Amazon comenzó a vender tecnología de reconocimiento facial a la policía

Las agencias policiales de EE.UU. están ordenando un producto muy inusual que vende la compañía Amazon: tecnología de reconocimiento facial.

De acuerdo con documentos y correos electrónicos obtenidos por la Unión de Libertades Civiles de EE.UU. (ACLU por sus siglas en inglés) Amazon ha estado vendiendo una tecnología de reconocimiento facial llamada Rekognition a la policía. La tecnología, que Amazon dice puede rastrear y analizar a cientos de personas en una foto usando una base de datos con decenas de millones de caras, ha sido utilizada en Orlando, Florida, y por la Oficina del Sheriff del Condado de Washington en Oregon.

El software de reconocimiento facial no es nuevo para la policía, que a menudo depende de la tecnología para ayudar con las investigaciones. Pero también tiene sus defectos. Por ejemplo, varios informes encontraron que el programa utilizado por la Policía Metropolitana del Reino Unido tenía coincidencias incorrectas en el 98 % de los casos.

Otra causa de la inquietud con Rekognition es que proviene de Amazon, la minorista en línea más grande del mundo, que también está llegando a miles de hogares inteligentes a través de asistentes de voz y cámaras en la nube.

La asociación de empresas de tecnología masiva con los esfuerzos de aplicación de la ley a menudo genera preocupaciones sobre la privacidad y los defectos del software. Recientemente, por ejemplo, varios empleados de Google renunciaron a la empresa en medio de informes de un controvertido contrato militar.

China hoy es un ejemplo de este tipo de tecnología llevada a extremos: el país tiene instaladas 170 millones de cámaras y va por 600 millones en 2020, todas conectadas en red con los bancos de datos de los organismos de seguridad, los de seguridad bancaria y con la policía. De aquí a dos años, según el Business Insider de hoy, habrá casi una cámara cada 2 ciudadanos del país. Lo que sigue no es un vaticinio: es una descripción.

El sistema nacional de reconocimiento facial es un desarrollo local de Megvii, la 2da firma china dedicada a Inteligencia Artificial, y tiene un nombre hollywoodense que provocará cierta desazón entre los que vieron la saga «Terminator»: se llama Skynet. No es chiste. El jefe de RRPP de Megvii, entrevistado por el programa periodístico Vice, de HBO, explicó riéndose y con algún rubor que el nombre se había elegido a conciencia, pero «que el de ellos era un Skynet bueno». Según el Worker´s Daily, el diario oficial del Partido Comunista Chino, tiene una eficacia «de diagnóstico» del 99,8% y puede «escanear» la población entera de China en un segundo. ¿Exageran?

El lado benigno: en los shoppings y andenes ferroviarios, hay gente que paga unos jeans o un viaje en tren «con su cara», como si ésta fuera una tarjeta de crédito. Esto significa que el reconocimiento facial standard en China tiene suficiente matemática «probada a campo» como para sacar, con pocos «falsos negativos» y «falsos positivos», la identidad morfológica de quien paga y a conformidad no se sabe si de los usuarios, pero sí de los bancos. Las proporciones faciales son reducidas a algoritmos específicos del «portador», y leídas en tiempo real como si fuera un código de barras o un QR, y con la especificidad de estos.

El software elimina todo dato accesorio como uso de anteojos, pelucas, maquillaje, bigotes y barbas postizos que normalmente pueden confundir al más fisonomista de los policías humanos. Lados socialmente inteligentes de esta aplicación: un peatón no puede cruzar irregularmente una avenida, sea por salirse del «paso cebra» o por no esperar su luz verde, sin que su cara sea exhibida instantáneamente, con nombre y apellido en pantallas de TV colindantes con la zona de la transgresión. Esta humillación pública en China, con su culto confuciano de la disciplina social, funciona.

Lados más conflictivos de la invasividad de esta tecnología. Entre 2017 y 2018 el sistema permitió la captura de 3000 prófugos de la justicia, simplemente avisando a la comisaría más cercana al sitio del reconocimiento facial. En un estado democrático, esto ya generaría debate. En un estado policial que no admite debatir de nada, profundiza el terror paralizante de cualquier intento de oposición política y sindical reales. Algo que seguramente el gobierno chino, una autocracia que gobierna desde hace 70 años 1 de cada 5 seres humanos en la Tierra, y cuyo antecedente eran «señores de la guerra» o largos linajes de mandarines, aprecia no poco.

La población china contemporánea se parece en algo a nuestros «milennials», que exhiben su vida casi entera en Facebook y dejan, con un encogimiento de hombros, que los bancos y el gobierno llenen los espacios en blanco. El chino de hoy no se molesta con esta vigilancia visual continua por parte del estado. Durante milenios, en este sitio superpoblado del planeta la privacidad no ha sido jamás un valor social: a lo sumo un privilegio natural de los muy ricos y poderosos.

En Occidente estos sistemas se despliegan con cautela en sitios de salida y entrada a los países, o de alta circulación: aeropuertos, estaciones de transbordo ferroviarias o de subte, etc. En China van años luz más lejos.

Oficiando de portero, las omnímodas cámaras de Skynet están incluso en los grandes monoblocks que el estado construye en todo el territorio chino. Le permiten a las autoridades llevar estadísticas pormenorizadas de quién sale, con quién, a qué hora, cuándo regresa, y cuántos visitantes recibe, y quienes son. Y conectadas a las cámaras en las calles y sitios públicos, permiten la vigilancia 24x7x365 de todo ciudadano considerado «digno de vigilancia». Una lista probablemente creciente, cuyo tope no lo pone la capacidad de infracción, delito u rebeldía social, sino el desarrollo tecnológico y la escala de su aplicación. China es un panóptico. Y Occidente, donde caen los viejos «estados de bienestar», la riqueza se concentra a escape y surgen nuevos pobres en países que no los tenían, se muere de ganas de imitarla.

«El futuro llegó hace rato», como decía El Indio Solari. Y George Orwell se quedó chico.

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