AgendAR informó hace tres meses: «El primer trigo transgénico -posee un gen resistente a la sequía y a los suelos salinos- del mundo es argentino. Este logro enorgullecería a cualquier otra nación pero aquí, como con casi todos los temas, hay ruido e idas y vueltas. Sucede que el trigo mejorado mediante ingeniería genética todavía no puede ser utilizado por los chacareros locales por los temores -aducidos- del gobierno y de la propia cadena triguera a perder mercados».
Posteriormente, la periodista Silvia Naishtar describió con precisión las líneas internas en que se dividía el gobierno frente a este tema: «El trigo tolerante a la sequía y a la salinidad es una realidad, y es un descubrimiento y desarrollo argentino que coloca al país en la cima de la biotecnología mundial. Argentina le ganó en este caso la carrera a multinacionales que invierten miles de millones. Y, sin embargo, el Gobierno no lo autoriza para su siembra, paso previo para que pueda comercializarse en otros países.
… Entre quienes buscan la aprobación están el ministro Dante Sica, el secretario de Ciencia, Lino Barañao y el ministro bonaerense, Leonardo Sarquís. Lo rechazan el secretario de Agroindustria, Luis Etchevehere y el titular del INTA, Juan Balbín«.
Ayer productores y empresarios, sin intervención del gobierno, decidieron una estrategia para avanzar en este campo de la biotecnología argentina. Reproducimos, con satisfacción, la crónica:
«Un acuerdo que parecía muy difícil de alcanzar se acaba de concretar para que Argentina apruebe y pueda sembrar el primer trigo transgénico del mundo. Se trata de una semilla que contiene el gen HB4 resistente a la sequía y a los suelos salinos, descubierto por Raquel Chan, de la Universidad del Litoral e investigadora del Conicet. La patente de ese gen pertenece a la empresa Bioceres, a la vanguardia de la biotecnología, que cotiza en la bolsa de Nueva York, tiene su corazón en Rosario y pertenece a unos 300 productores rurales que se asociaron para formarla.
Argentina conoce lo que significa la sequía después de haber padecido el año pasado la peor en varias décadas que esquilmó precisamente la cosecha del cereal. Ese gen revoluciona la producción del cereal en numerosos países.
El gen existe desde hace ya varios años pero el secretario de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere, se negaba a aprobarlo ante el temor de perder mercados con el trigo, por el rechazo a los productos transgénicos en numerosos países. (En AgendAR también mencionamos la tradicional renuencia de los funcionarios de carrera de aprobar un producto que, por no haber sido desarrollado por empresas estadounidenses, no contaba con la aprobación previa de la FDA). La posición de Etchevehere era compartida por los exportadores y molineros.
Hacia el interior del gobierno, el ministro Dante Sica y el secretario de Ciencia y Técnica, Lino Barañao, se mostraron como defensores del trigo intervenido.
Ayer se reunieron los privados y se decidió una hoja de ruta para que ese trigo sea aceptable en los mercados. Participaron Gustavo Idígoras, presidente del Centro de Exportadores de Cereales , Federico Trucco, CEO de Bioceres, Diego Cifarelli en nombre de la industria molinera, María Marta Rebizo, gerente de Asuntos Económicos el Centro de Exportadores y Claudio Dunan, Director de Estrategia de Bioceres.
La hoja de ruta contempla lanzar una mesa de países oferentes del cereal, entre ellos Estados Unidos, Canadá, Australia y Rusia para que Argentina proponga esta tecnología y se discutan visiones para alcanzar objetivos comunes que no distorsionen el comercio mundial.
Establecieron una mesa de diálogo con entidades de productores, acopios, molinos, exportadores y empresas de alimentos derivados del trigo para explicar los beneficios y riesgos de la tecnología y los supuestos bajo los cuales se dará la liberación y el uso.
También se darán una política especial hacia el mercado brasileño, principal comprador del trigo argentino al que se le embarcan casi 6 millones de toneladas este año. La idea es la adopción común de tecnologías en trigo y marcos regulatorios de aceptación para evitar “asincronía y riesgos comerciales altamente costosos”.