enoja. ¿Todo esto logró este tipo en sólo 4 años? ¿Y sólo por tener el apoyo de la City, los multimedia, un par de embajadas y el FMI? Y hay aún hoy quien, por apariencias, lo sigue considerando un incapaz…

¿Qué chances tenía el RA-10 de completarse durante la intercurrencia macrista? Ninguna. Pero, le pregunto a Blaumann, si la obra hubiera arrancado un par de años antes, ¿hoy no habría chances al menos de inaugurar el reactor antes de las elecciones presidenciales de 2023? Es otra fecha en que el RA-10 se vuelve a jugar la existencia.

Aunque nunca nos vimos la cara, al Dr. Herman Blaumann lo conozco “por celular” desde 2010, y creo que nos apreciamos personalmente por trayectoria. Soy el primero en reconocer que desde 2016 los avances de obra del RA-10 fueron posibles con un sacrificio inmenso del personal, contra viento y marea. Le pido disculpas a él y a su elenco de constructores si los destraté con mis palabras. Su respuesta me ha obligado a repensar algunas cosas.

Finalmente, el gobierno fletó a las autoridades macristas, que seguían al frente del Programa Nuclear, y parece estar redescubriendo el átomo. Eso no significa que estemos por iniciar un segundo Renacimiento Nuclear. Si sucede, será MUY evidente, como cuando un paciente en coma cuatro de pronto abre los ojos y trata de entender adónde está.

Si vuelve una primavera nuclear, hagamos que el RA-10 y las otras obras avancen. Y que lo hagan de tal modo, y con tanta visibilidad mediática, que los costos económicos y políticos de volver a frenarlas se vuelvan impagables.

Daniel E. Arias