Desde que el gobierno chino decidió -o se vio forzado- a abandonar so política de «Covid cero» y las duras restricciones que implicaba, los medios de todo el mundo han seguido atención lo que sucede, o se dice que sucede, en China
Y se plantea, en los medios y en los especialistas, la posibilidad que se esté incubando una nueva ola de la pandemia del coronavirus, como sucedió con la «gripe española» hace un siglo, entre 1918 y 1922.
Reproducimos la extensa y documentada nota que le dedicó el New York Times. Y corresponde señalar que, a pesar de su origen en el adversario de China en la Guerra Fría II, finaliza evaluando con un escepticismo racional la posibilidad que sea jusamente en China se estén desarrollando nuevas variedades del virus inmenes a las vacunas.
Como señala un destacado estuioso «La mayoría de las personas en todo el mundo habían contraído el virus. “Esas infecciones superan a las que se han registrado en China”. Después de todo, si 1 de cada 5 personas en el mundo es china, 4 de cada 5 NO lo son.
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«A medida que la COVID-19 se propaga con gran rapidez en China, científicos de todo el mundo buscan pistas sobre un brote de enormes consecuencias para la salud de cientos de millones de chinos, la economía mundial y el futuro de la pandemia. Pero a falta de información detallada por parte del gobierno chino, determinar el tamaño y la gravedad del brote en el país más poblado del mundo es un gran juego de adivinanzas científicas.
En Hong Kong, un equipo de investigadores estudió a fondo los datos de los pasajeros de cinco líneas de metro de Pekín para determinar la posible propagación. En Seattle, un grupo de modeladores intentó en vano aplicar ingeniería inversa a una filtración gubernamental no verificada que detallaba el número de casos de las autoridades sanitarias chinas. En el Reino Unido, los científicos están haciendo sus propios cálculos sobre la eficacia de las vacunas chinas.
Cualquier anécdota personal o noticia en las redes sociales proveniente de China —como la escasez de medicamentos, los hospitales colapsados, los crematorios saturados— puede servir para los modelos de los investigadores.
Todos intentan entender lo mismo: ¿a qué velocidad se propaga el virus en el país? ¿Cuánta gente ha muerto? ¿China podría ser la fuente de una nueva y peligrosa variante?
.Mientras los científicos sopesan diversas fuentes de información poco fiables, se preparan para resultados que pueden ser catastróficos. Si no se toman nuevas medidas de precaución, algunos cálculos del peor de los escenarios sugieren que la COVID-19 podría matar a tantas personas en China en los próximos cuatro meses como lo ha hecho con los estadounidenses durante los tres años de pandemia.
Sin respuestas satisfactorias, algunos países están limitando el ingreso de viajeros chinos, aunque basados en parte en temores infundados o motivaciones políticas. Estados Unidos, Italia y Japón han dicho que exigirán una prueba de COVID-19 negativa a quienes vengan de China, por temor a que el aumento de casos pueda producir nuevas variantes más amenazadoras. El viernes, Francia y el Reino Unido anunciaron medidas similares.
Aunque los investigadores y expertos en virus dijeron que lo más probable es que las nuevas medidas tengan poco efecto para frenar la propagación, las políticas reflejan la visibilidad limitada del brote. En general, los modelos de los científicos apuntan a una propagación explosiva y a una elevada tasa de letalidad, dado que muchas personas en China tienen poca o ninguna inmunidad a las subvariantes de ómicron. Pero incluso sus estimaciones son dispares.
En la más sombría de las hipótesis sobre lo que podría significar el fin de la política china de “cero covid”, casi un millón de personas podrían morir durante los primeros meses de la reapertura, según informaron este mes investigadores de Hong Kong en un estudio financiado en parte por el Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades, aunque el estudio no proporciona un periodo exacto.
Un grupo estadounidense calculó hasta medio millón de muertes para abril y otro millón para finales de 2023 si China rechaza los mandatos de distanciamiento social. Airfinity, una empresa de análisis ubicada en el Reino Unido, presentó esta semana un pronóstico a corto plazo aún más funesto: 1,7 millones de muertes por COVID-19 para finales de abril.
Hasta este mes, el mundo parecía tener una idea más o menos clara de lo que estaba ocurriendo con el virus en China. El Partido Comunista en el poder publicaba con orgullo las bajas cifras diarias de casos y muertes como testimonio de su estricta política de “cero covid”. Un sistema nacional de confinamientos, cuarentenas y pruebas masivas mantuvo el virus a raya.
Pero a principios de diciembre, el gobierno decidió abandonar de manera repentina su estrategia de “cero covid”, lo cual dejó a la comunidad científica en la oscuridad.
“Nadie tiene ni la más remota idea”, dijo Siddharth Sridhar, virólogo clínico que centra sus estudios en las enfermedades infecciosas emergentes.
Los datos procedentes del gobierno chino ya no son de fiar. Según los datos oficiales, China solo declaró 12 muertes por COVID-19 del 1 al 29 de diciembre. El país ha manifestado que solo contará las muertes por insuficiencia respiratoria directamente relacionada con la infección y que dejará fuera a un gran número de personas que murieron porque la infección agravó enfermedades subyacentes o causó insuficiencia cardiaca o hepática.
Los expertos afirman que la velocidad de propagación sugiere un número mucho mayor de muertes. La semana pasada, una ciudad reportó medio millón de casos en un solo día. Otra, manifestó tener un millón.
También hay indicios de que las autoridades están presionando a médicos y crematorios para que eviten catalogar como relacionadas con el virus incluso las muertes por causas respiratorias.
Algunos científicos afirmaron que esas cifras tan importantes indicaban ya fuera que China había estado suprimiendo los datos durante meses o que estaba intentando hacer creer que el brote había alcanzado su punto máximo.
“O saben algo que nosotros no sabemos o están tratando de decir que lo peor ya pasó”, dijo Christopher Murray, director del Instituto de Métricas y Evaluación Sanitaria de la Universidad de Washington.
“Sospecho que es lo último”, dijo refiriéndose a la idea de que China trata de proyectar que lo peor ya pasó. Parece poco probable que China haya podido falsificar los números durante meses sin levantar sospechas, dijo.
El cambio radical en los mensajes de China también está complicando las evaluaciones de los científicos. Hace apenas un mes, los medios de comunicación controlados por el gobierno de China advertían sobre los peligros del virus. Ahora, dice que la variante actual de ómicron es leve y que el brote es manejable.
Sin embargo, a los científicos y expertos en salud pública les preocupa que la variante ómicron haya parecido menos grave en otros lugares en gran parte porque esas poblaciones tenían enormes reservas de inmunidad, incluso de infecciones anteriores, un conjunto de circunstancias que no se dan en China. Si China intenta sobreponerse al brote sin reimponer medidas de salud pública ni aumentar la vacunación, los científicos temen que haya muchas muertes innecesarias.
Por ejemplo, los investigadores de Hong Kong descubrieron que administrar más cuartas dosis de la vacuna y medicamentos antivirales, además de implementar medidas de distanciamiento social, podría salvar al menos 250.000 vidas durante la reapertura de China. El equipo de Murray también encontró que los mandatos de distanciamiento social podrían ayudar a evitar que los hospitales sufrieran una ola concentrada de pacientes, lo cual reduciría unas 200.000 muertes hasta abril, incluso más si a esas medidas se suma el uso más generalizado de cubrebocas y antivirales.
La percepción que el público chino tenga de la amenaza del brote también será importante para su evolución. Los científicos señalan que incluso si la gente decide empezar a tomar más precauciones durante un breve periodo, esto podría suponer la diferencia entre que los hospitales puedan tratar a sus pacientes más enfermos o que se vean completamente desbordados.
La tasa de vacunación del país es otra variable importante. Mientras que el 90 por ciento de la población ha recibido dos dosis de la vacuna, la tasa de refuerzo es mucho menor entre los chinos de mayor edad. La Organización Mundial de la Salud ha dicho que con las vacunas chinas que utilizan virus inactivados es fundamental recibir tres dosis.
Según James Trauer, experto en el modelado de enfermedades infecciosas de la Universidad Monash de Melbourne, Australia, la protección extra de las dosis adicionales debe surtir efecto en menos de dos semanas para las personas que ya se vacunaron. Y señaló que el tamaño del país significa que el brote no alcanzará a todo el mundo al mismo tiempo, por lo que algunas regiones tendrán más tiempo para inocular a más personas.
Los científicos están analizando los patrones de transporte para comprender qué tan rápido podría propagarse el brote, pero las estimaciones no son precisas.
Los científicos de Hong Kong, en su estudio reciente, analizaron datos de pasajeros de un conjunto de líneas de metro de Pekín. La información, dijeron, sugería que la movilidad en la ciudad se había reducido a niveles bajos porque las personas se quedaban en casa para protegerse contra el virus.
Pero Yanzhong Huang, miembro principal de salud global en el Consejo de Relaciones Exteriores, dijo que había algunos indicios de que, al menos en las grandes ciudades, el tráfico peatonal se estaba acelerando y los restaurantes estaban cada vez más ocupados.
“Eso parece desafiar la noción de que las personas están tomando precauciones”, dijo.
Algunos modelos han asumido que China experimentaría una tasa de mortalidad por infección muy similar a la de Hong Kong en las primeras etapas de su brote. En ese entonces murieron casi 10.000 personas en un territorio de 7,5 millones a los pocos meses de la propagación de la variante ómicron. Una cifra comparable en China, con sus 1400 millones de habitantes, sería mucho mayor.
Pero también hay diferencias importantes. China tiene una cobertura de vacunas más sólida en su población de mayor edad que la que tenía Hong Kong al comienzo del brote.
Sin embargo, según el momento de sus respectivos brotes, la campaña de vacunación de toda la población de China fue más temprana que en Hong Kong, lo que significa que los efectos de las inoculaciones tardaron más en desaparecer. Hong Kong también brindó la opción de vacunas occidentales con tecnología de ARNm más nueva, mientras que China se basó exclusivamente en vacunas locales, menos efectivas. Los hospitales también pueden tener más dificultades para manejar el aumento en algunas zonas de China.
La falta general de claridad ha generado preocupaciones de que el tamaño del brote podría crear más oportunidades para que el virus que circula por China (versiones importadas de la ómicron) mute a una variante más peligrosa.
“Hemos tenido una gran cantidad de infecciones a nivel internacional”, dijo James Wood, un experto en enfermedades infecciosas de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Sídney, estimando que la mayoría de las personas en todo el mundo habían contraído el virus. “Esas infecciones superan a las que se han registrado en China”.
Alexandra Stevenson y Benjamin Mueller