A comienzos de marzo, una semana después que se registrara el primer caso de Covid-19 en el país, Diego Comerci, investigador del Conicet y de la Universidad Nacional de San Martín, se encontró con funcionarios del gobierno nacional para hacerles una propuesta: en lugar de invertir una donación en importar tests, él desarrollaría la máquina para hacer los kits en el país y cedería gratis los 10.000 primeros. De ese modo no solo se impulsaría a dos compañías tecnológicas nacionales, sino que se ganaría independencia y se generarían productos exportables.
Comerci, biólogo y doctor en biotecnología, sabía de lo que hablaba: menos de un mes antes, el 17 de febrero de este año, había presentado un kit diagnóstico de bajo costo para detectar el dengue sin necesidad de equipos complejos ni profesionales especialmente entrenados (Ver en AgendAR: La epidemia cercana).
Para hacer una prueba de detección viral del SARS-CoV-2, el cofundador de Chemtest (empresa incubada en su universidad gracias a un programa de financiamiento del Ministerio de Ciencia y Tecnología) decidió aliarse con otro emprendimiento de base tecnológica, pero esta vez de la Universidad de Quilmes, Productos Bio-Lógicos (PB-L), creado por Marcos Bilen. El resultado es ELA Chemstrip, una prueba capaz de revelar la presencia del virus en individuos incluso sin síntomas, en alrededor de una hora y sin necesidad de equipamiento costoso, como el que se emplea en la RT- PCR.
Cuenta Comerci: «Convoqué a la gente de la Unqui, a quienes conocía porque los había visto en el concurso Innovar del año pasado. Vi que ellos tenían una tecnología que, si la juntábamos con la nuestra, nos permitirían hacer un muy buen test. Se armó un grupo bárbaro de 25 personas, hubo que repatriar a tres chicos que estaban varados en Alemania y Colombia, tuvimos que procesar 30 órdenes de compra internacionales de equipamiento e insumos claves por 280.000 dólares en medio de una batalla mundial por los recursos, pero gracias a la cooperación del Ministerio, del Registro de Organismos y Entidades Científicas y Tecnológicas (Roecyt), de la Agencia de Promoción I+D+I, de la AFIP, de la Aduana, de Anmat, Aerolíneas y Cancillería, pudimos crear un test que anda muy bien».
Como el Neokit, desarrollado por el Instituto Milstein y el Laboratorio Cassará, el ELA Chemstrip también se basa en la amplificación del ARN viral utilizando calor («amplificación isotérmica»). Pero en este caso, en lugar de utilizar enzimas adquiridas en el extranjero, trabajan con las obtenidas de un microorganismo 100% argentino. O, más precisamente, salteño.
Una bacteria «gauchita»
La tecnología «Easy loop amplification o ELA» se desarrolló a partir de una bacteria termófila que Bilen descubrió en 2002, en barros de unas vertientes naturales de aguas termales mientras recorría la Puna a caballo acompañado por su padre. «Ya había terminado mi licenciatura en biotecnología -cuenta el investigador en un comunicado de la Unsam-. Las muestras las mantuvimos congeladas en un freezer hasta 2012». Junto con Daniel Ghiringhelli y Julian Bergier las descongelaron, purificaron y aislaron la polimerasa (enzima capaz de transcribir ácidos nucleicos) que modificaron por ingeniería genética para dotarla de una mejor capacidad de amplificar exponencialmente fragmentos de ARN. Por otro lado, le introdujeron varias mejoras que le proporcionan una alta especificidad.
Para validar el primer test molecular rápido de Covid-19 de América Latina, trabajaron junto con el Instituto Malbrán; primero en la puesta a punto, después sobre un panel de 150 muestras de ARN extraído de hisopados, y después en 50 más que recibieron directamente del Barrio Mugica. «Estamos en un 100% de especificidad y en un 95%/98% de sensibilidad -destaca Comerci-. Donde podemos tener alguna falla es en personas que están en recuperación y en las que la cantidad de virus es muy, muy, muy baja o esporádica. Pero el test no está pensado para eso, sino para el análisis masivo, en forma lo más rápida posible, en los lugares donde hay brotes. Después, una vez que se identifica al paciente, lo sigue el Malbrán. Esa creo que va a ser la rutina de trabajo. La idea es equipar unidades móviles y poder ir a lugares donde no se cuenta con la infraestructura indispensable».
El ELA-Chemtest llega a detectar la presencia de apenas 25 partículas virales , lo que permite identificar individuos incluso casi sin síntomas. «En 25 vimos una de cuatro, en 50 vimos dos de cuatro y en 100 vimos cuatro de cuatro -precisa Comerci-. Después habrá que ver si eso se mantiene en muestras de saliva. Por los datos que tenemos, en una persona infectada, la cantidad de partículas virales que queda en el hisopo puede ir de uno a cien millones. Esto explicaría su gran transmisibilidad».
Añadido de AgendAR: Comerci subraya la impresionante sensibilidad de su test: da positivo el 25% de las veces cuando las muestras tienen sólo 25 viriones, la mitad de las veces con 50 viriones… y no hay un hisopado de contagiado que tenga menos de 1 millón de viriones. Parece no haber modo de «comerse» un falso negativo. Son cifras de sensibilidad como no se han visto jamás, creemos.
Otra diferencia que le incluyeron a este test es un control interno para asegurarse que el proceso de extracción del material genético del hisopo fue bien realizado, lo que reduce el riesgo de falsos negativos. Al terminar la reacción a 60 grados, que dura alrededor de 45 o 50 minutos, se introduce una tirita reactiva durante alrededor de otros diez minutos y, si las dos bandas aparecen coloreadas, quiere decir que el resultado es positivo. Esa tira se puede guardar, encarpetar o escanear para tener un registro. Por lo pronto, ya están garantizadas unas 100.000 determinaciones.
Según explicó Enio García, jefe de asesores del gobierno de la Provincia de Buenos Aires, a la brevedad empezarán a probar estos tests desarrollados localmente porque «hay que ver cómo funcionan en el territorio, que es distinto de analizarlos en el laboratorio».