La presunta noticia: el presidente saliente de los EEUU, Joe Biden, autorizó el uso de los misiles balísticos ATACMs para golpear “en profundidad” el territorio ruso, o en disputa.
Chocolate por la noticia. Eso los ucranianos lo estuvieron haciendo desde 2022. Ahora llegarán a 300 km. de distancia horizontal.
El primer modelo de misiles M-31 puesto en Ucrania) era de muy corto alcance (80 km), b) EEUU retaceó su entrega entre fines de 2023 y mediados de este año, c) desde agosto, reanudó su provisión, y d) sus sistemas de navegación y puntería, similares a los de los ATACMs fueron perdiendo su eficacia inicial, a medida que los rusos aprendían a bloquearlos o engañarlos con contramedidas electrónicas.
Los ATACMs fueron desarrollados por Lockheed en los ’80 como forma artillería de largo alcance. El objetivo era volar puentes, nudos ferroviarios y de carreteras, aeródromos improvisados detrás del frente, así como centros de comando, parques de vehículos y depósitos de munición y combustible.
Era el modo planeado para complicarle el abastecimiento y las comunicaciones a la retaguardia a una temida “blitzkrieg” de miles de tanques soviéticos, todos a la carga por el paso de Fulda, entre las sierras Harz, arremetiendo en masa para tomar el núcleo europeo de la OTAN, Alemania Occidental. Todavía en los ’80, el Ejército Rojo conocía ese camino de memoria.
Como las 2 Alemanias decidieron unificarse a fines de 1989, y cuando eso provocó la disolución de la URSS en 1991, los ATACMs se quedaron sin objetivo.
EEUU no tolera el desperdicio de equipos o de tiempo: empleó unos 100 misiles de su stock de ATACMs en la Primera Guerra del Golfo, iniciada el mismo 1991. Como le fue bien empleó 500 en la Segunda Guerra del Golfo, es decir la invasión de Irak de 2003.
En ésa le fue bien hasta que empezó la resistencia popular, ésta escaló rápidamente a guerra civil, y a los visitantes les empezó a ir mal. Los EEUU se fueron de allí en diciembre de 2011, dejando a sus espaldas un violento caos empeorado por la religión. Nadie dejará que eso se apague, póngale la firma.
En Afganistán, país que los EEUU invadieron en 2001 y del que se fueron 20 años más tarde, se ignora cuántos ATACMs se usaron. Pero tampoco parecen haber cambiado el juego, cuando el juego se volvió resistencia guerrillera ubicua y difusa. No le ganás a millones de hormigas con un martillo.
En Ucrania el martillo ATACMs pareció funcionar, durante la impresionante contraofensiva de la Guardia Territorial Ucraniana, una especie de Gendarmería XL y “on steroids”.
Sucedió en Septiembre de 2022, en el óblast (provincia) de Jarkov. Lanzando estos misiles desde camiones HIMARS de dos tubos y en una versión de alcance limitado a 70 km., los gendarmes ucranianos literalmente disolvieron la retaguardia del Ejército Ruso. Éste había acumulado sus mejores tropas 1300 km. al sur, donde se esperaba una ofensiva sobre la ciudad de Kherson. Es como correr a defender Bariloche, y que te ataquen en Berazategui.
El engañó funcionó: en Jarkov quedaron conscriptos poco entrenados con una cadena de mando mínima para aguantar el embate, y de pronto estaban sin armas, agua, comida, combustible, munición, puentes o instrucciones clara. Porque todo eso desapareció bajo impactos muy precisos de los ATACMs.
Cundió el pánico y aprovechando el desbande ruso, Ucrania retomó rápidamente 12.000 km2 de Jarkov, incluida la capital y unas 500 poblaciones.
Pero la magia de los ATACMs funcionó hasta que el Ejército Ruso pudo consolidar nuevas líneas de abastecimiento, y por ende un nuevo frente. Es una organización más defensiva que ofensiva en un país inmenso, y su logística depende muchísimo del ferrocarril. Desde entonces viene avanzando lentísimamente sobre Jarkov y el Donbas. En su incesante retroceso, el Ejército Ucraniano está quedándose sin tropas.
Si cae Pokrovsk, o cuando caiga, ése es el nudo ferroviario principal del frente oriental. Y desde ahí al río Dnieper, hacia el Oeste, sólo hay campo abierto, pocas aldeas y pocas fortalezas dignas de mención.
Con misiles de 300 km. de alcance y luz verde para usarlos, ¿cambiará el panorama? Lo primero es entender que hasta ahora no se habló de aviones, así como tampoco de la idea, hoy mitológica, de avanzar sólo bajo superioridad aérea.
Eso será un artículo de fe de la OTAN, pero en Ucrania no la tiene nadie. El cielo ucraniano está demasiado complicado de sensores, interferencia, “spoofing” y misiles de todo tipo y alcance. No da para andar imitando al Barón Rojo. O tal vez sí, un poco. El célebre Manfred von Richtofen rara vez incursionaba sobre las líneas enemigas, y prefería armar sus “circos” y emboscadas sobre terreno dominado por las tropas del Káiser.
En Ucrania hoy lo que logra volar con piloto humano lo hace aún mucho más dentro de su propia retaguardia. Protegido por distancias de hasta 100 km. de su propio lado del frente, los rusos lanzan distintos tipos de misiles aire-tierra de medio y gran alcance, o bombas de planeo, más baratas, devastadoras por su enorme carga explosiva, pero de vuelo más corto. Hablamos siempre de “municiones inteligentes”, de navegación pre-programada, teledirigida, o ambas cosas.
La FAU, la aviación ucraniana, no puede hacer gran cosa. Empezó el conflicto con una décima parte de los aviones de combate que los rusos, y perdió la mitad casi de inmediato.
Pretender atacar a enemigos a la vista, y máxime con “bombas bobas”, ésas eran las pavadas que hizo la VKS, la aviación rusa, en los primeros meses de guerra. Le costaron no menos de 96 cazas de ataque y multirrol.
Notoriamente, en tres años de guerra no hubo cazas que se trenzaran en duelo acrobático, o “dogfight”, fuera con misiles buscadores de infrarrojo o a cañón, a distancia visual. Toda vez que un caza abatió a otro, lo hizo a distancia BVR (Beyond Visual Range), y con misiles guiados pasiva o semiactivamente por radar. Las que hacen el trabajo pesado son las baterías misilísticas antiaéreas móviles.
Por ahora, la batería rusa móvil más temida es la S-400, llamada Triumf por el triunfalismo ruso. Consta de 4 vehículos multirrueda. El módulo radar tiene un rango de detección de 600 km. El módulo de comando puede seguir hasta 300 blancos potenciales a la vez, y los módulos de lanzamiento cargan 4 tipos distintos de misiles en sus 4 canastas.
Son el 40N6, letal hasta 400 km, el 48N6, para 250 km, el de rango medio 9M96E2, útil a 120 km, y el de intercepción terminal, el 9M96E, para blancos a 40 km o menos. Cada uno de estos cuatro misiles atiende una clientela diferente: aviones “stealth”, drones de todo tipo y tamaño, y misiles balísticos en vuelo terminal.
El derribo más largo del S-400 parece haber sido el de un Su-27 ucraniano volando solo sobre Novorrosiya, a 10.000 metros de altura y a 260 km de distancia de la batería. La S-400 estaba en suelo ruso. Probablemente el piloto no recibió alarma alguna de estar siendo iluminado por el radar de tiro de la batería S-400, ni por el de rastreo del misil 40N6. Ciertos radares son imperceptibles, parecen ruido radiofónico de fondo.
La fortaleza inherente de estas baterías, que Rusia fabricar casi artesanalmente (60 por año), es que concentran en cuatro vehículos, las capacidades del famoso sistema tricapa de defensa antiaérea, antidrone y antimisil israelí. Los estadounidenses admiten que es casi tan buena como el sistema Patriot. En realidad es más abarcativo, porque dispara 4 tipos de misiles diferentes cortados para cada tipo de blanco.
Estos datos admirativos vienen de la webzine Bulgarian Military, es decir de un medio antirruso en un país muy antirruso. Y de todos modos, conviene tomarlos con una pizca de sal: 400 km. es una intercepción “colaborativa”, un ejercicio de tiro contra un dron que oficia de blanco aéreo casi amistoso, sin defensas electrónicas ni ganas de zigzaguear por su vida. En cuanto a lo de atajar un balístico en fase terminal, siempre hipersónico, es como parar una bala .45 con una .22.
Pero ojo, cosas así ya suceden. No son simple macaneo de márketing o de guerra. La tecnología lo permite. Las defensas multicapa israelíes, casi perfectas, se ordenan en 3 cúpulas concéntricas según su alcance. Lo cual nos lleva a esto:
LO QUE PASA ENTRE IRÁN A ISRAEL
Las baterías israelíes antibalísticas que atajan más arriba, las Arrow 2 y 3, llegan por encima de la línea de Karman, a 100 km. de altura, técnicamente en el espacio extraterrestre. La David’s Sling es mediocampista, detiene la pelota entre los 70 y 40 km., y las famosas Iron Dome se encargan de todo aquello que logró pasar ambas sombrillas, o que se coló en horizontal y volando bajito: aviones, pero sobre todo, drones kamikaze.
El sistema funciona bien, pero ningún escudo es perfecto cuando lo atacan con demasiadas lanzas, por muy toscas que sean.
En la noche del 24 de Octubre, su sistema tricapa le permitió a Israel interceptar alrededor del 85% de un ataque iraní de saturación con 210 cohetes balísticos de distintos tipos, algunos muy básicos, otros muy sofisticados. Esto significa que al menos 31 “corchos”, el 1ro de Octubre pasado, pegaron en suelo israelí. Un “first timer”.
Lo único a discutir de los misiles iraníes es su puntería actual. Parece cubrir un círculo de 200 o 300 mts. de radio alrededor de su objetivo aparente. El problema para Israel es que Irán tiene, según el SIPRI (Stockholm International Peace Research Institute) stocks de entre 3000 y 5000 misiles.
A fecha de hoy, hay que ser muy gil para creer que todos esos cuetes tienen carga explosiva convencional. Después de todo, los iraníes tuvieron 6 años desde que el entonces presidente Donald Trump liquidara unilateralmente el laborioso acuerdo de inspección JPOAC.
Este acuerdo había sido urdido a pulmón y durante años por nuestro compatriota Rafael Grossi, director general del Organismo Internacional de Energía Atómica de las Naciones Unidas.
El JPOAC, fechado en 2016, obligaba durante 15 años a los iraníes a no enriquecer uranio a más del 3,6%, lo normal para centrales nucleoeléctricas enfriadas por agua a presión, como la de Bushehr.
Tras quebrar el acuerdo, Trump reaplicó las sanciones comerciales acumuladas contra Irán por EEUU en cuatro décadas, e inventó algunas nuevas. E Irán se la tuvo que bancar. Pero a partir de entonces, cada vez que EEUU o Israel le asesinaron un cabecilla militar o científico, Irán respondió no militar sino milimétricamente, diplomáticamente, con un aumento de su capacidad de enriquecimiento.
Es más, lo declaró públicamente en cada ocasión, y le dijo al inspectorado del OIEA: “Pasen y véanlo Uds. mismos, no estamos jodiendo”.
En Mayo de este año, tras una seguidilla de atentados y bombardeos en territorio iraní, Teherán ya no autorizó más inspecciones. El OIEA estimaba que el país persa tenía al menos 833 kg. de uranio enriquecido entre el 20 y el 80%. La diferencia no es irrelevante, pero ojo: enriquecer desde un piso del 20% hacia arriba requiere de mucho menos electricidad, centrifugadoras y trabajo separativo.
De Mayo a hoy debería, o al menos podría, tener al menos entre 4 y 5 bombas atómicas de uranio enriquecido.
Seguramente son muy primitivas e ineficientes en términos de rendimiento termomecánico. La de Hiroshima era de ese tipo, y por su escaso 80% de enriquecimiento, fue quizás unas 15 veces menos potente que las que quizás tiene el estado islámico shiita. Eso, si logró sobrepasar el techo técnico del 90%.
El 6 de Agosto de 1945, con aquella bomba llamada Little Boy, ineficiente y todo, EEUU transformó una ignota y densa capital de distrito, Hiroshima, en una playa de estacionamiento. Mató de inmediato a entre 70.000 y 135.000 habitantes. Desde entonces somos otra especie en peligro de extinción.
La decisión de Trump de liquidar el JPOAC, fogoneada por su asesor John Bolton y su Secretario de Estado, Mike Pompeo, tuvo la excusa de que apretando con más sanciones económicas aún, se le podía exprimir a los Mullahs un mejor acuerdo.
No hay que ser clérigo, ni musulmán, ni shiita, ni persa, para entender que «el mejor acuerdo» era invadirte o hacerte invadir por tus vecinos, y fomentar el separatismo armado en tu territorio, o todo eso junto.
Máxime cuando el presidente de los EEUU (Trump, en 2020), en su despedida de la Casa Blanca, manda a asesinar además de un misilazo al jefe de la Guardia Republicana Islámica, Gral. Quassem Suleimani, y al toque la Mossad ejecuta al físico nuclear Mohsen Fakhrizadeh.
Desde aquellos dos hitos Irán llegó al 20%, y de ahí al 60% de enriquecimiento, y hoy le vende su petróleo a China y desde 2023 sus drones (ingeniería en la que probó ser un país muy experto) a Rusia.
Las sanciones comerciales no le resbalan a Irán, ojo. Le causan una pobreza terrible y agudizan todas sus desigualdades y conflictos internos. Pero si se trata de salir de penurias, Irak tras la invasión no parece haberse vuelto un país más rico y democrático. Es ruinas quemadas, y una guerra civil que nadie dejará extinguir. Libia, que por educación y salud llegó casi a ser un estado (muy autoritario) de bienestar, es otro caso parecido. Siria, más de lo mismo y peor. Ni hablar de Afganistán.
La jefatura iraní ha sido convencida con toda eficacia por presidentes tan distintos entre sí como Obama, Trump y Biden de que con o sin armas nucleares, EEUU irá a por lo mismo siempre: hacer colapsar el estado. Perdido por perdido, Irán prefiere irse luchando.
Esto no lo digo yo sino Tom Collina, asesor del exsecretario de Defensa William Perry en Responsible Statecraft. Es la webzine de un think tank diplomático llamado Quincy Institute (ver aquí).
Lo dice también la historia reciente. El Irak de Saddam Hussein fue destruido al ras. Bush dio la excusa de que estaba fabricando armas nucleares. Era falso.
Aunque casi nadie lo extrañe Hussein, en 2003, semanas antes de invasión, el entonces secretario general del OIEA, Mohamed Elbaradei, puso en juego la probidad científica y política de sus inspectores y de su institución, y la de las Naciones Unidas.
Declaró públicamente que, tras haber revisado el país de punta a punta por sus expertos, no había atisbo científico alguno de que Irak tuviera un programa nuclear secreto. Al presidente George W. Bush le importó cuatro carajos, y lanzó la guerra.
Lo que siguió tras la invasión fue que Elbaradei y el OIEA se ganaran un premio Nobel de la Paz, y en 2009, una patada en el culo. Al físico nuclear egipcio lo sustituyó el complaciente japonés Yukiya Amano. Violando reglamentos internos de la institución logró segunda y tercera reelección.
EEUU no pretende que las Naciones Unidas tengan alguna credibilidad. Sólo que obedezcan.
En Mayo de este año, cuando los iraníes cerraron su programa nuclear a inspecciones del OIEA, Francia, el Reino Unido y Alemania, potencias cofirmantes y garantes del acuerdo JPOAC, estaban seriamente jaboneadas. Estimaban que en pocos meses los iraníes tendrían al menos 3 bombas.
Si las centrífugas del complejo subterráneo de Fördöw están a pleno, son posibles 2 más, y de una potencia de 120 kilotones cada una. El citado Collina, obviamente bien conectado con el Pentágono, cree que a diferencia de Little Boy serían no de tipo cañón, sino implosivo.
Si son compactas y te caen empaquetadas en misiles Shahab-3, entreverados con un aguacero de muchos centenares de otros misiles, con que pegue una única cabeza nuclear de esa potencia en los escuetos 22.000 km2 de su territorio, Israel desaparece. Y también millones de palestinos.
Ahí hay un nuevo escenario MAD (Mutual Assured Destruction), el famoso equilibrio del terror entre estados que no se toleran existencialmente. Lo mismo le pasó a la URSS con EEUU desde 1948, a la OTAN con Rusia desde 1992 y a la India y Pakistán desde 1981.
A falta de diplomacia y por abuso de fuerza bruta de la que durante una generación fue la única superpotencia real, los escenarios MAD se empiezan a volver frecuentes.
Y aquí estamos, sin embargo.
Por ahora.
EN QUÉ AFECTA ESTO A LA ARGENTINA
A fecha de septiembre, 19 cazas F-16 dados de baja por la Real Fuerza Aérea Danesa están en Ucrania hace rato. Suerte para nosotros: inicialmente venían a la Argentina, sólo tendremos que soportar 24.
Con 44 años de antigüedad y participación en todas las guerras de la OTAN desde el ’90 a la fecha, son ataúdes con alas.
Es más, el primero en despegar desde Ucrania, el lunes 26 de agosto, mató al piloto, el coronel Oleksey “Moonfish” Mes. La primera ministra de Ucrania, Mariana Bezuglaya, adujo “friendly fire”: a Mes lo habría derribado por error una batería antiaérea estadounidense Patriot de larga distancia operada por la Повітряні Сили України (Fuerza Aérea Ucraniana, FAU).
Dando pábilo a esa versión, el presidente Volodimyr Zelenksy echó de su cargo al comandante en jefe de la FAU, General Mykola Oleschchuk. Lo hizo por televisión y sin dar razones. ¿Dije ya que el cielo ucraniano es un sitio complicado para humanos?
El nombre elegido común para las muchas versiones del F-16 desde los ’70 hasta hoy fue Fighting Falcon (Halcón luchador) Resultó medio largo en un monosilábico país de Jacks, Joes, Hanks, Toms, Jims, y también Tams, Pams y Jills. Ergo, sus primeros pilotos lo renombraron Viper (víbora venenosa), y quedó.
La consecuencia del arribo de “nuestros” Viper a Ucrania parece ser una campaña de ataques de saturación. Ucrania la emprendió contra las baterías antiaéreas S-300 y S-400 rusas en la península de Crimea, para crearle cielos amistosos a los Viper.
La campaña avanza como puede.
Los ATACMS llegan hasta a 300 km. En 2022 mostraban una precisión de 9 metros a la redonda respecto del punto de impacto programado. Hoy ya no: las contramedidas electrónicas rusas los desorientan y van a dar en cualquier lado. Aunque no siempre.
Por eso mismo, Ucrania pidió en agosto a EEUU que los ATACMs vinieran “a la vieja usanza noventosa”: espoleta de altura y municiones “racimo”. Prefieren eso a las modernas cabezas unitarias de 230 kg. con espoleta de impacto. Ésas son terribles, pero exigen impacto de precisión.
Las cabezas racimo, en cambio, explotan en altura y, según modelo, dispersan desde 13 hasta 950 submuniciones en un radio considerable, para aumentar el área de daños a equipos y personas.
Son “armas políticamente incorrectas”, pero en la guerra no hay wokes. ¿No lo sabemos bien los argentinos, con las bombas racimo Beluga que nos tiraron los británicos en Malvinas?
Parte de las submuniciones queda sin explotar, casi siempre. Si alguna vez se fuma la pipa de la paz en Ucrania, cantidad de submuniciones chicas pasarán décadas indetectadas, volándole pies y piernas al azar a los civiles.
Kiev asume que no podrá retomar Crimea jamás. Prefiere dejarle el problema de las submuniciones a los rusos, cuyos planes son quedarse en la península “in aeternum”. Ojo, ya hace 10 años que lo vienen logrando.
Las submuniciones son el único modo de contrarrestar el “jamming” y el “spoofing” rusos. El jamming es el nombre de las contramedidas electrónicas de fuerza bruta. Es un ruido electrónico de gran intensidad en todas las radiofrecuencias de interés, y anula los sensores y/o los radioenlaces con que navega un atacante. Vuelve difícil la puntería.
El “spoofing”, en cambio, falsifica las señales de los sistemas satelitales de navegación (GPS, Galileo, Beidou, Glonass y otros). Logra engañar a drones, misiles e incluso los pilotos humanos sobre cuál es su paradero real.
Las armas voladoras de Ucrania dependen entonces de sus navegadores inerciales. No son interferibles, pero sólo logran una precisión de centenares de metros. Peor es nada: eran lo único que había hasta los ’70.
Las baterías antiaéreas S-400 rusas no son blancos fáciles. Están bajo protección de sus propias contramedidas electrónicas, y además la que dan –no siempre- sus misiles antibalísticos. Son los más livianos y ágiles, los 9M96E, de hasta 40 km. de alcance.
Por todo lo anterior, para liquidar una batería S-400 hay que acercarse subrepticiamente a la línea de contacto, saturarla con 10 o más ATACMs a la vez, y rajarse a tiempo. Es la táctica que los autodenominados americanos llaman «Shoot and Scoot». Pero al que se atrase en cambiar de lugar, los S-400 le pueden responder con “fuego de contrabatería”, tierra-tierra, al estilo de la vieja artillería campal. Son sistemas muy polivalentes.
El shoot and scoot hoy será difícil de practicar. Rusia aprendió de Ucrania a depender mucho de drones de observación dentro del cielo ucraniano, y de una cadena de detección y ataque corta y casi automatizada. Al alcance efectivo de los misiles de la OTAN, hay que deducir la distancia a la que prefieran no acercarse al frente: 100 y hasta 150 km.
¿Qué tiene que ver esto con los Viper que iban a ser argentinos?
Cada batería S-400 es una pequeña caravana de circo, integrada por 4 móviles todo terreno. Dos tienen sistemas eréctiles: de antenas uno, y de tubos lanzamisiles, el otro. Siguen un armón con misiles de recarga y grúa para recargar los tubos, y el módulo de C3 (comando, comunicación y control, en otanés).
El circo puede tener incluso más móviles. Cuando se asientan en un lugar, se camuflan y distribuyen en cautelosa dispersión. Su mejor defensa también es moverse y disimularse.
Empero en Belbek no pueden. Ahí está el mayor aeródromo de la VKS (la aeronáutica rusa), pero además también la mismísima capital provincial, Sebastopol. Las baterías antiaéreas son como guardaespaldas, tienen que pegarse al activo a defender.
Por ello, los ucranianos ahora tratan de destruir metódicamente esos emplazamientos antiaéreos demasiado fijos. Deberían superar la velocidad de su reposición por Rusia, que logra fabricar 60 en un año. Por ahora, no lo están logrando.
Lo que nos lleva a los Viper daneses de 1978, sus virtudes y carencias. Desde 2009 la península estaba 24×7 bajo observación de los drones de radar y ópticos de la OTAN.
Estos vuelan sobre aguas internacionales del Mar Negro, fuera de alcance no físico, pero sí legal de los S-400. Los rusos podrían derribarlos a 200 o más km. de distancia, pero sus instrucciones (por ahora) son no cruzar esa delgada línea roja diplomática.
Ergo, la OTAN y la FAU saben la ubicación de las S-400 en Crimea al minuto. No sucede lo mismo en el Donbás, en Lugansk, Donetsk, muy tierra adentro, donde no hay aguas internacionales desde las cuales marcar blancos y dirigir trayectorias, y se depende más de observación satelital.
¿Por qué el empeño de la FAU en dejar sin defensas antiaéreas esa árida península? ¿Acaso Kiev tiene intenciones de desembarcar allí, o al menos los medios? Ni una ni otra cosa.
Desde que empezó la guerra, las S-400 en Crimea tienen a lo que queda de la FAU con la nariz pegada al suelo. Y lo hacen incluso en Ucrania central: si volás a 10.000 metros, te detectan a 600 km. de distancia y no es imposible que unos minutos más tarde un misil ruso salido de la nada te transforme en luz y energía.
¿Y qué tiene que ver esto con los Viper argentinos?
Ucrania está creando un sitio “Viper friendly” para emplear sus F-16 contra objetivos terrestres y navales rusos en la península.
Harán de “missile trucks”, sistema de delivery de armas de media distancia. En esas misiones el piloto del Viper es un repartidor tipo Rappi, mejor pago que nuestros biciqueros y motoqueros, pero sin pretensiones de superioridad aérea.
Vista parcial de una S-400 emplazada en posición de tiro. Una batería completa está formada por muchos móviles distintos, y con misiles de diferentes capacidades, velocidades y objetivos.
Tampoco se espera que ese piloto ejerza “área denial” (bloqueo de acceso a una región) mediante lucha remota BVR (Beyond Visual Range) entre cazas. Tampoco practica “dogfighting”, duelo aéreo acrobático y a distancia visual, a la usanza de Hollywood. Lo suyo no es siquiera ataque a tierra convencional, con enemigo a la vista.
Es delivery, bombardeo “stand off”, tirar desde lejos hacia un cruce de coordenadas geográficas marcado por algún dron o algún satélite. Eso se programa antes del lanzamiento en la memoria de un misil o bomba de planeo, o se dirige desde un dron con un puntero láser infrarrojo.
Los F-16 sólo servirán de “missile trucks”, camiones misilísticos. Falta que a los pilotos los sindicalice Hugo Moyano.
Es guerra desde lejos, y rezando para que algo de lo que uno tiró pegue en el blanco, pero que todo lo que le están tirando a uno desde allí y otros lados, falle.
De acercarse al frente o volar sobre territorio en disputa, por ahora ni hablar. Lo dicho, los viejos tiempos felices del Barón Rojo pasaron: toda la guerra se robotizó, empezando por la aérea.
A los pilotos argentinos les espera la misma gloria. Pero sólo a condición de sobrevivir al entrenamiento necesario en aviones de 44 años de edad. No será fácil.
Y suponiendo que en una hipotética guerra, tengan armas lanzables, cosa de la que nuestros Viper por ahora carecen enfáticamente.
Vienen con un compromiso del Congreso de los EEUU de entregar el paquete standard que se da a un aliado sudaca: misiles infrarrojos modernos Sidewinder 9X de corto alcance, radáricos AMRAAM 120 D de medio alcance, bombas inteligentes e incluso misiles antirradar AGM 88.
Menciono la promesa del Congreso, porque aquí seguimos esperando las armas lanzables que Bill Clinton le prometió a Carlos Menem en 1995. Lo hizo cuando nuestro rijoso galán riojano le compró al galán de Arkansas un total de 36 cazas de ataque a tierra A4-AR Skyhawk de tercera mano, hechos percha y pelados de todo fierro que los vuelva peligrosos para terceras partes, especialmente británicas.
La apreciación del rol limitado que tendrán los Viper en Crimea viene de Justin Bronk, profesor del RUSI (Royal United Services Institute), un “think tank” del Ministry of Defense británico, entrevistado por el experto alemán en aviación militar Cristoph Bergs (ver aquí y aquí). Ambos son fuentes expertas e insospechables de toda simpatía por Rusia.
Los ATACMs usados en profundidad contra territorio ruso no son gran novedad. Hasta el Kremlin ha sido atacado con drones. El territorio ruso occidental ya conoció repetidamente el impacto de misiles de crucero Storm Shadow y Scalp, de origen británico y francés. Son de mayor alcance que los ATACMs, y tienen la ventaja de no ser balísticos, ergo, de trayectoria matemáticamente computable y cinéticamente interceptable. Estos son misiles de crucero motorizados con turbofanes, lo que les da un alcance de unos 250 km.
Tienen dos ventajas sobre los ATACMs: vuelan pegados al terreno, lo que los hace difíciles de interceptar. Y además de depender de un GPS «spoofeable», navegan por altímetro, siguiendo las curvas de nivel programadas en su memoria. Eso los hace difíciles de desorientar.
Cantidad de refinerías de petróleo rusas han ardido, y la prensa occidental celebró la habilidad informática de la FAU, que fue capaz de subir y conectar estos misiles a los viejos bombarderos soviéticos que les quedan a Ucrania. Pero el Ejército Ruso no pareció enterarse de la falta de combustibles, y el frente siguió moviéndose lentamente hacia el Oeste.
Lo que nos lleva al comienzo de este artículo. OK, Biden autoriza algo que ya estaba autorizado, y que no cambió mucho el panorama.
De un modo muy estúpido, la OTAN estuvo atacando también los radares fijos de baja frecuencia. Se usan históricamente para detectar ataques de misiles balísticos mucho más allá del horizonte, a distancias intercontinentales. Si tu oponente tiene un arma en la cintura, y en una pulseada en el saloon insiste en tirarte whisky a los ojos para dejarte ciego, ¿cómo creer que la cosa no terminará muy mal?
Si Vladimir Putin estima que hay un riesgo existencial real para su país, pasará sin dudarlo a una respuesta nuclear. Ya cambió la Constitución Nacional para que la reacción sea inevitable. Y si se arma una escalada instantánea y total, estaremos jodidos incluso aquí en nuestra remota península sudamericana, tan alejada de todo. El invierno nuclear y la oscuridad en el Hemisferio Sur sería menos severos que en el Norte: no nos moriríamos de frío, pero sí de hambre.
Pero -dicho desde un optimismo quizás cretinoide- no parece que vaya a ser el caso. ¿Ataques en la profundidad de Rusia? Lo que los medios de aquí dicen que va a suceder ya ha venido sucediendo. Y no pasó nada.
Habría pasado si los ucranianos se hubieran atrevido a atacar la central nuclear de Kursk. En su sorpresivo ataque de penetración en ese óblast ruso, el objetivo sin duda era capturarla. Habría sido una presa de tremendo valor en cualquier negociación de paz. Pero el Ejército Ucraniano, aunque se mandó una jugada estratégica brillante, nunca tuvo recursos humanos y materiales para llegar hasta ella.
¿Atacarla ahora, cuando el eclipsante presidente Biden autoriza a Ucrania a lanzar misiles balísticos en profundidad?
Nuevamente, chocolate por la novedad. Hace rato que eso viene sucediendo, don Joe. Y los ucranianos que operan esas baterías comen hamburguesas y a veces tienen un acento texano.
Kursk es un conjunto de 4 reactores de pésimo diseño, como el de Chernobyl 4, moderados con grafito. Y son así porque algún demente en el Kremlin del cejudo premier Leonid Brezhnev decidió que si la URSS seguía exportando tanto petróleo a precio pisado por EEUU y los saudíes, se iban a quedar sin electricidad térmica. Peor aún, sin calefacción a vapor para ciudades enteras. Rusia es muy polar y muy continental, fríos de 40º bajo cero, y contando.
Entonces el demente autorizó un plan de agrandar a 3300 MW de potencia térmica los reactores plutonígenos del programa de armas nucleares. Transformó reactores plutonígenos en centrales nucleoeléctricas. Moderadas no con agua común, o con agua pesada, sino con grafito. Como las máquinas de Windscale, Cumbria, allí donde Inglaterra se va volviendo Escocia.
Dicho por Mike Tuohy, bombero en jefe cuando en 1957 ardió ese reactor plutonígeno. Cuando esta forma de agregación del carbono se prende fuego, no se apaga. Arde hasta el final. Dicho a Abel González, argentino y todavía hoy la mayor autoridad mundial en radioprotección.
Y el grafito de una central está lleno de productos de fisión. Es un escándalo que uno de esos 4 RBMK de Kursk todavía siga activo. Y me encantaría saber que al menos los otros 3 ya no tienen combustible.
Pero el complejo nuclear de Kursk está a sólo 100 km. al norte de la frontera. Si los ucranianos hubieran querido bombardear esa máquina, tuvieron más de 1000 días para hacerlo. Y cuando este año lograron llegar a 30 km. de la misma, podrían haberla pulverizado con artillería de 155 mm. Se abstuvieron.
Factores disuasivos para no hacerse el loco, sobran.
Un incendio de grafito que tarda casi una semana en apagarse, y una nube de humo cargado de productos de fisión que precipitan con la primera lluvia, ¿adónde termina cayendo?
Eso no lo determinan Zelensky ni Putin, sino la dirección del viento y la temperatura del aire. ¿Esa “spuzza” radioactiva puede caer en Moscú? Absolutamente sí. ¿Y en Kiev? Por supuesto. ¿Y en países de la OTAN? Sí, la lluvia bajó bastante Cesio 137 sobre las pasturas de Escocia, y hubo que clausurar un tiempo toda la industria láctea.
Nuestro compatriota Grossi, creador del difunto pacto JPOAC y último y único actor sensato en esta enorme y horrorosa insensatez, debe estar sumando 1000 noches de insomnio.
Dicho esto y con mi saludo a Rafael, añado que los Viper sobre Crimea tal vez no alteren el devenir táctico de la guerra, pero tendrán alguna eficacia propagandística.
Ante todo, si logran despejar la península de baterías S-400, harán el intento de volar sobre territorio enemigo, un “first timer” para Ucrania en esta guerra. Sólo los rusos hicieron eso sistemáticamente entre febrero y diciembre de 2022, y sí, ya lo dije, les costó al menos 96 aviones.
Dicho y repetido y vuelta a repetirlo: habiendo drones, atacar en forma presencial y arriesgando el cuero se ha vuelto un deporte caro, obsoleto y al pedo.
Lo que me veo venir es que los Viper sobre Crimea harán que cantidad de “aeronabos” (argentinismo de aeródromo, no requiere de explicación), se sientan Maradona, o al menos Dios. Guau, al fin tenemos los Viper, faaa, los mismos que están reventando Sebastopol, je. Dios es argentino, che, sufran, ingleses.
Los ingleses más bien se ríen por lo bajo de nuestra compra de aviones fósiles.
Si los EEUU alguna vez acceden a vendernos misiles reales los cobrarán más que los propios aviones. Pidieron casi U$ 1000 millones para un modesto paquete de cohetes antirradar y antiaéreos de media distancia.
Hoy ya son algo atrasados. A fecha de despliegue, que es muy posterior a la de llegada, serán muy inferiores a los estándares del momento en alcance, dinámica de vuelo y sistemas de guiado.
Port Stanley, compatriotas, puede dormir tranquila. La guardan 4 cachazudos Eurofighter Tyhpoon que la Royal Air Force tiene en su base malvinera de Mount Pleasant.
Son pocos y viejos, casi displicentes. Pero con misiles turbofán Comet de muy largo alcance, 4 pilotos gringos podrían barrer la mitad de nuestros “nuevos” Viper en un despegue al alba.
Y terminar de desayunar cuando aterricen.
Daniel E. Arias