El 31 de mayo de 2020, el Financial Times -el medio más antiguo y prestigioso de la globalización financiera- evaluó en este importante artículo qué podía pasar con la globalización y con su moneda, el dólar, en el futuro cercano.
Hoy estamos en ese futuro cercano, y los procesos que se describían ahí han continuado desarrollándose. Ahora Rana Foroohar ha vuelto a escribir en el FT otra nota «China, Rusia, y la carrera a un mundo post dólar». La editora asociada del FT sigue viendo el mundo, naturalmente, desde el Atlántico Norte, y está muy influida por lo que está sucediendo en estos días.
Por nuestra parte, agregamos algunas reflexiones al final de la nota. Este presente también tiene su futuro cercano, y, como dijo otro inglés, «el pasado es prólogo».
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«Ha terminado la globalización descontrolada. Ésa no es una afirmación polémica en este momento por razones obvias, desde la retracción posterior a la pandemia de Covid-19 de las complejas cadenas de suministro internacionales hasta la desvinculación de EEUU y China. Es difícil imaginar un regreso a la mentalidad neoliberal de la década de 1990, incluso si Joe Biden gana las elecciones presidenciales estadounidenses, o si la Unión Europea experimenta un momento de cohesión renovada en respuesta a la pandemia.
Es más probable que el mundo se vuelva tripolar — o al menos bipolar — con una mayor regionalización del comercio, la migración e incluso los flujos de capital en el futuro. Hay todo tipo de razones para esto, algunas preocupantes (el aumento del nacionalismo) y otras benignas (un deseo de tener economías locales más resilientes e inclusivas).
Eso plantea una pregunta que se ha considerado polémica: ¿Estamos entrando en un mundo post dólar? Puede parecer una pregunta fácil, dado que más del 60 por ciento de las reservas de divisas del mundo están en dólares, que también se utiliza para la gran mayoría del comercio mundial. El reciente estímulo a los mercados en dólares en el extranjero por parte de la Reserva Federal estadounidense, como respuesta a la crisis del coronavirus, le ha dado un nuevo impulso al dominio global del dólar.
Como resultado, muchas personas repetirían el mantra de que, en esto, como en tantas otras cosas, “no se puede luchar contra la Reserva Federal”. El dominio del sistema bancario estadounidense y la liquidez del dólar, ambos respaldados por la Reserva Federal, le darán al dólar estadounidense una supremacía incuestionable en el sistema financiero global y los mercados de capitales de forma indefinida.
Otros alegan que “no se puede reemplazar algo con nada”. Con esto quieren decir que a pesar de que a China, Rusia y otros países de mercados emergentes (así como a algunas naciones ricas como Alemania) les encantaría alejarse del dominio del dólar, no tienen alternativas reales. Este deseo es especialmente intenso en un mundo de finanzas que se utiliza cada vez más como un arma. Tengamos en cuenta las recientes medidas de Beijing y Washington para frenar la participación del sector privado en los mercados de capital de cada país. Sin embargo, el euro, que representa alrededor del 20 por ciento de las reservas mundiales, no puede compararse en términos de liquidez y todavía hay grandes interrogantes sobre el futuro de la eurozona. El mercado del oro es demasiado restringido, como lo demuestra el hecho de que ahora es prácticamente imposible comprar el metal físico.
Pero están las estadísticas económicas, y luego está la política. Es revelador que China haya comprado mucho oro recientemente, a modo de cobertura contra el valor de sus participaciones en dólares. También está probando su propio régimen de moneda digital, el e-RMB, convirtiéndose en la primera nación soberana en lanzar una criptomoneda respaldada por el banco central. Se podría imaginar que sería fácil de implementarla en toda la órbita de la Iniciativa de Un Cinturón, Una Ruta de China, como una alternativa atractiva para los países y las empresas que deseen comerciar entre sí sin tener que utilizar dólares para cubrir el riesgo de tipo de cambio.
Esto por sí solo no debería representar un reto a la supremacía del dólar, aunque fue suficiente para incitar al ex secretario del Tesoro de EEUU, Hank Paulson, un hombre que no hace comentarios a la ligera, a escribir un ensayo reciente sobre el futuro del dólar. Pero todo esto no está sucediendo en el vacío.
El plan de la Comisión Europea de reforzar su presupuesto de recuperación para los rescates tras la pandemia de Covid-19 mediante la emisión de deuda que será reembolsada por impuestos de parte de toda la UE podría convertirse en la base de una verdadera unión fiscal y, en última instancia, un Estados Unidos de Europa. Si lo hace, entonces puedo imaginar que mucha más gente querría tener más euros.
También puedo imaginar un continuo debilitamiento de las relaciones entre EEUU y Arabia Saudita, que a su vez podría socavar el dólar. Entre las muchas razones por las cuales los bancos centrales y los inversionistas mundiales tienen dólares estadounidenses, una de las más importantes es que el petróleo se cotiza en dólares. Las acciones continuas de Arabia Saudita para socavar el «fracking» estadounidense debilitaron las relaciones entre la administración del presidente estadounidense Donald Trump y Riad. Es poco probable que si el Sr. Biden, quien probablemente seguiría la postura pro-Irán de Barack Obama, llega a la presidencia, repare dichas relaciones.
Incluso con los precios del petróleo tan bajos, el presidente de la Reserva Federal de Dallas, Robert Kaplan, dijo recientemente que la independencia energética sigue siendo “estratégicamente importante” para EEUU y que “en el futuro seguirá habiendo una producción sustancial de fracking en EEUU”. ¿Entonces quién llenará el vacío dejado por Arabia Saudita? Muy probablemente China, que querrá que el petróleo se cotice en renminbi. Un mundo desvinculado podría requerir menos dólares.
Finalmente, hay dudas sobre la forma en que el respaldo no oficial de la Reserva Federal al gasto del gobierno estadounidense a raíz de la pandemia ha politizado la oferta monetaria. El asunto aquí no es realmente un riesgo de inflación al estilo de la República de Weimar, al menos no a corto plazo. Se trata más bien de confianza. Algunas personas dirán que el dólar es una moneda mundial y que su suerte realmente no depende de las percepciones de EEUU como tal. Ciertamente, los acontecimientos de los últimos años apoyarían esa opinión.
Pero puede haber un límite para esa desconexión. EEUU puede salirse con la suya en muchos aspectos económicos, siempre y cuando siga siendo políticamente creíble, pero menos si no lo es. Como dijo recientemente el economista y capitalista de riesgo Bill Janeway: “La economía estadounidense tocó fondo en el invierno de 1932 a 1933 después de que [el presidente Herbert] Hoover perdió toda credibilidad por su respuesta a la Depresión y la confianza en los bancos desapareció junto con la confianza en el gobierno”.
Podría ser que algún día, la confianza en el dólar y la confianza en EEUU converjan una vez más.»
Reflexiones de AgendAR:
La editora asociada del FT escribe con lucidez, pero -como todos nosotros- tienden a darle más peso a los acontecimientos inmediatos. Hace dos años pesaba en ingleses y europeos en general el fastidio con Donald Trump, y la inclinaba a ser más escéptica sobre el dólar, y a imaginar posible un esquema tripolar en el comercio internacional.
Hoy, el hierro se está mostrando más fuerte que el oro. En un lenguaje menos metafórico, los países europeos (y Gran Bretaña es geográficamente parte de Europa, aunque no esté en la UE), perciben que frente a una potencia hostil con un gran ejército y armas nucleares, les conviene contar con una potencia trasatlántica con esos mismos elementos.
Entonces, ve que se avanza hacia un sistema financiero global bipolar. En realidad, dos sistemas, uno basado en el dólar, el otro en el renminbi.
Hay bases para pensar así. Pero quien lo hace, está ignorando algunos hechos fundamentales. La globalización en la que estamos no es (sólo) una conspiración de banqueros siniestros reunidos en Londres o en Davos. Es una tendencia impulsada por la lógica de la producción de los artículos que miles de millones de personas compran o les gustaría comprar.
Automóviles, celulares, zapatillas de competición, todas las manufacturas sofisticadas requieren materiales, insumos de todo el mundo. Y pueden ser conseguir con costos accesibles si se producen por centenares de millones. Es la lógica que convirtió a China en el taller del mundo en 30 años; en una etapa anterior había impulsado a Japón y otras economías del Este de Asia, y mucho antes a la Inglaterra de la Revolución Industrial.
La otra tendencia en pugna con esa globalización descontrolada y triunfalista – ya herida de muerte en 2008- la reconoce la autora del artículo: el deseo de tener economías locales más resilientes e inclusivas. En un lenguaje más tradicional, el deseo de empleos dignos, de justicia social.
Sospechamos que una globalización dividida en dos -adonde nos está llevando la 2da. Guerra Fría- no sería más justa ni más humana que una única globalización. Además, no está en el interés de la mayor parte de los actores de la economía global.
En primer término, China, que no va a querer, por una excesiva solidaridad con Rusia, privarse del acceso al mercado europeo. Tampoco la India, con buenas relaciones con EE.UU. y con Rusia, que le sirven para equilibrar las buenas relaciones entre China y Pakistán.
Y llegando a casa, ni a la Argentina ni a ninguno de los países de nuestra región le interesa tener que optar entre una «esfera del dólar» y otra «del «renminbi». En nuestro caso, los 5 principales compradores de nuestras exportaciones son, en ese orden, Brasil, China, EE.UU., India y Vietnam. Casi una lección de geopolítica aplicada.
El mundo actual, es multipolar, por cierto, y es mejor que sea así, pero eso no lo hace automáticamente más justo. Nuestro desarrollo depende de nosotros, no de ninguna distribución del poder global en la que no somos protagonistas.
Abel B. Fernández