Reactor de investigación RA-10: Radioisótopos para medicina y exportar

El reactor de investigación RA-10 ya terminó el 99% de su obra civil y el 80% de la obra total, por lo que se espera que el año próximo se encuentre en funcionamiento. Asegurará el autoabastecimiento de radioisótopos de uso médico y abastecerá buena parte de su demanda en América Latina. También permitirá realizar investigaciones en el área nuclear tanto a nivel local como en colaboración con otros países.

El RA-10 es un un reactor multipropósito que comenzó a construirse en 2010, en el Centro Atómico Ezeiza (Provincia de Buenos Aires) y que, tras diversos retrasos, el año que viene entrará en operación, con lo que asegurará el autoabastecimiento de decenas de radioisótopos de uso médico (entre ellos más importante comercialmente, molibdeno 99), contando con capacidad para atender buena parte de la demanda de América Latina. También permitirá hacer investigaciones de gran demanda internacional, por lo que se espera que equipos de diversos países vengan a la Argentina para hacer ensayos en el nuevo reactor.

A partir de una invitación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), TSS pudo recorrer las obras  verificar el avance y obtener detalles sobre el centro de investigación que se está formando alrededor del reactor en construcción. Su combustible, de uranio con un enriquecimiento de 19,7%  (el máximo permitido para el uso civil), ya está siendo fabricado en CONUAR, en el mismo predio de Ezeiza, y el agua pesada para la operación del reactor ya fue comprada el año pasado. Se trata de 6 toneladas que fueron producidas en la Planta Industrial de Agua Pesada en Neuquén (antes de que en 2018 la cerraran y echaran al personal).

El RA-10 tendrá posiciones internas en su núcleo para insertar elementos diferentes de su combustible para poder ser bombardeados con neutrones. Un ejemplo de esto es el silicio, que cuando absorbe un neutrón se puede convertir en fósforo, dando un material, silicio dopado, con algunos átomos de silicio y otros de fósforo que lo hacen semiconductor. Eso le da valor para la industria microelectrónica. El reactor de Ezeiza tendrá una capacidad de producción de 80 toneladas/año de este material, y ya está recibiendo pedidos de precio.

El reactor también tendrá aberturas alrededor de su núcleo que le permitirán el escape controlado de neutrones. Estos serán usados por el Laboratorio Argentino de Haces de Neutrones (LAHN) de la CNEA, que tendrá 14 posiciones para insertar instrumentos de medición y también muchos gabinetes para que diferentes grupos de investigación de todo el mundo puedan realizar sus investigaciones luego de ser evaluados por científicos argentinos.

El reactor comenzó su contrucción formal en 2010 y, tras los cambios de gobierno y los aumentos y reducciones de presupuesto, crisis financiera, pandemia, y retrasos por la guerra de Ucrania (que generaron algunas restricciones para comprar instrumentos a Rusia que ya habían sido comprados), se espera que el año próximo pueda empezar a operar.

En el mundo solo hay un puñado de instalaciones de estas características y pocas que se puedan usar de forma abierta, por lo que se espera que la colaboración internacional sea muy importante y ya cuentan con tres instrumentos que han sido donados por laboratorios de otros países. Dos provienen de Alemania, quien se encuentra en un plan para cerrar instalaciones nucleares por lo que ya no podrán usarlos, y otro de Suiza, que tienen una reactor similiar pero con solo cuatro posiciones para instrumentos.

Otros dos instrumentos se están desarrollando en el país, llamados Andes y Astor. “Estas instalaciones son difíciles de cuantificar a nivel económico pero está demostrado que en el largo plazo las colaboraciones internacionales generan un impacto muy positivo en el PBI”, explicó Karina Pierpauli, directora ejecutiva del LAHN.

El reactor comenzó su contrucción formal en 2010 y, tras los cambios de gobierno y los aumentos y reducciones de presupuesto, crisis financiera, pandemia, y retrasos por la guerra de Ucrania (que generaron algunas restricciones para el pago de instrumentos rusos ya comprados), se espera que el año próximo pueda empezar a operar con un retraso de cuatro años según lo planteado inicialmente. Herman Blaumann, gerente del proyecto RA-10, dijo: “Estos proyectos, desde la idea hasta que se terminan, suelen llevar 10 años. A nosotros nos llevó 13 con condiciones realmente difíciles. Bueno, creo que la otra novedad es que esto se termina”.

Los diseñadores son la CNEA e INVAP, en forma conjunta, para la parte de ingeniería, y el constructor es Caputo S.A. (rebautizada GCDI). La constructora recibió la adjudicación en 2016 y empezó el vertido de hormigón en 2017. Hoy el RA-10, en pico de obra, tiene 1500 trabajadores directos, y cuando esté en operación tendrá 200. Ya se han invertido unos 289 millones de dólares y la operación costará 15 millones de dólares anuales. Pero hay que añadir unos 50 millones de dólares solo de molibdeno 99, amén de decenas de otros radioisótopos de menor demanda mundial, y otros 40 millones en otros productos y servicios.

 

 

 

Lautaro Espino y Soraya Atencio, operadores de reactores de investigación formados en el Instituto Dan Beninson (CNEA-UNSAM), durante la visita al RA-10.

El proyecto es otro hito en el desarrollo nuclear de la Argentina, que necesitó de los conocimientos acumulados con sus siete reactores de investigación construidos en el país y los cinco exportados. “Una vez que esté construido, el reactor no va a tener grandes costos, es económicamente sustentable con un modelo de negocios bien armado. Ya hemos recibido demanda para irradiación de silicio dopado, así que no parece muy complejo lograrlo. La venta del molibdeno es más compleja pero la calidad del producido en nuestro país es la mejor, por lo que habrá que hacer la logística para llevarlo adonde se lo necesite. Hay interés de una empresa japonesa en comprar la producción del RA-10 para distribuirla en esa región, por ahora es solo un interés, pero parecería que hay una oportunidad siempre y cuando haya, de parte nuestra, una organización que permita abordar la parte comercial con eficiencia, agilidad y con un modelo competitivo”, explicó Blaumann.

Varios actores internacionales han solicitado ya reuniones para adquirir el molibdeno 99 que producirá el RA-10. Se trata de un radioisótopo que se produce en el reactor RA-3 en Ezeiza, de muchos usos en medicina (este elemento decae en tecnecio 99m, que se utiliza en el 80% de los estudios de medicina nuclear en todo el mundo), especialmente para diagnóstico y tratamiento contra el cáncer, y que es producido por pocos países. El mayor productor era Canadá hasta que tuvo que sacar de operaciones al National Universal Reactor que lo producía y no pudo mantener en operaciones a dos reactores que había hecho para reemplazarlo (MAPLE) ya que tuvieron problemas técnicos en la operación, por lo que el RA-10 tiene una oportunidad de mercado única.

Actualmente, la mayor producción de molibdeno 99 se da en Europa y en Australia, gracias al reactor OPAL diseñado por INVAP. También están cerca de terminar su licencia reactores en Bélgica y en Países Bajos. “Si bien hay proyectos para suplantarlos, están lejos en el tiempo y nosotros estamos en el momento justo. Todo esto está pasando en los próximos dos años y estamos ante una oportunidad espectacular para convertirnos en líderes en el mercado mundial”, dijo Blaumann.

El núcleo del RA-10 tiene posiciones vacías en las que también se pueden hacer pruebas de elementos combustibles para ensayar nuevas combinaciones de materiales.

El LAHN también podrá dar servicios a la industria. Los haces de neutrones son capaces de atravezar la materia, de la misma forma que los rayos  x, pero, a diferencia de éstos, no interactúan con los electrones sino con los núcleos de los átomos, que ocupan mucha menos superficie, por lo que pueden penetrar más profundamente, especialmente en materiales sólidos. Esto permite, por ejemplo, analizar el estado de componentes de diversas industrias, como rieles de trenes.

El núcleo del RA-10 tiene posiciones vacías en las que también se pueden hacer pruebas de elementos combustibles para ensayar nuevas combinaciones de materiales. Hoy, los ensayos de combustibles de CONUAR se envían al exterior, lo que ocasiona grandes gastos y burocracia. En el futuro se podrán hacer sin salir del predio y hasta se podrán recibir muestras de fabricantes de otros países, lo que permitirá conocer la forma de trabajo de ellos y sus investigaciones en la materia. Esto es muy importante porque la Argentina es de los pocos países capaces de fabricar sus propios combustibles y, además, al ser fabricante de reactores en nuestro país y en el exterior, debe poder garantizar que estos tengan combustibles adecuados.

Una particularidad del RA-10 frente a otros reactores de investigación es que podrá tener un ciclo de operación de 29 días y medio frente a los de tres a cinco días de operación de otros reactores, lo que le permite producir más en menos tiempo. Esto se debe a que la carga y descarga de elementos se podrá hacer mientras el reactor esté en operación. Tomás Avallone, quien tendrá responsabilidad en la operación del reactor cuando esté en funcionamiento, explicó: “Hasta diciembre del año pasado estuve desarrollando prácticas operando el RA-3 y la verdad es que son reactores distintos, es una tecnología diferente. El RA-3 tiene 55 años y se ha actualizado, los dos van a producir radioisótopos”.

“Es muy importante entender que este tipo de instalaciones, más allá de sus potenciales de investigación, desarrollo, innovación y producción para la industria, tienen un impacto social muy trascendental desde la salud. Eso es para mí lo más importante, porque para desarrollar proyectos nucleares antes de la capacidad técnica necesitamos la licencia social. Necesitamos que primero nuestra sociedad entienda que hay que desarrollar este tipo de proyectos, que tenemos que desarrollar la tecnología nuclear para llegar a cada rincón del país”, dijo Avallone.

Matías Alonso

Opinión de AgendAR:

Poniendo la lupa sobre los números que da el colega Alonso, el mercado mundial de radioisótopos cerrará 2023 con una facturación de U$ 8.8820 millones. Traccionado por el producto estrella, el molibdeno 99, y la aparición de otros novedosos, como el talio 201, se espera que crezca entre un 8 y un 9% anual para llegar a U$ 19.040 millones en 2033. Con capturar sólo el 20% de ese mercado (para lo cual le sobra tamaño), el RA-10 podría -en teoría- exportar U$ 1905,12 millones en 2024 y U$ 3808 millones en 2033.

Son números conservadores: con un reactor similar pero más chico, menos complejo y más viejo, el OPAL de Sydney, empezando desde 2006 y remándola desde abajo, Australia aprovechó la salida de servicio y/o la baja disponibilidad de un par de monstruos proveedores (Canadá y Holanda) y logró capturar el 40% del mercado mundial de radioisótopos. ¿Podemos repetir esa hazaña?

Durante los 50 años de primera vida útil del RA-10 se esperan algunas bajas de proveedores mundiales importantes, de modo que a la planta de Ezeiza podría transitar algunos tiempos no totalmente monopólicos, pero sí MUY interesantes. Desde 2009 falta molibdeno 99 en el Hemisferio Norte, se usa para producir los mejores diagnósticos por imagen nuclear, sean oncológicos, cardíacos, neurológicos, metabólicos o de autoinmunidad.

Su falta en los países ricos de Norteamérica, la UE y Japón es una tragedia médica bien disimulada: en esos países los estudios de imagen nuclear se hacen con menor potencia resolutiva sin que los pacientes tengan idea de que existen otros mejores desde hace 20 años… pero no hay suficientes reactores en el planeta. Entre eso, y una vida media de apenas 66 horas que no permite estoquearlo sin que se inutilice por decaimiento radioactivo, el molibdeno 99 viene costando precios de escándalo.

Como sea, sólo con la primera proyección de ventas, el RA-10 podría ganar U$ 3808 en 2033, lo que equivale -en ese año- a pagar su costo de diseño y construcción en… un mes y medio.

Y eso lo podría hacer sin torcer ninguna ley ambiental ni destruir cuerpos de agua superficiales o subterráneos, ni emporcar ecosistemas y ciudades de llanura con pesticidas o devastar otros de bosque, o deshacer conquista laboral alguna, sin exigir a gritos libre repatriación de capitales, sin ceder 520.000 hectáreas rionegrinas sumamente reales a una minera australiana para fabricar bienes imaginarios como el hidrógeno verde, y sin desplumar de sus garantías en dólares a nuestros jubilados para vendérselas a los fondos buitre.

Son U$ 3808 millones/año en 2033 sin hacer nada de eso. Lo que teníamos que hacer ya lo hicimos, y durante 73 años y bien, desde que existe la CNEA. Son U$ 3808 millones/año ganables sin destruir la Argentina, más bien haciéndola crecer.

Por eso me dan ternura (no me crean) los economistas que se dicen tecnólogos (haceme reír) y piden todo eso y más, y para que la Argentina pueda exportar más y más naturaleza cruda «y salir de deudas», ja. De bitcoins y bicicletas, manyan lo que quieras, pero de lo material, esos tipejos no diferencian un chip de un poroto de soja. No hablan del RA-10 por alevosos, sino más bien por estúpidos. Todavía no se enteraron de que existe. Y de que el gobierno anterior lo atrasó 4 años.

Este reactor de Ezeiza, como en su momento también el OPAL de Australia (construido por INVAP, detalle que faltó decir), pueden generar más negocios indirectos que directos, a la larga. Uno de ellos es el de diseñar, construir y exportar reactores multipropósito: casi todo el mundo quisiera tener una vaca lechera de éstas, pero hay que diseñarlas, construirlas y pagarlas. 

La Argentina ya tiene 7 reactores de estos exportados: los RP-0 y RP-10 de Perú, el NUR de Argelia, el Inshas de Egipto, el citado OPAL de Australia, la ingeniería básica del RMB brasileño, y últimamente un reactor chico de docencia en Arabia Saudita y el reemplazo del Pallas, el segundo más potente del mundo en Holanda. Salvo Perú, donde la venta la hizo la CNEA, el resto son operaciones de INVAP. Firma creada «ad hoc» por la CNEA y considerada actualmente como la mejor proveedora del mundo en materia de reactores. Estatal, además, apa.

El RMB se pactó en tiempos de Dilma Rousseff, pero Michel Temer y Jair Bolsonaro lo frenaron. Se espera que Lula lo resucite. El sustituto del Pallas no está en obra sino en rediseños de los rediseños, porque en Holanda un reactor de 40 MW debe tener consenso de toda la sociedad. Esto a veces fuerza a rehacer planos cuando algún grupo por los derechos animales arguye que no hay recovecos de anidamiento previstos para los murciélagos (sic) en el enorme edificio. Lo cual es cierto, no se entiende cómo a INVAP no se le ocurrió ese asunto.

Eso quiere decir que durante bastantes años el RA-10 no tendrá que soportar la competencia de otros reactores multipropósito, al menos argentinos. Da para descorchar champagne. Son lo mejor. Y somos un peligro vendiendo.

El otro gran negocio indirecto de tener el reactor multipropósito más potente y moderno del Hemisferio Sur es la cantidad de ingenieros, físicos y químicos (todos ellos nucleares) que vendrán desde otros países a completar sus estudios, tesis, doctorados y otras publicaciones aquí. No hay ninguna planta en esta parte del mundo que produzca neutrones en semejante cantidad y densidad. Y pasar aquí unos años irradiando cosas y publicando «papers» suena bien: la vida en Argentina por ahora es carísima sólo para los argentinos.

Algunos visitantes vendrán becados, otros pagando, pero todos se irán bastante impresionados por la capacidad tecnológica del Programa Nuclear Argentino. Alguno entre las muchas decenas tal vez se vuelva Ministro de Salud de su país y nos compre muchos radioisótopos, o un reactor. La educación multiplica negocios porque multiplica imagen.

Otro profesional extranjero, no necesariamente de la región, becado o pago, quizás devenga en Ministro de Energía, y quiera una central de potencia CAREM, que no produce neutrones sino electricidad, probablemente de modo muy seguro y barato, más aún que las mejores plantas PWR de la actualidad. Máxime si durante su estadía en Ezeiza, ese estudiante se toma un bondi hasta Lima, provincia de Buenos Aires, y junto al Paraná de las Palmas y las Atuchas 1 y 2 ve el prototipo de 32 MWe en construcción. O si tiene suerte (si tenemos suerte y «esos economistas» no lo vuelven a parar), en funcionamiento. Otro proyecto que suma atrasos. Pero éste, desde 1984.

Ahí con el CAREM ya no estamos hablando de un mercado de 4 o 5 unidades por década, como el de los reactores multipropósito de investigación. Ahí estamos hablando de máquinas de potencia compactas y modulares, que, como el CAREM, se pueden fabricar en serie, transportar semi-ensambladas en barco, camión y riel, montar en meses en destino y vender de a decenas de módulos por año. Estamos hablando de cifras de exportación como las que maneja el campo. Cuando llueve, al menos.

Como sea, el RA-10 es un posible punto de inflexión para la economía argentina. Si algún partido político se cura del extractivismo puro de los ´90 y redescubre el átomo, ¿quién dirá que el negocio nuclear es vender electricidad?

Eso es una idiotez. El negocio nuclear es vender tecnología.

Durante el próximo medio siglo, el RA-10 será una vidriera de esa idea. Tal vez algún partido político argentino la compre. O recompre.

Daniel E. Arias

VIATSS - UNSAM - Matías Alonso