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Con minúsculos drones FPV, soldados adolescentes resguardados con minucia se matan unos a otros a 40 kilómetros de distancia. Ahora son el blanco más valioso. Durante semanas, no dejan títere con cabeza en el vacío de la tierra de nadie. Y un día les toca a ellos.
Es robots contra robots. La chatarra ardida de miles de tanques, camiones, ambulancias y motocicletas se pierde a la distancia. Muestra que logística, las trincheras en zigzag, los nidos de ametralladora, la línea de frente, las agrupaciones para una disrupción, los búnkeres para repelerla, la artillería, vieja madre de las batallas, las atropelladas de tanques, las maniobras de flanqueo y el apoyo aéreo cercano en Ucrania son cosas del siglo anterior.
Es la estepa del Donetsk, ese océano de pastos. No hay personas a la vista en ninguna dirección. Pero todos los días los robots allí matan a centenares.
Introducción: El nuevo rey del combate
La guerra ruso-ucraniana se ha convertido en un crisol de innovación militar, pero ningún desarrollo ha resultado más disruptivo, omnipresente o emblemático del carácter del conflicto que el dron armado con vista en primera persona (FPV). Antaño dominio de aficionados y pilotos de carreras civiles, estas pequeñas y ágiles aeronaves se han transformado en potentes misiles guiados, convirtiéndose en lo que muchos analistas denominan el nuevo «rey del combate». Su proliferación representa un cambio de paradigma en la guerra moderna, un cambio que algunos comparan con la introducción de la pólvora o la mecanización de los ejércitos en siglos anteriores. Estos drones no son simplemente una nueva arma; son una forma democratizada y atractiva de poder aéreo que ha transformado radicalmente las realidades tácticas, operativas y estratégicas del campo de batalla.
Este informe presenta un análisis exhaustivo del papel del dron FPV en la guerra ruso-ucraniana. Argumenta que el dron FPV, originado en el mercado comercial, ha catalizado un ciclo acelerado de innovación, contramedidas y adaptación, creando un campo de batalla transparente e hiperletal. Este nuevo entorno ha anulado en gran medida los conceptos tradicionales de maniobra en masa, consolidando una brutal guerra de desgaste y obligando a una reevaluación fundamental de la doctrina militar moderna. La magnitud de esta transformación es asombrosa; con decenas de miles de FPV consumidos mensualmente y Ucrania aspirando a producir millones al año, estos sistemas se han convertido en un componente esencial de su estrategia de defensa nacional.
Este análisis explorará el impacto multifacético de esta tecnología. Comenzará rastreando la génesis del dron FPV, desde un dispositivo recreativo hasta una necesidad en el campo de batalla. A continuación, analizará minuciosamente el manual táctico desarrollado por ambos bandos, examinando cómo se emplean estos drones contra blindados, infantería e infraestructura. Posteriormente, el informe profundizará en la asimétrica carrera de innovación entre el modelo ágil y descentralizado de Ucrania y la respuesta estatal y centrada en la escala de Rusia, destacando las adaptaciones tecnológicas cruciales que definen este duelo. A continuación, se realizará un examen exhaustivo del complejo ecosistema de contramedidas, que ilustrará la constante lucha por la ventaja en los ámbitos electrónico y cinético. Finalmente, el informe evaluará las profundas consecuencias estratégicas y humanas de esta nueva forma de guerra, sopesando los argumentos sobre si el dron FPV constituye una verdadera revolución militar y ofreciendo recomendaciones cruciales para los ejércitos occidentales que lidian con las implicaciones de esta nueva realidad.
Sección 1: Los inicios del arma FPV
El auge del dron FPV como instrumento decisivo en el campo de batalla es una historia de improvisación, necesidad económica y el aprovechamiento de tecnología civil con fines militares. Sus orígenes no se encuentran en laboratorios de defensa avanzados, sino en el mercado abierto y global de la electrónica para aficionados, hecho que resultó ser el factor clave para su rápida y generalizada adopción, especialmente en Ucrania.
Definición del dron FPV. FPV, o Vista en Primera Persona, describe un método de pilotaje de un vehículo no tripulado donde el operador ve lo que la cámara a bordo del vehículo capta en tiempo real. Esto se logra comúnmente mediante la transmisión de video en vivo desde el dron a unas gafas protectoras que usa el piloto, creando una experiencia inmersiva «en la cabina». Este método contrasta marcadamente con el pilotaje tradicional de drones, conocido como Línea de Visión (LOS), donde el operador controla la aeronave mientras la observa desde tierra.
El método FPV es lo que otorga a estos drones sus características de combate únicas. La perspectiva inmersiva permite un control excepcionalmente preciso, lo que permite a los pilotos realizar maniobras ágiles y de alta velocidad en entornos complejos como bosques, trincheras y ruinas urbanas. Mientras que un dron fotográfico de consumo típico está optimizado para la estabilidad, un dron FPV está diseñado para la velocidad y la maniobrabilidad, capaz de alcanzar velocidades muy superiores a los 100 km/h, con algunas variantes militares modificadas para misiones de interceptación que alcanzan los 300-400 km/h. Esta combinación de velocidad y precisión es lo que los convierte en armas guiadas tan eficaces.
Orígenes civiles, adaptación militar. Antes de la invasión a gran escala, los drones FPV eran utilizados principalmente por una comunidad global de entusiastas para actividades como carreras de alta velocidad, vuelos acrobáticos y la captura de imágenes cinematográficas dinámicas. La tecnología estaba impulsada por un mercado civil competitivo que valoraba el rendimiento, la personalización y la asequibilidad. Este ecosistema preexistente de componentes, motores potentes, cámaras de alta resolución, transmisores de video y controladores de vuelo era maduro, accesible globalmente y relativamente económico.
Cuando Rusia lanzó su invasión a gran escala en 2022, Ucrania se enfrentó a la urgente necesidad de una capacidad de ataque de precisión y bajo costo para contrarrestar la superioridad numérica rusa en blindados y artillería. Los canales tradicionales de adquisición militar eran demasiado lentos y costosos para satisfacer esta demanda inmediata. Fue en este momento crítico que los soldados y voluntarios civiles ucranianos, muchos de los cuales eran entusiastas de la FPV antes de la guerra, iniciaron un proceso de improvisación radical. Tomaron estructuras de drones de carreras FPV disponibles comercialmente y las modificaron para convertirlas en lo que, en realidad, son municiones de merodeo o misiles guiados. El proceso era a menudo rudimentario, e implicaba sujetar ojivas de granadas antitanque, como las de un RPG-7 o granadas antitanque RKG-3, al chasis del dron. Esta filosofía «hazlo tú mismo», nacida de la necesidad, sentó las bases de toda la estrategia de guerra con drones de Ucrania.
El origen civil de estos drones no fue una simple anécdota histórica; fue el catalizador indispensable de la respuesta asimétrica de Ucrania. La existencia de una sólida cadena de suministro global de componentes para aficionados permitió a los ingenieros y voluntarios ucranianos eludir los engorrosos procesos de adquisición de equipos militares tradicionales. Podían obtener piezas de proveedores comerciales y comenzar a ensamblar drones de combate casi de inmediato, a menudo en pequeños talleres descentralizados, laboratorios universitarios o incluso desde casa, con poco más que un soldador y un destornillador. Este modelo de «guerra participativa» permitió a Ucrania alcanzar una escala y una velocidad de producción que habrían sido imposibles a través de los canales convencionales de la industria de defensa, lo que le proporcionó una ventaja crucial en la carrera de innovación en drones contra el sistema ruso, más centralizado y controlado por el Estado.
La ecuación económica imbatible. La característica más disruptiva del dron FPV es su extraordinaria rentabilidad. Un dron de combate típico puede ensamblarse por entre 300 y 500 dólares, una fracción del coste del equipo militar convencional. Esto crea una ecuación económica profundamente asimétrica en el campo de batalla. Un solo dron de 500 dólares, pilotado por un operador experto, puede inutilizar o destruir un tanque de batalla principal multimillonario, un sistema de artillería autopropulsada o un sofisticado radar de defensa aérea.
Esta ventaja económica es fundamental en la estrategia bélica de Ucrania. Permite a las fuerzas ucranianas mantener un ritmo operativo elevado e infligir costes desproporcionados al ejército ruso, incluso ante la escasez de municiones convencionales como los proyectiles de artillería. Los drones se consideran activos prescindibles, similares a una granada o un proyectil de mortero, lo que permite su despliegue en grandes cantidades sin el importante riesgo financiero asociado a los sistemas de armas más avanzados. Esta dinámica ha permitido a Ucrania, una nación con una economía y un presupuesto de defensa más reducidos, mantenerse en la lucha y librar una rigurosa guerra de desgaste contra un adversario de mayor tamaño. El gran volumen que permite este modelo económico es revolucionario; se informa que Ucrania pierde hasta 10 000 drones al mes, una tasa insostenible con cualquier otro tipo de munición guiada de precisión, pero manejable con drones FPV económicos.
Especificaciones técnicas y capacidad de carga útil. Un dron FPV de combate básico consta de unos pocos componentes principales: una estructura de cuadricóptero sencilla (generalmente de fibra de carbono), cuatro o más motores eléctricos potentes, un controlador de vuelo, un receptor de radio, una cámara de video y un transmisor de video. El piloto utiliza una estación de control remoto para enviar comandos y usa gafas protectoras para recibir la señal de video en vivo.
A diferencia de los drones de fotografía comercial, como el DJI Mavic, que tienen una capacidad de carga limitada, los drones de carreras FPV están diseñados con una alta relación empuje-peso. Sus motores más potentes les permiten transportar una cantidad considerable de munición. Un dron kamikaze FPV típico tiene una carga útil de unos 2 kilogramos. Sin embargo, Ucrania y Rusia han desarrollado versiones más grandes y de mayor capacidad de carga, como el «Queen Hornet», que puede transportar más de 7 kilogramos de explosivos, o el hexacóptero «Baba Yaga», que puede transportar hasta 20 kilogramos.
La versatilidad de las cargas útiles es una característica clave de la guerra FPV. Las municiones más comunes son las ojivas de los cohetes RPG-7 o las granadas antitanque RKG-3 de la era soviética, que utilizan una carga hueca para penetrar el blindaje. Sin embargo, el arsenal se ha expandido drásticamente para incluir una amplia gama de municiones personalizadas e improvisadas:
- Munición de fragmentación: diseñada para uso antipersonal, estas municiones están repletas de metralla para maximizar las bajas contra las tropas en campo abierto o en trincheras.
- Ojivas termobáricas: estos explosivos de combustible y aire crean una onda expansiva devastadora y una bola de fuego de alta temperatura, ideales para destruir edificios, limpiar trincheras y atacar posiciones fortificadas.
- Municiones incendiarias: Los llamados «drones Dragón» utilizan cargas útiles basadas en termita que gotean material fundido para iniciar incendios, capaces de quemar líneas de árboles utilizadas para ocultamiento en una sola misión.
- Minas lanzadas desde el aire: algunos FPV están modificados no para ataques kamikaze, sino para lanzar con precisión minas antipersonal o antivehículo en ubicaciones estratégicas.
- Municiones tipo Claymore: Los drones pueden transportar y detonar de forma remota minas antipersonal direccionales para cubrir un área amplia con metralla, actuando como un Claymore volador.
Esta modularidad permite a las unidades FPV adaptar sus ataques a objetivos específicos, transformando una estructura simple y de bajo costo en una plataforma universal para ofrecer una amplia gama de efectos tácticos.
Sección 2: Cómo los drones FPV redefinieron el combate terrestre
La introducción del dron FPV no solo ha añadido una nueva herramienta al arsenal, sino que ha reescrito fundamentalmente las reglas del combate terrestre. Su versatilidad, precisión y gran número le han permitido asumir funciones antes reservadas a activos especializados y de alto coste, creando un entorno de batalla definido por la vigilancia constante y la amenaza inminente desde arriba. Esto ha generado una realidad táctica donde la maniobra tradicional de armas combinadas se ha vuelto extremadamente difícil, obligando a un retorno a la guerra de desgaste librada por unidades pequeñas y dispersas.
El arma antitanque principal. Si bien los misiles guiados antitanque (ATGM) avanzados, como el Javelin, siguen siendo altamente efectivos, el dron FPV se ha convertido en el arma antitanque principal y más utilizada en la guerra, en gran parte debido a su costo y disponibilidad. Los operadores de FPV se han convertido en expertos cazadores de tanques, explotando las vulnerabilidades incluso de los tanques de batalla principales más modernos. Las tácticas a menudo implican apuntar a puntos débiles específicos, como la óptica, el anillo de la torreta, el compartimento del motor o las orugas.
Un solo ataque FPV, especialmente con una ojiva RPG estándar, no siempre resulta en una «muerte catastrófica» que destruya el tanque por completo. Sin embargo, a menudo es suficiente para lograr una «muerte por movilidad» al dañar las orugas o el motor, dejando al vehículo fuertemente blindado inmovilizado y vulnerable. Una vez que un tanque queda inutilizado, puede ser destruido sistemáticamente por ataques FPV posteriores o ser blanco de otros recursos como artillería o drones lanzagranadas que pueden lanzar municiones con precisión en escotillas abiertas. El análisis de secuencias de combate sugiere que destruir un tanque a veces puede requerir diez o más drones FPV, pero dado su bajo costo, sigue siendo una alternativa muy ventajosa. La tasa de efectividad varía considerablemente según la habilidad del operador, las defensas del objetivo y las condiciones de la guerra electrónica, con estimaciones de éxito de ataques contra vehículos blindados que van desde un mínimo del 5% hasta un máximo del 50% para unidades de élite. Independientemente del porcentaje exacto, el gran volumen de ataques ha convertido a los FPV en la principal causa de pérdidas de vehículos blindados para ambos bandos.
El azote de la infantería y el destructor de fortificaciones. El bajo coste y la abundancia de drones FPV implican su uso generalizado contra objetivos tradicionalmente considerados de bajo valor, incluyendo soldados individuales. Para la infantería en primera línea, esto ha creado un estado de peligro constante. Los soldados que se desplazan al descubierto, en vehículos ligeros como camiones o motocicletas, o que ocupan trincheras, son perseguidos sin descanso por los FPV armados con ojivas de fragmentación o termobáricas. El impacto psicológico del zumbido incesante y agudo de un FPV que se acerca ha sido profundo, creando una condición que algunos soldados denominan «dronofobia» y obligando a las tropas a permanecer ocultas bajo tierra durante largos periodos, lo que limita gravemente su eficacia operativa.
Los drones FPV también son muy eficaces para romper defensas estáticas. Su precisión les permite volar directamente hacia las troneras de los búnkeres, a través de las ventanas de los edificios o hacia las entradas de los refugios antes de detonar. Los drones equipados con cargas termobáricas pueden arrasar edificios y derrumbar sistemas de trincheras, mientras que las municiones tipo Claymore pueden detonarse por encima de una línea de trincheras para arrasar a los ocupantes con metralla. Esta capacidad ha vuelto mucho más vulnerables las fortificaciones de campaña tradicionales y ha sido un factor clave en los intensos asaltos de infantería en torno a ciudades como Avdiivka y Bajmut.
La Artillería del Cielo: Contrabatería e Interdicción Logística. Con un alcance operativo que ha aumentado constantemente desde los 5-15 kilómetros iniciales hasta un estándar de 20 kilómetros, e incluso mucho más, los FPV han asumido funciones tradicionalmente asignadas a la artillería y el poder aéreo. Una de las misiones más exigentes y de mayor impacto es el fuego de contrabatería. Esto implica que un operador de FPV pilote hábilmente su dron a lo largo de muchos kilómetros para localizar una pieza de artillería enemiga y luego realice la maniobra increíblemente precisa de volar directamente hacia el cañón del arma o mantenerse a centímetros de un componente crítico antes de detonar una carga hueca.
Igualmente importante es la campaña sistemática de interdicción aérea en el campo de batalla (BAI) dirigida a la logística enemiga. Ambos bandos utilizan ahora FPV para establecer control de fuego sobre líneas terrestres de comunicación (GLOC) críticas, convirtiendo esencialmente carreteras y rutas de suministro clave en zonas de aniquilación. Camiones de suministro, camiones cisterna de combustible y vehículos de evacuación médica son objetivos prioritarios. Esta amenaza constante dificulta el suministro de munición, alimentos y refuerzos a las unidades de primera línea, reduce la moral y puede aislar a las fuerzas defensoras, creando las condiciones para un asalto terrestre. Las fuerzas rusas, en particular, han utilizado eficazmente FPV, incluyendo modelos de mayor alcance, para controlar las principales carreteras del Donbás, obligando a la logística ucraniana a recurrir a rutas más lentas y menos directas.
Los cazadores-asesinos: El surgimiento del dron interceptor. Una evolución significativa en la guerra con drones ha sido el surgimiento del combate aire-aire a nivel táctico. Reconociendo la importancia de los drones de reconocimiento para dirigir la artillería y observar los movimientos de tropas, ambos bandos han desarrollado interceptores FPV dedicados a cazarlos y destruirlos. Ucrania, por ejemplo, ha desplegado el interceptor FPV «Shrike», un dron de bajo coste diseñado específicamente para derribar plataformas ISR rusas como el Orlan-10, el ZALA, el Supercam y el Forpost.
Estos interceptores son aeronaves de fuselaje reducido, construidas con un único propósito: la velocidad. Con velocidades máximas que, según se informa, alcanzan los 300-400 km/h, pueden alcanzar objetivos de ala fija, mucho más lentos, a altitudes de varios kilómetros. El mecanismo de desactivación suele ser un simple impacto cinético, una estrategia de «golpe mortal» en la que el interceptor embiste al objetivo. En algunos casos documentados, los drones ucranianos han empleado métodos aún más improvisados, como colocar una simple palanca para derribar la hélice de un dron ruso. Esta guerra entre drones ha creado un nuevo nivel de conflicto en los cielos del campo de batalla, donde cada bando lucha no solo para cegar al otro, sino también para proteger sus propios «ojos». En julio de 2024, esta capacidad alcanzó un nuevo hito cuando, según se informa, un dron FPV ucraniano destruyó un helicóptero ruso Mi-8, lo que marcó la primera vez que un helicóptero en combate fue derribado por un arma de este tipo.
Expansión del Dominio: Aplicaciones Navales y Estratégicas. Los principios tácticos de la guerra FPV se aplican ahora en otros dominios operativos con impacto estratégico. En el ámbito naval, Ucrania ha sido pionera en el uso de drones FPV lanzados desde buques de superficie no tripulados (USV) o lanchas no tripuladas. Esta táctica amplía drásticamente el alcance de los FPV, permitiéndoles funcionar como armas de ataque de precisión de corto alcance lanzadas desde una plataforma móvil marítima. Estos FPV lanzados desde USV se han empleado en audaces ataques contra activos rusos de alto valor en la Crimea ocupada, incluyendo estaciones de radar avanzadas y sistemas de defensa aérea, volando a baja altura sobre el agua para evadir la detección.
Quizás la demostración más dramática de la evolución del rol del FPV fue la «Operación Telaraña» en junio de 2025. En esta misión altamente coordinada, operativos ucranianos presuntamente introdujeron drones FPV en territorio ruso. Los drones fueron lanzados desde posiciones ocultas dentro de camiones civiles modificados para realizar ataques simultáneos contra múltiples bases aéreas estratégicas rusas, destruyendo o dañando valiosos bombarderos de largo alcance. Esta operación marcó una clara transición para el dron FPV: de un arma puramente táctica a un instrumento capaz de lograr efectos operativos e incluso estratégicos, poniendo en riesgo activos a cientos de kilómetros de las líneas del frente.
La ubicuidad táctica del dron FPV ha creado lo que los analistas denominan un «campo de batalla transparente», donde la vigilancia constante y la amenaza omnipresente de un ataque aéreo han roto radicalmente el modelo tradicional de guerra de armas combinadas. La capacidad de los drones ISR para detectar movimiento y la de los FPV para atacarlo casi instantáneamente hacen que la concentración de fuerzas para un intento de avance sea excepcionalmente peligrosa. Grandes formaciones de tanques e infantería, pilares de la guerra de maniobras del siglo XX, se convierten en objetivos concentrados y de alto valor. En consecuencia, ambos bandos se han visto prácticamente incapaces de llevar a cabo operaciones ofensivas a gran escala, que dependen de la concentración de fuerzas para lograr un resultado decisivo. En cambio, el combate se ha convertido en un brutal estancamiento por desgaste. Los combates se caracterizan ahora por acciones de unidades pequeñas, con la infantería infiltrándose en grupos de dos o tres, a menudo utilizando transportes rápidos pero no blindados, como motocicletas y vehículos todoterreno, para minimizar su tiempo de exposición antes de desaparecer en posiciones fortificadas. Por lo tanto, el principal efecto estratégico del inmenso éxito táctico del FPV no ha sido permitir la victoria, sino imponer una guerra posicional agotadora y con muchas bajas, donde la capacidad de mantener el terreno se ha vuelto más viable que la capacidad de tomarlo.
Sección 3: El duelo de la innovación entre Kyiv y Moscú
La guerra en Ucrania se ha convertido en una carrera armamentística de alta velocidad, y en ningún otro ámbito esta dinámica es más evidente que en el de los drones FPV. Ucrania y Rusia han entrado en un ciclo incesante de innovación, adaptación y emulación, en el que cada bando desarrolla nuevas tecnologías y tácticas para obtener una ventaja temporal. Sin embargo, sus enfoques reflejan sus diferentes estructuras nacionales e industriales: el modelo ágil y descentralizado de Ucrania frente al impulso centralizado y estatal de Rusia hacia una mayor escala.
La ventaja asimétrica de Ucrania: agilidad y adaptación basada en datos. El programa de drones de Ucrania es un testimonio del poder de la innovación ascendente. Se caracteriza por una red descentralizada de cientos de pequeñas empresas tecnológicas, organizaciones de voluntarios, laboratorios universitarios e incluso ciudadanos que ensamblan drones en sus hogares. Este enfoque de «mil flores floreciendo», como algunos lo han llamado, permite una iteración del diseño extremadamente rápida y la adaptación a las condiciones cambiantes del campo de batalla, un marcado contraste con la naturaleza lenta y burocrática de las industrias de defensa tradicionales.
Este ecosistema ágil se apoya en plataformas nacionales como Brave1 , que actúan como un vínculo crucial entre las necesidades de primera línea y la capacidad industrial. Esta estructura crea un circuito de retroalimentación increíblemente estrecho y eficaz. Una unidad de primera línea identifica una nueva táctica o tecnología rusa; este requisito se comunica rápidamente a la red de desarrolladores; un fabricante desarrolla una posible contramedida; y la eficacia del sistema se valida inmediatamente mediante imágenes de combate e informes de operadores registrados en sistemas de conocimiento de la situación como Delta .
Este enfoque basado en datos permite una forma de meritocracia en el campo de batalla. Las tecnologías que demuestran su eficacia se identifican rápidamente y se puede priorizar la adquisición para escalar su producción. Esto evita la lenta burocracia tradicional, permitiendo que los recursos se dirijan a las soluciones más exitosas y garantizando que las soluciones de eficacia demostrada se reabastezcan con prontitud. Este ciclo autooptimizante, que fusiona I+D, pruebas, adquisición y doctrina táctica en un único proceso rápido, constituye una profunda lección para los ejércitos occidentales que luchan contra la esclerosis de adquisiciones.
Respuesta descendente de Rusia: Escala y sofisticación. Inicialmente sorprendida por la velocidad y la escala de la guerra improvisada con drones de Ucrania, Rusia ha movilizado sus importantes recursos estatales para contrarrestarla y superarla. Su enfoque es fundamentalmente descendente y centralizado, centrado en lograr una producción masiva abrumadora mediante la reorganización de fábricas civiles (como una fábrica de pan en Tambov) y el uso de todo el peso de su Ministerio de Defensa. Si bien quizás menos ágil que el modelo ucraniano, la capacidad industrial de Rusia le permite producir drones FPV a una escala abrumadora, superando, según se informa, la producción ucraniana en ocasiones y produciendo decenas de miles de drones al mes.
Además de la escala, Rusia se ha centrado en adaptaciones tecnológicas clave diseñadas específicamente para superar las defensas ucranianas:
- Drones de fibra óptica: Esta ha sido la innovación más significativa de Rusia en el ámbito de las FPV. Para contrarrestar la amenaza generalizada de la guerra electrónica (EW) ucraniana, los ingenieros rusos adaptaron los drones FPV para que utilizaran un cable físico de fibra óptica, que se desenrolla del dron durante el vuelo, para el control y la transmisión de vídeo. Dado que estos drones no dependen de señales de radiofrecuencia (RF), son completamente inmunes a las interferencias y son indetectables por los radiogoniómetros de RF. Si bien el principio de las municiones guiadas por cable tiene décadas de antigüedad, su aplicación a los FPV económicos y ágiles creó un nuevo y difícil dilema en el campo de batalla para las fuerzas ucranianas, que inicialmente carecían de una contramedida escalable.
- Drones «Durmientes»: Una innovación particularmente insidiosa son los FPV «durmientes». Estos drones están modificados con un módulo «Gibernator» (hibernador) que les permite colocarse en posición delantera y entrar en modo de espera de bajo consumo durante días o incluso semanas. Posteriormente, pueden activarse remotamente para lanzar un ataque sorpresa contra un objetivo que pase cerca. Suelen usar una fibra óptica para su control, lo que los hace pacientes e inmunes a la guerra electrónica.
- Drones de Repetición: Para ampliar el alcance de sus FPV y adentrarse más en la retaguardia ucraniana, las fuerzas rusas utilizan UAVs de ala fija más grandes como repetidores de radio aéreos. Esta táctica puede aumentar el alcance efectivo de un FPV estándar de menos de 15 kilómetros a 50 kilómetros o más, lo que les permite interceptar las líneas de suministro ucranianas lejos del frente.
La doctrina rusa enfatiza la integración de estos FPV en una cadena de aniquilación sistemática. Una operación típica implica un dron ISR, como el Orlan-10, que identifica un objetivo. Las coordenadas se transmiten a una batería de artillería o a un equipo de drones FPV dedicado para el ataque. Un dron de seguimiento se utiliza a menudo para la evaluación de daños en combate (BDA), confirmando el aniquilamiento. Este enfoque metódico aprovecha las fortalezas de Rusia en activos convencionales e integra los FPV como un componente de ataque de precisión.
Sección 4: El mundo en constante evolución de la guerra antidrones
La proliferación de drones FPV ha desencadenado una evolución igualmente intensa y rápida en las contramedidas. Por cada nueva innovación en drones, surge una táctica o tecnología defensiva correspondiente, lo que crea una lucha dinámica y compleja por la supervivencia en el campo de batalla. Esta contienda se libra a través del espectro electrónico, con armas cinéticas, a través de barreras físicas y apuntando al componente más crítico de todos: el operador humano. Esto ha resultado en una «paradoja tecnológica», donde las amenazas más avanzadas obligan a depender tanto de defensas primitivas como del desarrollo de sistemas robóticos de nueva generación.
El campo de batalla electrónico: interferencias y suplantación de identidad. La primera y más extendida línea de defensa contra los drones FPV es la guerra electrónica (EW). El objetivo principal de la EW es interrumpir los enlaces vitales del dron: la señal de control de radiofrecuencia (RF) del operador y la señal del Sistema de Posicionamiento Global (GPS) utilizada para la navegación. Ambos bandos han desplegado una amplia gama de sistemas de EW, desde inhibidores de trinchera portátiles y portátiles hasta potentes sistemas montados en vehículos que crean una cúpula protectora de señales de interferencia alrededor de una posición o convoy.
Cuando tiene éxito, la interferencia puede provocar que un dron pierda el control y se estrelle, o una técnica llamada «spoofing» puede proporcionarle coordenadas GPS falsas, provocando que se desvíe de su rumbo o regrese a su punto de despegue. En ocasiones, la guerra electrónica ha sido muy eficaz; algunos informes sugieren que más del 50 % de los drones FPV son derribados por interferencias, incluso por fuego amigo. Sin embargo, la eficacia de la guerra electrónica se cuestiona constantemente. Los fabricantes de drones contrarrestan las interferencias utilizando un rango más amplio de frecuencias, implementando algoritmos de salto de frecuencia que cambian rápidamente de canal o empleando protocolos de comunicación más resistentes. La medida más significativa para contrarrestar la guerra electrónica ha sido el desarrollo de drones que abandonan por completo el espectro de radiofrecuencia, en particular los drones de fibra óptica utilizados por ambos bandos, que son completamente inmunes a las interferencias de radiofrecuencia.
Defensas cinéticas y físicas. Cuando las contramedidas electrónicas fallan, las fuerzas deben recurrir a medios físicos y cinéticos para detener un dron que se aproxima. Esto ha dado lugar a una estética del campo de batalla que es a la vez futurista y arcaica.
- Barreras Físicas: Las defensas más visibles son las barreras físicas diseñadas para detonar o enredar prematuramente un dron. Estas incluyen las ahora omnipresentes «jaulas de protección», blindaje de láminas metálicas rudimentarias soldadas a tanques y otros vehículos blindados, así como extensas redes antidrones tendidas sobre trincheras, posiciones de combate e incluso carreteras enteras. Estas redes pueden ir desde redes de pesca reutilizadas hasta mallas de acero industriales. Si bien estas medidas pueden ser efectivas, presentan limitaciones significativas. Un piloto experto de FPV a menudo puede encontrar un pequeño hueco por el que volar, y un solo impacto de dron puede abrir un agujero en una red, creando una abertura para ataques posteriores.
- Soluciones cinéticas: La defensa cinética más básica es el fuego de armas pequeñas. Se ha vuelto común que los soldados de ambos bandos porten escopetas para atacar drones que vuelan a baja altura, ya que la dispersión de los perdigones ofrece una mayor probabilidad de impactar en un objetivo pequeño y rápido que un fusil. También se están desarrollando e implementando rápidamente soluciones cinéticas más avanzadas. Estas incluyen cañones antiaéreos montados en camiones, como el ZU-23-2 de la era soviética, que puede crear una barrera de fuego contra los drones que se aproximan. Ucrania también ha sido pionera en sistemas robóticos innovadores para proteger a los operadores del fuego de respuesta. Algunos ejemplos incluyen el «Kvertus AD Berserk», un vehículo terrestre no tripulado (UGV) equipado con un sistema de guerra electrónica, y otro UGV desarrollado por la 28.ª Brigada Mecanizada que monta un sistema de defensa aérea portátil (MANPADS) 9K38 Igla, que permite al operador disparar un misil termoguiado desde la seguridad de un búnker. Sin embargo, el contraataque cinético definitivo es el propio dron interceptor, que utiliza otro FPV para cazar y destruir al atacante.
El Operador como Objetivo. A medida que los drones y sus cargas útiles se vuelven más resistentes a las contramedidas, se ha producido un cambio táctico crucial: ambas partes reconocen cada vez más que la parte más vulnerable y valiosa del sistema es el piloto humano experto. Matar a un operador de drones experimentado puede tener más impacto que derribar un solo dron, ya que elimina una capacidad de combate crítica del enemigo. Esto ha llevado a un esfuerzo concertado para localizar y apuntar a las posiciones de los operadores de drones, que suelen estar situadas en búnkeres o sótanos a varios kilómetros de la línea del frente. El indicio del escondite de un operador suele ser la antena necesaria para comunicarse con el dron. Este enfoque ha provocado un fuerte aumento de las bajas entre los pilotos de drones, que ahora se consideran objetivos de alto valor para la artillería, las bombas planeadoras y otros drones. En un desarrollo más siniestro, las autoridades rusas informaron de un complot en febrero de 2025 en el que se enviaron gafas FPV cargadas de explosivos a soldados rusos, diseñadas para detonar al activarse, cegando o matando a los pilotos.
Detección: El Desafío Invisible. Antes de implementar cualquier contramedida, es necesario detectar un dron que se aproxima. Este es un desafío formidable, dado el pequeño tamaño, la alta velocidad y el perfil de vuelo a baja altitud del FPV. En el caso de los drones que emiten radiofrecuencia, la detección se puede lograr con analizadores de espectro que captan sus señales de control o video. También se pueden utilizar redes de sensores acústicos para escuchar el zumbido característico de sus rotores.
Sin embargo, la proliferación de drones de fibra óptica inmunes a la guerra electrónica, que no emiten señales de radio, ha dejado obsoletos estos métodos. Esto ha creado una necesidad urgente de nuevas tecnologías de sensores. La solución más prometedora es el despliegue de pequeños sistemas de radar móviles capaces de detectar objetivos que vuelan a baja altura y no emiten señales. Unidades ucranianas como la Brigada de Aves Magiares afirman estar desarrollando redes de estos radares de corto alcance, colocándolos cada pocos kilómetros para crear un campo de detección superpuesto cerca de las líneas del frente. Esto les permite detectar drones de fibra óptica entrantes y lanzar sus propios interceptores. La lucha contra los drones se está convirtiendo, por lo tanto, en una batalla de sensores tanto como de inhibidores e interceptores.
Todo el panorama de contramedidas ilustra una paradoja fascinante. La aparición de amenazas altamente sofisticadas, como los drones guiados por IA o de fibra óptica, ha obligado a un retorno parcial a las defensas más rudimentarias imaginables, como las redes de pesca y las escopetas. Al mismo tiempo, las limitaciones inherentes de estos métodos sencillos contra un posible enjambre de estos drones están impulsando el desarrollo de la próxima generación de contramedidas, incluyendo torretas robóticas autónomas y redes de radar móviles. Esto crea un campo de batalla extraño y desafiante donde un arma del siglo XXI se enfrenta simultáneamente al acero del siglo XX y a conceptos para la robótica del siglo XXII, lo que aumenta la complejidad defensiva a un nivel sin precedentes.
Sección 5: ¿Es el dron FPV una revolución militar?
La revolución táctica y tecnológica causada por el dron FPV repercute a nivel estratégico, impulsando un debate fundamental sobre su lugar en la historia militar. ¿Ha revolucionado esta arma improvisada la guerra o se trata simplemente de una evolución significativa? Para responder a esta pregunta es necesario examinar su impacto en la naturaleza del combate, la economía de la guerra y la experiencia humana del conflicto. La evidencia sugiere que, si bien los drones FPV por sí solos no pueden ganar guerras, han alterado tan profundamente la forma en que se libran que representan un avance profundamente transformador, si no totalmente revolucionario.
El motor de desgaste y la muerte de la maniobra. El impacto estratégico más significativo del dron FPV, en conjunto con otros recursos ISR, ha sido la creación de un espacio de batalla hiperletal y transparente que ha aniquilado eficazmente la guerra de maniobras a gran escala. La constante amenaza de detección y ataque de precisión desde arriba hace que la concentración de fuerzas, la base misma de un avance de armas combinadas, sea prohibitivamente costosa y arriesgada. Como resultado, tanto los ejércitos ruso como ucraniano se han visto privados de su movilidad táctica y operativa, obligando al combate a degenerar en una guerra de desgaste posicional y agotadora que recuerda a la Primera Guerra Mundial, pero con tecnología del siglo XXI.
En este entorno, el dron FPV actúa como el principal motor de desgaste. Es el arma que impone el estancamiento, proporcionando la «fuerza de frenado» para detener los avances enemigos e infligiendo un número constante y sostenido de bajas en personal y equipo. En lugar de propiciar una victoria decisiva, el dron se ha convertido en la garantía del agotamiento mutuo, desplazando a las fuerzas hacia la clandestinidad y convirtiendo la captura de territorio en un proceso lento, metódico y sangriento.
El cálculo económico de la guerra . Estratégicamente, el dron FPV ha alterado el cálculo económico tradicional de la guerra moderna. La capacidad de intercambiar sistemáticamente un arma de unos pocos cientos de dólares por un activo enemigo valorado en millones, ya sea un tanque, un sistema de artillería, un radar o un sistema de guerra electrónica, constituye una poderosa ventaja asimétrica. Para una nación como Ucrania, con una economía más pequeña y una dependencia limitada de la ayuda de sus socios, esta capacidad ha sido un salvavidas estratégico. Ha permitido a sus fuerzas armadas infligir pérdidas insostenibles al ejército ruso, desequilibrando el poder en una guerra de desgaste.
Esta disrupción económica tiene implicaciones globales. Demuestra que los ejércitos más pequeños y con menos fondos pueden aprovechar tecnologías comerciales de bajo costo para desafiar a las potencias militares más grandes y consolidadas. Es probable que esto desencadene un cambio global en las prioridades de adquisición militar, con las naciones reevaluando el equilibrio entre plataformas costosas y de alta gama y una masa barata y atractiva.
¿Evolución, no revolución? Un debate con matices. El debate sobre la importancia a largo plazo del dron FPV gira en torno a la definición de «revolución militar».
- El argumento de la «Revolución»: Sus defensores argumentan que el dron FPV es el nuevo «rey del combate», una tecnología que ha democratizado el poder aéreo y transformado permanentemente la doctrina militar. Señalan su ubicuidad y su responsabilidad por la mayoría de las bajas como evidencia de un cambio fundamental en la naturaleza de la guerra, una auténtica revolución militar.
- El argumento de la «evolución»: Los escépticos, si bien reconocen el impacto transformador de los drones, argumentan que se trata de un desarrollo evolutivo, más que revolucionario. Su argumento principal es que los drones son tácticamente efectivos, pero estratégicamente indecisos. Los drones FPV no pueden, por sí solos, tomar, mantener o despejar territorio, requisitos fundamentales para la victoria en la guerra terrestre. Se entienden mejor como una extensión y mejora de las capacidades existentes, en particular de las fuerzas terrestres y la artillería, más que como un sustituto. Argumentan que un gran número de drones pequeños aún no puede igualar el enorme volumen destructivo de un bombardeo de artillería sostenido.
Este informe concluye que la verdad se encuentra entre estos dos polos. El dron FPV representa una evolución profundamente transformadora. Si bien no cumple los criterios clásicos de un arma revolucionaria capaz de lograr por sí sola una victoria estratégica, ha transformado de tal manera el entorno táctico y las condiciones en las que deben operar las armas tradicionales que su impacto resulta revolucionario. No ha reemplazado a la artillería ni a la infantería, pero las ha obligado a operar en una realidad completamente nueva y más peligrosa.
El dron FPV ha actuado como un gran factor de equilibrio estratégico en este conflicto. Rusia comenzó la guerra con una enorme superioridad convencional en blindados, artillería y personal. Según la lógica militar tradicional, esta ventaja debería haber permitido avances rápidos y decisivos. Sin embargo, el despliegue rápido y escalable de drones FPV económicos por parte de Ucrania contrarrestó directamente esta ventaja. Al reducir sistemáticamente los activos rusos de alto valor a un precio favorable, los FPV anularon la capacidad de Rusia de concentrar sus fuerzas para maniobrar, obligándola a recurrir a los asaltos de unidades pequeñas que han caracterizado la guerra. Si bien Rusia se ha adaptado, el ágil ciclo de innovación de Ucrania ha impedido que su adversario recupere una ventaja decisiva. Por lo tanto, la contribución estratégica definitiva del dron FPV para Ucrania no ha sido ganar la guerra directamente, sino evitar que Rusia ganara con su poderío convencional. Es el gran ecualizador que ha convertido el conflicto en una guerra de desgaste donde el ingenio ucraniano puede competir eficazmente con la masa rusa.
La dimensión humana: Dronefobia y el guerrero remoto. La guerra de drones ha tenido un profundo y multifacético impacto humano. Para los soldados afectados, la presencia constante de drones ha inducido un estado de estrés psicológico y ansiedad conocido como «dronofobia». El zumbido constante de un enemigo invisible que puede atacar con precisión en cualquier momento tiene un alto costo, obligando a los soldados a una existencia subterránea y fomentando una sensación de impotencia.
Simultáneamente, ha creado una nueva clase de guerrero: el piloto FPV. Estos suelen ser individuos muy jóvenes, expertos en tecnología, antiguos estudiantes de medicina, profesionales de la informática o aficionados civiles, que se han convertido en algunos de los combatientes más letales de la guerra, todo ello operando desde la relativa seguridad de un búnker a kilómetros de la violencia física. La historia de «Darwin», un antiguo estudiante de medicina de 20 años convertido en piloto estrella de la 92.ª Brigada de Asalto de Ucrania, o la de Kateryna «Meow» Troian, una célebre piloto con más de mil misiones de combate antes de su muerte, ejemplifica esta nueva realidad. Su entrenamiento suele comenzar en escuelas de drones dirigidas por civiles, practicando en simuladores y pilotando drones en pistas de obstáculos antes de pasar al combate real. Sin embargo, su seguridad no está garantizada; al ser objetivos de alto valor, su tasa de bajas aumenta a medida que el enemigo se vuelve más hábil en cazarlos.
La dimensión moral: Guerra remota y rendición de cuentas. Esta nueva forma de guerra remota plantea complejas cuestiones éticas. La distancia física y psicológica entre el piloto FPV y su objetivo puede generar una sensación de distanciamiento del acto de matar, un fenómeno que los especialistas en ética militar siguen estudiando.
Por otro lado, la misma tecnología proporciona una herramienta sin precedentes para la rendición de cuentas. Las transmisiones de video de los drones que se utilizan para confirmar las muertes también sirven como evidencia irrefutable de los sucesos en el campo de batalla. Los drones ucranianos han capturado imágenes de posibles crímenes de guerra, incluyendo la ejecución de prisioneros de guerra desarmados y ataques contra civiles. Esta documentación puede utilizarse en futuros procesos judiciales, lo que aumenta la probabilidad de que los responsables de atrocidades rindan cuentas algún día. El dron, por lo tanto, es una herramienta de doble uso en el panorama moral de la guerra: un instrumento que puede tanto facilitar la violencia a distancia como registrarla de forma inmutable.
Conclusión para los ejércitos occidentales
La guerra ruso-ucraniana ha servido como un laboratorio brutal y de alta intensidad para el futuro de la guerra, y el dron FPV ha sido su experimento más transformador. Este informe ha demostrado cómo una tecnología simple, de origen comercial, se ha adaptado a un arma omnipresente que ha alterado profundamente el panorama táctico, operativo y estratégico. Ha creado un campo de batalla transparente e hiperletal que prioriza el desgaste sobre la maniobra, ha alterado el cálculo económico tradicional de la guerra y ha impulsado un ciclo sin precedentes de innovación y contramedidas. El dron FPV ha demostrado ser un gran ecualizador, permitiendo a un ejército más pequeño infligir costos desproporcionados a un adversario más grande e imponer un punto muerto que de otro modo habría sido inalcanzable.
Mientras la guerra continúa y se siguen aprendiendo lecciones, la trayectoria de la guerra con drones en Ucrania plantea imperativos claros y urgentes para los ejércitos occidentales. Ignorar estas tendencias supone correr el riesgo de no estar preparados para la naturaleza de futuros conflictos. Con base en el análisis presentado, las siguientes recomendaciones son cruciales para la OTAN y sus fuerzas aliadas:
- Adoptar la producción masiva y descentralizada atractiva: Las adquisiciones militares occidentales se centran abrumadoramente en plataformas exquisitas, de alto costo y tecnológicamente complejas. El modelo FPV demuestra el inmenso valor estratégico de los sistemas económicos, prescindibles y numerosos. La cantidad tiene una cualidad propia.
- Desarrollar capacidades anti-UAS integradas y multicapa: No existe una solución milagrosa para la amenaza de los drones. La experiencia ucraniana demuestra que una defensa eficaz requiere un enfoque integrado y multicapa.
- Reformar radicalmente los procesos de adquisición e innovación: El ciclo tradicional de adquisiciones de defensa, de varios años de duración, se ha vuelto peligrosamente obsoleto en una era donde la tecnología del campo de batalla evoluciona en meses o incluso semanas. El éxito de Ucrania es resultado directo de su capacidad para innovar y adquirir al ritmo de la guerra.
- Priorizar el factor humano en un entorno saturado de drones: El futuro campo de batalla estará saturado de drones, y todo soldado debe estar preparado para operar en él. Además, el «guerrero remoto» es una especialización militar nueva y crucial.
- Prepárense para el próximo salto: IA, autonomía y enjambres: Los drones FPV en Ucrania aún son en gran parte pilotados por humanos. El próximo salto tecnológico será la integración de inteligencia artificial avanzada, que permitirá una verdadera autonomía y la coordinación de enjambres de drones.
Daniel E. Arias
(Mañana publicaremos qué se está haciendo con dronespara las Fuerzas Armadas , que es NADA desde hace varios años. Pero -esto es Argentina- dos empresas exploran algunas ideas interesantes. Se lo contamos)