AgendAR, dedicado a la producción y a las capacidades argentinas, ha publicado mucho en los últimos tiempos de temas menos luminosos. Por ejemplo, pongan «dengue» en el Buscador, la pequeña lupa arriba a la derecha, y verán. También «sarampión»; advertimos del peligroso delirio antivacunas.
Ahora, todos los medios están en el tema: el fantasma del coronavirus recorre el mundo. Pero acá, en el Cono Sur, en nuestro norte, en Paraguay y Brasil, el temor es una multiplicación de una amenaza más tradicional: los casos de dengue, como informamos aquí. Y hoy los medios nacionales (porteños) informan de una muerte por dengue y otra por sarampión en el Gran Buenos Aires.
Publicamos esta advertencia de Nicolás Schweigmann, director del Grupo de Estudios de Mosquitos de Exactas UBA: no se cumplió con el Plan Maestro que se diseñó para la Ciudad en 2016: la prevención debería haber comenzado en invierno, antes de que eclosionen los huevos de Aedes aegypti. Hay presencia del insecto en todos los barrios, aun en zonas donde antes no se lo detectaba:
«Hoy la Ciudad entera está pintada de Aedes aegypti, ves el mapa y hay sensores positivos prácticamente en todos los barrios. Tranquilamente un infectado puede llegar hoy a una manzana donde está el mosquito y generar un brote. Por lo tanto, si bien no podemos decir que vaya a haber una epidemia de dengue, está todo dado para que tengamos un cuadro parecido al de 2016″, sostiene Nicolás Schweigmann, director del Grupo de Estudios de Mosquitos (GEM) que funciona en el Departamento de Ecología, Genética y Evolución de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, y traza un panorama desalentador: “Es tarde para la prevención, claro. Estamos a mitad de febrero, en el pico del proceso. Ya hay mosquitos y ya están infectados. Si yo descacharro ahora, si le saco el cacharro que acumula agua estancada -el objeto donde pone sus huevos-, se van a buscar otro, es decir, estaría favoreciendo la dispersión». Hasta el 8 de febrero pasado (semana 6), en la Ciudad de Buenos Aires se detectaron 70 casos de dengue (62 con antecedentes de viaje, la mayoría a Paraguay).
Si bien las epidemias anteriores tuvieron un recorrido distinto (la de 2009 empezó tarde, casi en otoño; la de 2016, en diciembre y se mantuvo a lo largo de todo el verano, generando mayor cantidad de casos), el pico habitual en la Argentina se da a mediados de febrero, y hasta la curva de casos y muertes de porteños por la fiebre amarilla de 1871, producida por el mismo vector, repite esa cronología.
Con cifras históricas para la región América Latina y Caribe (más de tres millones de casos confirmados entre 2019 y 2020 y más de 1.500 decesos), es esperable un pico de dengue en el país. «Hoy, si tomamos la epidemia de 2016 como referencia, Misiones tiene una cantidad de casos enorme, en una situación claramente subnotificada. En Garupá, por ejemplo, está prácticamente toda la población afectada. Esto no aparece en el Boletín Epidemiológico, pero los mismos efectores de salud misioneros que alertaban en 2016, alertan ahora. En la región, sobre todo en Brasil y en Paraguay, la epidemia es histórica. Acá está por verse», advierte Schweigmann, y señala un agravante: “Está entrando DEN-4. La epidemia anterior fue con el 1 y el 2. Y cuando cambia el serotipo, hay mayor posibilidad de enfermedad grave y muerte».
Para el investigador, alrededor del dengue hay un error de lenguaje. «Ejemplo: ‘el mosquito es un enemigo al que hay que combatir’. No, el mosquito es un ser que quiere vivir. Ahora bien, la asociación entre los seres humanos y los perros es un proceso de beneficios mutuos y se define como domesticación. La asociación con los mosquitos domésticos, por el contrario, produce beneficios sólo a favor de los insectos y se conoce como domiciliación, pues el hombre les provee los microambientes que les sirven de refugio, les deja recursos que favorecen su éxito reproductivo. El error, entonces, es seguir creyendo que le ‘echamos flit’ y arreglamos todo. Es decir, el paradigma químico está vigente, cuando lo que necesitamos es reforzar el paradigma ambiental: si mantenemos un ambiente saludable, nos enfermaremos menos.»
Pero ¿qué es un ambiente saludable, tratándose del Aedes aegypti? No la propia casa, sino un poco más. Schweigman enarbola el concepto de manzana saludable. «Aedes aegypti se mueve en un radio de 40 ó 50 metros, es raro que cruce la calle: si en la manzana está todo lo que necesita, se queda ahí. Esa es la unidad epidemiológica que hay que cuidar». Esa herramienta de prevención está en un plan maestro que diseñó para la Ciudad de Buenos Aires en 2016. «Está escrito, quedó muy bonito, pero no se está tomando en cuenta. Por ejemplo, la prevención contra Aedes aegypti no se incluyó en los planes de estudio de las escuelas, algo tan sencillo como que los chicos puedan identificar cómo son las larvas y cuál es el mosquito de las rayitas blancas. Y lo central: que la prevención hay que hacerla en invierno, cuando los huevos que quedaron en estado de latencia aún no eclosionaron, es decir, un programa que dure todo el año y no una campaña en febrero. Porque ya sabemos que la fumigación no sirve para nada. No sirve para los huevos, no sirve para las larvas, no cumple ningún rol.»
El pesimista escenario se completa con una suerte de ubicuidad del mosquito en la Ciudad. Los sensores que opera el equipo del GEM han detectado Aedes aegypti en lugares donde antes no se lo encontraba: en la costanera, en el Centro. «Comprendimos que esa nueva presencia coincidía con grandes obras, túneles, edificios”, ilustra Schweigmann.
Los tachos de 200 litros y las mezcladoras de las obras en construcción, que acumulan agua de lluvia, favoreciendo el ciclo del insecto, son un foco evidente de propagación del mosquito y, consecuentemente, de la posibilidad de que transmita el virus del dengue de una persona infectada a otra, porque además son elementos que se trasladan de una obra a otra. Para Schweigman, es vital una campaña de concientización para arquitectos, ingenieros y trabajadores de la construcción, para establecer un protocolo y que esos posibles reservorios se tapen y/o vacíen periódicamente.
«Las obras en construcción no se controlan, pero la verdad es que tampoco se están controlando las casas. Falta una mirada integral –concluye Schweigman–. En definitiva, además de un virus, el dengue es el resultado de un desorden socioambiental que afecta nuestra salud.»
Schweigmann no es alarmista. Pero advierte que vamos en camino de ser un país con dengue endémico poliserotípico y con una cantidad creciente de casos hemorrágicos agudos, como nuestros vecinos norteños en el Cono Sur: no se murieron, pero tienen estadísticamente un poco menos de expectativa de vida.
Esta semana informamos en AgendAR que la Universidad Nacional de San Martín desarrolló un método para detectar el dengue en 10 minutos. Ahora, resta saber si podrá identificar las distintas cepas del virus.