Hace algo más de un año dijimos en AgendAR «En cuarentena, una máquina de hacer pastas triplicó su demanda y agotó su stock«. Así es como siguió la historia:
La Pastalinda, la original máquina que inventó un inmigrante italiano en la Argentina para hacer su propia pasta y luego vendió masivamente, la que fue boom en pandemia y duplicó su producción (100% nacional) en la planta de la empresa familiar hoy en manos de la cuarta generación; ahora llega a Estados Unidos y Canadá a través del gigante Amazon.
Aun con su visión
a largo plazo, Don Augusto Prot no habrá imaginado lo que sería de aquel prototipo que hizo en madera tallada en 1948. Una máquina que alivianaba la tarea de hacer pasta y que debe su nombre a María Pía, su hija que hoy con más de 80 años sigue involucrada en la empresa, y que al ver el resultado de la máquina dijo: «qué pasta linda».
Prot tenía en su Italia natal una embotelladora ya relacionada con grandes marcas como Fernet y Campari, pero como tantos otros coterráneos decidió probar suerte en América después de la segunda guerra mundial. Trasladó una parte de su planta a la Argentina y encontró su lugar en General Las Heras, entonces un pueblo rural de 2000 habitantes, donde comenzó fabricando maquinaria agrícola.
Pastalinda es ahora usada como un genérico de máquinas para hacer pasta pero detrás de ese nombre hay una compañía con más de 70 años de historia, hoy más floreciente que nunca, que fabrica el producto original (y todos sus componentes) con una calidad que nada se parece a las copias que llegan al mercado desde Asia.
Muestra de esto es que la propia empresa hace service de las máquinas que vendió hace 40 años y más. «Son indestructibles», cuenta Jonathan Romero, biznieto del fundador y hoy presidente de Pastalinda.
Su duración fue señalada por asesores como un «problema» para el negocio por el nulo recambio que tiene, en comparación con electrodomésticos populares que deben reponerse cada 3 o 5 años. Pero Romero asegura que la fidelización de los usuarios de Pastalinda es un valor en sí para la compañía y su calidad no se cambiará por ningún argumento.
Pastalinda factura hoy $ 650 millones, produce 5000 máquinas al mes en su nueva planta de La Paternal en dónde invirtió u$s 7 millones para expandirse al mundo después de haber duplicado ventas en solo un año en el que la cuarentena volcó al público a cocinar en su casa.
Romero no se conformó con ese crecimiento. Bajo su gestión la firma comenzó a exportar a Uruguay, Paraguay, Chile y Perú y ahora llega a Estados Unidos y Canadá a través de Amazon. «El mercado norteamericano es super-competitivo pero realmente no hay productos con las características de Pastalinda por lo que tenemos muy alentadoras proyecciones», dijo.
Además de Amazon, en Estados Unidos hay distribuidores exclusivos que realizarán las ventas directas.
De apoco, se ampliará para vender en esos países el catálogo completo de la compañía, ya que en los últimos años se amplió la producción de las nuevos modelos de máquinas (algunos para de mayor capacidad ideales para locales gastronómicos) y otros productos como el secapasta, la raviolera, utensilios para la cocina y fundas para todos los artículos. El próximo paso es Europa.
Durante la cuarentena, la Pastalinda explotó en ventas. Debieron aumentar 50% la producción y duplicar empleados para llevarla adelante.
Ganó popularidad en el programa MasterChef y se habló de este artículo incluso más masivamente cuando el presidente Alberto Fernández la mencionó por una carta que recibió de un joven de Bahía Blanca, Ezequiel Masson, que había destinado el dinero que cobró del IFE (durante la emergencia por la cuarentena) para comprarla e iniciar un negocio que le permitió sobrevivir en plena crisis. Alberto dijo que también él usaba una Pastalinda para hacer su propia pasta.
Romero intentó sin éxito comunicarse con el Presidente, agradecido por sus comentarios que impulsaron aún más la demanda de Pastalinda.
Hoy en la Argentina, una Pastalinda se paga desde $ 24.000 en su tienda y en su propia web, aunque en las tiendas generales ese precio hasta se duplica. La marca tiene un showroom muy atractivo en Palermo, donde exhiben las tradicionales máquinas en todos sus colores -ahora incluso con una línea vintage de colores pastel- y los accesorios originales.
Son además de útiles para la cocina, «consideradas hoy como objetos de decoración, dentro del segmento de electrodomésticos aún sin serlo», asegura Romero.
En la empresa trabajan ahora en modelos de mayor capacidad de ancho para la masa, que amplia la capacidad de producción. No son baratas. Pero dice Romero que «son como las joyas de la abuela. Se pagan una vez y son parte de la herencia familiar para siempre».