En la Argentina, los agroquímicos se aplican en grandes cantidades y superficies, y provocan numerosos efectos negativos en el ambiente y en la salud humana. En este marco, las facultades de Agronomía y de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA (FAUBA y FCEyN/UBA) utilizan la nanotecnología para reducir el impacto de las aplicaciones.
Como parte de esa línea de investigación, lograron diseñar herbicidas tan pequeños como microorganismos capaces de disminuir los volúmenes necesarios de atrazina, uno de los productos más difundidos en el país. Buscan replicar el estudio con glifosato y hasta crear nanopartículas libres de los principios activos de herbicidas comerciales.
Cada año se aplican millones de litros de herbicidas en amplias áreas del territorio argentino, que pueden dañar la salud de las personas y de los ecosistemas. Además, muchas veces se combinan con otros productos que intensifican sus impactos. “Por ejemplo, los llamados adyuvantes se incorporan a los herbicidas para mejorar su adhesión o penetración en las plantas. En ocasiones, son más nocivos que los mismos agroquímicos”, explicó Gabriela Cordon, docente del Área de Educación Agropecuaria de la FAUBA.
En este sentido, junto con Virginia Diz, investigadora de la FCEyN/UBA, trabajaron con atrazina, un herbicida muy persistente en el suelo y en el agua, y con efectos perjudiciales comprobados en r
Por eso, diseñaron nanoherbicidas de atrazina que permitirían reducir los volúmenes de ese producto en cada aplicación y reemplazar los adyuvantes por cápsulas biodegradables del tamaño de una bacteria. “Armamos cuatro grupos de plantas de maíz, como ejemplo de cultivo, y de achicoria, como ejemplo de maleza. A uno le aplicamos el nanoherbicida; a otro, un herbicida comercial; a otro, nanocápsulas vacías y al último no le hicimos aplicaciones”.
“Los resultados fueron alentadores en los dos sentidos que esperábamos. Primero, que las nanocápsulas vacías no mostraron efectos negativos en ninguna de las plantas, y segundo, que los efectos del nanoherbicida en achicoria fueron equiparables a los del herbicida comercial”, destacó Cordon a partir del estudio publicado en la revista científica Journal of Photochemistry and Photobiology.
Gabriela Cordon indicó que colocaron las moléculas de atrazina en cápsulas biodegradables, de quitosano y alginato. “El primero es un compuesto que se extrae de caparazones de crustáceos, y el segundo, de algas. Tienen la ventaja de proteger los principios activos y liberarlos lentamente al medio. Gracias a ellos se podría aplicar una menor cantidad de herbicidas, de dosis y de aplicaciones, y también se evitaría el uso de adyuvantes”.
El universo nano en el agro
Además, Cordon, quien también es investigadora del CONICET en el instituto IFEVA (UBA/CONICET), señaló que están realizando estudios similares en nanoherbicidas de glifosato, el herbicida que más se comercializa y aplica en el país. “Tenemos resultados alentadores. Estamos terminando de definir cuál es la dosis final del principio activo a incorporar en las nanocápsulas”. De todas maneras, aclaró que primero tienen que lograr sintetizar mayores cantidades de nanoherbicidas y luego evaluarlos a campo.
A futuro, planean diseñar nanoherbicidas que no dependan de los principios activos de los herbicidas comerciales. “La idea es crear otras nanopartículas que por sí mismas tengan efectos herbicidas. Las nanopartículas, dependiendo de su composición, pueden tener distintos efectos en las plantas y también podrían funcionar como fertilizantes o como reguladores del crecimiento. Es un mundo muy amplio y con muchas aplicaciones para el sector”, cerró.
Sebastián M. Tamashiro