70 años del Instituto Balseiro y el homenaje a uno de los primeros egresados

Luego de un puntilloso recorrido por lo que ha sido toda su carrera y antes de recibir la distinción de Doctor Honoris Causa, el público estalló en aplausos en el salón de actos del Instituto Balseiro. El estruendo era interminable y Abraham Kestelman se levantó de su silla en la primera fila para voltear y mirar a los asistentes a modo de agradecimiento, saludando con ambas manos. El estruendo fue aún mayor.

Este hombre de 94 años recibió un reconocimiento por su trayectoria como docente, investigador y referente en física experimental y energía nuclear durante la celebración por los 70 años del Instituto Balseiro. Demoró varios minutos en ingresar al salón porque constantemente era interceptado por colegas, directivos, alumnos, conocidos que lo abrazaban efusivamente.

Allá por 1958, Kestelman, conocido como «Abe», egresaba como físico del Instituto Balseiro en Bariloche y, sin imaginarlo, pasaba a ser parte de la historia de la institución al formar parte de la primera promoción.

Kestelman nació en un Frías, en Santiago del Estero, pero a los dos años, sus padres se radicaron en Catamarca donde hizo su escuela primaria. Su secundario, en cambio, lo realizó en el Instituto Técnico de Tucumán. En esa provincia, inició la carrera de ingeniería eléctrica, hasta que en mayo de 1955, unos carteles distribuidos por el edificio universitario le llamaron la atención: la Comisión Nacional de Energía Atómica (Cnea) ofrecía becas para estudiar física en Bariloche. La propuesta le resultó sumamente tentadora.

“Eran épocas difíciles. Uno tenía que estar afiliado al Partido Peronista. Yo como estudiante tenía las máximas notas, pero siempre pertenecí a la clase media humilde. Podría haber sido ayudante, pero para esto necesitaba afiliarme a la Confederación Universitaria, una rama estudiantil del peronismo. Y no lo hice. No podía pretender acceder a una ayudantía”, señaló. Cuando apareció el aviso de la Cnea, decidió dejar atrás la ingeniería eléctrica y emprender el camino de la física.

Era necesario tener los dos primeros años universitarios aprobados para ingresar al Balseiro. Era una incertidumbre absoluta porque era algo nuevo, pero el cuerpo de profesores era excelente”, resaltó.

Valoró que les daban “una beca única en el mundo. Era una beca mensual durante tres años que, en ese momento, era de 300 pesos. En esa época, Perón decía que ese monto era suficiente para vivir”, agregó.

Fue ovacionado en el salón de actos del Instituto Balseiro. Foto: Chino Leiva

Incluía dos pasajes por año al lugar de residencia de los alumnos, sumado a la estadía en el instituto con la única condición de una dedicación exclusiva al estudio. Kestelman recordó que cada habitación era compartida por dos estudiantes que, a su vez, tenían un baño propio.

“La física siempre me gustó, al igual que las matemáticas. Sin dudas, era una de las mejores becas a las que un estudiante podía acceder y aun hoy puede hacerlo. Creo que esto no existe a nivel mundial”, evaluó.

Cuando egresó la primera camada en junio de 1958, el gobierno tenía la intención de contar con profesionales formados en física. De modo que no bien egresaron de la carrera, ya contaban con un nombramiento en la Comisión Nacional de Energía Atómica. “Hoy esto no es tan fácil porque ya hay un plantel de Cnea”, recalcó.

Fue ovacionado en el salón de actos del Instituto Balseiro. Foto: Chino Leiva

En ese momento, el paso de Ronald Richter, el científico austríaco nacionalizado argentino, por la isla Huemul, en el Nahuel Huapi, era reciente. Fue conocido por el Proyecto Huemul que pretendía generar energía mediante fusión nuclear en la década de 1950, durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón.

Richter fue un blef. Una pequeña estafa. No se hasta qué punto, él era consciente. El coronel González, un consejero de Perón, le había manifestado que si queríamos hacer algo seriamente con la energía atómica, había que empezar de cero”, especificó.

Por eso -agregó-, no querían exigir la afiliación al Partido Peronista a la mejores cabezas del área. La Cnea fue la única institución argentina donde alguien podía trabajar sin estar afiliado al peronismo”. Recordó que al subir al tren en Buenos Aires para emprender el viaje a Bariloche e iniciar así la carrera, junto a otros estudiantes se preguntaban «a dónde estaría la trampa». No había ninguna.

Al graduarse, este físico ingresó a la sede central de la Cnea en Buenos Aires a modo de “entrenamiento” durante un año. Al año siguiente, regresó al Centro Atómico Bariloche porque, según reconoció, “la ciudad cordillerana tiraba mucho”.

“¿Cómo vivió todos estos años presenciando el prestigio del instituto que hoy celebra 70 años de vida?”, se le consultó. “Por suerte, el instituto siempre estuvo presupuestariamente bajo el paraguas de la Cnea y de la Universidad Nacional de Cuyo. Es un gran orgullo”, consideró.

El legado de José Balseiro

Un primero de agosto de 1955, el Instituto Balseiro iniciaba el dictado de clases. “Fue el producto de la visión de desarrollo de país con la decisión de manejar la energía nuclear. Un joven físico cordobés formado en la Universidad Nacional de La Plata y en el Observatorio de Córdoba, José Antonio Balseiro, tuvo participación en las primeras etapas, auditando y asesorando a la Presidencia de la Nación en el desarrollo del Proyecto Huemul”, recordó Mariano Cantero, director del Instituto Balseiro.

Balseiro formó parte del grupo que propuso la creación de un instituto de física a fin de promover el desarrollo de las capacidades de la física en general y la física nuclear, en particular. Así nació un convenio entre la Universidad Nacional de Cuyo y la Comisión Nacional de Energía Atómica el 22 de abril de 1955 dando lugar al llamado Instituto de Física de Bariloche.

El Instituto Balseiro cumplió 7 décadas. Foto: Chino Leiva

Balseiro lo condujo desde un primer momento, pero murió muy joven en 1962. Por eso, el instituto adoptó su nombre.

El proyecto que arrancó con una licenciatura y un doctorado en Física, hoy, ofrece 15 carreras (cuatro de grado, como la Física, la Ingeniería Nuclear, la Ingeniería Mecánica, la Ingeniería en Telecomunicaciones y, carreras de posgrado con especializaciones en Física Médica Clínica, aplicaciones tecnológicas de la Energía Nuclear, maestría en Ingeniería, en Física Médica, en Física, doctorado en Física, Ingeniería Nuclear, Ingeniería y en investigación interdisciplinaria en Salud). Ofrece también una vasta oferta de diplomaturas en Medicina Nuclear, Radioterapia, Inteligencia Artificial, licencia de Datos y actividades de comunicación pública de la ciencia.

En estos 70 años, se han graduado más de 3.000 profesionales y Cantero consideró que “esto fue posible porque el instituto fue sostenido como una política de Estado. Mantener la ciencia, la tecnología y la educación fue un éxito para el país”, agregó.

La distinción de «Abe» y el Chat GPT

Colegas y alumnos enviaron saludos a Kestelman durante el acto. Destacaron que solía organizar las salidas de esquí al cerro Catedral con otros estudiantes del Instituto Balseiro. También los convocaba a encuentros de póker en su casa mientras su esposa agasajaba con locro a los alumnos. Un colega relató que, muchos años después, se enteró que «Abe» había puesto «dinero de su bolsillo» para que pudiera concretar un viaje al exterior para participar de una disertación.

«Cuando le comentamos a Abe la intención de distinguirlo, se me enojó y dijo que no lo merecía. Le pedí que me argumente por qué creía que no era así. Me mandó un mail y me decía que le había preguntado al Chat GPT por los argumentos. Yo le respondí que le había preguntado al Chat GPT si lo merecía y me había respondido que claramente sí«, comentó entre risas Mariano Cantero, director del Instituto Balseiro.

«Abe», Doctor Honoris Causa. Foto: Chino Leiva

Durante el acto, las autoridades entregaron a Kestelman una edición especial -y limitada por los 70 años- del whisky escocés elaborado por el físico Pablo Tognetti, otro egresado del Balseiro ya jubilado.

«Un Bernasconi» para el Balseiro

En la celebración por las siete décadas de la institución, se presentó una obra de José Balseiro del artista Pablo Bernasconi. «Más allá de la intención de la dirección para que retratara a este hacedor, la idea fue contrastar su presencia con todos estos años y lo que generó en las generaciones de estudiantes y profesionales que llegaron a partir de él«, destacó Bernasconi.

La obra es un lienzo montado en bastidor de un metro por 90 centímetros en técnica mixta. «Lo que generalmente hago con los retratos es una investigación de su historia, quienes lo acompañaron, qué pensaba. A partir de ahí, generé una serie de metáforas relacionadas con la ciencia -y sobre todo con la física y las reacciones nucleares de fisión nuclear-«, detalló.

También indagó entre sus documentos manuscritos en la Biblioteca del Balseiro: «Fue una joya encontrar los cuadernos de Balseiro, encontrarse con sus pensamientos en papel, poder fotografiarlos, escanearlos y utilizarlos luego en esta obra».

Agradeció haber sido convocado para participar «en un momento importante de esta universidad que tanto orgullo nos da a los argentinos«.

Lorena Roncarolo

VIARio Negro