El Ministerio de Agricultura de China aprobó hoy 29 de abril la soja HB4, el evento tolerante a sequía desarrollado por Raquel Chan y su equipo para la empresa argentina Bioceres.
El trámite de aprobación de la soja HB4 fue presentado en China en 2016 y hoy se publicó la Resolución que autoriza su cultivo en el país.
Desde Bioceres (su acción se disparó en el Nasdaq con la noticia) repasan que la soja tolerante a sequía fue aprobada en 2015 por Argentina y luego también por los países de mayor producción mundial de este cultivo: Estados Unidos (agosto 2019), Brasil (mayo 2019), Paraguay (2019) y Canadá (2021).
Estos países representan aproximadamente el 85% de la producción global de soja. Pero China es además el principal importador de soja del mundo. Por eso su aprobación es un elemento decisivo en el competitivo mundo del comercio internacional, para este producto de una empresa rosarina y de la biotecnología argentina.
En este portal tratamos de seguir de cerca, y de alentar en la humilde medida de nuestras posibilidades, estos desarrollos. Y de señalar las barreras que enfrentan.
Por ejemplo, el reportaje a Raquel Chan que publicamos en marzo de 2019, ¿Quién es Raquel Chan, la científica argentina que desarrolló el trigo “anti-sequía”? , muestra bien la oposición regulatoria, empresarial e institucional que tuvo que atravesar no la soja sino el trigo HB4.
Y en la introducción a este otro reportaje a la Dra. Chan que reproducimos el 19 de enero de este año hicimos algo de historia:
«En abril de 2018, a 20 días de entrar online AgendAR, publicamos una nota que comenzaba así «En un escenario donde se producen pérdidas de toneladas de alimentos por las sequías…» Y continuaba: «En 2012 el equipo dirigido por Raquel Chan logró repercusión internacional con la primera tecnología transgénica desarrollada íntegramente en Argentina».
Nos enfocamos sobre todo en el caso del trigo genéticamente modificado, porque es lo que despertó más resistencia. La aceptación regulatoria de la soja HB4 por China es menos dramática. Por algo muy sencillo: es un forraje, el alimento de nuestro alimento.
Con el trigo se muestra cómo lo más anticientífico y antinacional del ecologismo le hicieron perder más de una década de recaudación a esta patente «por miedo a alienar al cliente number one», en este caso Brasil. Hasta que en noviembre de 2021 Brasil no aprobó el trigo HB4, la Mesa de Enlace y la Federación de Acopiadores sugerían quemar los campos sembrados con esta variedad experimental, no fuera que se mezclaran con trigo no transgénico en un silo o una bodega de barco, los ecologistas detectaran el hecho y la cosa terminara con un escándalo de medios y el rechazo brasileño masivo del trigo argentino.
Lo de hoy es entonces un paso importante pero no decisivo. Si China no comprara soja HB4 o sus derivados, la India y el Sudeste Asiático entero son clientes.
En el mercado de los alimentos, hoy el poder lo tienen los oferentes.
Esta pequeña victoria final no debe tapar el hecho de que lo importante no es tener cultivos industriales que se ríen de las sequías y las inundaciones gracias a sus genes HB4 sacados del girasol. Lo importante es haber sabido generar esa patente y defenderla de sus enemigos naturales, de los cuales el primero es la ignorancia científica entre quienes están en posiciones de poder en gobiernos y en empresas.
Y el segundo son los lobbistas de las firmas multinacionales de biociencias. Estas empresas no están muertas de ganas de que empecemos a dejar de ser clientes pagadores de sus patentes, y nos volvamos competidores cobradores de las nuestras. Cada sequía desde 2018 nos salió alrededor de U$S 7.000 millones/año en cosechas. Pero no asumir a la Argentina como potencia biotecnológica emergente nos sale más caro, llueva, truene o brille el sol.