Uso de un tejido de la placenta para tratar heridas complejas

Especialistas del CONICET estudian los efectos cicatrizantes y antiinflamatorios de la membrana amniótica a partir de su aplicación en casos clínicos concretos.

Además de ser un material natural rico en factores biológicos, proteínas y nutrientes, tiene probados efectos cicatrizantes y no hay riesgos en su obtención. Sin embargo, en la mayoría de los casos no solo se desecha, sino que se paga para hacerlo. Se trata de la membrana amniótica, un tejido transparente que cubre la cara interna de la placenta, utilizado desde hace años en terapias de regeneración de tejidos y por el cual, básicamente, las maternidades deben contratar a una empresa para la logística de tirarlo como un residuo biológico. Con miras a profundizar el conocimiento de sus propiedades y al mismo tiempo hacer más amplia y eficiente su aplicación en el campo de la salud, un equipo de investigadores e investigadoras del CONICET en La Plata y Florencio Varela estudia su funcionamiento a la luz de casos clínicos concretos en hospitales de la provincia de Buenos Aires.

“La membrana amniótica trae un recorrido largo en el campo terapéutico a nivel mundial, principalmente en oftalmología, donde se utiliza para tratar lesiones en la superficie ocular, pero también en heridas complejas”, relata Griselda Moreno, investigadora del CONICET en el Instituto de Estudios Inmunológicos y Fisiopatológicos (IIFP, CONICET-UNLP-asociado a CICPBA), y continúa: “Lo más extendido es el uso de la membrana criopreservada, lo cual implica mantener una cadena de frío y el ingreso al quirófano para la colocación. Nuestras investigaciones apuntan a llevar esas aplicaciones a un plano más factible de la mano de otros formatos que requieran un procedimiento menos complejo, como son los apósitos, parches e insertos”. Aquí entra en juego la Asociación Civil Para el Progreso de la Tecnología Médica de Tejidos (AMNIOSBMA – Banco de Membrana Amniótica), una ONG de base tecnológica que funciona físicamente en el predio del Instituto de Tecnología Industrial (INTI), en el partido bonaerense de San Martín.

Sin fines de lucro, esta ONG se dedica tanto al procesamiento y provisión de membrana amniótica como al desarrollo de nuevos productos biológicos, y en el medio los provee sin costo a quienes lo necesiten. De hecho, el 65 por ciento de la producción se destina a hospitales públicos donde hay profesionales –habilitados por INCUCAI o la autoridad regulatoria provincial correspondiente– que lo solicitan para tratar pacientes. Asimismo, con la aprobación de sus respectivos comité de ética, el 17 por ciento se ha utilizado en el Hospital Nacional Profesor Alejandro Posadas y en el Hospital de Alta Complejidad El Cruce “Dr. Néstor Carlos Kirchner” (HEC) para probar sus efectos en nuevas presentaciones y, de esa manera, aportar información al tercer objetivo de la ONG: la investigación traslacional en medicina, es decir, aquella que facilita y hace foco en el traslado de los resultados del laboratorio a la clínica, y viceversa.

“En lugar de criopreservación, el proceso que utilizamos es el de liofilización, un tratamiento de deshidratación por el cual pasa de líquido a sólido. Así, el producto se integra al lecho de la herida porque se hidrata y libera los factores biológicos propios de la membrana más otros como ácido hialurónico y colágeno, que actúan sobre las células implicadas en la regeneración del tejido”, explica Alejandro Berra, investigador del CONICET en el Centro de Medicina Traslacional (CEMET, HEC), y director de Investigación, Desarrollo e Innovación de AMNIOSBMA. “Estamos innovando en la transformación de un procedimiento que hasta ahora era únicamente quirúrgico y que requería transporte y almacenamiento a 80 grados bajo cero, a un método que se puede aplicar en el consultorio y, en un futuro cercano, en el propio hogar”, relata el experto. Cabe mencionar que las placentas empleadas como insumos provienen de donantes de distintas maternidades y hospitales provinciales y nacionales.

La mayoría de los casos en seguimiento que se tratan con los apósitos, parches e insertos de membrana amniótica son personas con patologías oculares o pie diabético, aunque también hay otras con quemaduras, úlceras por presión o escaras, y lastimaduras que por diferentes motivos no cicatrizan. “Observamos resultados exitosos en la totalidad de las y los pacientes, teniendo en cuenta que en general son heridas que tenían indicación de amputación por no responder a los tratamientos convencionales, y que de este modo pudieron salvarse. También hemos reportado datos muy positivos tras la colocación de unos pequeños parches que van al fondo del saco conjuntival y alivian el dolor de las personas que esperan un trasplante de córnea. No hay evidencia de rechazo o de adversidad en las aplicaciones”, agrega Berra.

Lo que sigue es el camino inverso al de la ciencia tradicional: tomar nota de aquello que funciona, y estudiar luego qué factores lo hacen posible. Es así que, a partir de los registros de los casos clínicos, parte del grupo de investigación vuelve al laboratorio para explicar eso que los médicos y las médicas ven en el consultorio. ¿Y cómo lo hacen? Emulando las mismas heridas o patologías en modelos animales para observar y describir los mecanismos biológicos que se ponen en marcha durante el tratamiento con membrana amniótica. “El estudio de la mecanística es sumamente arduo porque cada caso es único, y tampoco es posible extrapolar por completo los resultados de los ensayos in vivo a lo que sucede en personas. Siempre tenemos que elegir un abordaje particular al que luego le vamos agregando o limitando variables para complejizar el sistema. Esta parte del trabajo consiste en pasar del ojo clínico a una observación sistemática y publicable que se consolide a través del método científico”, comenta María Ximena Guerbi, becaria de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CICPBA) en el IIFP.

La misma dinámica traslacional de la investigación plantea un trayecto de ida y vuelta entre laboratorio y clínica que abre nuevos interrogantes sobre otras posibles aplicaciones. La angiogénesis, como se denomina al proceso de formación de nuevos vasos sanguíneos, y la respuesta inmunomoduladora son otras dos propiedades que se le reconocen a la membrana amniótica y cuyos efectos están en plena evaluación. La primera podría servir para tratar ciertas cardiopatías, y sobre esto ya se proyecta un nuevo trabajo, mientras que la segunda es el objeto de estudio de Flavia Michelini, investigadora del CONICET en el CEMET. “Mi experiencia se concentra en virus que pueden desencadenar inmunopatologías, como los adenovirus, el Zika, el Herpes, o aquellos responsables de la bronquiolitis, frente a los cuales el organismo despierta una respuesta inmune que lo termina dañando. Para tratar dicha reacción se utilizan corticoides, el antiinflamatorio por excelencia pero que tiene muchos efectos adversos. La membrana amniótica podría ser una alternativa en estos casos”, apunta la especialista.