Australia autorizó el consumo del trigo HB4. Triunfo de Raquel Chan y equipo, de Bioceres, de la ciencia argentina

Australia -y Nueva Zelanda, que comparten entidad reguladora en la materia- informaron ayer viernes 6 de mayo que aprobaron la venta y el uso de alimentos derivados del trigo HB4, una variedad genética tolerante a sequías desarrollada por la investigadora del CONICET Raquel Chan y su equipo, y patentada y comercializada por la firma argentina Bioceres.

Nuestro país, que es uno de los mayores exportadores mundiales de este cereal, fue el primero en aprobar el trigo transgénico en 2020, seguido por Brasil en 2021, en una tendencia que se prolongará si la oferta global se reduce como consecuencia de la guerra entre Rusia y Ucrania.

 

Argentina logró una producción récord de 21,8 millones de toneladas de trigo en el ciclo 2021/21, aunque se espera una ligera merma en la próxima campaña por el clima desfavorable. Nuestro país, también exportador líder de soja y maíz, ha sido pionero en el uso de transgénicos en esos dos cultivos.

El trigo HB4® es un desarrollo totalmente argentino, producto de la colaboración público-privada de más de 18 años entre Bioceres y el grupo de investigación del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (CONICET-UNL), liderado por la Dra. Raquel Chan, responsable de la investigación que da lugar al desarrollo.

La decisión de las autoridades australianas se da a conocer una semana después de que el gobierno de China aprobara la soja HB4 tolerante a la sequía. En esa ocasión dijimos «El 22 de abril de 2018, a 20 días de entrar online AgendAR, publicamos una nota que comenzaba así «En un escenario donde se producen pérdidas de toneladas de alimentos por las sequías…» Y continuaba: «En 2012 el equipo dirigido por Raquel Chan logró repercusión internacional con la primera tecnología transgénica desarrollada íntegramente en Argentina».

El camino ha sido largo, y falta bastante por recorrer. Para vencer la oposición regulatoria, empresarial e institucional que tuvo que atravesar el trigo HB4, y en menor medida la soja HB4, por el «pecado» de incorporar un gen del girasol, que incrementa la tolerancia a condiciones de sequía, reduciendo las pérdidas de rendimiento frente al déficit hídrico. Lo más anticientífico y antinacional del ecologismo se unió en los hechos a los intereses de los lobbies de los grandes laboratorios que protegen sus patentes.

A partir de ayer, hay una nueva realidad, con pocos antecedentes, si alguno: Dos países de habla inglesa, con una base tecnológica muy desarrollada, pagarán royalties a una empresa argentina.

Gabino Rebagliati, gerente de comunicación de Bioceres, lo expresó bien en las redes sociales: «En un contexto en el que los efectos adversos del cambio climático son cada vez más frecuentes, ya no se trata de la ciencia argentina aportando soluciones innovadoras y únicas al mundo, sino del mundo pidiendo y necesitando exponencialmente nuestros desarrollos tecnológicos».

Por nuestra parte, desde AgendAR reiteramos que Argentina puede y debe asumirse como potencia biotecnológica. Y esa posibilidad se la debemos agradecer al trabajo creativo y perseverante de Raquel Chan y su gente, a la tradición científica argentina y a la universidad pública que formó a las generaciones que la llevaron adelante.